miércoles, 16 de marzo de 2016

FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA EL ESTUDIO DE LOS
MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN VENEZUELA

Publicado en la Revista Espacio Abierto, año 2005, octubre-diciembre, vol.14, n° 004. Maracaibo, Venezuela. pp. 589-607

Roberto López Sánchez. Departamento de Ciencias Humanas, Facultad Experimental de Ciencias. La Universidad del Zulia. Av. Universidad. Edif. Grano de Oro. Apartado 526. Maracaibo, Venezuela. Correo: cruzcarrillo2001@yahoo.com.

RESUMEN:

El trabajo expone los fundamentos teóricos utilizados por el autor para el estudio de los movimientos estudiantiles en Venezuela entre 1958 y 1992. Partiendo de las nuevas teorías para el estudio de los movimientos sociales, surgidas luego de los grandes procesos movilizadores de la década de 1960, se exponen los fundamentos de la Teoría de la Movilización de Recursos y de la Teoría de las Identidades Colectivas, las cuales representan aportes fundamentales al pensamiento científico en esta área. Son considerados los aportes de teóricos como Alan Touraine, Luis Gómez Calcaño, José Aranda Sánchez, y José Álvarez Junco, entre otros. Se estudia la especificidad del estudio de los movimientos estudiantiles en América Latina y en Venezuela. Se concluye que las modernas teorías sobre los movimientos sociales proporcionan un importante sustento teórico para explicar la práctica social de los movimientos estudiantiles en Venezuela.

Palabras clave: movimientos sociales, movimientos estudiantiles, crisis política.



INTRODUCCIÓN.

            Los movimientos estudiantiles cumplieron un papel de primer orden en la historia política venezolana del siglo XX. Desde la gesta de la llamada “Generación del 28” contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, hasta las masivas y violentas protestas escenificadas a fines de los años 80, los estudiantes estuvieron en la primera plana de la confrontación política del país. De los liderazgos estudiantiles surgieron los fundadores y principales dirigentes de los partidos políticos venezolanos durante muchas décadas[1]. Durante bastante tiempo, en las aulas universitarias se debatieron distintos programas políticos que tenían por objetivo la toma del poder y la reconducción del país por caminos modernizadores y revolucionarios.

A contracorriente de las tradicionales posturas teóricas que asignan a la clase obrera y a los campesinos el liderazgo de las luchas populares contemporáneas en América Latina, en Venezuela fueron los estudiantes el sector revolucionario por excelencia. Por un período de 60 años aproximadamente, los movimientos estudiantiles encarnaron en el país a las fuerzas de oposición[2]. De allí nuestro interés por estudiar a los movimientos estudiantiles venezolanos[3]. De dicho análisis pueden surgir enseñanzas significativas para todos aquellos sectores que postulan la transformación de la realidad nacional como meta de su praxis social.

El presente artículo constituye parte de un trabajo más extenso sobre los movimientos estudiantiles en Venezuela[4]. Con el mismo intentamos exponer los fundamentos teóricos sobre los cuales hemos abordado el estudio del movimiento estudiantil venezolano. Deseamos abrir el debate en esta dirección, pues en el país son escasos los trabajos realizados a este respecto. La profundización y la confrontación de las perspectivas teóricas a partir de las cuales se estudian los procesos que atraviesa nuestra sociedad es una necesidad acorde con los tiempos de cambio que vivimos.

           

1. LAS NUEVAS TEORÍAS SOBRE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES.

En el estudio de los movimientos estudiantiles hemos considerado las teorías sobre los movimientos sociales surgidas en las últimas décadas.  Al respecto valoramos los trabajos recopiladores de Alvarez Junco[5],  de Pérez Ledesma[6], Rubio García[7] y Aranda Sánchez[8], los cuales suministran una visión de conjunto sobre los aportes investigativos que en las últimas décadas se han desarrollado desde Europa y los Estados Unidos. Igualmente, los trabajos de Alan Touraine[9] y Makram Haluani[10], que teorizan en general sobre las nuevas formas de acción y conflicto social que se presentan en el capitalismo contemporáneo. También los trabajos de Luis Gómez Calcaño, que analizan los nuevos movimientos sociales en la Venezuela de los 80[11], y se relación con los procesos vividos en América Latina[12].

El estudio de los movimientos sociales sufrió un cambio de paradigma a raíz de los grandes movimientos de protesta de la década de 1960 (Rubio, 2004, 3). Este cambio de paradigma tuvo mucho que ver con los movimientos estudiantiles de esos años, pues los investigadores que abordaron dichos análisis o habían participado directamente en dichos movimientos, o por lo menos habían sido testigos de primera fila.

Las primeras teorías que intentaron explicar a los movimientos sociales, se ubicaron en una explicación psicológica de los mismos, considerándolos como producto de la alineación, la ansiedad, la frustración y la atomización social, es decir, como formas de conducta desviada. Por ejemplo, el estudio de Gustave Le Bon, Psicología de las masas, 1895 (Pérez, 1993: 149); y los sociólogos de la llamada Escuela de Chicago: Ralph Turner, Lewis Killiam, Talcott Parsons, Neil Smelser y Robert Merton (Aranda, 2000: 227). Estas teorías fueron desplazadas progresivamente, luego de los grandes movimientos de la década de los 60, por dos grandes tendencias que intentaban buscar las raíces sociales de la protesta colectiva: la teoría de la movilización de recursos, desarrollada principalmente en los Estados Unidos, y la teoría de la construcción de la identidad colectiva, desarrollada en la Europa occidental.

Luego de los 60, ya no se podía aceptar que los participantes en las protestas fueran individuos anómicos e irracionales, como habían defendido los seguidores de las teorías sobre la sociedad de masas; los nuevos investigadores habían descubierto que se trataba de individuos racionales, bien integrados a la sociedad, miembros de organizaciones, y que en sus acciones de protesta estaban impulsados por objetivos concretos, valores generales, intereses claramente articulados y cálculos racionales de estrategia (Pérez, 1993: 162).

Estamos plenamente conscientes que los desarrollos teóricos sobre los movimientos sociales surgieron fundamentándose en realidades propias de los países industrializados, y que las sociedades latinoamericanas incorporan especificidades políticas, económicas y socioculturales que obligan a mirar más allá de las teorizaciones nacidas en el llamado primer mundo. Por ello incorporamos en esta perspectiva los aportes que diversos investigadores han realizado desde América Latina para el estudio de los movimientos estudiantiles.


2. LA TEORÍA DE LA MOVILIZACIÓN DE RECURSOS.

La teoría de la movilización de recursos, formulada por autores como John McCarthy[13], Mayer Zald, Doug McAdam y Sidney Tarrow[14], plantea que para que surja un movimiento social no basta con las razones para la protesta (privaciones, etc), sino que es fundamental disponer de recursos y de oportunidades para la acción colectiva, haciendo énfasis principal en la existencia de la organización como recurso fundamental para la movilización.

Por tanto, no es la privación o el malestar social, sino la prosperidad lo que facilita la aparición y el auge de los movimientos sociales, pues la prosperidad es la que permite disponer de mayores recursos. Tanto de mayores recursos personales, debido a la adhesión de individuos por razones de conciencia, es decir, de individuos que al tener resueltos sus problemas vitales básicos, disponen de recursos excedentes en tiempo, dinero y energía para dedicarlos a las actividades del movimiento ; como de recursos materiales más abundantes.

En cuanto a la organización, se hace énfasis en la diferencia entre la organización de los movimientos sociales de protesta con las organizaciones burocráticas tradicionales (partidos, sindicatos, etc.). Las organizaciones de los movimientos sociales contienen grupos diversos, sin un mando único, con multiplicidad de liderazgos y de objetivos, y con canales de comunicación entre sí. En algunos casos, dichas organizaciones evolucionan hacia su institucionalización burocrática, pero ello ocurre sólo cuando el mismo movimiento social ha perdido su potencia movilizadora inicial.

En cuanto a las oportunidades para la acción colectiva, la teoría de la movilización de recursos plantea que los movimientos sociales son una forma de hacer política por otros medios, y más en concreto, por los únicos medios con que cuentan los grupos desprovistos de poder y que por ello no consiguen acceder a las formas institucionalizadas de acción política.

Los cambios favorables en el sistema político permiten que surjan movimientos sociales : uno de ellos es la mejora en la situación habitualmente poco favorable de los grupos de oposición. Un segundo factor es la aparición de crisis políticas, cuando la posición hegemónica de los grupos o coaliciones dominantes se debilitan a consecuencia de la crisis, generando una ampliación de las oportunidades políticas para los grupos opositores. Un tercer elemento sería la ausencia o el uso restringido de la represión estatal, lo cual suele ocurrir en conexión con los dos factores ya citados.

La historia política del siglo XX venezolano tuvo un interesante aporte de los movimientos estudiantiles. De los grupos estudiantiles universitarios surgieron los embriones de los partidos políticos modernos, como Acción Democrática, el Partido Comunista, COPEI y Unión Republicana Democrática. En esto influyó evidentemente uno de los preceptos contemplados en la teoría de la movilización de recursos: la proveniencia de clase de los líderes estudiantiles, de sectores medios emergentes, que los colocaban en posición de disponer de tiempo, recursos, información y formación necesarias para organizar un movimiento político de oposición al gobierno y al sistema en general.

Cuando analizamos al movimiento estudiantil universitario del período de la renovación, en 1969, decimos que un elemento favorable al desarrollo mismo del movimiento de renovación universitaria fue la apertura política iniciada por el nuevo gobierno de Rafael Caldera, quien promovió la pacificación de las organizaciones de izquierda alzadas en armas. Los militantes de izquierda, deseosos de recuperar sus vínculos con las masas, volvieron a las universidades aprovechando la política de pacificación calderista (López, Monzant y González, 2000-b: 106). Esta circunstancia cumple otro de los presupuestos de la teoría de la movilización de recursos: la existencia de cambios favorables en el sistema político.

Con relación a los movimientos estudiantiles de los ochenta, se puede señalar que su procedencia de clase seguía siendo la clase media en lo fundamental, sector que aún no había sufrido los estragos de la crisis económica, o que en todo caso comenzaba a ver las primeras expresiones de dicha crisis. La clase media venezolana se fortaleció durante la década del 70, y en los años 80 estaba en capacidad de incidir políticamente en la realidad del país.

Desde este punto de vista, se seguía cumpliendo el presupuesto de la teoría de la movilización de recursos que establece la necesidad de contar con recursos materiales y con excedentes de tiempo para dedicarlos a las actividades del movimiento. El estudiantado de los ochenta seguía siendo un estudiantado dedicado exclusivamente a sus funciones académicas.

En la década de los ochenta, otro elemento que contribuyó al surgimiento de la protesta estudiantil fue el debilitamiento de las fuerzas políticas que habían hegemonizado el sistema venezolano desde 1958[15]. Esto ocurría debido a dos causas principalmente: el inicio de la crisis económica, y el desencanto popular por la corrupción, la burocracia y la ineficiencia del sistema político bipartidista. La agudización de estos elementos conducirían a la crisis política que comenzó a manifestarse a partir de los sucesos del 27 de febrero de 1989. Es innegable que a lo largo de los ochenta se comenzaron a asomar grietas en la aparente solidez del sistema político, hasta el punto que algunos investigadores llegaron a vaticinar, con algunos años de anticipación, la “bajada popular de los cerros” que ocurrió el 27 de febrero de 1989[16].


3. LA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES COLECTIVAS.

Otro aporte teórico fundamental para esta investigación está representado en la teoría de la construcción de la identidad colectiva, cuyos principales representantes son Alberto Melucci[17], Alain Touraine[18], y Claus Offe[19].

Esta teoría presta especial atención a los cambios estructurales del sistema capitalista que han dado origen a los nuevos movimientos sociales. En ruptura con el paradigma tradicional que veía a los movimientos sociales como expresión del enfrentamiento entre empresarios y trabajadores, o de manera más general, como una lucha de clases cuyo principal protagonista era el movimiento obrero, plantea la novedad de los movimientos estudiantiles, feministas, ecologistas y pacifistas, para poner algunos ejemplos, los cuales tienen poco o nada que ver con la clase obrera. Hay nuevos actores, nuevos objetivos, y nuevas formas de acción social. La explicación radica en que el desarrollo del capitalismo, en los países industrializados fundamentalmente, fortaleció a un importante sector de clases medias que suministró la base social para los nuevos movimientos.

Enfatizan los europeos en las diferencias entre las organizaciones de los nuevos movimientos sociales con las organizaciones formales tradicionales. Las primeras están caracterizadas por la actividad, la participación, el compromiso y la acción consciente; las segundas en cambio están jerarquizadas, con división de tareas y pasividad de la mayoría de sus miembros.

En los movimientos, el líder es un activista, la legitimidad se basa en el carisma, las relaciones entre los miembros tienen fuertes componentes emocionales, la lucha se dirige a objetivos ideales y se plantea en forma de rupturas radicales, y el público al que el movimiento atrae es joven en su mayoría. En cambio, las organizaciones formales tienen como dirigentes a administradores o gestores, su legitimidad es de carácter burocrático, las relaciones internas están dominadas por la racionalidad, y la lucha se dirige a la realización, aunque sea parcial, de los objetivos y a la consolidación de los logros alcanzados; predominando en las mismas las personas de mediana edad.

La espontaneidad, la informalidad y el bajo grado de diferenciación, tanto horizontal como vertical, son los rasgos definitorios de los nuevos movimientos sociales en el terreno de la organización. Esto explicaría la falta de continuidad características en estos movimientos. Esta discontinuidad se plantea como la presencia vinculada de dos etapas en la existencia de los movimientos sociales: una etapa de “latencia”, en la cual se experimentan los nuevos modelos culturales, opuestos a los códigos sociales dominantes, y se fortalecen los recursos y el entramado cultural para la movilización posterior; y la etapa de movilización propiamente dicha.

La teoría de las “identidades colectivas” expone un aspecto fundamental para entender la lucha social del siglo XX venezolano. En otro lugar hemos dicho:

se han producido circunstancias como la venezolana, en la cual la existencia de una estructura económica escasamente desarrollada en la industria, y por consiguiente con un proletariado poco numeroso, pero que contaba con los aportes millonarios de la renta petrolera, permitió la existencia de una clase media relativamente fuerte en su influencia social. Los movimientos estudiantiles de los años 20, 30, 40 y 50 fueron determinantes en el proceso político posterior de la nación; de las filas universitarias surgieron prácticamente todos los partidos y líderes políticos que condujeron al país en el período democrático y sus etapas previas. En Venezuela la clase media urbana ha sido, a lo largo del siglo XX, la clase revolucionaria por excelencia“(López, 1999: 20)[20].

Venezuela es un buen ejemplo del desarrollo desigual de las sociedades capitalistas; ciertamente tuvimos una ausencia notoria de una clase obrera numerosa, y gracias al rentismo generado por el petróleo, surgió una amplia clase media, la cual insurgió políticamente a partir de 1928.

Los movimientos estudiantiles venezolanos, entre 1958 y 1989, fueron el grupo social más beligerante (López, Monzant y González, 2000: 83); en esta circunstancia incidió también el control hegemónico que Acción Democrática ejercía sobre las organizaciones sindicales obreras, a las cuales condujo en una política de conciliación de clases y “paz social”. La lucha social de los primeros treinta años de la democracia puntofijista estuvo signada por la protesta estudiantil. Incluso las organizaciones de izquierda, que se autodenominaban “partido de la clase obrera”, estaban constituidas casi en su totalidad por activistas provenientes del medio estudiantil universitario, como lo ha demostrado Luis Beltrán Acosta (1984: 23)[21].

Tanto la teoría de la movilización de recursos como la de identidades colectivas, coinciden en valorar la acción de los movimientos sociales por medios organizados no tradicionales, es decir, al margen de los partidos políticos hegemónicos y de los sindicatos y gremios mayoritarios.

Aunque el movimiento estudiantil, en su rutina tradicional, actúa por medio de canales de participación pre-establecidos (los gremios, los partidos), y en ese sentido no puede ser considerado como un movimiento social, nosotros hemos valorado en nuestras investigaciones los momentos históricos en que el estudiantado se ha comportado como un movimiento social, actuando al margen de las estructuras tradicionales de participación.

En esa dirección, investigamos al movimiento de Renovación Universitaria, ocurrido en 1969, y la insurgencia estudiantil de 1987. Ambos procesos implicaron el desplazamiento de las Federaciones de Centros y de los principales partidos políticos existentes en las universidades, y el surgimiento de liderazgos de base cuya legitimidad principal eran las asambleas y las movilizaciones de calle.

Lo más resaltante del movimiento de renovación del 69 fue la explosiva participación estudiantil que significó. El estudiantado, casi en su totalidad, se interesó por la vida política universitaria y nacional. La generación estudiantil de la renovación era heredera directa de toda una década de luchas que se habían iniciado en 1957 contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y que habían continuado a todo lo largo de los años sesenta vinculadas estrechamente a la lucha insurreccional y guerrillera que promovieron los partidos PCV y MIR. En dicha década, la universidad se erigió como representante de los intereses populares, en constante enfrentamiento contra el gobierno y los sectores derechistas del país.

La renovación significó una crítica al interior mismo de las universidades, con el objetivo de replantear esa lucha social que se escenificaba en el país. Los estudiantes, pasando por encima incluso de su dirigencia “oficial”, insurgieron contra la burocracia universitaria y criticaron las lacras que dentro de las instituciones se habían ido formando debido a las prácticas clientelares de los partidos políticos.


Los movimientos estudiantiles venezolanos de los años ochenta constituyeron una reacción al control hegemónico que la izquierda parlamentaria ejercía sobre las Federaciones de Centros Universitarios y Centros de Estudiantes en general. Su punto de partida era la crítica a los vicios burocráticos que habían desarrollado esos partidos de la izquierda tradicional (principalmente el MAS y el MIR, a los que se agregaban los partidos considerados de “derecha”: AD y COPEI).

Los movimientos estudiantiles de los ochenta fueron en ese sentido una forma de hacer política por otros medios, como lo expone la teoría de la movilización de recursos, y recrearon la forma de relacionarse entre los miembros del movimiento, estableciendo mayores niveles de participación, compromiso, acción consciente, espontaneidad, informalidad, bajo grado de diferenciación entre los líderes y los activistas, características todas que enfatiza la teoría de las identidades colectivas.

Las propuestas políticas de los movimientos estudiantiles en Venezuela cuestionaron incluso los fundamentos ideológicos del sistema político: la democracia representativa. Desde mediados de los ochenta comienza a surgir tímidamente un difuso movimiento social que tiene como premisa el cuestionamiento a la representación, y junto con él, la organización de acciones de protesta como de prácticas sociales que responden a una cultura política absolutamente contraria a los marcos representativos del totalitarismo liberal-democrático del puntofijismo (Denis, 2001: 61)[22]. En sus críticas a los partidos políticos y su estructura de poder sobre la sociedad venezolana, los movimientos estudiantiles estaban socavando los fundamentos mismos de la hegemonía bipartidista.


4. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES SEGÚN ALAN TOURAINE.

Al analizar a los movimientos de protesta social, Alain Touraine propone diferenciar tres tipos de conflictos que tienden a modificar aspectos de la estructura social (Touraine, 1991: 6):

·         “Conductas colectivas”, serían aquellas acciones que representan una defensa, reconstrucción o adaptación de un elemento enfermo del sistema social.

·         “Luchas”, se denominarían a los conflictos que buscan modificar sistemas de decisión, que actúan como factores de cambio y como fuerzas políticas.

·         “Movimientos sociales”, se llamarían a las acciones conflictivas que buscan transformar las relaciones sociales de dominación que se ejercen sobre los principales recursos culturales, la producción, el conocimiento, las reglas éticas.

De acuerdo a dicha categorización, los movimientos estudiantiles venezolanos del período estudiado contienen elementos que se refieren a los tres tipos definidos por Touraine en base al análisis específico de cada una de las luchas desarrolladas; el mismo autor establece que un “mismo conflicto puede depender de uno, dos o tres tipos” (1991: 7).

Por regla general, las protestas estudiantiles se inician como una respuesta a violaciones de sus derechos que sufre el estudiantado como tal. En este sentido, serían una “conducta colectiva”, al tratar de restablecer derechos adquiridos con anterioridad, como sucedía con las protestas estudiantiles que se oponían a los aumentos de aranceles a mediados de los ochenta en varias universidades del país.

En su desarrollo, las protestas se proponen modificar los mecanismos institucionales que han permitido que sus derechos sean violados. Entrarían así en la categoría de “luchas”, pues el movimiento estudiantil se involucra en acciones políticas enfrentadas a las instituciones del Estado (Ministerio de Educación, gobernaciones, ministerio del interior) y a las autoridades universitarias. Y en última instancia, la lucha estudiantil termina orientándose al cuestionamiento general del orden establecido, contrastándolo con un referente social alternativo (por ejemplo la exigencia de una democracia no tutelada por los partidos, y una economía que permita el bienestar de las mayorías), aunque en este aspecto se hayan limitado al aspecto declarativo y agitativo, sin proponerse la toma del poder político.

Creemos que los movimientos estudiantiles no lograron cristalizar en un proyecto de poder, no porque no se lo hubieran planteado, sino por una cuestión de incapacidad política y organizativa para resolver sobre la marcha esa posibilidad. Algunos de los dirigentes de los movimientos antipartido de los años 80 terminaron incorporándose a partidos y organizaciones que sí visualizaban un proyecto de poder; como es el caso de los dirigentes del Movimiento 20 en el Zulia, que se incorporaron al partido Causa R y han figurado como parlamentarios regionales y nacionales en la última década[23] y de Franz de Armas[24], incorporado al MBR-200 en 1992.

No obstante, pensamos que la categorización de Touraine al exigir que los movimientos sociales, para ser calificados como tales, deben ser portadores de elementos de transformación de “las relaciones de dominación social que se ejercen sobre los principales recursos culturales, la producción, el conocimiento, las reglas éticas”, introduce elementos discutibles, pues habría que definir que se entiende por “elementos de transformación”. En una época en la cual los antiguos paradigmas de transformación se han derrumbado, como por ejemplo el del socialismo real y el propio sentido de progreso implícito en la visión de modernidad, no es tan fácil argumentar cuál elemento es realmente transformador  de la estructura social actual y cuál no lo es.

Al respecto hemos debatido en otro momento sobre el carácter transformador de determinados movimientos sociales, en pugna con criterios opuestos defendidos mayoritariamente por los historiadores. Es el caso de la insurrección de esclavos que estalló en Venezuela en 1812-1814, la cual en su etapa culminante fue liderada por José Tomás Boves. El ejército de Boves, integrado en más del 99 % por negros y pardos, destruía en los hechos las relaciones sociales esclavistas, que eran el fundamento de la dominación colonial española en América, aunque no existió nunca un programa escrito que así lo contemplase. Historiadores como Germán Carrera Damas[25] le han negado el carácter revolucionario a estas insurrecciones de esclavos, argumentando que no existen pruebas documentales de sus propósitos (López, 2000-a: 133)[26].

Carrera parte de una perspectiva filosófica basada en el idealismo subjetivo, al creer que es el pensamiento el que determina los hechos históricos. Nosotros defendemos que “los hechos históricos deben juzgarse principalmente no por lo que los hombres dijeron de los mismos, sino por los hechos que llevaron a cabo” (López, 2000-a: 134). Al combatir a los esclavistas, asesinándolos con familia y todo, extendiendo esta matanza a toda la población blanca, obra histórica llevada a cabo por el ejército de Boves en casi todo el territorio venezolano, se estaba destruyendo el sistema productivo basado en la explotación del trabajo esclavo.

Esos hechos históricos de incontrovertida realización valen más que cualquier programa. Por ello consideramos que la valoración de las propuestas de un movimiento social debe realizarse a la luz de sus acciones históricas, y de las consecuencias generadas por las mismas, más que en el análisis de pretendidos programas de transformación que no necesariamente generaron cambios reales en la sociedad.


5. LOS MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN VENEZUELA Y AMERICA LATINA.

El carácter particular de los movimientos estudiantiles latinoamericanos de las últimas décadas se relaciona mucho con los procesos de masificación de la educación superior llevados a cabo en nuestros países (Brunner, 1986: 279). Los estudiantes universitarios dejaron de ser una elite en la medida en que la crisis económica comenzó a afectar a las clases medias y sectores de trabajadores. Incluso la llamada proletarización de las profesiones universitarias ha hecho bajar de status al individuo que posee un título profesional.

Esa es una realidad presente en Venezuela desde hace más de dos décadas. A mediados de los ochenta, diversos teóricos como José Joaquín Brunner[27], Germán Campos[28] y Luis Gómez Calcaño[29], no consideraban la posibilidad de un nuevo renacer del movimiento estudiantil latinoamericano y más específicamente venezolano. Se basaban para ello en el fuerte control que mantenían los partidos políticos dentro de las universidades, en la apatía presente en el estudiantado hacia sus organizaciones representativas, en el apego exclusivo a sus intereses gremiales o corporativos, en los efectos desmovilizantes de la crisis económica, en la crisis de los paradigmas que sustentaban la lucha estudiantil de los 60, y en los frenos derivados de la incongruencia entre el ofrecimiento social de participación en los destinos del país y la incapacidad real de incorporar al joven formado al sistema productivo ya existente.

            Otros autores señalaban el peso real de las derrotas sufridas por los movimientos revolucionarios latinoamericanos en los 60 y 70, y el efecto sobre la población de la propaganda anticomunista que se centraba específicamente sobre el movimiento estudiantil, como factores que favorecían la desmovilización creciente del estudiantado (Silva Michelena, 1986: 295)[30].

A lo anterior se agregaba la imposición del modelo neoliberal, que pregona el individualismo y la competencia como paradigmas sociales, sumado a los cambios en la composición social de los estudiantes universitarios (preeminencia de estudiantes provenientes de clase media, y de estudiantes que trabajan y estudian, reflejo directo de la crisis económica).

No obstante, Silva Michelena concluía en que la agudización de las tensiones sociales debido a la crisis económica y la aplicación de las políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional, creaban las condiciones objetivas para que el movimiento estudiantil asumiera nuevamente un rol protagónico en la sociedad, probablemente en alianza con otros sectores sociales. Y no se equivocaba. Las protestas estudiantiles en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1999-2000, han permitido concluir que “al finalizar el siglo XX, el movimiento estudiantil aparecía alzando la voz en contra del modelo socioeconómico neoliberal excluyente, y para reivindicar los derechos del pueblo como el actor central de las demandas por un cambio social” (Aranda, 2000: 248)[31].

            Los movimientos estudiantiles en América Latina fueron en sus inicios, desde Córdoba, la expresión de sectores de las clases medias que pugnaban por abrirse espacios de participación sociopolítica en sociedades oligárquicas tradicionales (Vivas, 1982: 27)[32]. A lo largo del siglo XX, en América Latina se concretan una serie de reformas liberales derivadas de cambios profundos en la estructura social, que entre otros aspectos generó un proceso de concentración urbana y surgimiento de nuevas clases sociales.

En estos nuevos grupos sociales, los sectores medios emergentes inaugurarán nuevas formas de lucha social, y sus demandas tendrán expresiones significativas en los sistemas educativos y particularmente en las universidades[33]. Los segmentos medios surgen como los principales agentes modernizadores, y se constituyen en los principales grupos de presión en demanda de una mayor democratización del poder político y de mayores oportunidades educacionales. En razón de ello, la lucha estudiantil no era sólo contra la verticalidad de la estructura universitaria, sino contra las sociedades en las cuales ésta funcionaba.

Con el avance del proceso de modernización capitalista en las sociedades latinoamericanas, el movimiento estudiantil se consolidó como expresión política de los sectores modernos, según la conceptualización de Zermeño[34]: “modernos, en tanto representan capas que hasta muy recientemente han alcanzado una presencia generalizada en la sociedad, y modernos en tanto su función es el estar íntima y directamente relacionados con la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general” (Zermeño, 1991: 246).

            El carácter antiautoritario de los movimientos estudiantiles, que generalmente se enfrentan a las estructuras universitarias y a su papel dentro de la sociedad, también choca en no pocas ocasiones contra el mismo Estado y el sistema político imperante. El movimiento estudiantil conlleva una orientación política en la medida que cuestiona y demanda el uso de recursos y condiciones manejadas por el Estado, ya sean reivindicaciones gremiales o cambios sociopolíticos (Aranda, 2000: 248). En algunos casos, el estudiantado llega a cuestionar el orden establecido, reivindicando una visión progresista de la universidad, que sirva para criticar las desigualdades sociales, la opresión política y la misma dominación extranjera en el país[35].

La lucha estudiantil por la Reforma Universitaria no es más que un camino para llegar a las reformas sociales y a la misma revolución social[36]. Esta situación se presentó en nuestro país durante el movimiento de renovación de 1969 y también a mediados de los 80, cuando las protestas estudiantiles se orientaron hacia la crítica de los vicios presentes en el sistema político venezolano, más que hacia el cuestionamiento de los problemas internos de las universidades (aunque inicialmente hayan comenzado por esto).

La causa puede ubicarse en las inquietudes de grupos de las clases medias ante el vertiginoso descenso de sus niveles de vida debido a la crisis económica declarada a partir del llamado “viernes negro”, en febrero de 1983. Estos grupos sociales, que mayoritariamente representan la proveniencia del estudiantado universitario, comenzaron a cuestionar la corrupción y la ineficiencia de las instituciones políticas como una de las causas principales de la crisis. En una sociedad que había manejado centenares de miles de millones de dólares por concepto de la renta petrolera, no se justificaba una crisis económica como la que Venezuela comenzó a padecer desde comienzos de los 80.

Sobre los partidos conductores de ese sistema político, Acción Democrática y COPEI, comenzaron a recaer las culpas de la crisis, y esas reflexiones comenzaron a manifestarse políticamente en las universidades. No habrán dejado de influir en el alumnado las  investigaciones de los profesores que en las áreas de ciencias sociales abordaban el estudio de la realidad nacional. Como plantea Aranda (2000: 243), cada estudiante “es un sujeto pensante y cuestionador, que ya no se conforma con los discursos ideológicos sino que se prepara para descubrir la verdad y a la vez construye su propia certeza para avanzar en su desarrollo”.

Para Makram Haluani “ninguna protesta social tiene como objetivo transformar el sistema político[37] (Haluani, 1994: I). No obstante, en las luchas del movimiento estudiantil venezolano en el segundo lustro de los 80, se formularon propuestas específicas hacia la transformación del sistema bipartidista dominante, como veremos más adelante. La acción política de ese movimiento estudiantil comenzó por derrotar electoralmente a los partidos tradicionales, tanto de derecha como de izquierda, generando un discurso político que sin ambages puede considerarse el embrión de todas las convulsiones sociales que se iniciaron en el país a partir del 27 de febrero de 1989.

Al decir esto no estamos afirmando que exista una conexión directa entre los movimientos estudiantiles y las protestas populares del 27 de febrero; es decir, no fueron los estudiantes los protagonistas principales en febrero del 89. Pero el sustento ideológico que envolvía la protesta social sí lo habían construido los movimientos estudiantiles, con sus críticas implacables hacia los vicios del bipartidismo, y su lucha intransigente que llegaba al saqueo y quema de las casas partidistas de AD y COPEI, el apedreamiento de sedes institucionales como Asambleas Legislativas, Gobernaciones y Concejos Municipales, y los actos de saqueo de alimentos contra camiones de transporte privado. No cabe duda que los estudiantes fueron los primeros en dar “el ejemplo” de lo que se masificó como conducta social en febrero del 89[38].

Posteriormente, la participación en todo el país de grupos estudiantiles organizados en las insurrecciones militares del 4 de febrero[39] y del 27 de noviembre de 1992, son una prueba contundente de que los movimientos estudiantiles de ese período trascendieron la mera lucha gremialista o corporativa, y se involucraron masivamente en los intentos por derrocar al régimen puntofijista. El estudiantado, o por lo menos los sectores organizados en el mismo, sí se plantearon como objetivo la transformación del sistema político[40].


CONCLUSIONES.

Los aportes teóricos mencionados constituyen una base principal para el estudio teórico de los movimientos estudiantiles en Venezuela, y se pueden resumir así:

·         Para que surja un movimiento social no basta que existan privaciones, sino que es fundamental disponer de recursos y de oportunidades para la acción colectiva. La organización es una condición básica de la movilización.

·         Los movimientos sociales se desarrollan al margen de las organizaciones burocráticas tradicionales, como los partidos y sindicatos.

·         Los movimientos sociales son una forma de hacer política por medios no convencionales, por parte de los grupos desprovistos de poder y que no tienen acceso a las formas institucionalizadas de acción política.

·         Los movimientos sociales surgen en medio de crisis políticas, o en el marco de procesos de apertura política que favorecen la acción de los grupos de oposición.

·         Los cambios estructurales en el sistema capitalista han permitido la insurgencia de movimientos sociales distintos al tradicional enfrentamiento burguesía-proletariado o terratenientes-campesinos. La aparición de importantes sectores de clases medias favoreció el desarrollo de movimientos estudiantiles, profesionales, feministas, indigenistas y ambientalistas, entre otros.

·         Los códigos culturales (la identidad colectiva) entre los miembros de los movimientos sociales contribuyen a la permanencia de los mismos.

·         La espontaneidad, la informalidad y el bajo grado de diferenciación son los rasgos definitorios de la organización de los movimientos sociales. Los líderes de estos movimientos se basan en su carisma y en la relación directa con todos sus miembros. Estos últimos participan en la toma de decisiones y expresan un alto grado de conciencia y compromiso. En contraste con las jerarquías y la pasividad existentes en las organizaciones tradicionales.

·         Los movimientos estudiantiles representaron en Latinoamérica a sectores medios emergentes que disputaban espacios de participación democrática, llegando a plantearse la cuestión del poder político.

·         En Venezuela, la particular estructura económica dependiente y petrolero-rentista, permitió la existencia de grupos sociales intermedios que cumplieron un papel de primer orden en la lucha política por conquistar la democracia liberal, lucha que en las décadas de 1960 y 1980 sería llevada más allá, con propuestas nacionalistas y socialistas. En este proceso los movimientos estudiantiles fueron los protagonistas fundamentales.


FUENTES:

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[1] Es el caso de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, miembros de la generación del 28, fundadores en 1941 del partido Acción Democrática, y posteriormente Presidentes de la República. Otro ejemplo es el de Jóvito Villalba, también miembro de la generación del 28, Presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) en 1936 y posterior fundador del partido Unión Republicana Democrática en 1946.
[2] En las luchas contra las dictaduras de Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez 1952-1958), y en la confrontación con la democracia representativa burguesa (1958-1988).
[3] Al respecto hemos publicado los siguientes trabajos: LOPEZ, Roberto., MONZANT, José Luis. Y GONZALEZ, Bertaly. (2000). “Estudiantes y cambio social: La renovación universitaria de 1969 en la Universidad del Zulia”. En: Revista Opción. Año 16. N° 31. Universidad del Zulia. Facultad Experimental de Ciencias. Maracaibo (Venezuela); y LÓPEZ SÁNCHEZ, Roberto y HERNÁNDEZ, Carmen Alicia. (2001). “Movimientos Estudiantiles y Crisis del Sistema Político En Venezuela: 1987-1988”. Revista Espacio Abierto. Vol. 10, n° 4. Maracaibo (Venezuela).
[4] LÓPEZ, Roberto (2005). “El Movimiento Estudiantil de La Universidad del Zulia en el Proceso Político Venezolano, 1958 –1989”. Tesis para optar al titulo de Magíster en Historia de Venezuela.
[5] ALVAREZ JUNCO, José. (1995). “Aportaciones recientes de las ciencias sociales al estudio de los movimientos sociales”. En: BARROS, Carlos. Editor. 1995. Historia a Debate. Actas del Congreso Internacional “A historia a debate”.  Julio de 1993.. Tomo III. Santiago de Compostela (España).
[6] PEREZ LEDESMA, Manuel. (1993). Cuando lleguen los días de la cólera (Movimientos sociales, teoría e historia)”. En: MONTANARI, M., FERNÁNDEZ, E. y otros. (1993). Problemas actuales de la historia.  Ediciones Universidad de Salamanca. España.
[7] RUBIO GARCÍA, Ana. (2004). Perspectivas teóricas en el estudio de los movimientos sociales. Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. Madrid.
[8] ARANDA SÁNCHEZ, José María. (2000). “El movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos sociales”. En: Convergencia. Revista de Ciencias Sociales. Universidad Autónoma del Estado de México.
[9] TOURAINE, Alan. (1991). Los movimientos sociales. Editorial Amalgesto. México.
[10] HALUANI, Makram. (1994). Estrategia e impacto de los movimientos de protesta social. Fondo Editorial Tropykos. Caracas (Venezuela).
[11] GOMEZ CALCAÑO, Luis. (1987). Crisis y movimientos sociales en Venezuela. Editorial Tropykos. Caracas.  
[12] GOMEZ CALCAÑO, Luis. (1991). “Los movimientos sociales en la discusión actual sobre democracia en América Latina”. Revista Comunicación. Primer trimestre 1991. Movimientos sociales, Discursos y espacios.  Centro Gumilla. Caracas (Venezuela).
[13] McADAM, Doug, McCARTHY, John D. y ZALD, Mayer N (1996): Comparative perspectives on social movements: Political opportunities, mobilizing structures and cultural framings, Cambridge/New York: Cambridge University Press.
[14] Sidney TARROW. (1997) El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madrid, Alianza editorial.
[15] Como lo plantea la Teoría de la Movilización de Recursos, los movimientos sociales surgen en medio de crisis políticas por el debilitamiento de los factores que han sido hegemónicos hasta ese momento.
[16] Luis Damiani, profesor de la UCV, afirmó durante una entrevista publicada por el Diario El Nacional el 25 de junio de 1987 (pag. C-2): “la crisis socioeconómica que vive el país , podría generar la aparición de manifestaciones subversivas en el país en los próximos años ... la pesadilla eterna de las clases altas venezolanas, la de los “cerros bajando”, pareciera inexorable. La incógnita sería de fecha y hora ... En el caso específico de Venezuela hay una peculiaridad: en el imaginario colectivo de la sociedad venezolana se conformó una imagen determinada de bienestar ... Pero en este momento esas expectativas están entrando en crisis y comienza el malestar. Y eso podría originar una explosión social, no sólo motorizada por los sectores subalternos, sino también por la clase media pauperizada ... El subproletariado, los marginales, los desempleados, hoy invisibles políticamente, todos los que viven en condiciones fragmentadas de socialidad, los que funcionan en un mercado de trabajo agresivo, precario, podrían empezar a buscar su identidad en nuevas modalidades de participación política y de presencia social. Esos conflictos sociales podrían dislocarse  fuera del control de los partidos políticos, en prácticas subversivas que suspenderían las reglas de juego sobre las cuales la sociedad pauta su rutina cotidiana”.  
[17] MELUCCI, Alberto (1990). "La acción colectiva como construcción social", en Estudios Sociológicos, vol. 9, núm. 26, mayo-agosto, pp.357-364.
[18] TOURAINE, Alain (1990): Movimientos sociales hoy, Barcelona,  Hacer Ed.
[19] OFFE, Claus (1988): Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Madrid: Sistema.

[20] LOPEZ, Roberto (1999). “El movimiento estudiantil y la Universidad del Zulia, 1958-1970. Trabajo de ascenso para optar a la categoría de profesor agregado. Departamento de Cs. Humanas. Facultad Experimental de Ciencias. Universidad del Zulia. Maracaibo.
[21] Beltrán Acosta, Luis (1984). Las luchas sociales en Venezuela. Antecedentes históricos del movimiento estudiantil. Fondo Editorial Carlos Aponte. Caracas (Venezuela).
[22] Denis, Roland  (2001). Los fabricantes de la rebelión (movimiento popular, chavismo y sociedad en los años noventa). Editorial Primera Línea. Editorial Nuevo Sur. Caracas (Venezuela).

[23] Idelfonso Finol, Elías Mata, Rafael Colmenarez, Tony Boza.
[24] Presidente de la FCU-LUZ en 1990-92 y Director Regional de Salud en 1996, con Arias Cárdenas como gobernador.
[25] CARRERA DAMAS, Germán. (1985). Formulación definitiva del Proyecto Nacional : 1870-1900. Cuadernos Lagoven. Serie Cuatro Repúblicas. Caracas (Venezuela).
[26] LOPEZ, Roberto (2000). “Movimientos sociales y crisis de la sociedad colonial”. Anuario de Estudios Bolivarianos. Año VIII - N° 9. Instituto de Investigaciones Históricas. Universidad Simón Bolívar. Caracas (Venezuela).
[27] BRUNNER, J. (1986). “El movimiento estudiantil ha muerto. Nacen los movimientos estudiantiles”. En: TEDESCO J. Y BLUMENTHAL H. (comp.) La juventud universitaria en América Latina. Cresalc. Unesco. ILDIS. Caracas (Venezuela).
[28] CAMPOS, G. (1986). “Participación y juventud: realidad o frustración”. En: TEDESCO J. Y BLUMENTHAL H. (comp.) La juventud universitaria en América Latina. Cresalc. Unesco. ILDIS. Caracas (Venezuela).
[29] GOMEZ CALCAÑO, L. (1987). “Coyuntura crítica y movimientos sociales”. En: Crisis y movimientos sociales en Venezuela. Editorial Tropykos. Caracas (Venezuela).
[30] SILVA MICHELENA, J.A. (1986). “La participación estudiantil en las actividades políticas”. En: TEDESCO J. Y BLUMENTHAL H. (comp.) La juventud universitaria en América Latina. Cresalc. Unesco. ILDIS. Caracas (Venezuela).
[31] ARANDA, J.M. (2000). El movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos sociales”. En: Convergencia. Revista de Ciencias Sociales. Universidad Autónoma del Estado de México (México).
[32] VIVAS, M. 1982. ¿Quiénes son los estudiantes? Editorial Melvin. Caracas (Venezuela).
[33] Tal como lo señalan BRONFENMAJER G. Y CASANOVA. R. (1982). “Proposiciones sobre la universidad venezolana”. En: Universidad, clases sociales y poder. Editorial Ateneo de Caracas. Caracas (Venezuela). También TUNNERMANN BERNHEIN, Carlos. (1979). La reforma universitaria de Córdoba. Fondo Editorial para el desarrollo de la Educación Superior. FEDES. Caracas (Venezuela).
[34] ZERMEÑO, S. (1991). México: una democracia utópica. El Movimiento Estudiantil. Siglo XXI. México.
[35] WENCES REZA, R. (1971). El movimiento estudiantil y los problemas nacionales. Editorial Nuestro Tiempo. México.
[36] ORGAZ, J. (1971). Reforma universitaria y rebelión estudiantil. Ediciones Libera. Buenos Aires (Argentina).
[37] HALUANI, M. (1994). Estrategias e impacto de los movimientos de protesta social. Fondo Editorial Tropykos. Caracas (Venezuela).
[38] Estas ideas representan el aporte fundamental que el movimiento estudiantil venezolano realizó en términos históricos durante las últimas décadas.
[39] En la ciudad de Valencia, cuatro activistas estudiantiles fueron asesinados durante el levantamiento militar ocurrido el 4 de febrero, luego de haberse rendido a las fuerzas militares leales al gobierno de Pérez.
[40] Dirigentes estudiantiles de esa época son hoy figuras destacadas en el proceso de cambios que vive el país. Jorge Rodríguez, presidente de la FCU-UCV en 1989, es el actual Presidente del Consejo Nacional Electoral. Luis Figueroa, presidente de la FCU-UCV en 1992, es el actual Ministro de Vivienda. Elías Jaua, dirigente estudiantil en la UCV a fines de los 80, es Ministro de Economía Popular. Otros dirigentes estudiantiles de la época figuran como diputados y como funcionarios destacados en el gobierno bolivariano (Luis Tascón, Vanesa Davies, Blanca Eckout).