FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA EL ESTUDIO DE LOS
MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES
EN VENEZUELA
Publicado
en la Revista Espacio Abierto, año 2005, octubre-diciembre, vol.14, n° 004.
Maracaibo, Venezuela. pp. 589-607
Roberto López Sánchez. Departamento de
Ciencias Humanas, Facultad Experimental de Ciencias. La Universidad del Zulia.
Av. Universidad. Edif. Grano de Oro. Apartado 526. Maracaibo, Venezuela.
Correo: cruzcarrillo2001@yahoo.com.
RESUMEN:
El trabajo expone los fundamentos teóricos utilizados por
el autor para el estudio de los movimientos estudiantiles en Venezuela entre
1958 y 1992. Partiendo de las nuevas teorías para el estudio de los movimientos
sociales, surgidas luego de los grandes procesos movilizadores de la década de
1960, se exponen los fundamentos de la Teoría de la Movilización de Recursos y
de la Teoría de las Identidades Colectivas, las cuales representan aportes
fundamentales al pensamiento científico en esta área. Son considerados los
aportes de teóricos como Alan Touraine, Luis Gómez Calcaño, José Aranda
Sánchez, y José Álvarez Junco, entre otros. Se estudia la especificidad del
estudio de los movimientos estudiantiles en América Latina y en Venezuela. Se
concluye que las modernas teorías sobre los movimientos sociales proporcionan
un importante sustento teórico para explicar la práctica social de los
movimientos estudiantiles en Venezuela.
Palabras clave: movimientos sociales,
movimientos estudiantiles, crisis política.
INTRODUCCIÓN.
Los
movimientos estudiantiles cumplieron un papel de primer orden en la historia
política venezolana del siglo XX. Desde la gesta de la llamada “Generación del 28” contra la dictadura de Juan
Vicente Gómez, hasta las masivas y violentas protestas escenificadas a fines de
los años 80, los estudiantes estuvieron en la primera plana de la confrontación
política del país. De los liderazgos estudiantiles surgieron los fundadores y
principales dirigentes de los partidos políticos venezolanos durante muchas
décadas[1].
Durante bastante tiempo, en las aulas universitarias se debatieron distintos
programas políticos que tenían por objetivo la toma del poder y la reconducción
del país por caminos modernizadores y revolucionarios.
A contracorriente de las tradicionales
posturas teóricas que asignan a la clase obrera y a los campesinos el liderazgo
de las luchas populares contemporáneas en América Latina, en Venezuela fueron
los estudiantes el sector revolucionario por excelencia. Por un período de 60
años aproximadamente, los movimientos estudiantiles encarnaron en el país a las
fuerzas de oposición[2].
De allí nuestro interés por estudiar a los movimientos estudiantiles
venezolanos[3]. De dicho análisis pueden
surgir enseñanzas significativas para todos aquellos sectores que postulan la
transformación de la realidad nacional como meta de su praxis social.
El presente artículo constituye parte
de un trabajo más extenso sobre los movimientos estudiantiles en Venezuela[4].
Con el mismo intentamos exponer los fundamentos teóricos sobre los cuales hemos
abordado el estudio del movimiento estudiantil venezolano. Deseamos abrir el
debate en esta dirección, pues en el país son escasos los trabajos realizados a
este respecto. La profundización y la confrontación de las perspectivas
teóricas a partir de las cuales se estudian los procesos que atraviesa nuestra
sociedad es una necesidad acorde con los tiempos de cambio que vivimos.
1. LAS NUEVAS TEORÍAS SOBRE LOS MOVIMIENTOS
SOCIALES.
En
el estudio de los movimientos estudiantiles hemos considerado las teorías sobre
los movimientos sociales surgidas en las últimas décadas. Al respecto valoramos los trabajos
recopiladores de Alvarez Junco[5], de Pérez Ledesma[6],
Rubio García[7]
y Aranda Sánchez[8],
los cuales suministran una visión de conjunto sobre los aportes investigativos
que en las últimas décadas se han desarrollado desde Europa y los Estados
Unidos. Igualmente, los trabajos de Alan Touraine[9] y
Makram Haluani[10],
que teorizan en general sobre las nuevas formas de acción y conflicto social
que se presentan en el capitalismo contemporáneo. También los trabajos de Luis
Gómez Calcaño, que analizan los nuevos movimientos sociales en la Venezuela de
los 80[11], y se
relación con los procesos vividos en América Latina[12].
El estudio de los movimientos sociales
sufrió un cambio de paradigma a raíz de los grandes movimientos de protesta de
la década de 1960 (Rubio, 2004, 3). Este cambio de paradigma tuvo mucho que ver
con los movimientos estudiantiles de esos años, pues los investigadores que
abordaron dichos análisis o habían participado directamente en dichos
movimientos, o por lo menos habían sido testigos de primera fila.
Las primeras teorías que intentaron
explicar a los movimientos sociales, se ubicaron en una explicación psicológica
de los mismos, considerándolos como producto de la alineación, la ansiedad, la
frustración y la atomización social, es decir, como formas de conducta
desviada. Por ejemplo, el estudio de Gustave Le Bon, Psicología de las masas,
1895 (Pérez, 1993: 149); y los sociólogos de la llamada Escuela de Chicago:
Ralph Turner, Lewis Killiam, Talcott Parsons, Neil Smelser y Robert Merton
(Aranda, 2000: 227). Estas teorías fueron desplazadas progresivamente, luego de
los grandes movimientos de la década de los 60, por dos grandes tendencias que
intentaban buscar las raíces sociales de la protesta colectiva: la teoría de la
movilización de recursos, desarrollada principalmente en los Estados Unidos, y
la teoría de la construcción de la identidad colectiva, desarrollada en la
Europa occidental.
Luego de los 60, ya no se podía
aceptar que los participantes en las protestas fueran individuos anómicos e
irracionales, como habían defendido los seguidores de las teorías sobre la
sociedad de masas; los nuevos investigadores habían descubierto que se trataba
de individuos racionales, bien integrados a la sociedad, miembros de
organizaciones, y que en sus acciones de protesta estaban impulsados por objetivos
concretos, valores generales, intereses claramente articulados y cálculos
racionales de estrategia (Pérez, 1993: 162).
Estamos plenamente conscientes que los
desarrollos teóricos sobre los movimientos sociales surgieron fundamentándose
en realidades propias de los países industrializados, y que las sociedades
latinoamericanas incorporan especificidades políticas, económicas y
socioculturales que obligan a mirar más allá de las teorizaciones nacidas en el
llamado primer mundo. Por ello incorporamos en esta perspectiva los aportes que
diversos investigadores han realizado desde América Latina para el estudio de
los movimientos estudiantiles.
2. LA TEORÍA DE LA MOVILIZACIÓN DE RECURSOS.
La teoría de la movilización de
recursos, formulada por autores como John McCarthy[13],
Mayer Zald, Doug McAdam y Sidney Tarrow[14],
plantea que para que surja un movimiento social no basta con las razones para
la protesta (privaciones, etc), sino que es fundamental disponer de recursos y
de oportunidades para la acción colectiva, haciendo énfasis principal en la
existencia de la organización como recurso fundamental para la movilización.
Por tanto, no es la privación o el
malestar social, sino la prosperidad lo que facilita la aparición y el auge de
los movimientos sociales, pues la prosperidad es la que permite disponer de
mayores recursos. Tanto de mayores recursos personales, debido a la adhesión de
individuos por razones de conciencia, es decir, de individuos que al tener
resueltos sus problemas vitales básicos, disponen de recursos excedentes en
tiempo, dinero y energía para dedicarlos a las actividades del
movimiento ; como de recursos materiales más abundantes.
En cuanto a la organización, se hace
énfasis en la diferencia entre la organización de los movimientos sociales de
protesta con las organizaciones burocráticas tradicionales (partidos,
sindicatos, etc.). Las organizaciones de los movimientos sociales contienen
grupos diversos, sin un mando único, con multiplicidad de liderazgos y de
objetivos, y con canales de comunicación entre sí. En algunos casos, dichas
organizaciones evolucionan hacia su institucionalización burocrática, pero ello
ocurre sólo cuando el mismo movimiento social ha perdido su potencia
movilizadora inicial.
En cuanto a las oportunidades para la
acción colectiva, la teoría de la movilización de recursos plantea que los
movimientos sociales son una forma de hacer política por otros medios, y más en
concreto, por los únicos medios con que cuentan los grupos desprovistos de
poder y que por ello no consiguen acceder a las formas institucionalizadas de
acción política.
Los cambios favorables en el sistema
político permiten que surjan movimientos sociales : uno de ellos es la
mejora en la situación habitualmente poco favorable de los grupos de oposición.
Un segundo factor es la aparición de crisis políticas, cuando la posición
hegemónica de los grupos o coaliciones dominantes se debilitan a consecuencia
de la crisis, generando una ampliación de las oportunidades políticas para los
grupos opositores. Un tercer elemento sería la ausencia o el uso restringido de
la represión estatal, lo cual suele ocurrir en conexión con los dos factores ya
citados.
La historia política del siglo XX
venezolano tuvo un interesante aporte de los movimientos estudiantiles. De los
grupos estudiantiles universitarios surgieron los embriones de los partidos
políticos modernos, como Acción Democrática, el Partido Comunista, COPEI y
Unión Republicana Democrática. En esto influyó evidentemente uno de los
preceptos contemplados en la teoría de la movilización de recursos: la
proveniencia de clase de los líderes estudiantiles, de sectores medios
emergentes, que los colocaban en posición de disponer de tiempo, recursos,
información y formación necesarias para organizar un movimiento político de
oposición al gobierno y al sistema en general.
Cuando analizamos al movimiento
estudiantil universitario del período de la renovación, en 1969, decimos que un
elemento favorable al desarrollo mismo del movimiento de renovación
universitaria fue la apertura política iniciada por el nuevo gobierno de Rafael
Caldera, quien promovió la pacificación de las organizaciones de izquierda
alzadas en armas. Los militantes de izquierda, deseosos de recuperar sus
vínculos con las masas, volvieron a las universidades aprovechando la política
de pacificación calderista (López, Monzant y González, 2000-b: 106). Esta
circunstancia cumple otro de los presupuestos de la teoría de la movilización
de recursos: la existencia de cambios favorables en el sistema político.
Con relación a los movimientos
estudiantiles de los ochenta, se puede señalar que su procedencia de clase
seguía siendo la clase media en lo fundamental, sector que aún no había sufrido
los estragos de la crisis económica, o que en todo caso comenzaba a ver las
primeras expresiones de dicha crisis. La clase media venezolana se fortaleció
durante la década del 70, y en los años 80 estaba en capacidad de incidir
políticamente en la realidad del país.
Desde este punto de vista, se seguía
cumpliendo el presupuesto de la teoría de la movilización de recursos que
establece la necesidad de contar con recursos materiales y con excedentes de
tiempo para dedicarlos a las actividades del movimiento. El estudiantado de los
ochenta seguía siendo un estudiantado dedicado exclusivamente a sus funciones
académicas.
En la década de los ochenta, otro
elemento que contribuyó al surgimiento de la protesta estudiantil fue el
debilitamiento de las fuerzas políticas que habían hegemonizado el sistema
venezolano desde 1958[15].
Esto ocurría debido a dos causas principalmente: el inicio de la crisis
económica, y el desencanto popular por la corrupción, la burocracia y la
ineficiencia del sistema político bipartidista. La agudización de estos
elementos conducirían a la crisis política que comenzó a manifestarse a partir
de los sucesos del 27 de febrero de 1989. Es innegable que a lo largo de los
ochenta se comenzaron a asomar grietas en la aparente solidez del sistema
político, hasta el punto que algunos investigadores llegaron a vaticinar, con
algunos años de anticipación, la “bajada popular de los cerros” que ocurrió el
27 de febrero de 1989[16].
3. LA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES COLECTIVAS.
Otro aporte teórico fundamental para
esta investigación está representado en la teoría de la construcción de la
identidad colectiva, cuyos principales representantes son Alberto Melucci[17],
Alain Touraine[18], y Claus Offe[19].
Esta teoría presta especial atención a
los cambios estructurales del sistema capitalista que han dado origen a los
nuevos movimientos sociales. En ruptura con el paradigma tradicional que veía a
los movimientos sociales como expresión del enfrentamiento entre empresarios y
trabajadores, o de manera más general, como una lucha de clases cuyo principal
protagonista era el movimiento obrero, plantea la novedad de los movimientos
estudiantiles, feministas, ecologistas y pacifistas, para poner algunos
ejemplos, los cuales tienen poco o nada que ver con la clase obrera. Hay nuevos
actores, nuevos objetivos, y nuevas formas de acción social. La explicación
radica en que el desarrollo del capitalismo, en los países industrializados
fundamentalmente, fortaleció a un importante sector de clases medias que
suministró la base social para los nuevos movimientos.
Enfatizan los europeos en las diferencias
entre las organizaciones de los nuevos movimientos sociales con las
organizaciones formales tradicionales. Las primeras están caracterizadas por la
actividad, la participación, el compromiso y la acción consciente; las segundas
en cambio están jerarquizadas, con división de tareas y pasividad de la mayoría
de sus miembros.
En los movimientos, el líder es un
activista, la legitimidad se basa en el carisma, las relaciones entre los
miembros tienen fuertes componentes emocionales, la lucha se dirige a objetivos
ideales y se plantea en forma de rupturas radicales, y el público al que el
movimiento atrae es joven en su mayoría. En cambio, las organizaciones formales
tienen como dirigentes a administradores o gestores, su legitimidad es de
carácter burocrático, las relaciones internas están dominadas por la
racionalidad, y la lucha se dirige a la realización, aunque sea parcial, de los
objetivos y a la consolidación de los logros alcanzados; predominando en las
mismas las personas de mediana edad.
La espontaneidad, la informalidad y el
bajo grado de diferenciación, tanto horizontal como vertical, son los rasgos
definitorios de los nuevos movimientos sociales en el terreno de la
organización. Esto explicaría la falta de continuidad características en estos
movimientos. Esta discontinuidad se plantea como la presencia vinculada de dos
etapas en la existencia de los movimientos sociales: una etapa de “latencia”,
en la cual se experimentan los nuevos modelos culturales, opuestos a los
códigos sociales dominantes, y se fortalecen los recursos y el entramado
cultural para la movilización posterior; y la etapa de movilización propiamente
dicha.
La teoría de las “identidades
colectivas” expone un aspecto fundamental para entender la lucha social del
siglo XX venezolano. En otro lugar hemos dicho:
“se
han producido circunstancias como la venezolana, en la cual la existencia de
una estructura económica escasamente desarrollada en la industria, y por
consiguiente con un proletariado poco numeroso, pero que contaba con los
aportes millonarios de la renta petrolera, permitió la existencia de una clase
media relativamente fuerte en su influencia social. Los movimientos
estudiantiles de los años 20, 30, 40 y 50 fueron determinantes en el proceso
político posterior de la nación; de las filas universitarias surgieron
prácticamente todos los partidos y líderes políticos que condujeron al país en
el período democrático y sus etapas previas. En Venezuela la clase media urbana
ha sido, a lo largo del siglo XX, la clase revolucionaria por excelencia“(López,
1999: 20)[20].
Venezuela es un buen ejemplo del
desarrollo desigual de las sociedades capitalistas; ciertamente tuvimos una
ausencia notoria de una clase obrera numerosa, y gracias al rentismo generado
por el petróleo, surgió una amplia clase media, la cual insurgió políticamente
a partir de 1928.
Los movimientos estudiantiles
venezolanos, entre 1958 y 1989, fueron el grupo social más beligerante (López,
Monzant y González, 2000: 83); en esta circunstancia incidió también el control
hegemónico que Acción Democrática ejercía sobre las organizaciones sindicales
obreras, a las cuales condujo en una política de conciliación de clases y “paz
social”. La lucha social de los primeros treinta años de la democracia
puntofijista estuvo signada por la protesta estudiantil. Incluso las
organizaciones de izquierda, que se autodenominaban “partido de la clase
obrera”, estaban constituidas casi en su totalidad por activistas provenientes
del medio estudiantil universitario, como lo ha demostrado Luis Beltrán Acosta
(1984: 23)[21].
Tanto la teoría de la movilización de
recursos como la de identidades colectivas, coinciden en valorar la acción de
los movimientos sociales por medios organizados no tradicionales, es decir, al
margen de los partidos políticos hegemónicos y de los sindicatos y gremios
mayoritarios.
Aunque el movimiento estudiantil, en
su rutina tradicional, actúa por medio de canales de participación
pre-establecidos (los gremios, los partidos), y en ese sentido no puede ser
considerado como un movimiento social, nosotros hemos valorado en nuestras
investigaciones los momentos históricos en que el estudiantado se ha comportado
como un movimiento social, actuando al margen de las estructuras tradicionales
de participación.
En esa dirección, investigamos al
movimiento de Renovación Universitaria, ocurrido en 1969, y la insurgencia
estudiantil de 1987. Ambos procesos implicaron el desplazamiento de las
Federaciones de Centros y de los principales partidos políticos existentes en
las universidades, y el surgimiento de liderazgos de base cuya legitimidad
principal eran las asambleas y las movilizaciones de calle.
Lo más
resaltante del movimiento de renovación del 69 fue la explosiva participación
estudiantil que significó. El estudiantado, casi en su totalidad, se interesó
por la vida política universitaria y nacional. La generación estudiantil de la
renovación era heredera directa de toda una década de luchas que se habían
iniciado en 1957 contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y que habían
continuado a todo lo largo de los años sesenta vinculadas estrechamente a la
lucha insurreccional y guerrillera que promovieron los partidos PCV y MIR. En
dicha década, la universidad se erigió como representante de los intereses
populares, en constante enfrentamiento contra el gobierno y los sectores
derechistas del país.
La
renovación significó una crítica al interior mismo de las universidades, con el
objetivo de replantear esa lucha social que se escenificaba en el país. Los
estudiantes, pasando por encima incluso de su dirigencia “oficial”, insurgieron
contra la burocracia universitaria y criticaron las lacras que dentro de las
instituciones se habían ido formando debido a las prácticas clientelares de los
partidos políticos.
Los movimientos estudiantiles
venezolanos de los años ochenta constituyeron una reacción al control
hegemónico que la izquierda parlamentaria ejercía sobre las Federaciones de
Centros Universitarios y Centros de Estudiantes en general. Su punto de partida
era la crítica a los vicios burocráticos que habían desarrollado esos partidos
de la izquierda tradicional (principalmente el MAS y el MIR, a los que se
agregaban los partidos considerados de “derecha”: AD y COPEI).
Los movimientos estudiantiles de los
ochenta fueron en ese sentido una forma de hacer política por otros medios,
como lo expone la teoría de la movilización de recursos, y recrearon la forma
de relacionarse entre los miembros del movimiento, estableciendo mayores
niveles de participación, compromiso, acción consciente, espontaneidad,
informalidad, bajo grado de diferenciación entre los líderes y los activistas,
características todas que enfatiza la teoría de las identidades colectivas.
Las propuestas políticas de los
movimientos estudiantiles en Venezuela cuestionaron incluso los fundamentos
ideológicos del sistema político: la democracia representativa. Desde mediados
de los ochenta comienza a surgir tímidamente un difuso movimiento social que
tiene como premisa el cuestionamiento a la representación, y junto con él, la
organización de acciones de protesta como de prácticas sociales que responden a
una cultura política absolutamente contraria a los marcos representativos del
totalitarismo liberal-democrático del puntofijismo (Denis, 2001: 61)[22].
En sus críticas a los partidos políticos y su estructura de poder sobre la
sociedad venezolana, los movimientos estudiantiles estaban socavando los
fundamentos mismos de la hegemonía bipartidista.
4.
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES SEGÚN ALAN TOURAINE.
Al analizar a los movimientos de
protesta social, Alain Touraine propone diferenciar tres tipos de conflictos
que tienden a modificar aspectos de la estructura social (Touraine, 1991: 6):
·
“Conductas
colectivas”, serían aquellas acciones que representan una defensa, reconstrucción
o adaptación de un elemento enfermo del sistema social.
·
“Luchas”,
se denominarían a los conflictos que buscan modificar sistemas de decisión, que
actúan como factores de cambio y como fuerzas políticas.
·
“Movimientos
sociales”, se llamarían a las acciones conflictivas que buscan transformar las
relaciones sociales de dominación que se ejercen sobre los principales recursos
culturales, la producción, el conocimiento, las reglas éticas.
De
acuerdo a dicha categorización, los movimientos estudiantiles venezolanos del
período estudiado contienen elementos que se refieren a los tres tipos
definidos por Touraine en base al análisis específico de cada una de las luchas
desarrolladas; el mismo autor establece que un “mismo conflicto puede depender
de uno, dos o tres tipos” (1991: 7).
Por regla general, las protestas
estudiantiles se inician como una respuesta a violaciones de sus derechos que
sufre el estudiantado como tal. En este sentido, serían una “conducta
colectiva”, al tratar de restablecer derechos adquiridos con anterioridad, como
sucedía con las protestas estudiantiles que se oponían a los aumentos de
aranceles a mediados de los ochenta en varias universidades del país.
En su desarrollo, las protestas se
proponen modificar los mecanismos institucionales que han permitido que sus
derechos sean violados. Entrarían así en la categoría de “luchas”, pues el
movimiento estudiantil se involucra en acciones políticas enfrentadas a las
instituciones del Estado (Ministerio de Educación, gobernaciones, ministerio
del interior) y a las autoridades universitarias. Y en última instancia, la
lucha estudiantil termina orientándose al cuestionamiento general del orden
establecido, contrastándolo con un referente social alternativo (por ejemplo la
exigencia de una democracia no tutelada por los partidos, y una economía que
permita el bienestar de las mayorías), aunque en este aspecto se hayan limitado
al aspecto declarativo y agitativo, sin proponerse la toma del poder político.
Creemos que los movimientos estudiantiles
no lograron cristalizar en un proyecto de poder, no porque no se lo hubieran
planteado, sino por una cuestión de incapacidad política y organizativa para
resolver sobre la marcha esa posibilidad. Algunos de los dirigentes de los
movimientos antipartido de los años 80 terminaron incorporándose a partidos y
organizaciones que sí visualizaban un proyecto de poder; como es el caso de los
dirigentes del Movimiento 20 en el Zulia, que se incorporaron al partido Causa
R y han figurado como parlamentarios regionales y nacionales en la última
década[23]
y de Franz de Armas[24],
incorporado al MBR-200 en 1992.
No obstante, pensamos que la
categorización de Touraine al exigir que los movimientos sociales, para ser
calificados como tales, deben ser portadores de elementos de transformación de
“las relaciones de dominación social que se ejercen sobre los principales
recursos culturales, la producción, el conocimiento, las reglas éticas”,
introduce elementos discutibles, pues habría que definir que se entiende por
“elementos de transformación”. En una época en la cual los antiguos paradigmas
de transformación se han derrumbado, como por ejemplo el del socialismo real y
el propio sentido de progreso implícito en la visión de modernidad, no es tan
fácil argumentar cuál elemento es realmente transformador de la estructura social actual y cuál no lo
es.
Al respecto hemos debatido en otro
momento sobre el carácter transformador de determinados movimientos sociales,
en pugna con criterios opuestos defendidos mayoritariamente por los
historiadores. Es el caso de la insurrección de esclavos que estalló en
Venezuela en 1812-1814, la cual en su etapa culminante fue liderada por José
Tomás Boves. El ejército de Boves, integrado en más del 99 % por negros y
pardos, destruía en los hechos las relaciones sociales esclavistas, que eran el
fundamento de la dominación colonial española en América, aunque no existió
nunca un programa escrito que así lo contemplase. Historiadores como Germán
Carrera Damas[25] le han negado el carácter
revolucionario a estas insurrecciones de esclavos, argumentando que no existen
pruebas documentales de sus propósitos (López, 2000-a: 133)[26].
Carrera parte de una perspectiva
filosófica basada en el idealismo subjetivo, al creer que es el pensamiento el
que determina los hechos históricos. Nosotros defendemos que “los hechos
históricos deben juzgarse principalmente no por lo que los hombres dijeron de
los mismos, sino por los hechos que llevaron a cabo” (López, 2000-a: 134). Al
combatir a los esclavistas, asesinándolos con familia y todo, extendiendo esta
matanza a toda la población blanca, obra histórica llevada a cabo por el
ejército de Boves en casi todo el territorio venezolano, se estaba destruyendo
el sistema productivo basado en la explotación del trabajo esclavo.
Esos hechos históricos de
incontrovertida realización valen más que cualquier programa. Por ello
consideramos que la valoración de las propuestas de un movimiento social debe
realizarse a la luz de sus acciones históricas, y de las consecuencias generadas
por las mismas, más que en el análisis de pretendidos programas de
transformación que no necesariamente generaron cambios reales en la sociedad.
5. LOS MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN
VENEZUELA Y AMERICA LATINA.
El carácter particular de los movimientos
estudiantiles latinoamericanos de las últimas décadas se relaciona mucho con
los procesos de masificación de la educación superior llevados a cabo en
nuestros países (Brunner, 1986: 279). Los estudiantes universitarios dejaron de
ser una elite en la medida en que la crisis económica comenzó a afectar a las
clases medias y sectores de trabajadores. Incluso la llamada proletarización de
las profesiones universitarias ha hecho bajar de status al individuo que posee
un título profesional.
Esa es una realidad presente en
Venezuela desde hace más de dos décadas. A mediados de los ochenta, diversos
teóricos como José Joaquín Brunner[27],
Germán Campos[28] y Luis Gómez Calcaño[29],
no consideraban la posibilidad de un nuevo renacer del movimiento estudiantil
latinoamericano y más específicamente venezolano. Se basaban para ello en el
fuerte control que mantenían los partidos políticos dentro de las
universidades, en la apatía presente en el estudiantado hacia sus
organizaciones representativas, en el apego exclusivo a sus intereses gremiales
o corporativos, en los efectos desmovilizantes de la crisis económica, en la
crisis de los paradigmas que sustentaban la lucha estudiantil de los 60, y en
los frenos derivados de la incongruencia entre el ofrecimiento social de participación
en los destinos del país y la incapacidad real de incorporar al joven formado
al sistema productivo ya existente.
Otros
autores señalaban el peso real de las derrotas sufridas por los movimientos
revolucionarios latinoamericanos en los 60 y 70, y el efecto sobre la población
de la propaganda anticomunista que se centraba específicamente sobre el
movimiento estudiantil, como factores que favorecían la desmovilización
creciente del estudiantado (Silva Michelena, 1986: 295)[30].
A lo anterior se agregaba la
imposición del modelo neoliberal, que pregona el individualismo y la
competencia como paradigmas sociales, sumado a los cambios en la composición
social de los estudiantes universitarios (preeminencia de estudiantes
provenientes de clase media, y de estudiantes que trabajan y estudian, reflejo
directo de la crisis económica).
No obstante, Silva Michelena concluía
en que la agudización de las tensiones sociales debido a la crisis económica y
la aplicación de las políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario
Internacional, creaban las condiciones objetivas para que el movimiento
estudiantil asumiera nuevamente un rol protagónico en la sociedad,
probablemente en alianza con otros sectores sociales. Y no se equivocaba. Las
protestas estudiantiles en la Universidad Nacional Autónoma de México, en
1999-2000, han permitido concluir que “al finalizar el siglo XX, el movimiento
estudiantil aparecía alzando la voz en contra del modelo socioeconómico
neoliberal excluyente, y para reivindicar los derechos del pueblo como el actor
central de las demandas por un cambio social” (Aranda, 2000: 248)[31].
Los
movimientos estudiantiles en América Latina fueron en sus inicios, desde
Córdoba, la expresión de sectores de las clases medias que pugnaban por abrirse
espacios de participación sociopolítica en sociedades oligárquicas
tradicionales (Vivas, 1982: 27)[32].
A lo largo del siglo XX, en América Latina se concretan una serie de reformas
liberales derivadas de cambios profundos en la estructura social, que entre
otros aspectos generó un proceso de concentración urbana y surgimiento de
nuevas clases sociales.
En estos nuevos grupos sociales, los
sectores medios emergentes inaugurarán nuevas formas de lucha social, y sus
demandas tendrán expresiones significativas en los sistemas educativos y
particularmente en las universidades[33].
Los segmentos medios surgen como los principales agentes modernizadores, y se
constituyen en los principales grupos de presión en demanda de una mayor
democratización del poder político y de mayores oportunidades educacionales. En
razón de ello, la lucha estudiantil no era sólo contra la verticalidad de la
estructura universitaria, sino contra las sociedades en las cuales ésta
funcionaba.
Con el avance del proceso de
modernización capitalista en las sociedades latinoamericanas, el movimiento
estudiantil se consolidó como expresión política de los sectores modernos,
según la conceptualización de Zermeño[34]:
“modernos, en tanto representan capas que hasta muy recientemente han alcanzado
una presencia generalizada en la sociedad, y modernos en tanto su función es el
estar íntima y directamente relacionados con la ciencia, la tecnología y el
conocimiento en general” (Zermeño, 1991: 246).
El
carácter antiautoritario de los movimientos estudiantiles, que generalmente se
enfrentan a las estructuras universitarias y a su papel dentro de la sociedad,
también choca en no pocas ocasiones contra el mismo Estado y el sistema
político imperante. El movimiento estudiantil conlleva una orientación política
en la medida que cuestiona y demanda el uso de recursos y condiciones manejadas
por el Estado, ya sean reivindicaciones gremiales o cambios sociopolíticos
(Aranda, 2000: 248). En algunos casos, el estudiantado llega a cuestionar el
orden establecido, reivindicando una visión progresista de la universidad, que
sirva para criticar las desigualdades sociales, la opresión política y la misma
dominación extranjera en el país[35].
La lucha estudiantil por la Reforma
Universitaria no es más que un camino para llegar a las reformas sociales y a
la misma revolución social[36].
Esta situación se presentó en nuestro país durante el movimiento de renovación
de 1969 y también a mediados de los 80, cuando las protestas estudiantiles se
orientaron hacia la crítica de los vicios presentes en el sistema político
venezolano, más que hacia el cuestionamiento de los problemas internos de las
universidades (aunque inicialmente hayan comenzado por esto).
La causa puede ubicarse en las
inquietudes de grupos de las clases medias ante el vertiginoso descenso de sus
niveles de vida debido a la crisis económica declarada a partir del llamado
“viernes negro”, en febrero de 1983. Estos grupos sociales, que
mayoritariamente representan la proveniencia del estudiantado universitario, comenzaron
a cuestionar la corrupción y la ineficiencia de las instituciones políticas
como una de las causas principales de la crisis. En una sociedad que había
manejado centenares de miles de millones de dólares por concepto de la renta
petrolera, no se justificaba una crisis económica como la que Venezuela comenzó
a padecer desde comienzos de los 80.
Sobre los partidos conductores de ese
sistema político, Acción Democrática y COPEI, comenzaron a recaer las culpas de
la crisis, y esas reflexiones comenzaron a manifestarse políticamente en las
universidades. No habrán dejado de influir en el alumnado las investigaciones de los profesores que en las
áreas de ciencias sociales abordaban el estudio de la realidad nacional. Como
plantea Aranda (2000: 243), cada estudiante “es un sujeto pensante y
cuestionador, que ya no se conforma con los discursos ideológicos sino que se
prepara para descubrir la verdad y a la vez construye su propia certeza para
avanzar en su desarrollo”.
Para Makram Haluani “ninguna
protesta social tiene como objetivo transformar el sistema político”[37]
(Haluani, 1994: I). No obstante, en las luchas del movimiento estudiantil
venezolano en el segundo lustro de los 80, se formularon propuestas específicas
hacia la transformación del sistema bipartidista dominante, como veremos más
adelante. La acción política de ese movimiento estudiantil comenzó por derrotar
electoralmente a los partidos tradicionales, tanto de derecha como de
izquierda, generando un discurso político que sin ambages puede considerarse el
embrión de todas las convulsiones sociales que se iniciaron en el país a partir
del 27 de febrero de 1989.
Al decir esto no estamos afirmando que
exista una conexión directa entre los movimientos estudiantiles y las protestas
populares del 27 de febrero; es decir, no fueron los estudiantes los
protagonistas principales en febrero del 89. Pero el sustento ideológico que
envolvía la protesta social sí lo habían construido los movimientos
estudiantiles, con sus críticas implacables hacia los vicios del bipartidismo,
y su lucha intransigente que llegaba al saqueo y quema de las casas partidistas
de AD y COPEI, el apedreamiento de sedes institucionales como Asambleas
Legislativas, Gobernaciones y Concejos Municipales, y los actos de saqueo de
alimentos contra camiones de transporte privado. No cabe duda que los
estudiantes fueron los primeros en dar “el ejemplo” de lo que se masificó como
conducta social en febrero del 89[38].
Posteriormente, la participación en
todo el país de grupos estudiantiles organizados en las insurrecciones
militares del 4 de febrero[39]
y del 27 de noviembre de 1992, son una prueba contundente de que los
movimientos estudiantiles de ese período trascendieron la mera lucha
gremialista o corporativa, y se involucraron masivamente en los intentos por
derrocar al régimen puntofijista. El estudiantado, o por lo menos los sectores
organizados en el mismo, sí se plantearon como objetivo la transformación del
sistema político[40].
CONCLUSIONES.
Los
aportes teóricos mencionados constituyen una base principal para el estudio
teórico de los movimientos estudiantiles en Venezuela, y se pueden resumir así:
·
Para que surja un movimiento social no
basta que existan privaciones, sino que es fundamental disponer de recursos y
de oportunidades para la acción colectiva. La organización es una condición
básica de la movilización.
·
Los movimientos sociales se desarrollan
al margen de las organizaciones burocráticas tradicionales, como los partidos y
sindicatos.
·
Los movimientos sociales son una forma
de hacer política por medios no convencionales, por parte de los grupos
desprovistos de poder y que no tienen acceso a las formas institucionalizadas
de acción política.
·
Los movimientos sociales surgen en
medio de crisis políticas, o en el marco de procesos de apertura política que
favorecen la acción de los grupos de oposición.
·
Los cambios estructurales en el sistema
capitalista han permitido la insurgencia de movimientos sociales distintos al
tradicional enfrentamiento burguesía-proletariado o terratenientes-campesinos.
La aparición de importantes sectores de clases medias favoreció el desarrollo
de movimientos estudiantiles, profesionales, feministas, indigenistas y
ambientalistas, entre otros.
·
Los códigos culturales (la identidad
colectiva) entre los miembros de los movimientos sociales contribuyen a la
permanencia de los mismos.
·
La espontaneidad, la informalidad y el
bajo grado de diferenciación son los rasgos definitorios de la organización de
los movimientos sociales. Los líderes de estos movimientos se basan en su
carisma y en la relación directa con todos sus miembros. Estos últimos
participan en la toma de decisiones y expresan un alto grado de conciencia y
compromiso. En contraste con las jerarquías y la pasividad existentes en las
organizaciones tradicionales.
·
Los movimientos estudiantiles
representaron en Latinoamérica a sectores medios emergentes que disputaban
espacios de participación democrática, llegando a plantearse la cuestión del
poder político.
·
En Venezuela, la particular estructura
económica dependiente y petrolero-rentista, permitió la existencia de grupos
sociales intermedios que cumplieron un papel de primer orden en la lucha
política por conquistar la democracia liberal, lucha que en las décadas de 1960
y 1980 sería llevada más allá, con propuestas nacionalistas y socialistas. En
este proceso los movimientos estudiantiles fueron los protagonistas
fundamentales.
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[1] Es el caso de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, miembros de la
generación del 28, fundadores en 1941 del partido Acción Democrática, y
posteriormente Presidentes de la República. Otro ejemplo es el de Jóvito
Villalba, también miembro de la generación del 28, Presidente de la Federación
de Estudiantes de Venezuela (FEV) en 1936 y posterior fundador del partido
Unión Republicana Democrática en 1946.
[2] En las luchas contra las dictaduras de Juan Vicente Gómez
(1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez 1952-1958), y en la confrontación con la
democracia representativa burguesa (1958-1988).
[3] Al respecto hemos publicado los siguientes trabajos: LOPEZ,
Roberto., MONZANT, José Luis. Y GONZALEZ, Bertaly. (2000). “Estudiantes y
cambio social: La renovación universitaria de 1969 en la Universidad del
Zulia”. En: Revista Opción. Año 16. N° 31. Universidad del Zulia.
Facultad Experimental de Ciencias. Maracaibo (Venezuela); y LÓPEZ SÁNCHEZ, Roberto y HERNÁNDEZ,
Carmen Alicia. (2001). “Movimientos
Estudiantiles y Crisis del Sistema Político En Venezuela: 1987-1988” . Revista
Espacio Abierto. Vol. 10, n° 4. Maracaibo (Venezuela).
[4] LÓPEZ, Roberto (2005). “El Movimiento Estudiantil de La
Universidad del Zulia en el Proceso Político Venezolano, 1958 –1989”. Tesis
para optar al titulo de Magíster en Historia de Venezuela.
[5] ALVAREZ JUNCO, José. (1995). “Aportaciones recientes de las
ciencias sociales al estudio de los movimientos sociales”. En: BARROS,
Carlos. Editor. 1995. Historia a Debate. Actas del Congreso
Internacional “A historia a debate”. Julio
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[6] PEREZ LEDESMA, Manuel. (1993). “Cuando lleguen los días de
la cólera (Movimientos sociales, teoría e historia)”. En: MONTANARI, M.,
FERNÁNDEZ, E. y otros. (1993). Problemas actuales de la historia. Ediciones Universidad de Salamanca. España.
[7] RUBIO GARCÍA, Ana. (2004). Perspectivas teóricas en el estudio
de los movimientos sociales. Instituto Universitario de Investigación
Ortega y Gasset. Madrid.
[8] ARANDA SÁNCHEZ, José María. (2000). “El movimiento estudiantil y
la teoría de los movimientos sociales”. En: Convergencia. Revista de
Ciencias Sociales. Universidad Autónoma del Estado de México.
[9] TOURAINE, Alan. (1991). Los movimientos sociales. Editorial
Amalgesto. México.
[10] HALUANI, Makram. (1994). Estrategia e impacto de los
movimientos de protesta social. Fondo Editorial Tropykos. Caracas
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[11] GOMEZ CALCAÑO, Luis. (1987). Crisis y movimientos sociales en
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[12] GOMEZ CALCAÑO, Luis. (1991). “Los movimientos sociales en la
discusión actual sobre democracia en América Latina”. Revista Comunicación.
Primer trimestre 1991. Movimientos sociales, Discursos y espacios. Centro Gumilla. Caracas (Venezuela).
[13] McADAM, Doug, McCARTHY, John D. y ZALD, Mayer N
(1996): Comparative perspectives on social movements: Political
opportunities, mobilizing structures and cultural framings, Cambridge /New York : Cambridge University
Press.
[14] Sidney TARROW.
(1997) El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva
y la política. Madrid, Alianza editorial.
[15] Como lo plantea la Teoría de la Movilización de Recursos, los
movimientos sociales surgen en medio de crisis políticas por el debilitamiento
de los factores que han sido hegemónicos hasta ese momento.
[16] Luis Damiani, profesor de la UCV, afirmó durante una entrevista
publicada por el Diario El Nacional el 25 de junio de 1987 (pag. C-2): “la
crisis socioeconómica que vive el país , podría generar la aparición de
manifestaciones subversivas en el país en los próximos años ... la pesadilla
eterna de las clases altas venezolanas, la de los “cerros bajando”, pareciera
inexorable. La incógnita sería de fecha y hora ... En el caso específico de
Venezuela hay una peculiaridad: en el imaginario colectivo de la sociedad
venezolana se conformó una imagen determinada de bienestar ... Pero en este
momento esas expectativas están entrando en crisis y comienza el malestar. Y
eso podría originar una explosión social, no sólo motorizada por los sectores
subalternos, sino también por la clase media pauperizada ... El
subproletariado, los marginales, los desempleados, hoy invisibles
políticamente, todos los que viven en condiciones fragmentadas de socialidad,
los que funcionan en un mercado de trabajo agresivo, precario, podrían empezar
a buscar su identidad en nuevas modalidades de participación política y de
presencia social. Esos conflictos sociales podrían dislocarse fuera del control de los partidos políticos,
en prácticas subversivas que suspenderían las reglas de juego sobre las cuales
la sociedad pauta su rutina cotidiana”.
[17] MELUCCI, Alberto
(1990). "La acción colectiva como construcción social", en Estudios
Sociológicos, vol. 9, núm. 26, mayo-agosto, pp.357-364.
[20] LOPEZ, Roberto (1999). “El movimiento estudiantil y la
Universidad del Zulia, 1958-1970” . Trabajo de ascenso para optar a la categoría de
profesor agregado. Departamento de Cs. Humanas. Facultad Experimental de
Ciencias. Universidad del Zulia. Maracaibo.
[21] Beltrán
Acosta, Luis (1984). Las luchas sociales en Venezuela. Antecedentes
históricos del movimiento estudiantil. Fondo Editorial Carlos Aponte. Caracas
(Venezuela).
[22] Denis, Roland (2001). Los fabricantes de la rebelión
(movimiento popular, chavismo y sociedad en los años noventa). Editorial Primera Línea. Editorial Nuevo Sur.
Caracas (Venezuela).
[23] Idelfonso Finol, Elías Mata, Rafael Colmenarez, Tony Boza.
[24] Presidente de la FCU-LUZ en 1990-92 y Director Regional de Salud
en 1996, con Arias Cárdenas como gobernador.
[25] CARRERA
DAMAS, Germán. (1985). Formulación definitiva del Proyecto Nacional :
1870-1900. Cuadernos Lagoven. Serie Cuatro Repúblicas. Caracas (Venezuela).
[26] LOPEZ, Roberto (2000). “Movimientos sociales y crisis de la
sociedad colonial”. Anuario de Estudios Bolivarianos. Año VIII - N° 9.
Instituto de Investigaciones Históricas. Universidad Simón Bolívar. Caracas
(Venezuela).
[27] BRUNNER, J. (1986). “El movimiento estudiantil ha muerto. Nacen
los movimientos estudiantiles”. En: TEDESCO J. Y BLUMENTHAL H. (comp.) La
juventud universitaria en América Latina. Cresalc. Unesco. ILDIS. Caracas
(Venezuela).
[28] CAMPOS, G. (1986). “Participación y juventud: realidad o
frustración”. En: TEDESCO J. Y BLUMENTHAL H. (comp.) La juventud
universitaria en América Latina. Cresalc. Unesco. ILDIS. Caracas
(Venezuela).
[29] GOMEZ CALCAÑO, L. (1987). “Coyuntura crítica y movimientos
sociales”. En: Crisis y movimientos sociales en Venezuela. Editorial
Tropykos. Caracas (Venezuela).
[30] SILVA MICHELENA, J.A.
(1986). “La participación estudiantil en las actividades políticas”. En: TEDESCO J. Y BLUMENTHAL H. (comp.) La juventud
universitaria en América Latina. Cresalc. Unesco. ILDIS. Caracas
(Venezuela).
[31] ARANDA, J.M.
(2000). “El movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos
sociales”. En: Convergencia. Revista de Ciencias Sociales. Universidad
Autónoma del Estado de México (México).
[32] VIVAS, M. 1982. ¿Quiénes son los estudiantes? Editorial Melvin. Caracas (Venezuela).
[33] Tal como lo señalan
BRONFENMAJER G. Y CASANOVA. R. (1982). “Proposiciones sobre la universidad
venezolana”. En: Universidad, clases sociales y poder. Editorial
Ateneo de Caracas. Caracas (Venezuela). También TUNNERMANN BERNHEIN, Carlos. (1979). La reforma universitaria de Córdoba. Fondo Editorial para el desarrollo de la Educación Superior. FEDES.
Caracas (Venezuela).
[34] ZERMEÑO, S. (1991). México: una democracia
utópica. El Movimiento Estudiantil. Siglo XXI. México.
[35] WENCES REZA, R.
(1971). El movimiento estudiantil y los
problemas nacionales. Editorial Nuestro Tiempo. México.
[36] ORGAZ, J. (1971). Reforma universitaria y rebelión
estudiantil. Ediciones Libera. Buenos Aires (Argentina).
[37] HALUANI, M. (1994).
Estrategias e impacto de los movimientos de protesta social. Fondo
Editorial Tropykos. Caracas (Venezuela).
[38] Estas ideas
representan el aporte fundamental que el movimiento estudiantil venezolano
realizó en términos históricos durante las últimas décadas.
[39] En la ciudad de
Valencia, cuatro activistas estudiantiles fueron asesinados durante el
levantamiento militar ocurrido el 4 de febrero, luego de haberse rendido a las
fuerzas militares leales al gobierno de Pérez.
[40] Dirigentes
estudiantiles de esa época son hoy figuras destacadas en el proceso de cambios
que vive el país. Jorge Rodríguez, presidente de la FCU-UCV en 1989, es el
actual Presidente del Consejo Nacional Electoral. Luis Figueroa, presidente de
la FCU-UCV en 1992, es el actual Ministro de Vivienda. Elías Jaua, dirigente
estudiantil en la UCV a fines de los 80, es Ministro de Economía Popular. Otros
dirigentes estudiantiles de la época figuran como diputados y como funcionarios
destacados en el gobierno bolivariano (Luis Tascón, Vanesa Davies, Blanca
Eckout).
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