miércoles, 20 de enero de 2021

 El Imperialismo ciertamente ataca a Venezuela, 

pero esto no es una Revolución

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Los reiterados ataques del gobierno de los Estados Unidos y de sus países aliados en contra de la nación venezolana, le han servido al gobierno de Nicolás Maduro como la excusa perfecta para justificar el fracaso de todas sus políticas económicas y sociales.

Ciertamente los intereses de la nación venezolana están siendo afectados por las numerosas sanciones que los gobiernos occidentales han tomado desde hace tres años con el fin de derrocar a Maduro.

En primer lugar reiteramos nuestra posición de principios al enarbolar la Soberanía de la nación y reivindicar que somos los venezolanos quienes debemos resolver, de manera autónoma, la profunda crisis que hoy atraviesa el país.

La solución soberana a la crisis implica rechazar no sólo el descarado intervencionismo de los gobiernos de USA y Europa, sino también la no menos aceptable intervención de gobiernos como el de Rusia y Cuba, que se han convertido en una especie de tutores de Maduro, que opinan y participan en escenarios de negociación internacional a nombre de Venezuela, una realidad vergonzosa que no tiene precedentes en nuestra historia.

El intervencionismo imperial de Occidente se inició en 1498 con la llegada de Colón a Macuro, y desde esa época el territorio de Venezuela ha sido objeto de saqueo y despojo por parte de las distintas potencias que han encabezado a través de los siglos el capitalismo depredador del mundo occidental y "cristiano".

Pero la lucha histórica por quitarnos de encima las cadenas de opresión del capital financiero occidental en ninguna circunstancia puede justificar que nos sometamos a las nuevas cadenas de explotación del naciente bloque capitalista oriental encabezado por China y Rusia.

Estos últimos países no tienen nada que ofrecerle a la humanidad, pues sus sistemas económicos se fundamentan en una explotación capitalista del trabajo obrero tan brutal o más bárbara incluso que la existente en occidente. Sus sistemas políticos se caracterizan por la falta absoluta de democracia y participación popular, prevaleciendo mecanismos autoritarios y dictatoriales que reprimen y desaparecen a toda manifestación interna de disidencia política. Ni hablar de regímenes como los de Irán, donde prevalece el más atrasado fundamentalismo religioso que desconoce todo tipo de derechos políticos y sociales a la población femenina, o el de Turquía, que representa un guerrerismo trasnochado y peligroso que interviene militarmente en Siria, en Libia y en Armenia, en alianzas secretas con los Estados Unidos, mientras discursivamente se presenta como un gobierno "aliado" de Venezuela.

En segundo lugar volvemos a denunciar que el gobierno de Maduro no sólo no tiene nada que ver con el socialismo, sino que por el contrario, ha desarrollado un brutal paquete económico neoliberal que ha destruido todas las conquistas sociales logradas durante el período de Chávez, y en lo político ha modificado y violentado toda la legalidad democrática contemplada en la Constitución Bolivariana de 1999, instaurando un régimen abiertamente autoritario, que mediante diversos mecanismos violatorios de la constitución le ha permitido al poder ejecutivo presidido por Maduro controlar de manera absoluta todo el resto de poderes públicos.

La realidad de la economía venezolana a ocho años de gobierno de Nicolas Maduro, se ubica como el peor desempeño del mundo y uno de los cinco peores resultados en la historia del capitalismo en los últimos setenta años. Una contracción de más del 50% del PIB en siete años; cierre del 60 % de las fábricas existentes para 1999; un salario mínimo de un dólar mensual y una canasta alimentaria de 300 dólares al mes; una sociedad que recibió un billón de dólares en el boom petrolero entre 2004-2008 y que sin haber pasado por una guerra tiene hoy una economía totalmente destruida. Resaltando la ausencia de un plan económico coherente, y la adopción de medidas que se contradicen entre sí y que profundizan cada día el colapso de la economía venezolana.

La caída salarial de los últimos años alcanza niveles no vistos en ninguna de las experiencias neoliberales del continente, pues en comparación con los salarios reales de los años 2006-2007, el descenso alcanza hasta un 99% del mismo para 2020. Este abismal derrumbe de los salarios reales en un 99 %, es lo que explica la enorme migración de más de cuatro millones de personas que han salido de Venezuela en los últimos 6 años. El retroceso salarial de los trabajadores venezolanos es tan pronunciado que el salario en tiempos de la gran huelga petrolera del año 1936, 5 bolívares de salario diario (equivalente a 1,57 $ diarios por jornada), implica que hoy en 2020 un trabajador en Venezuela recibe como salario mensual un monto inferior[1] al que ganaba un trabajador petrolero en un día de trabajo hace 84 años.

El gobierno de Maduro, con el memorando 2792 del ministerio del trabajo de octubre de 2018, desconoció todas las contrataciones colectivas vigentes en la administración pública y en el sector privado, barriendo en un solo acto las conquistas obreras que se habían logrado durante el período de Hugo Chávez. La política del gobierno ha sido la de "aplanar" las tablas salariales, estableciendo diferencias mínimas entre los salarios iniciales y las escalas más altas de remuneración, violentando el principio constitucional de progresividad en los derechos laborales, desconociendo la antigüedad, la capacitación profesional y técnica, los grados de responsabilidad y la meritocracia de los trabajadores.

Si consideramos los puntos centrales de los programas neoliberales aplicados por los gobiernos de Pérez y Caldera entre 1989 y 1999, podemos comprobar la ejecución de los mismos por el gobierno de Nicolás Maduro:

  1. Liberación del control de cambio y libre flotación de la moneda con respecto al dólar. Desde 2017 el bolívar se devalúa a ritmo de hiperinflación.
  2. Libre importación de alimentos y otros productos libre de aranceles. Permisos de importación que se han otorgado a empresarios afines al gobierno.
  3. Liberación de precios de los alimentos y demás productos de la canasta básica. Cuando se establecen regulaciones de precios a una lista específica de productos, el monto necesario para adquirir dicha lista supera en más de 20 veces al salario mínimo oficial.
  4. Pulverización de los salarios reales, que en relación al dólar se han reducido entre un 96 % y un 99 % en 20 años.
  5. Mantenimiento del IVA como un impuesto regresivo que pecha a los consumidores.
  6. Procesos de privatización en ramas principales de industrias como petróleo, hierro, aluminio, oro, diamantes, y en servicios como la distribución de gasolina, que por ley se supone que está reservada al estado. El precio "no regulado" de la gasolina lo determinó el gobierno en 0,50$ x litro, introduciendo al dólar como moneda de uso oficial en el país.
  7. Flexibilización laboral casi total, con el memorando 2792 que desconoce los derechos laborales consagrados en la propia Constitución y en la LOTTT.
  8. Limitaciones de las políticas sociales denominadas "misiones", las cuales tienen mayor efectividad en la capital Caracas, y son casi inexistentes en el resto de ciudades y pueblos.

Hoy se puede constatar como un gobierno que se suponía enfrentado al FMI y al neoliberalismo como modelo económico, ha implementado fielmente todos los puntos de su receta de las décadas de 1980-1990. La destrucción de los derechos laborales fundamentales alcanza niveles no vistos con anterioridad en las experiencias más emblemáticas del neoliberalismo en América Latina.

El remate de toda esta política neoliberal aplicada por el gobierno del PSUV-Nicolás Maduro, lo ha coronado la llamada "Ley Antibloqueo", aprobada recientemente por la ilegal Asamblea Constituyente, que permite privatizar todas las empresas públicas sin rendir cuentas ante ningún órgano constitucional.

Para enfrentar el programa neoliberal del PSUV Maduro-Cabello-Padrino, el único camino es la lucha por reivindicar los derechos democráticos consagrados en la Constitución de 1999. Desde la calle, desde las luchas populares en cualquier rincón del país, hay que mantener la exigencia de respeto a los derechos humanos, a los derechos laborales, por la independencia de los poderes públicos, por la abolición de la ley antibloqueo y la ley contra el odio, denunciar la inconstitucionalidad de proyectos económicos como el Arco Minero y las Zonas Económicas Especiales, y enarbolar un plan de emergencia para enfrentar la crisis económica y la pandemia del covid.

Queda la necesidad urgente de trabajar por la unidad de los que luchan y en la conformación de un Bloque Popular de oposición que desde las luchas sociales, desde la calle, se constituya en referencia política alternativa contra el madurismo y el guaidoismo.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 30 de diciembre de 2020

_________________________

[1] El salario mínimo en Venezuela está al 30 de diciembre de 2020, en 1.200.000 Bs. mensuales. Al cambio oficial de 1.089.058 bolívares por dólar, equivale a 1,10 dólares de ingreso mensual.

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 PCDC envía Carta Pública a la Izquierda y a los Movimientos Progresistas Estadounidenses

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19 de enero de 2021.-

"Apelando al internacionalismo, que ha constituido históricamente un eje medular de las luchas de las izquierdas y movimientos progresistas en todo el mundo", a través de una carta pública, la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución -PCDC- (Venezuela) hizo un llamado a la izquierda y a los movimientos progresistas que hacen vida en EEUU, para que pongan en marcha un movimiento de solidaridad con el pueblo venezolano exigiendo al gobierno entrante de Joe Biden, que le ponga fin a las sanciones económicas y en general a la política injerencista que en las últimas dos décadas ha llevado adelante el gobierno de EEUU y particularmente la administración de Donald Trump.

Los firmantes de la misiva, Santiago Arconada, Juan García, Edgardo Lander, Roberto López, Gustavo Márquez Marín, Oly Millán, Esteban Mosonyi, Héctor Navarro y Ana Elisa Osorio, se refieren a las sanciones económicas, no como única causa de la crisis económica y humanitaria que vive el país, pero sí como un factor que la ha profundizado en la medida en que ha contribuido a la paralización de la única fuente de ingresos que es la industria petrolera e impedido el acceso al crédito internacional y a los recursos de la República en el exterior. Esta merma en los ingresos ha afectado significativamente la capacidad para importar alimentos, medicinas, equipos y para enfrentar las secuelas de la pandemia del Covid-19. Esas sanciones son violatorias del derecho internacional y de los derechos humanos y están elevando el sufrimiento de nuestro pueblo.

Exigen la liberación de miles de millones de dólares y activos pertenecientes al Estado venezolano, los cuales han sido confiscados o bloqueados por el gobierno de EEUU e igualmente el acceso a los fondos del FMI y demás organismos multilaterales, Así como también, el respeto del gobierno de EEUU al derecho de los venezolanos a decidir su propio destino, por lo que debe abandonar la política injerencista del "cambio de régimen" y la estrategia del "gobierno dual" a través del reconocimiento a Juan Guaidó como supuesto "presidente interino", quien carece de legitimidad institucional y tiene un alto rechazo de la población venezolana porque lo hace corresponsable de la grave situación del país.

Según la PCDC la solidaridad de la izquierda estadounidense es fundamental para el logro de esos objetivos.

A continuación el contenido de la Carta:

Memorándum

Para:      Amigos de la izquierda y movimientos progresistas estadounidenses

De:         Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución (Venezuela)[i]

Asunto:  La política del gobierno de los Estados Unidos hacia Venezuela

La política de los gobiernos de los Estados Unidos hacia el proceso bolivariano que se inició con la elección de Hugo Chávez Frías como presidente en el año 1998, desde sus momentos más democráticos y participativos iniciales, hasta las derivas autoritarias y represivas de los últimos años, ha sido de intervención directa e indirecta, apoyando política y financieramente a la oposición de extrema derecha y amenazando económica y militarmente al país. Esta ha sido en lo fundamental, durante estas últimas dos décadas, una política bi-partidista, aunque con mayores niveles de agresividad durante los gobiernos republicanos. El gobierno de George W. Bush apoyó abiertamente el fracasado golpe de Estado del año 2002 y el paro petrolero del 2003. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos se intensificó notablemente la ofensiva contra Venezuela, expresada en el intento de imponer un cambio de régimen, por vías no democráticas, las amenazas de intervención militar, la imposición progresiva de severas sanciones económicas y un incrementado apoyo a los sectores de la extrema derecha venezolana.

Hoy, el Partido Demócrata controla tanto la presidencia del país, como ambas cámaras del Congreso. Con las divisiones políticas al interior de dicho partido que ha conducido al fortalecimiento de su ala progresista, el auge extraordinario de movimientos populares progresistas como el Movimiento por la Vida de los Negros (Movement for Black Lives), los poderosos movimientos en defensa de los derechos de los migrantes, la justicia ambiental, los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas, entre otros, hay razones para tener un cauteloso optimismo acerca de las posibilidades de cambio en las políticas del gobierno de los Estados Unidos. Esto incluye la posibilidad de cambios en las políticas bipartidistas que le han causado y continúan causando tanto daño a la población venezolana.

Apelando al internacionalismo, que ha constituido históricamente un eje medular de las luchas de las izquierdas y movimientos progresistas en todo el mundo, nos dirigimos a ustedes con el fin de plantearles los asuntos más críticos para los cuales requerimos su solidaridad:

1. Detener las sanciones económicas impuestas en forma progresiva desde el año 2017, sanciones que si bien no son la única causa de la severa crisis económica y humanitaria que vive el país, sí han contribuido y continúan contribuyendo a hacerla cada vez más profunda.

Estas sanciones han contribuido a la práctica paralización de la industria petrolera, que era la fuente principal de ingresos del país y de la cual depende la economía venezolana[ii] , bloqueando el acceso a créditos internacionales y las posibilidades de renegociación de la deuda externa, puesto obstáculos severos a la importación de alimentos, medicamentos básicos, así como equipos y repuestos necesarios para el deteriorado aparato productivo y el mantenimiento de servicios esenciales del país.

Consecuencia de estas sanciones y de la ineficiencia y corrupción del gobierno venezolano, la economía del país tiene ya siete años en sostenido deterioro. Hoy el producto interno bruto es aproximadamente 30% de lo que era hace siete años. Hay hoy en Venezuela una severa crisis alimentaria[iii], la desnutrición infantil ha adquirido dimensiones dramáticas. Los servicios de salud y educativos, así como la mayor parte de los servicios públicos se encuentran en condiciones de colapso. Los pueblos indígenas del país y el ambiente han sufrido severamente tanto como consecuencia de la profundización de políticas extractivistas, en particular el Arco Minero del Orinoco, como por las sanciones económicas estadounidenses. Ante todas estas condiciones, y en ausencia de perspectivas de cambio, más de cinco millones de personas han emigrado del país en estos últimos años.

Estas sanciones económicas constituyen una abierta violación del derecho internacional, de los derechos humanos y de los Convenios de Ginebra. No son una alternativa a la guerra, sino una forma de guerra. El objetivo de los bloqueos y las sanciones económicas es producir el mayor daño y sufrimiento posible a la población del país sometido a dichas políticas. En esto, las sanciones han sido extremadamente exitosas. Reconociendo estos impactos, en forma sistemática, las encuestas de opinión registran que una amplia mayoría de la población rechaza las sanciones. Mientras una proporción significativa de la población está de acuerdo con sanciones personales contra funcionarios del gobierno, solo 5% expresa apoyo a sanciones en contra de la economía del país[iv].

Como lo ha demostrado una y otra vez la experiencia internacional, las sanciones son instrumentos muy poco eficaces en términos de los supuestos objetivos de cambios políticos. Sin embargo, permiten, entre otras cosas, que los gobiernos sometidos a sanciones puedan eludir su responsabilidad en las fallas de su gestión, al atribuirle a éstas todos los problemas enfrentados por la población.

2. Retirarle el reconocimiento a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela ya que carece tanto de legitimidad institucional como de respaldo popular. El período de gestión de la Asamblea Nacional del cual fue presidente concluyó en enero del año 2020. En la actualidad no ejerce ningún cargo de elección popular. Es un exdiputado. De acuerdo a la última encuesta de Datanálisis 67.4% de la población tiene una opinión negativa de la contribución de Guaidó al bienestar del país. (Idem.)

3. Liberar los miles de millones de dólares y activos pertenecientes al Estado venezolano que han sido confiscados o bloqueados por el gobierno de los Estados Unidos. Se pueden crear mecanismos para que, por lo menos inicialmente, estos fondos sean manejados conjuntamente con las Naciones Unidas para dedicarlos a responder a la crisis humanitaria. En el contexto de esta severa crisis, que ha sido profundizada por el COVID-19, la retención de estos recursos constituye un acto abiertamente criminal.

4. Quitar el bloqueo al acceso a fondos en organismos internacionales como el FMI y otros organismos multilaterales, fondos a los cuales el Estado venezolano tiene legítimo derecho.

5. Abandonar la política de cambio de régimen. No le corresponde al gobierno de los Estados Unidos decidir qué gobierno debe haber en Venezuela. Es ésta una decisión soberana que solo corresponde a los y las venezolanas. Más allá de los discursos, la historia de la política de los Estados Unidos hacia América Latina puede caracterizarse por todo menos orientaciones democráticas. Una y otra vez gobiernos democráticos con orientaciones populares como el de Jacobo Árbenz en Guatemala o Salvador Allende en Chile fueron derrocados con la intervención directa de los Estados Unidos, mientras que gobiernos autoritarios y genocidas como el de Pinochet en Chile y la Junta Militar argentina (tomando en cuenta solo la historia reciente) contaron con su pleno respaldo. La política de cambio de régimen no está orientada por motivaciones democráticas, sino por el objetivo de aplastar, tanto en la población venezolana, como en las poblaciones de América Latina, toda idea de que sean posibles cambios que entren en contradicción con intereses de grupos hegemónicos de los Estados Unidos. Con la idea de cambio de régimen se busca no solo la sustitución de un presidente, sino la derrota de todo imaginario de transformación posible.

6. Dejar de definir las políticas del gobierno de los Estados Unidos hacia América Latina en función de conveniencias políticas internas, como ha ocurrido con la búsqueda de votos de la comunidad migrante cubana y venezolana en Florida.

7. Reconocer que la población venezolana tiene derecho a decidir soberanamente su propio destino. La sistemática intervención del gobierno estadounidense, presionando a la oposición radical a rechazar toda salida negociada, a que no participe en elecciones para precipitar la caída del gobierno, lo que ha hecho es bloquear en forma sistemática toda posibilidad de negociación. Hoy la mayoría de la población venezolana quiere un cambio de gobierno. 92% de la población tiene una percepción negativa de la situación del país, y 82% una evaluación negativa de Nicolás Maduro como presidente (Idem). Pero no se busca cualquier cambio. Se rechaza toda salida violenta, sea ésta por la vía de un golpe de Estado, una guerra civil o una intervención militar externa. Las experiencias de Iraq, Siria, Libia, y Afganistán están dolorosamente presentes. Todas las encuestas de opinión señalan que la aspiración de la mayoría de la población venezolana es que se logre un acuerdo político, de salida democrática, constitucional, electoral a la actual crisis venezolana. Cada vez que esta posibilidad aparece en el horizonte, como fue el caso en las negociaciones patrocinadas por el gobierno de Noruega, ésta ha sido bloqueada por el gobierno de los Estados Unidos.

Creemos que la solidaridad de la izquierda estadounidense es fundamental para el logro de estos objetivos.

Por la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución

Oly Millán, Héctor Navarro, Esteban Emilio Mosonyi, Gustavo Márquez Marín, Ana Elisa Osorio, Juan García Viloria, Santiago Arconada Rodríguez, Roberto López Sánchez, Edgardo Lander

Caracas, enero 2021

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[i] La Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución es un colectivo político de izquierda que durante los últimos cinco años ha venido trabajando por la recuperación de la Constitución del año 1999 que ha estado siendo desconocida y violada en forma sistemática tanto por el gobierno de Nicolás Maduro como por sectores de la oposición de derecha, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos.

[ii] https://www.wola.org/2020/10/new-report-us-sanctions-aggravated-venezuelas-economic-crisis/

      https://www.wola.org/wp-content/uploads/2020/10/Oliveros-Resumen-FINAL.pdf

      https://cepr.net/images/stories/reports/venezuela-sanctions-2019-04.pdf

[iii] http://www.fao.org/3/cb1907en/CB1907EN.pdf

[iv] Datanálisis. Encuesta Nacional Ómnibus, Caracas, octubre 2020. https://p7adpx5pkjd6.cdn.shift8web.com/wp-content/uploads/2020/11/Informe-Oe%CC%8Cmnibus-Octubre-2020-PROFIT_compressed.pdf



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