EL PROCESO CHAVISTA: UN ANÁLISIS
HISTÓRICO COMPARATIVO[1]
THE
CHAVISTA PROCESS: A COMPARATIVE HISTORICAL ANALYSIS
RESUMEN
El ensayo realiza un análisis histórico comparativo
entre el denominado “Proceso Chavista” y los anteriores cuatro grandes procesos
de transformación sociopolítica que se han suscitado en Venezuela desde la
época de la Independencia. Se consideran aspectos fundamentales como: las
causas de la quiebra de la estructura de dominación colonial durante la guerra
de independencia. Los rasgos democráticos e igualitarios que se generaron en la
sociedad venezolana a partir de ese proceso de independencia. La participación
popular en la independencia y en todos los procesos de cambio sociopolítico
posteriores. Las transformaciones políticas implementadas en esos grandes
procesos de cambio histórico. La reiterada alianza cívico-militar progresista
suscitada a lo largo del siglo XX. Las reiteradas traiciones que cada grupo
revolucionario ejecuta contra su proyecto transformador, luego de consolidarse
en el poder. Los procesos de conformación de las nuevas élites. Los períodos de
regresión política y sus características. Se concluye definiendo las
características principales de la gestión política de Hugo Chávez - Nicolás
Maduro; y a la vez se formulan tendencias posibles de desarrollo histórico
introduciendo un análisis prospectivo.
Palabras clave: igualitarismo social, participación popular, alianza
cívico-militar, revolución política, regresión política.
ABSTRACT
The essay makes a
comparative historical analysis between the so-called "chavista
process" and the previous four great processes of socio-political
transformation that have taken place in Venezuela since the time of
Independence. Fundamental aspects are considered, such as: the causes of the
breakdown of the structure of colonial domination during the war of
independence. The democratic and egalitarian features that were generated in
the Venezuelan society from that independence process. The popular
participation in the independence and in all the subsequent processes of
socio-political change. The political transformations implemented in those
great processes of historical change. The reiterated progressive civil-military
alliance throughout the 20th century. The also reiterated betrayals that each
revolutionary group executed against its transforming project, after
consolidating power. The processes of conformation of the new revolutionary
elites. The periods of political regression and their characteristics. It
concludes by defining the main characteristics of the political management of
Hugo Chávez - Nicolás Maduro; and at the same time, possible tendencies of
historical development are formulated, introducing a prospective analysis.
Key
words: social egalitarianism, popular participation,
civil-military alliance, political revolution, political regression.
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este ensayo es exponer un análisis
comparativo entre lo que ha sido el período de gobierno de lo que llamaremos
“Chavismo”[2] y
el proceso histórico venezolano a partir de la independencia. Durante siglos,
los científicos sociales han intentado establecer regularidades y diferencias
en los procesos históricos de las distintas culturas y los distintos espacios
geográficos. John Stuart Mill (citado por Maier, 1993: 12) distingue “el método
de la diferencia”, que busca establecer las variables diversas en situaciones
semejantes, que explicarían los aspectos diferentes en los procesos históricos
estudiados, y el “método de la concordancia”, que busca distinguir aspectos
comunes en contextos diferentes, que son capaces de provocar fenómenos
paralelos.
Como ejemplo del primero, Maier menciona el estudio
comparativo que realizó Alexis de Tocqueville sobre el desarrollo de la
democracia en los Estados Unidos y en Francia. Como representantes del segundo
método, sus más destacados representantes serían Carlos Marx y Max Weber, entre
los que buscaron una explicación del desarrollo histórico y una descripción
sociológica general (Maier, 1993).
Marx dice en las primeras líneas de su obra “El
Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”: “Hegel dice en alguna parte que todos
los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si
dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la
otra como comedia” (Marx, 1951). Aquí Marx compara la figura de Napoleón
Bonaparte (la tragedia) con la de su sobrino Luis Bonaparte (la comedia). Este análisis
comparativo sobre distintos personajes (y sus circunstancias) que se presentan
a través del tiempo en un mismo proceso histórico nacional, es el que hemos
desarrollado en este ensayo.
Aunque uno de los objetivos de la historiografía
comparada es descubrir regularidades o reglas de desarrollo, no pretendemos concluir
en una vision cíclica de la historia venezolana, como tampoco consideramos que
el proceso nacional se haya realizado de manera desvinculada de los
acontecimientos continentales y mundiales, como advierte el historiador
británico John Elliot al cuestionar los estudios históricos exclusivamente
nacionales (citado por Caballero Escorcia, 2015).
La historia de Venezuela tiene, no obstante, sus
especificidades, y no considerarlas al momento de explicar los acontecimientos
suscitados en las tres últimas décadas puede conducir a conclusiones erróneas o
a explicaciones insuficientes sobre el actual proceso “Chavista” o
“Bolivariano”. Pretendemos aquí aportar en ese estudio comparativo de nuestra
historia.
LOS CINCO REYES DE LA BARAJA[3]
La historia republicana de Venezuela ha tenido cinco
grandes procesos de transformación sociopolítica, que la distinguen
cualitativamente del resto de países del continente americano. Estos procesos
de transformación sociopolítica serían:
1.
La
propia Guerra de Independencia, como revolución social, y el subsiguiente
período hegemónico de los generales de la independencia: 1824-1863. En
el cual José Antonio Páez ocupa el lugar más destacado.
2.
La
llamada Guerra Federal (1859-1863) y el subsiguiente período hegemónico de los
generales federalistas: 1863-1899. En el cual Antonio Guzmán
Blanco fungió como líder principal.
3.
La
llamada Revolución Andina, y el subsiguiente período hegemónico de los andinos
en el poder: 1899-1945. En dónde la figura central es la de Juan Vicente
Gómez.
4.
La
denominada Revolución Democrática, y el subsiguiente período hegemónico de los
partidos democráticos constituidos a partir de la “Generación del 28”:
1945-1948 y 1958-1999. En el cual Rómulo Betancourt destaca como el liderazgo
fundamental.
5.
La
llamada “Revolución Chavista” o “Bolivariana”, y el período hegemónico entre
1999 y el presente (2022). En la cual resalta la figura de Hugo Chávez como líder
fundamental.
Estos cinco procesos no se desarrollaron de manera
lineal. Tuvieron sus respectivas crisis, y a lo largo de ellos se manifestaron
derrocamientos y posteriores regresos al poder. Sin embargo, consideramos que
esos períodos o intervalos donde otras fracciones políticas ocuparon el poder
no constituyen impedimento significativo para determinar los mencionados cinco
grandes procesos de cambio sociopolítico.
LA QUIEBRA DE LA ESTRUCTURA DE DOMINACIÓN COLONIAL
DURANTE LA INDEPENDENCIA
La causa fundamental de que nuestra historia
republicana se haya desarrollado de esta forma se encuentra en la Revolución
Social que caracterizó los primeros cinco años de la Guerra de Independencia.
Como es sabido, esa primera etapa de la independencia fue una “Guerra Civil”,
como bien lo caracterizó Laureano Vallenilla Lanz en 1911[4].
Esta guerra civil, que enfrentó a dos grandes
ejércitos de venezolanos, ocurrió por dos razones fundamentales:
1)
La
clase social que declaró la independencia fueron los denominados “Mantuanos”,
blancos criollos terratenientes-esclavistas, cuya expresión de influencia
política eran los Cabildos. Esa declaración de independencia en 1810-1811 no
incluía ningún tipo de “alianza de clase” con el grupo social mayoritario[5],
los llamados Pardos[6],
y la prueba principal de la exclusión de ellos del proyecto de independencia
que se intentó entre 1810 y 1814 es que en el Congreso Constituyente de 1811 no
había ningún representante de los pardos. El proyecto de independencia
contenido en la Constitución de 1811 tampoco incluía la libertad de los esclavos.
Básicamente el objetivo de los mantuanos era aniquilar el dominio español y
darle continuidad al sistema productivo esclavista agroexportador que había
sido implantado por España tres siglos antes.
2)
Los
representantes del imperio español en Venezuela, estando plenamente conscientes
del punto anterior, agitaron y movilizaron a la población de pardos y de
esclavos para que combatieran contra sus opresores directos, los blancos
criollos terratenientes y esclavistas. El éxito de esta política española condujo
a la derrota de la Primera República (1811-1812) y de la Segunda República
(1813-1814). La principal expresión triunfante de esta sabia estrategia
española fue el ejército de llaneros y esclavos que al mando de José Tomás
Boves[7]
pulverizó a las fuerzas patriotas encabezadas por Simón Bolívar entre 1813 y
1814[8].
La guerra social que encabezó Boves se expresó en el aniquilamiento físico y
expropiación territorial de la clase mantuana terrateniente-esclavista en las
regiones en las cuales se manifestó la guerra (principalmente la zona llanera
central y oriental, y la zona norte costera central y oriental). Según
observadores de la época, los españoles en el ejército de Boves constituían el
0,5 %, y el resto eran principalmente pardos y esclavos venezolanos (Uslar,
1962: 97).
LOS RASGOS DEMOCRÁTICOS E IGUALITARIOS QUE SE
INTRODUJERON DESDE LA INDEPENDENCIA
Las consecuencias de esta guerra civil se manifestaron
de manera inmediata al obligar cambios trascendentales en la estrategia patriota,
pero tuvieron también posteriores repercusiones a todo lo largo del período
republicano, hasta el presente:
·
Bolívar
y demás jefes patriotas modificaron radicalmente el proyecto independentista
original, planteando una “alianza de clases”, que se reflejaron en los decretos
bolivarianos de la Expedición de Los Cayos, en 1816, en los cuales se decretó
primero la liberación de los esclavos que se incorporaran al ejército patriota,
y posteriormente la liberación de los esclavos del yugo de la esclavitud como
tal (aunque esto último no se ejecutara casi en ninguna parte); y se establecía
de igual forma la igualdad de los ciudadanos ante la ley, principal
reivindicación de los pardos (Ramos Guédez, 2016). En términos históricos, las
grandes mayorías populares alcanzaron durante nuestra independencia una
categoría de actores sociales relevantes que nunca habían tenido durante el
período colonial[9].
·
En
esta estrategia patriota parece haber jugado un papel muy destacado José
Antonio Páez, quien a diferencia de los jefes patriotas provenientes del
mantuanaje[10],
buscó incorporar al ejército patriota a los llaneros capturados en las
numerosas victorias militares que tuvo a partir de 1816, dándoles un buen trato
durante su captura, liberándolos posteriormente y dejándolos regresar a sus
pueblos[11].
Páez menciona en su autobiografía que la gran mayoría de esos llaneros
capturados y posteriormente liberados regresaban a pedir incorporación al
ejército patriota. El más conocido de esos llaneros que primero combatieron en
el bando español y luego en el ejército patriota fue Pedro Camejo, el “Negro
Primero”, uno de los héroes de la Batalla de Carabobo, en 1821.
·
La
capacidad militar de ese ejército patriota de llaneros que conformó Páez lo
expresó el propio Mariscal Pablo Morillo en una carta de 1817 que le dirige al
rey de España comentando su derrota en la Batalla de Mucuritas. Allí es cuando Morillo
le dice al Rey “usted me da 100 mil
llaneros y me paseo por Europa en su nombre”, al referirse a las “catorce cargas consecutivas” de
caballería que su ejército sufrió en Mucuritas (Páez, 1878: 126), proeza que le
hizo modificar radicalmente su percepción inicial de que las fuerzas militares
patriotas eran una montonera fácil de derrotar.
·
Ese
ejército de llaneros conformado por Páez, en base a la estrategia bolivariana
de incorporar a los esclavos y pardos al ejército patriota, fue el que
posteriormente derrotó una y otra vez al ejército profesional español
desembarcado por Morillo en 1815, en Boyacá, en Carabobo, en Pichincha, en
Junín, en Bomboná y finalmente en Ayacucho, expulsando al imperio español del
territorio continental suramericano, una proeza militar pocas veces vista en la
historia mundial.
·
La
participación en las filas patriotas de oficiales provenientes de los grupos
sociales oprimidos (pardos y esclavos). Esta conformación popular del ejército
venezolano lo diferenció de los otros ejércitos patriotas conformados durante
la guerra de independencia en toda Hispanoamérica, característica que se ha
mantenido en los últimos 200 años.
·
Pero
las consecuencias de lo anterior no se limitan a nuestras fuerzas armadas. La
aniquilación física de los blancos mantuanos ejecutada durante la guerra civil
inicial, y la misma pérdida física de numerosos líderes militares y civiles
mantuanos debido a la larguísima guerra de independencia (1810-1824), unido a
la ruina económica de buena parte de ese núcleo mantuano que declaró la
independencia en 1810-1811, debilitó considerablemente a esa clase social
dirigente que por 300 años había encabezado (bajo dominio español) la sociedad
colonial en Venezuela. Aunado a este debilitamiento de los mantuanos, el peso
específico enorme que adquirieron los generales triunfantes en la independencia
(sobre todo Páez, que no era mantuano), y la influencia general de un ejército
popular de “pardos y negros” (Lombardi, 2019), que era el héroe fundamental de
la victoria republicana, contribuyeron a una democratización política-cultural
de la sociedad venezolana, a la expansión y permanencia en el tiempo de un
espíritu igualitarista que nos diferencia radicalmente del resto de sociedades
latinoamericanas (Pérez Arcay, 1977).
·
En
el resto de los países de Suramérica, las élites blancas de
terratenientes-esclavistas que se constituyeron como clase dominante durante
los 300 años de dominio colonial español, fueron las que continuaron en el
poder una vez alcanzada la condición de repúblicas independientes. En el resto
del subcontinente, existió continuidad en esa dominación. Allí no se produjo ni la
democratización social ni el espíritu igualitarista que se consolidó en
Venezuela luego de la independencia (Halperin-Donghi, 1972).
·
En
Venezuela no fue posible recomponer la estructura de dominación colonial rota
debido al huracán de revolución social que significó la Guerra de Independencia[12].
Existieron esfuerzos relevantes en esa dirección. Historiadores como Catalina
Banko y Federico Brito Figueroa han resaltado los intentos que realizó el
capital inglés para desplazar a los militares patriotas del control del país,
tratando de imponer a un civil representante de ese mantuanaje desplazado, José
María Vargas, en 1835 (Banko, 1996) (Brito Figueroa, 1987). El mismo Vallenilla
Lanz destaca cómo después de la victoria de Carabobo regresaron a Venezuela
destacados mantuanos que no estando de acuerdo con el proyecto de independencia
abandonaron el país en los primeros años de la guerra (uno de ellos el propio
Vargas), mantuanos que deben haber influido en el entorno de Páez para la
ruptura de éste con Bolívar y el abandono del proyecto de integración
continental que se intentó con la Gran Colombia y con el Congreso de Panamá.
·
Aunque
la esclavitud se mantuvo durante 30 años más después de la independencia (hasta
1854), y la igualdad de los ciudadanos también fue escamoteada en la
constitución de 1830 (que estableció un sistema electoral exclusivo para los
poseedores de rentas), la Venezuela que surgió de la independencia era muy
distinta a la que se había conformado durante los 300 años de colonización
española. En términos políticos el poder ya no descansaba en una clase mantuana
muy debilitada por la guerra. La misma guerra sirvió para construir una nueva
clase terrateniente fundada en el reparto de propiedades a los generales y
altos oficiales de la independencia. Los privilegios sociales y políticos
derivados del color de la piel y la “pureza de sangre” tendieron a desaparecer.
Los mismos términos de división racial, como pardo, mulato y zambo, fueron
execrados de hecho del lenguaje popular.
LA PARTICIPACIÓN POPULAR COMO FACTOR DECISIVO DE LOS
CAMBIOS POLÍTICOS EN VENEZUELA
Una constante de nuestra historia desde la
independencia se expresa en la masiva participación popular como factor
determinante de los cambios políticos que permiten desplazar a la élite
gobernante anterior (López Sánchez, 2015: 11). Ya analizamos cómo el programa asumido por Bolívar luego de la
derrota militar ante Boves en 1814, al ofrecer “la libertad y la igualdad”
(libertad para los esclavos e igualdad para los pardos), permitió la masiva
incorporación de llaneros y otros sectores populares al ejército patriota,
favoreciendo así la construcción de una considerable y efectiva fuerza militar
que volvió añicos al imperio español en tierras suramericanas.
Esta masiva participación popular volvió a
manifestarse al estallar la Guerra Federal en 1859, atraídos los campesinos por
las consignas anti-latifundistas
y democráticas enarboladas por Ezequiel Zamora.
La
revolución democrática que comienza a manifestarse en el siglo XX tendrá
también como factor decisivo
la masiva participación popular en jornadas como el 18 de octubre de 1945 y el
23 de enero de 1958.
Hay que destacar que en estas expresiones de participación popular
ocurrieron varias rebeliones o alzamientos populares espontáneos que han dado
características específicas a la población de Caracas. En el siglo XIX destacan
la movilización a favor de Antonio Leocadio Guzmán en 1844, cuando el pueblo
rodea el tribunal donde era juzgado Guzmán por sus críticas al gobierno en el
periódico El Venezolano (García Ponce, 1982); y la movilización en torno a la
embajada de Francia en 1858 cuando es derrocado el gobierno de José Tadeo
Monagas (Herrera Luque, 1991).
En el siglo XX ocurre la enorme protesta popular del
14 de febrero de 1936, como respuesta a la represión policial que ese mismo día
había asesinado a varios ciudadanos en el centro de Caracas (Díaz Rangel, 1998).
La insurrección espontánea del 22-23 de enero de 1958, que contribuyó a la
rápida caída de la dictadura. Y la más relevante de todas, la rebelión conocida
como El Caracazo, entre el 27 de febrero y el 3 de marzo de 1989, que sacó a
las calles a cientos de miles de ciudadanos descontentos con la democracia punto-fijista, y que originó la
más grande masacre de nuestra historia republicana (Barrios-Ferrer, 1990)).
Sobre todos estos procesos de masiva participación
popular se montaron liderazgos que de alguna manera interpretaron el
descontento social y formularon programas de transformación, aunque muchas de
esas reivindicaciones populares hayan sido escamoteadas posteriormente por la
gran mayoría de esos líderes.
CADA REVOLUCIÓN COMIENZA DE CERO Y REALIZA ALGUNAS
TRANSFORMACIONES
El no cumplimiento del programa fundamental que
movilizó a esclavos y pardos a favor de la independencia, es decir, la libertad
de los esclavos y la igualdad de los ciudadanos ante la ley, será el origen de
numerosas rebeliones populares que se escenificarán en las primeras décadas de
la República. Destacando la rebelión campesina liberal de 1846-1847 encabezada
por Ezequiel Zamora y Francisco Rangel. Hasta que ocurre el estallido de la gran
Guerra Federal (1859-1863), iniciada por el mismo Zamora, que terminó de
desplazar a los generales de la independencia del poder, y una nueva elite
política, con un programa de claro contenido popular, asciende al poder por las
siguientes cuatro décadas.
“Tierra y hombres libres” y “horror a la oligarquía”
son las consignas que enarbola Zamora y que van a movilizar durante cinco años
al campesinado venezolano, enfrentando a la nueva oligarquía terrateniente que
se había conformado en torno a Páez y el resto de los generales de la
independencia (Pérez Arcay, 1977). Aunque Zamora muere al iniciarse la guerra
federal, y quienes terminan dirigiendo el bando federalista no asumían ese
contenido claramente popular que le imprimió a la guerra el “general de hombres
libres”, la llegada al poder de los federalistas significará el desplazamiento
de toda la elite independentista[13] y
propiciará el nacimiento de una nueva burguesía.
En realidad, la llegada al poder de los federalistas
no puede tomarse como un simple cambio de élites en el poder. Cada nuevo grupo
dominante enarboló en su momento importantes consignas de transformación
social, y algunas de ellas se ejecutaron. A manera de ejemplo, aunque no hemos
realizado un estudio detallado de la influencia religiosa en la historia
republicana de Venezuela, sí nos llamó la atención, hace algunos años, el
contraste entre la juramentación ante la biblia de Evo Morales en Bolivia y de
Néstor Kirchner en Argentina, respectivamente, y la juramentación de Hugo
Chávez sobre la constitución nacional en febrero de 1999, grandes diferencias
que nos separan del resto de América Latina.
Por ejemplo, Guzmán Blanco estableció el Registro
Civil, el matrimonio civil y la realización de censos no eclesiásticos en la
década de 1870, eliminando la influencia religiosa que hasta ese momento había
prevalecido (Carrera Damas, 1985). En concordancia con eso, Guzmán expulsó de
Venezuela a todas las órdenes religiosas, las cuales no regresaron hasta varias
décadas después. También Guzmán decretó la educación primaria pública, gratuita y
obligatoria (aunque poco pudo aplicarse este decreto mientras existió un estado
en permanente crisis económica, como ocurrió en todo el siglo XIX, hasta la
aparición del petróleo entrado el siglo XX). Nuestro estado
laico deriva de las revoluciones del siglo XIX, mientras en países como Chile y
Colombia, predominó el matrimonio eclesiástico hasta fechas muy recientes (no
había divorcio en Chile hasta 2004 y en Colombia hasta 1992; el divorcio en
Venezuela data de 1904. Otro elemento de la influencia
guzmancista fue que la duración de los períodos presidenciales fue reducida a
dos años (entre 1874 y 1891) para intentar acallar y controlar las pugnas
caudillistas por el ejercicio del poder, medida que no permitió el objetivo que
buscaba y que fue revertida por la constitución de 1891 que volvió a establecer
el período presidencial a 4 años (Brito Figueroa, 1987).
Otro ejemplo significativo referente a los logros
históricos de los grupos que han alcanzado el poder en cada proceso
“revolucionario” lo podemos ver en las conquistas del llamado “Trienio Adeco”
(1945-1948). La Constitución Nacional aprobada en 1947 reconoció derechos
laborales de gran significación como el derecho a organizar sindicatos, la
estabilidad en el trabajo de los directivos sindicales, el derecho a
contratación colectiva y el derecho a huelga. Téngase en cuenta que los
derechos laborales, en los países occidentales, son propios de reglamentos del
trabajo y no aparecen en la constitución del respectivo país. Venezuela fue el
segundo país de América, después de la Constitución de Querétaro, en México (aprobada
en 1917), que incorporó derechos de sus trabajadores en la propia carta magna
nacional, (López Sánchez, 2017: 123)
En este trienio de gobierno del partido Acción
Democrática[14],
el número de sindicatos en el país se cuadruplicó, pasando de 215 en 1945 a
1053 para noviembre de 1948. Las negociaciones colectivas aumentaron de 227 en
1946 a 575 en 1947; durante el primer semestre de 1948 se firmaron 261 contratos
colectivos. En este período se creó el Ministerio del Trabajo (dirigido por
Raúl Leoni), que antes formaba parte del ministerio de comunicaciones. Si bien
desde el gobierno se favoreció abiertamente a los sindicatos adecos y se
obstaculizó la creación de sindicatos comunistas, de manera general el trienio
adeco sirvió para fortalecer organizativa y legalmente un movimiento obrero que
comenzó a actuar como factor relevante de la política nacional.
La principal conquista del trienio adeco fue la consagración
constitucional del sufragio universal, permitiendo el voto directo y secreto de
mujeres y analfabetos, mayores de 18 años, para elegir al presidente de la
República. Una de las consignas fundamentales de la independencia, la
“igualdad” (de los ciudadanos ante la ley), se conquistaba más de 120 años
después de Carabobo.
Otro dato interesante referido a las conquistas de la
“revolución democrática” se encuentra en la ampliación del sistema
universitario. Para 1957, último año de la dictadura militar, la cantidad de
estudiantes universitarios en todo el país apenas llegaba a 10.000. Para 1981,
un poco más de dos décadas de gobiernos democráticos, el número de estudiantes
se había multiplicado más de treinta veces (331.115 estudiantes universitarios)
(López, 2007: 47). Tengamos presente que Hugo Chávez se jactaba de haber
multiplicado por cuatro el número de estudiantes universitarios, de 600.000 en
1998 a 2.500.000 en su primera década de gobierno. Pero multiplicar el número
de estudiantes 33 veces es muy superior a aumentarlo 4 veces.
El desplazamiento de la élite política en el poder, y
con ello el desplazamiento de la precaria burguesía de una o dos generaciones
constituida al amparo de esa élite política, se repetirá en cada uno de los
procesos de cambio sociopolítico que mencionamos al comienzo de este trabajo.
Cada “revolución” política en Venezuela ha significado
el volver a comenzar de cero. Desde la ruptura de la estructura de dominación
colonial, la burguesía occidental no logró recomponer una clase burguesa lo
suficientemente sólida como para mantenerse en el poder más allá de 30-40 años.
Podemos afirmar con propiedad que en Venezuela no existe una burguesía criolla
como tal, si la comparamos con las burguesías latinoamericanas que dominan el
resto de los países del continente desde la época colonial.
Cada grupo que llegó al poder constituyó su propia
burguesía. Así ocurrió con Páez, con Guzmán, con Gómez, con Betancourt, y ahora
con Chávez-Maduro.
Otra característica común de cada “revolución
política” es su llegada al poder por la fuerza de las armas. El único grupo que
llegó por medios pacíficos y constitucionales fue Chávez. Todos los demás
recurrieron a alzamientos insurreccionales que les permitió derrocar al grupo
dominante.
Cada grupo de caudillos o eran militares con
importantes triunfos militares, como Páez, Guzmán y Gómez, o construyeron una
importante influencia en los sectores militares, como Betancourt y Chávez.
LA ALIANZA CÍVICO-MILITAR ENTRE GRUPOS DE IZQUIERDA Y
MILITARES PROGRESISTAS COMO CONSTANTE DEL SIGLO XX
La conspiración militar encabezada por Hugo Chávez que
se manifestó el 4 de febrero de 1992 representó una nueva expresión de un
fenómeno político que se desarrolló en Venezuela desde la misma dictadura
gomecista.
La rebelión militar del 7 de abril de 1928, dirigida
por oficiales medios del ejército, descontentos con la dictadura, incluía a la
vez una alianza política con dirigentes sociales del medio estudiantil
universitario[15]
y de las pocas organizaciones obreras existentes en Caracas. Esta rebelión
representó el primer alzamiento propiamente urbano en una Venezuela que se
había transformado en su composición social a partir de la industria petrolera,
dejando atrás las rebeliones campesinas o alzamientos provenientes de la
periferia agraria que caracterizaron a todo el siglo XIX y las primeras décadas
del XX. Aunque este alzamiento fracasó, y no tuvo mayores repercusiones en la
estabilidad de la dictadura, significó una primera expresión de convergencia
política entre militares y civiles con un programa democrático de
transformación social.
La alianza entre militares “progresistas” y partidos o
líderes de “izquierda” se volvió a suceder en la conspiración que derrocó al
último presidente andino, Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945. En
este caso, entre el partido Acción Democrática, el cual tenía un claro perfil
nacionalista y antiimperialista (aunque a la vez deslindado del comunismo) y
mandos medios de las fuerzas armadas, formados en la Academia Militar, que
deseaban quitar del medio a los viejos generales de montoneras que provenían
del gomecismo.
El derrocamiento de Medina no significó un simple
golpe de estado. La Junta Revolucionaria de Gobierno procedió a convocar en
pocos meses a una Asamblea Constituyente, la cual consagró importantes logros
democráticos por los cuales el pueblo venezolano había luchado desde la
independencia. La radicalización progresiva del nuevo gobierno hegemonizado por
el partido Acción Democrática, y la influencia perniciosa de la embajada de los
Estados Unidos y de las compañías petroleras extranjeras, originó la ruptura de
esa alianza cívico-militar y provocó el golpe militar del 24 de noviembre de
1948, que tuvo características de las conspiraciones similares que en toda
Latinoamérica han promovido los Estados Unidos para derrocar a gobiernos
progresistas, nacionalistas y de izquierda.
Nuevamente se manifestó la convergencia de militares
con fuerzas políticas de izquierda en varios intentos insurreccionales que se
suscitaron a lo largo de la dictadura militar entre 1948-1958. Como el intento
fracasado de alzamiento en la Base Aérea de Palo Negro (Maracay) en 1952, el
cual fue impulsado desde la clandestinidad por Acción Democrática y militares
afines a ese partido. Este acercamiento entre fuerzas militares y partidos de
izquierda finalmente derrocó a la dictadura en los alzamientos del 1° y el 23
de enero de 1958, abriendo un período de 40 años de gobiernos “democráticos”
constituidos en base al llamado “Pacto de Punto Fijo”, entre los partidos AD,
COPEI y URD[16],
que generó un gobierno aliado a los intereses de los Estados Unidos, excluyendo
al partido comunista[17].
La deriva autoritaria y pro-estadounidense del
gobierno de AD electo en diciembre de 1958 (con su candidato y principal líder Rómulo
Betancourt) generó una nueva alianza cívico-militar de izquierda que se expresó
en los alzamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello, en mayo y junio de
1962. Esta alianza se conformó entre los partidos PCV (Partido Comunista de
Venezuela) y MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) con numerosos
oficiales medios, afines a esos partidos o con visiones progresistas y
nacionalistas dentro de las fuerzas armadas venezolanas. Se constituyeron en la
clandestinidad el Frente de Liberación Nacional (FLN) y las Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional (FALN), con representantes de ambos partidos y de los
oficiales rebeldes. Uno de los más relevantes comandantes del FLN-FALN fue el
coronel Juan de Dios Moncada Vidal. Esta alianza cívico-militar llevó también a
la incorporación de oficiales rebeldes de las fuerzas armadas a los frentes
guerrilleros que en todo el país se organizaron en el primer lustro de los 60.
Finalmente, esta alianza cívico-militar volvió a
concretarse históricamente el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, cuando
Hugo Chávez y otros oficiales de los cuatro componentes de las FAN se
vincularon a dirigentes de la izquierda venezolana para impulsar esos
alzamientos, los cuales, aun fracasando, impactaron profundamente en la
estabilidad de la democracia puntofijista, la cual terminó hundiéndose seis años después, aunque por vías
electorales.
El alzamiento de Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992
no fue un rayo
en cielo despejado. Representó históricamente una cultura política originada
desde la independencia, por la conformación popular de nuestras fuerzas
armadas, y al mismo tiempo una alianza entre fuerzas políticas de izquierda y
mandos medios progresistas de las fuerzas armadas, que se manifestó
reiteradamente en los momentos de crisis política a lo largo del siglo XX
venezolano.
CADA NUEVA ELITE EN EL PODER TERMINA TRAICIONANDO SU
PROGRAMA ORIGINAL
Una característica común presente en cada uno de estos
grupos es el alejamiento de su programa original durante el ejercicio del poder,
degenerando hacia lo mismo que criticaron a la oligarquía anterior. De las
consignas antiimperialistas se pasó en poco tiempo a la alianza con los mismos
imperialismos.
Un ejemplo resaltante lo constituye Juan Vicente
Gómez. Como se sabe Gómez, como ministro de guerra y marina de Cipriano Castro,
fue el que derrotó militarmente a la llamada “Revolución Libertadora”, guerra
civil promovida y financiada por las multinacionales[18]
con el objetivo de derrocar a Castro. Es decir, Gómez actuó como líder
nacionalista y antiimperialista, como ministro de un gobierno que llegó a tomar
algunas medidas relevantes como la moratoria de la deuda externa y la
expropiación de algunas empresas extranjeras, derrotando al intervencionismo
del capital foráneo. Para luego, en 1908, derrocar al propio Castro con el
apoyo del gobierno de los Estados Unidos.
Otra manifestación de esas volteretas escenificadas en
nuestra historia republicana es el caso de Rómulo Betancourt. Como es sabido,
el derrocamiento del presidente adeco Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de
1948 fue antecedido por un ultimátum escrito entregado a Gallegos por el alto
mando militar, y cuyo primer punto era la expulsión inmediata de Rómulo
Betancourt del territorio nacional. Detrás de ese ultimátum militar estaba una
conspiración orquestada desde el gobierno de los Estados Unidos, y la causa
principal era la amenaza “comunista” que se encubría a lo interno del partido
Acción Democrática (Catalá, 2008).
Betancourt pasó de ser considerado como el enemigo
número uno de los intereses yanquis en Venezuela, a ser el artífice en 1958 del
Pacto de Punto Fijo que implicaba un acuerdo general con el gobierno de los
Estados Unidos para gobernar a Venezuela excluyendo a los comunistas.
EL PROCESO DE CONFORMACIÓN DE LAS NUEVAS ELITES
“REVOLUCIONARIAS”
De los cinco procesos de cambio sociopolítico en
Venezuela, el que se inició con mayores debilidades en cuanto a la maduración de
una élite política de vanguardia con un programa de cambios más o menos
definido, ha sido precisamente el chavismo.
La revolución social de independencia consolidó una élite
de mandos militares curtidos en la larga guerra emancipadora, con una muy
grande influencia social en todo el país, que les facilitó acceder al poder en
las décadas siguientes al nacimiento de la República. El programa enarbolado
por Bolívar, como la política de integración hispanoamericana y los derechos
ciudadanos (incluyendo la abolición de la esclavitud), en un marco de estado
liberal, fue rápidamente dejado de lado. Se impuso una nueva alianza comercial
con las principales potencias capitalistas, comenzando por Inglaterra y
Francia, y la rápida sustitución de la vieja oligarquía terrateniente mantuana
por una nueva oligarquía terrateniente surgida de los generales victoriosos de
la independencia.
El desarrollo de la guerra federal tuvo que ver con el
liderazgo madurado a través del Partido Liberal, fundado en 1840 por Antonio
Leocadio Guzmán y principal fuerza opositora a la oligarquía paecista. Tanto
Ezequiel Zamora, como Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco eran los
líderes fundamentales de ese partido liberal para 1859.
La llegada de los andinos en 1899 hay que vincularla necesariamente con el auge
de la explotación del café como principal producto de nuestra economía
agroexportadora, cultivo desarrollado principalmente en los tres estados
andinos (Mérida, Táchira y Trujillo) y particularmente en el Táchira, estado
del cual provino la expedición militar conocida como Revolución Liberal
Restauradora, en cuyo ejército marcharon hasta Caracas los tachirenses Cipriano
Castro, Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, sucesivos presidentes
entre 1899 y 1941[19].
Los líderes fundamentales de la revolución democrática
se forjaron en la lucha estudiantil de la Generación del 28 y en la lucha
política en oposición a la dictadura gomecista, lucha que comenzó a ser
influida por las modernas corrientes ideológicas provenientes de Europa: el
comunismo, la socialdemocracia y la democracia cristiana. Resaltamos la
circunstancia de que al momento de acceder por segunda vez al poder en 1959 el
partido Acción Democrática[20],
constituía una organización cuyos cuadros principales tenían 30 años de
experiencia desde su participación en la
generación estudiantil del 28, que habían pasado por la cárcel y el exilio, que
habían impulsado y triunfado en dos oportunidades en rebeliones
cívico-militares (18 de octubre de 1945 y 23 de enero de 1958), que habían sido
derrocados por una conspiración imperialista (24 de noviembre de 1948), que
habían pasado largos años de clandestinidad y exilio, que tenían una muy
relevante experiencia en el desarrollo de luchas sociales, huelgas obreras y
expresiones de lucha armada contra la dictadura encabezada por Marcos Pérez Jiménez. Para 1958-1959 AD era un
partido con arraigo en sectores obreros y campesinos, con importantes
cuadros de dirección y excelentes profesionales entre sus militantes.
Al triunfar Hugo Chávez en las elecciones
presidenciales de 1998, su partido Movimiento Quinta República (MVR), fundado
en 1997, era una organización aluvional[21] recién conformada,
sin experiencia en la lucha social y sin experiencia en la lucha parlamentaria,
sin programa político definido y unido básicamente por el liderazgo
caudillista-mesiánico que desde un principio comenzó a construir el propio
Chávez y sus más cercanos colaboradores. Incluso si se considera la
incorporación al MVR de algunos cuadros de la vieja izquierda venezolana,
podemos recordar que a partir del 27 de febrero de 1989 se había evidenciado en
el país la profunda bancarrota de los partidos de izquierda, tanto de los que
participaban en el “juego democrático” del puntofijismo como
de los impulsores de la lucha armada. Esa izquierda que ingresó al MVR[22] y
se vinculó a Chávez era una izquierda desarticulada y dividida, sin programa
coherente y sin mayores vínculos sociales, que había vivido numerosas derrotas
políticas y militares en los 40 años precedentes (López Sánchez, 2015: 83).
LOS PERÍODOS DE REGRESION POLÍTICA, SOCIAL Y ECONÓMICA
En nuestro período republicano destacan varios
procesos de regresión política. La larga dictadura de 27 años de Juan Vicente
Gómez (1908-1935); la dictadura militar cuyo hombre fuerte fue Marcos Pérez
Jiménez (1948-1958); y las dos últimas décadas del puntofijismo (1979-1999).
La dictadura de Gómez se caracterizó por su fuerte
autoritarismo, por el personalismo absoluto, y por la modificación radical del
modelo económico imperante, que pasó de la agro-exportación a la producción
petrolera. Gómez desapareció todo tipo de oposición legal a su régimen.
Encarceló, torturó, exilió y asesinó a todo aquel que intentó oponérsele, así
fueran simples escritores o periodistas. Enfrentó con éxito las últimas
montoneras que desde los espacios agrarios se intentaron contra su régimen, y
enfrentó también la primera rebelión urbana representativa de la nueva
conformación de clases surgida del petróleo, el alzamiento militar con respaldo
civil del 7 de abril de 1928[23].
Durante todo su gobierno Gómez actuó siguiendo los intereses del gobierno de
los Estados Unidos, y de las compañías petroleras como la Standard Oil Company
(estadounidense) y la Shell (angloholandesa).
Por su parte la dictadura militar encabezada por Pérez
Jiménez disolvió los principales partidos democráticos (primero AD en 1948, el
PCV en 1950, y URD en 1952). Anuló la constitución de 1947, disolvió los
sindicatos más importantes (incluyendo las federaciones petroleras) y encarceló
hasta el final de la dictadura a todos los dirigentes obreros que pudo
capturar. Este régimen militar, como dijimos antes, surgió de una conspiración
aupada por la embajada estadounidense en Caracas, y actuó de la mano de los
intereses del Departamento de Estado, como ocurrió con la realización en marzo
de 1954 en Caracas de la X Conferencia Interamericana, la cual aprobó una
fuerte resolución condenando el comunismo como sistema incompatible con los
pueblos de América, la cual sirvió como pretexto para la invasión militar con
fuerzas mercenarias contra el gobierno democrático de Guatemala presidido por
Jacobo Arbenz, el cual fue finalmente derrocado dando paso a treinta años de
gobiernos autoritarios en ese país.
El intervalo dictatorial entre 1948 y 1958 anuló todas
las conquistas democráticas del
trienio adeco e incluso de lo alcanzado en los últimos gobiernos gomecistas
(López Contreras y Medina Angarita). Pero el perezjimenismo como tal no
logró trascender debido a las limitaciones de su programa político, y a la
reducida alianza política que representaba (falta de consenso entre las élites
políticas, económicas y el mismo imperialismo).
La represión política aplicada durante la naciente
democracia, en la década de 1960, fue muy superior a la represión de la
anterior dictadura perezjimenista[24]. Se
ilegalizaron los partidos políticos de la izquierda (el PCV y el MIR); se
detuvo por varios años a los parlamentarios y otros dirigentes de dichos
partidos. Se persiguió implacablemente a la militancia de dichos partidos,
involucrados en la lucha armada a partir de 1962. La represión desatada
introdujo por primera vez en Latinoamérica la figura de los desaparecidos. Los
cuerpos policiales y militares especializados en la represión política
recibieron asesoría directa de las instituciones de inteligencia del gobierno
de los Estados Unidos (la CIA y otros organismos similares), con presencia de
funcionarios extranjeros dirigiendo personalmente a la Digepol y el SIFA (como
el cubano Luis Posada Carriles). El número de detenidos, torturados, asesinados
y desaparecidos entre 1962 y 1969 superó ampliamente a las víctimas de la
represión política entre 1948 y 1958 (Oliveros, 2012). Además de la figura del
desaparecido, el gobierno torturó hasta la muerte a significativos dirigentes
de la izquierda, como Alberto Lovera, Jorge Rodríguez y Noel Rodríguez. Asesinó
impunemente a otros dirigentes como Fabricio Ojeda, Tito González Heredia y
Jesús Márquez Finol. Los horrores de las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez no
superaron los crímenes políticos que continuaron con la flamante “democracia”
representativa[25].
Los últimos 20 años de la democracia puntofijista
fueron de regresión absoluta. En materia económica, a partir del “viernes
negro” de febrero de 1983 se terminó de hundir el modelo rentístico petrolero y
se hizo evidente la bancarrota de la política de sustitución de importaciones
impulsada en las décadas anteriores. El salario de los trabajadores alcanzó
niveles mínimos no vistos desde muchas décadas atrás, y los derechos laborales
en general fueron abiertamente violentados por los patronos y el ministerio del
trabajo. En materia política el bipartidismo de AD-Copei mantuvo su deriva de
corrupción administrativa e ineficiencia de las instituciones y servicios
públicos.
El sistema educativo que durante las dos primeras
décadas del período democrático aumentó significativamente la matrícula escolar
y universitaria, se estancó completamente y comenzó a predominar la exclusión
escolar y universitaria de centenares de miles de jóvenes. Igual retroceso se
vivió en el sistema de salud y el resto de los servicios públicos.
En términos represivos, ocurrieron grandes masacres
como la de Cantaura (1982), Yumare (1986) y El Amparo (1988). A partir de 1987
la lucha de clases tuvo un cambio sustancial en Venezuela a partir de las
protestas populares como respuesta a la crisis económica en curso. La rebelión
estudiantil a partir del marzo merideño (1987) abrió un periodo de protestas
masivas que no se escenificaban en el país desde 1958, y la política represiva del
gobierno pasó de selectiva (represión contra las organizaciones de izquierda
vinculadas a la lucha armada y las protestas sociales) a masiva, teniendo su
principal expresión en la masacre contra el pueblo caraqueño como respuesta a
la insurrección espontánea del 27 y 28 de febrero de 1989, conocida como “El
Caracazo”[26].
La dimensión de la rebelión de febrero del 89
introdujo un factor de desestabilización en el bloque social dominante desde el
Pacto de Punto Fijo[27],
incluyendo una progresiva división en el seno de las fuerzas armadas que
condujo a los alzamientos del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, que
siguiendo su curso de crisis interna condujo el enjuiciamiento y destitución
del presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) en 1993, creó las condiciones para la
victoria electoral de Rafael Caldera (apoyado por la izquierda) ese mismo año,
y finalmente permitió que el descontento popular del 27 de febrero de 1989 se
manifestara electoralmente en las presidenciales de 1998, con el triunfo de
Hugo Chávez.
El Caracazo introdujo a la democracia puntofijista en
una crisis terminal. No obstante, el sistema democrático se mantuvo durante una
década más, intentando fórmulas de salvación como la Reforma del Estado
(intentada en 1989 con las elecciones de Gobernadores y Alcaldes), la misma
destitución de CAP como “chivo expiatorio” de la crisis de legitimidad del
sistema, y la candidatura “progresista” de Rafael Caldera en 1993. Es de
resaltar esta prolongada agonía de 10 años del sistema político nacido del
Pacto de Punto Fijo. Las razones de esto habría que buscarlas en la ausencia de
una oposición de izquierda con fortaleza suficiente como para capitalizar
electoralmente la caída del respaldo hacia AD y Copei[28].
La izquierda venezolana, en la década de los 90,
sufría la crisis de identidad derivada de la caída del Bloque Socialista de la
URSS y Europa Oriental, unida a la profunda división en múltiples partidos
derivada del fracaso de la lucha armada en los 60-70 y 80, y del similar fracaso
de las experiencias electorales intentadas desde 1973 en adelante. En los
hechos, el auge de la lucha de clases entre 1987 y 1991 no pudo ser
capitalizado por ninguna fuerza de izquierda, y a partir del 4 de febrero del
92 las esperanzas de cambio del pueblo se centraron en la figura del líder
militar insurrecto, Chávez.
ALGUNAS CONCLUSIONES
La llegada al poder de Hugo Chávez a partir de febrero
de 1999 es derivada directamente del hundimiento político del bloque social
dominante desde 1958. En cierta forma, Chávez significó una nueva expresión de
la mencionada alianza cívico-militar que bajo programas progresistas se
manifestó varias veces a lo largo del siglo XX. Pero la llegada al poder del
chavismo puede verse al mismo tiempo como una carambola causada por el vacío
político que dejaba la bancarrota de los partidos Acción Democrática y COPEI.
Chávez y el chavismo no representaban como tal ninguna
referencia político-organizativa que hubiera estado al frente de la oposición
durante las cuatro décadas del puntofijismo, salvo por las pocas horas que
duraron los alzamientos militares de 1992. Ni los líderes de la lucha armada ni
los líderes de la lucha electoral figuraban entre la dirigencia del recién
creado Movimiento Quinta República (MVR, conocido antes como Movimiento
Bolivariano Revolucionario 200 - MBR200). Tampoco estaban allí los líderes que
de alguna manera estuvieron en las barricadas durante 1987-1991 (como Carlos
Lanz y Roland Denis). El movimiento chavista aluvional juntaba individualidades
de izquierda con militares de derecha, detrás de un líder con ínfulas
mesiánicas que postulaba una “tercera vía” bastante difusa.
Con el paso de los años, y después del golpe
imperialista fracasado de abril de 2002, Chávez concluyó que asumir declarativamente
un programa “socialista” le podía rendir mejores frutos que la tercera vía de
Tony Blair. Sin embargo, ese programa “socialista del siglo XXI” nunca fue
claramente definido por el propio Chávez ni por ningún otro dirigente del
chavismo. En general Chávez terminó promoviendo fórmulas parecidas a las
utilizadas por el aliado gobierno de Fidel Castro en Cuba, como la creación de
un “partido único de la revolución”, y la ejecución de nacionalizaciones
masivas contra empresas nacionales y extranjeras. Chávez identificó su
“socialismo” con medidas de asistencia social, propias de un Estado de
Bienestar, en un momento en que el capitalismo occidental ya tenía más de dos
décadas de haber abandonado ese modelo.
Para Chávez su socialismo era la construcción de
viviendas para las clases trabajadoras, la conquista de reivindicaciones
laborales, la ampliación de los servicios de educación y salud, la construcción
de obras públicas como ferrocarriles, puentes y carreteras, etc. Medidas todas
que en el medio siglo anterior habían sido ejecutadas tanto por los gobiernos
puntofijistas como por la dictadura perezjimenista y los últimos gobiernos del
gomecismo.
Tal vez el aspecto en el cual se podía trascender al
capitalismo es cuando se impulsó la constitución de un “poder popular” que
nacería desde los Consejos Comunales, inspirados en una democracia
“participativa y protagónica”. El poder
comunal se formuló enfrentado a los principios de la democracia liberal
burguesa, fundada en la representatividad partidista, valorando un nivel de
decisiones políticas partiendo desde las mismas asambleas comunitarias y
obreras. Concebido como una estructura que crecería paralelamente a las
instituciones del estado burgués heredado del puntofijismo (que en líneas
generales tuvo continuidad en la Constitución de 1999), en realidad no llegó a
tener mayor desarrollo, siendo absorbido y controlado ese “poder comunal” por
los poderes tradicionales dominados por el partido gobernante.
Para finalizar, enumeramos algunas conclusiones en base al análisis comparativo
de 200 años de vida republicana y los 23 años de chavismo:
1.
El
chavismo-madurismo es el quinto proceso de transformación sociopolítica
escenificado desde la Guerra de Independencia. Los cuatro procesos anteriores
tuvieron una duración aproximada de 40 años cada uno.
2.
La
caída de las anteriores “revoluciones” se produjo cuando ya existía una
vanguardia política opositora más o menos estructurada en los años
inmediatamente anteriores. El grupo chavista es el que ha llegado al poder con
una estructuración más débil como fuerza política organizada[29].
3.
El
chavismo ratifica una vez más la ausencia en Venezuela de una clase burguesa
consolidada, y la permanente reconstitución de la clase dominante en cada
proceso “revolucionario” que se va sucediendo.
4.
Por
razones históricas, el chavismo reproduce características de todos los procesos
revolucionarios anteriores, como el caudillismo-mesianismo; el militarismo; el
uso de consignas antiimperialistas y democráticas que atraen a las masas
populares; la conquista de algunas reivindicaciones históricas (aunque muchas
son rápidamente abandonadas y revertidas en el proceso final de degeneración
política del respectivo grupo o elite dominante); el paso de programas
nacionalistas y antiimperialistas a ejecutorias exactamente contrarias, al
hacer alianzas como socios menores de las grandes potencias mundiales; el uso
de la represión selectiva y masiva como práctica cotidiana contra la protesta
social y contra las vanguardias políticas que les hacen oposición; y la
importante movilización social que por momentos logran canalizar para sus propios
intereses de grupo y de clase (como “nueva” clase burguesa en proceso de
conformación).
5.
El
proceso chavista introdujo una práctica democrática que mejora en forma
cualitativa las anteriores experiencias, con la figura del referéndum popular,
usado para convocar la Asamblea Constituyente y para aprobar la nueva
constitución en 1999, para ratificar la permanencia de Chávez en el poder en
2004 (referéndum revocatorio), y también usado para someter la reforma
constitucional que fue rechazada en 2007. El gobierno de Nicolás Maduro se ha
alejado totalmente de esa práctica de democracia participativa utilizada por
Chávez, reflejando con ello su declive absoluto como programa de transformación
en Venezuela.
6.
Otro
aspecto relevante del período de gobierno de Hugo Chávez fue la revitalización
de la propuesta de unidad continental latinoamericana que hace más de 200 años
formularon e intentaron llevar a cabo Francisco de Miranda y Simón Bolívar.
Esta política permitió la creación de organismos de integración como la CELAC
(Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, creada en 2011); la UNASUR
(Unión de Naciones Suramericanas, creada en 2008); ALBA (Alianza Bolivariana
para los pueblos de Nuestra América, creada en 2004); y el fortalecimiento de
organizaciones ya existentes como el MERCOSUR. En el marco de esas políticas de
integración, Chávez jugó un papel central en el rechazo al ALCA (Área de Libre
Comercio de las Américas, propuesta de Estados Unidos formulada en 1994), en la
IV Cumbre de las Américas, realizada en 2005. Más allá de los procesos de
integración, el gobierno de Chávez desarrolló una considerable incidencia
política en todos los países latinoamericanos, y el “chavismo” se convirtió en
el principal contendiente político de las fuerzas, partidos y gobiernos aliados
de USA a lo largo y ancho del continente. Con el posterior gobierno de Maduro,
esa influencia chavista se perdió casi totalmente, los procesos de integración
tendieron a paralizarse, y la experiencia venezolana es considerada hoy como
algo muy negativo en todo el continente, incluso de parte de los nuevos
gobiernos de izquierda que han asumido en años recientes (como en Chile, Perú y
Colombia). Para la historia, Chávez revivió en pleno siglo XXI el sueño de
Bolívar y Miranda de construir una gran nación latinoamericana. Propuesta que
sigue vigente y que espera por escenarios más favorables para su desarrollo.
7.
El
actual gobierno de Nicolás Maduro mantiene el mismo discurso radical de su antecesor,
y se presenta como un gobierno genuinamente “obrerista”[30] y “socialista”[31], que cuenta con el respaldo de los sindicatos
mayoritarios (López, 2012). Sin embargo, ha ejecutado un verdadero cambio de rumbo
económico, abriendo las puertas a las políticas neoliberales, en un marco de
creciente autoritarismo (Alarcón 2017); (Luna 2019) (Vivas 2019) (Sutherland
2020). Maduro representa hoy la traición al programa original de Hugo Chávez,
fenómeno presenciado varias veces antes en nuestra historia (PCDC, 2021).
Aunque no defendamos
una perspectiva cíclica de la historia, la reiteración de estos procesos sociopolíticos de transformación y desplazamiento de
élites gobernantes es un hecho indudable en nuestro proceso republicano desde
la independencia.
De acuerdo con las características del período
chavista trascurrido hasta ahora (casi 24 años), podemos intentar un análisis
prospectivo de los posibles escenarios futuros en el corto plazo:
A.
Tanto
el gomecismo como la democracia puntofijista tuvieron un período de fuerte
represión política antes de transitar en sus últimos años por cierto tipo de
apertura política[32].
Ese fenómeno pudiera presentarse en Venezuela, en la medida en que sectores del
madurismo gobernante opten por una apertura política que intente detener el
creciente deterioro de la aceptación popular hacia el régimen PSUV-militares.
Este escenario pudiera producirse debido a reveses electorales o a una
creciente elevación de la protesta social.
B.
En
un escenario completamente distinto al anterior, el madurismo pudiera
evolucionar hacia formas autoritarias aún no desarrolladas completamente en
este período. Incluyendo la represión selectiva-masiva contra todo tipo de
protesta popular y la persecución-ilegalización de las principales organizaciones
representativas de la izquierda que hace oposición al chavismo. En este
escenario la evolución inmediata del madurismo reflejaría múltiples expresiones
de violencia contra el pueblo.
C.
Hasta
ahora no se vislumbra la constitución de una élite política y un programa de
transformación que se presente como recambio del chavismo-madurismo gobernante.
Eso no implica necesariamente que no puedan ser derrocados en el corto plazo.
Lo que resultaría es que un nuevo gobierno sustitutivo del chavismo pasaría por
etapas de definición antes de consolidarse como una nueva élite gobernante (la
sexta, desde la independencia).
Por otro lado, las experiencias del socialismo mundial
erigidas sobre fundamentos mesiánicos han terminado fracasando de diversas
maneras. Así ocurrió con la Rusia de Stalin (no cayó el sistema, pero fue
sustituido todo su entorno al morir Stalin), con la Yugoslavia de Tito (se
desató una brutal guerra civil que partió al país en 5-6 repúblicas distintas),
la Albania de Enver Hoxha y la China de Mao. El fundamento mesiánico del
chavismo actúa como un lastre hacia el futuro para mantener una élite en el
poder, porque cada vez son más los chavistas originarios marginados del poder
que los que quedan en la elite gobernante.
Para que el proceso histórico venezolano pueda retomar
un camino de transformación social tantas veces extraviado en las distintas
etapas vividas desde la independencia, debe surgir un poderoso movimiento
popular organizado que mediante la lucha de calle construya un nuevo programa
de cambios que retome las tradiciones de rebelión de la corriente
histórico-social y avance a perfilar una clara vanguardia que pueda transitar
los desafíos que plantea el capitalismo global en profunda crisis.
Maracaibo, 15 de diciembre de 2022
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[1] Publicado en la revista Debates por la Historia. Vol. XI. N° 1.
Enero-junio 2023. Pp. 47-84. https://doi.org/10.54167/debates-por-la-historia.v11i1.1055
Universidad Autónoma de Chihuahua. ISSN-e:
2594-2956. Para descargar PDF: https://vocero.uach.mx/index.php/debates-por-la-historia/article/view/1055
[2] Periodos de gobierno de Hugo Chávez (1999-2012) y
Nicolás Maduro (2012-2022).
[3] En alusión a la obra de Francisco Herrera Luque, “Los
cuatro reyes de la baraja”, publicada en 1991, que hace referencia a cuatro
principales líderes o caudillos de la historia republicana venezolana: José
Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Rómulo Betancourt.
Cuando fue escrito el libro, Hugo Chávez aún no era figura pública, y fue sólo
en 1999 que se inició su primer período de gobierno.
[4] Idea expresada en su libro “Cesarismo Democrático”. Esa
conceptualización de “guerra civil” no formó parte de los textos de enseñanza
de la Historia de Venezuela en la escuela primaria y secundaria a lo largo del
siglo XX, ni era considerada hasta hace una década en las aulas universitarias.
El libro Cesarismo Democrático es muy conocido por su tesis del “gendarme
necesario”. La tesis de la “guerra civil” es apenas mencionada en la
historiografía tradicional. La idea del gendarme necesario consiste en que
Vallenilla, al reconocer que la independencia quebró completamente la
estructura social de dominación colonial, valoró la figura de José Antonio Páez
como el “gendarme” que logró recomponer al orden social y dominar las fuerzas
populares de pardos y esclavos desatadas durante la independencia. Ese papel de
gendarme necesario también lo habría cumplido Juan Vicente Gómez, para quien
trabajó Vallenilla. Los rasgos principales de esos “gendarmes necesarios” era
que fueran militares que, proviniendo de la misma revolución social desatada,
tuvieran de esa manera la autoridad necesaria para detener la igualación social
en desarrollo (en otras palabras, que traicionaran a la propia causa de la cual
provenían).
[5] Los historiadores (como Arturo Cardozo y Federico Brito Figueroa))
coinciden en que los Pardos constituían aproximadamente el 50 % de la población
de la Capitanía General de Venezuela (Cardozo, 1987: 193). Las cifras aportadas por Humboldt, que visitó
Venezuela para 1800, apuntan en esa misma dirección (Brito Figueroa, 1985: 226).
La población esclava se ubicaría en aproximadamente un 15 %. Y los grupos
indígenas sobrevivientes constituirían otro 15 % (con la característica de que
estos grupos indígenas sobrevivían en la periferia de la Capitanía General, sin
mayor vinculación socioeconómica ni política con la sociedad colonial
implantada). Sobre un total de población alrededor del millón de personas, los
blancos criollos serían otro 15 % (destacando que sólo una fracción minoritaria
de esos blancos criollos eran poseedores de tierras y de esclavos; el resto lo
denominaban “blancos de orilla”), y los blancos peninsulares ocuparían el 5 %
restante. Numerosos mandos del ejército de Boves eran pardos o antiguos
esclavos. Todos ellos fueron destituidos a partir de 1815 cuando el mariscal
Pablo Morillo desembarcó en Venezuela con un ejército profesional de 10.000
soldados españoles y 75 barcos.
[6] El término de Pardo abarcaba a todos los grupos derivados de la mezcla
entre europeos, indígenas y africanos. Se construyó toda una división social
que acuñó términos como “Mestizos” (producto de la mezcla entre europeos e
indígenas), Mulatos (mezcla entre africanos y europeos) y Zambos (mezcla de
indígenas y africanos), y otros términos subderivados (como “salto atrás” y
otros). La sociedad colonial restringía la intervención política y social de
los pardos. No podían integrar los cabildos. Tampoco podían estudiar en las
universidades ni ejercer profesiones liberales como medicina y derecho. Tenían
su puesto secundario en las iglesias a la hora de la misa. Y por supuesto, no podían
usar mantas las mujeres pardas. De allí el término mantuano: nobleza de manta
(Cardozo, 1987, 194).
[7] Boves era de origen asturiano, radicado en Venezuela como
comerciante desde inicios del siglo XIX.
[8] Un estudio magistral de esta epopeya de Boves está contenido en el
libro “La revolución popular de 1814”, de Juan Uslar Pietri.
[9] En las
filas patriotas destacaron notables jefes militares provenientes del estamento
“pardo”, como el general Manuel Carlos Piar (conductor y héroe de las batallas
de El Juncal, 1816, y San Félix, 1817, que consolidaron la liberación del
oriente de Venezuela); y el Almirante José Prudencio Padilla (conductor y héroe
de la batalla naval del Lago de Maracaibo,1823, que culminó la liberación de
todo el territorio venezolano). Ambos jefes militares fueron fusilados
posteriormente por participar en supuestas conspiraciones contra la jefatura de
Simón Bolívar. Al respecto puede consultarse el reciente libro de Amílcar
Figueroa: “Piar: La contradictoria
lectura de la historia”.
[10] Páez era “blanco de orilla”, no poseía bienes de fortuna, ni la
“limpieza de sangre” que reclamaba la clase mantuana.
[11] “…resolví separarme y poner en
práctica la resolución que había tomado en Mérida de irme a los llanos de
Casanare, para ver si desde allí podía emprender operaciones contra Venezuela,
apoderándome del territorio del Apure y de los mismos hombres que habían
destruido a los patriotas bajo las órdenes de Boves, Ceballos y Yáñez. Todos …
creían que era poco menos que delirio, pues no veían posibilidad ninguna de que
los llaneros, que tan entusiastas se habían mostrado en la lucha contra los
patriotas, cambiasen de opinión y se decidiesen a defender la causa de estos”
(Páez, 1878: 57).
[12] Sobre este tema ha escrito importantes obras Germán Carrera Damas, como
“La disputa de la Independencia” (1995).
[13] Cuando Páez sale de la presidencia en 1863 ya tiene 73 años. En cierta
forma era también un relevo generacional.
[14] A los miembros del
partido Acción Democrática (AD), se les denomina “adecos”.
[15] Líderes estudiantiles que en años posteriores fundaron los partidos
Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y Partido Comunista de
Venezuela. Entre ellos estaban Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Andrés Eloy
Blanco (Acción Democrática); Jóvito Villalba (URD); Juan Bautista Fuenmayor,
Rodolfo Quintero y Kotepa Delgado (PCV).
[16] Las siglas
COPEI significaban originalmente Comité de Organización Política Electoral
Independiente; Partido de tendencia socialcristiana. Las siglas URD derivaban
del partido Unión Republicana Democrática.
[17] Al período
histórico entre 1958 y 1998 se le denomina “puntofijismo”, por ser resultante
de esa alianza política entre los partidos AD, COPEI y URD, que se reunieron en
1958 en la casa de habitación de Rafael Caldera (principal líder de COPEI).
Dicha casa se llamaba “Punto Fijo”.
[18] Compañías como la New York and Bermúdez Company y el Cable Francés, expropiadas
por Castro, financiaron a la “Revolución Libertadora”, en 1902-1903.
[19] El cuarto presidente andino, también tachirense y militar, Isaías
Medina Angarita, pertenecía a una segunda generación de los andinos en el
poder.
[20] El cual gana las elecciones presidenciales de diciembre de 1958, con su
candidato y líder fundamental Rómulo Betancourt. Las elecciones fueron
convocadas luego del derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez
Jiménez en enero de 1958.
[21] En Venezuela se
denomina “organización aluvional” a las fuerzas políticas que surgen sin mayor
planificación previa, constituidas por individuos y grupos provenientes de
diferentes y hasta antagónicas experiencias de organización política.
[22] En realidad, fueron muy pocos los activistas o cuadros de la izquierda
que se incorporaron al movimiento de Chávez. Muchos de ellos como Nicolás
Maduro y Elías Jaua, apenas habían sido militantes medios de sus respectivas
organizaciones, sin mayor experiencia en la conducción política de un partido
revolucionario. Otros como Luis Miquelena si tenía una larga experiencia, pero
a la vez tenía como 30 años apartado de la política.
[23] Insurrección del Cuartel San Carlos, en Caracas, encabezada por el
capitán Rafael Alvarado, en la cual participaron líderes estudiantiles como
Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba (incluso estos últimos con fusiles en
mano). La insurrección fue controlada en un acto de audacia por el ministro de
guerra y marina, Eleazar López Contreras, quien a pecho descubierto ingresó al
cuartel insurrecto y logró su rendición. Gómez se encontraba en su residencia
en Maracay.
[24] Hay que destacar que el partido Acción Democrática, bajo los gobiernos
de Rómulo Betancourt (1959-1964) y de Raúl Leoni (1964-1969), ejecutaron una
violenta represión contra sus propios excompañeros de partido del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR), que se habían dividido de AD al comienzo de la
década. Esa represión incluyó persecuciones, detenciones, torturas, exilios y
asesinatos contra sus antiguos camaradas de partido.
[25] El libro de la historiadora y activista revolucionaria Elia Oliveros
Espinoza, “La lucha social y la lucha armada en Venezuela”, realiza una
cronología detallada de la represión política entre 1958 y 1973. Una obra poco
conocida pero única por su valioso contenido como memoria de la lucha popular y
la represión política en ese período de nuestra historia.
[26] El gobierno reconoció oficialmente cerca de 280 fallecidos durante el
Caracazo, pero la cifra de muertos podría superar el millar, según los
analistas de la época (Colmenarez, 1989).
[27] Bloque dominante integrado por las cúpulas de los partidos AD y Copei,
el alto mando militar, la jerarquía de la Iglesia Católica, el empresariado
reunido en Fedecámaras, la dirigencia obrera de la CTV (Confederación de
Trabajadores de Venezuela) y los grandes medios de comunicación.
[28] Aunque en las elecciones presidenciales de 1993, la candidatura de
Andrés Velásquez por el partido Causa R obtuvo aparentemente una mayor votación
a la que oficialmente registró el organismo electoral, votos escamoteados por irregularidades
denunciadas en ese momento.
[29] Comparable tal vez con la revolución andina, cuyas
definiciones y conformación también era difusa.
[30] Maduro fue activista sindical del Metro de Caracas,
empresa en la cual trabajó como chofer de autobuses en la década de los 80. En
la disputa escenificada al interior de las fuerzas sindicales chavistas a
partir del 2003, se impuso la tendencia FBT (Fuerza Bolivariana de
Trabajadores), gracias al gran respaldo dado por Chávez a su principal
dirigente Nicolás Maduro. La conformación de la Central Bolivariana Socialista
de Trabajadores (CBST) en noviembre de 2011 se realizó bajo control casi total
de la FBT, siendo desplazadas completamente las tendencias más radicales.
[31] Maduro hizo una primera militancia en el partido Liga
Socialista, organización marxista-leninista que existió desde la década de los
70 hasta su integración en el PSUV cuando este último fue conformado por Chávez
en 2007. La Liga Socialista envió a Maduro a Cuba en algún momento de la década
de los 80, para formarse políticamente.
[32] La férrea dictadura de Gómez, una vez muerto el dictador, dio paso a
los gobiernos aperturistas de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita.
La democracia de Punto Fijo pasó por períodos de fuerte represión (Betancourt,
Leoni, Caldera I, CAP I y II, Lusinchi), antes de finalizar con el
relativamente tranquilo gobierno de Caldera II.