LA
NUEVA HISTORIA
DESCOLONIZADA DE AMÉRICA
Roberto López Sánchez, Ramona Suárez Piña, Karla Piñango Crespo
Capitulo I del libro que será publicado por la Editorial de La Universidad del Zulia (ganador del concurso abierto con ese fin en 2021)
Pirámide en la ciudad de Caral (Perú). 5.000 años de antiguedad.
CAPITULO
I
LA
HISTORIA RECIEN DESCUBIERTA DEL CONTINENTE AMERICANO MODIFICA COMPLETAMENTE EL
PENSAMIENTO DOMINANTE REFERIDO AL DESARROLLO DE LAS CIVILIZACIONES HUMANAS[i]
El mundo globalizado, a partir de
los siglos XV-XVI, se desarrolló bajo un discurso dominante que impusieron las
élites absolutistas de la Europa Occidental, discurso que luego continuaron las
burguesías nacionales y prolongaron hasta el presente quienes han controlado el
capitalismo global. Ese discurso fue construido bajo la necesidad de justificar
la expansión de las potencias europeas hacia el resto de continentes,
estableciendo a partir de allí que todo lo europeo es universalmente válido y
que su cultura posee una actividad creadora y dinámica superior al resto de
sociedades del mundo.
Dicho discurso parte de considerar
que las llamadas sociedades clásicas de Grecia y Roma constituyeron la “cuna de
las grandes civilizaciones humanas”, y esa cultura greco-romana ha sido impuesta a nivel mundial como paradigma de la
supuesta “superioridad” de las sociedades europeas sobre el resto de pueblos
del planeta tierra.
Entendemos al mundo occidental
según la conceptualización aportada por Antonio Soto:
“Debemos aclarar previamente que entendemos
como Occidente a toda Europa, Rusia incluida, a América del Norte, a Australia,
Nueva Zelanda y a Sudáfrica. No es pues un término geográfico, sino más bien
cultural. De allí se supone que no existe un Oriente y que las llamadas
sociedades orientales sólo lo son para Europa. Si desde nuestro país debemos
señalar la ubicación de otros continentes, observamos que nuestro Occidente es
el Asia y nuestro Oriente está formado por Europa y África. Sin embargo, como
europeos, norteamericanos y australianos se denominan a sí mismos occidentales,
debemos utilizar dicho término para referirnos a ellos”.
Todo el pensamiento occidental de
los últimos siglos se ha fundamentado en la cultura del Renacimiento europeo
(siglos XV-XVI), considerado como recuperación de las antiguas civilizaciones
greco-romanas, y se puede considerar que buena parte de todos los desarrollos
teóricos en el campo de las ciencias: en la economía, la política, la
filosofía, la sociología, la antropología, la historia, la educación, la
matemática, la física, la química, la biología, la agronomía, la medicina, la
arquitectura y demás ciencias, tienen sus principios fundamentales a partir de
las ideas renacentistas y su posterior desarrollo por el pensamiento occidental
en los cinco siglos siguientes.
Incluso el marxismo, entendido como
cuerpo teórico de las luchas anticapitalistas de los trabajadores, también
tiene un fundamento eurocéntrico, engarzado en ese principio básico de
considerar la superioridad cultural de la civilización que dio origen al actual
sistema capitalista dominante.
En este discurso eurocéntrico sobre
la historia del mundo, que denominan “historia universal”, la población del
continente americano es un actor que ingresa bastante tardíamente en el proceso
histórico. Un continente poblado con mucha posterioridad al resto de
continentes, al cual se le reconocen la existencia de varias civilizaciones
medianamente desarrolladas, pero que en términos generales han sido
consideradas en un estadio inferior a la cultura que invadió América a partir
de las carabelas de Colón, razón que explicaría la aniquilación de los imperios
existentes para inicios del siglo XVI (Incas y Aztecas) por parte de ese
pequeño contingente de aventureros españoles que inició tres siglos de
genocidio, etnocidio y saqueo.
Al designar como el “Nuevo Mundo” a
América, las élites europeas construyeron un referente que nos designaba como
un territorio casi virgen, escasamente habitado, cuyos pobladores calificaban
en el concepto de “salvajes”. En el mejor de los casos, unos salvajes con
ciertos destellos de inteligencia que les permitieron crear civilizaciones
difíciles de explicar para el eurocentrismo, como los Mayas, y construir
maravillas arquitectónicas como Machu-Picchu. Pero salvajes al fin, que habían
ingresado al torrente civilizatorio a partir de la conquista y colonización
europea. Un continente que no tenía nada relevante que aportar al desarrollo
científico-cultural de la humanidad, más allá de algunas manifestaciones
exóticas reducidas a las secciones periféricas de los museos y las
enciclopedias (López, Suárez y Rodríguez, 2019: 20).
Todo el conocimiento científico y
todos los valores culturales que hoy imperan en Nuestra América, que se
continúan reproduciendo y expandiendo en universidades, medios de comunicación,
redes sociales, instituciones públicas, empresas privadas, en los núcleos familiares
y comunidades populares, sigue siendo básicamente eurocéntrico.
Desde la época colonial, buena
parte de las élites criollas se hicieron reproductoras de ese mismo discurso
justificador de la dominación europea en América. En el período republicano y
ya entrado el siglo XX, con sus luchas populares influidas por la óptica
marxista, sectores mayoritarios de las élites políticas tanto de derecha como
de izquierda asumieron la misma perspectiva eurocéntrica explicativa de una
“historia universal” cuya columna vertebral parte de la antigua Grecia, en la
cual los americanos nos ubicamos en las extremidades inferiores de la
humanidad.
La izquierda latinoamericana,
repitiendo a los manuales soviéticos, ha reproducido y sigue haciéndolo en
pleno siglo XXI, una visión de la historia humana que desconoce completamente
el desarrollo de las grandes civilizaciones que milenios antes de Grecia y Roma
se erigieron en América, África y Asia. Ante la periodización de los
historiadores europeos, impuesta a nivel mundial gracias a la hegemonía de
occidente, es decir: Prehistoria - Edad Antigua - Edad Media – Edad Moderna –
Edad Contemporánea, los marxistas soviéticos reprodujeron el mismo esquema
unilineal pero con otros nombres: Comunismo Primitivo – Esclavismo – Feudalismo
– Capitalismo – Socialismo.
Las mayoritarias sociedades
tributarias, que el mismo Carlos Marx definió como “modo de producción
asiático”, y que predominaron en casi todas las grandes civilizaciones
originarias de la humanidad, en Sumeria, Egipto, India, China, y también en
América, han sido ignoradas por ese discurso histórico eurocéntrico (Soto
Avila, 1994: 33-34)[ii].
La mayoría de las sociedades
evolucionaron de la sociedad sin clases a la forma tributaria. El esclavismo
dominante en la antigüedad clásica europea (Grecia-Roma) fue una excepción y no
la regla. El esquema unilineal eurocéntrico hasta ahora dominante sólo refleja
las etapas de la historia de Europa occidental. Es imprescindible elaborar
esquemas de desarrollo de las distintas civilizaciones en cada uno de los
continentes, en los cuales el modo de producción tributario sería una
constante, salvo la mencionada excepción europea (Amin, 1989: 26).
Al tomar la historia de Europa como
eje de la “historia universal”, la perspectiva global se tergiversa totalmente,
pues en vez de considerar a las demás culturas por lo que ellas son en sí
mismas, estas adquieren interés desde el momento en que entran en contacto con
el mundo europeo. La “entrada” en la historia de los pueblos no europeos sólo
se produce al contactar con Europa. La historia europea es la que decide
cuándo, cómo y por qué otros pueblos tienen acceso a la historia, cuándo pueden
aspirar a la historicidad. De acuerdo con esa perspectiva eurocéntrica, se
habla entonces del “descubrimiento” cuando los europeos entran en contacto con
otras culturas, como ha ocurrido con su narración de la invasión al continente
americano.
El llamado mundo occidental y
cristiano le ha impuesto al resto del mundo su propia explicación de la
historia, presentándola como si fuera “universal”. De acuerdo con ello, el
derecho romano, la filosofía griega, la religión cristiana, la democracia
griega, la música, la pintura, el modo de vida, característicos de la cultura
occidental, deben constituirse en el patrón de referencia para el resto de
pueblos del mundo. Particularmente se ha fortalecido la tendencia a atribuir la
ciencia a Occidente, despreciando sistemáticamente todos los aportes
científicos provenientes de culturas no europeas. Pero el supuesto de que todo
lo europeo u occidental es universalmente válido es una falacia.
El resultado del eurocentrismo ha
sido el predominio de una visión completamente falsa y tergiversada sobre
nuestra historia como humanidad. Un desconocimiento casi total sobre la extensamente
rica experiencia civilizatoria del mundo no europeo, y particularmente de la
historia americana antes de la invasión colonial iniciada con la llegada de
Colón.
Pero las cuatro últimas décadas han
aportado investigaciones en distintos campos de la ciencia que están
derrumbando todos los falsos mitos sobre la superioridad europea y las
pretendidas limitaciones de las culturas americanas. El calibre de los nuevos
descubrimientos es tal que voltean completamente al eurocentrismo hasta ahora
dominante, y aportan una visión de la historia humana en donde América pasa a
jugar un papel de primer orden como territorio de las primeras grandes
civilizaciones, junto a Mesopotamia, y como espacio continental que albergó
manifestaciones culturales extremadamente sofisticadas y aún casi desconocidas
en toda su amplitud como sociedades complejas, cuya experiencia civilizatoria
tiene mucho que aportar al devenir futuro de la raza humana (Mann, 2005: 51)[iii].
LA
NUEVA INFORMACIÓN SOBRE LA AMÉRICA INDÍGENA.
Haciendo una enumeración de los
principales aportes de la ciencia a la nueva historia americana, podemos
mencionar:
- Antigüedad del poblamiento
americano. La fecha de ingreso de los
primeros grupos humanos al continente americano, que hasta el presente se
ubicaba en unos 13.000 años atrás, de acuerdo a la tesis que postula al
yacimiento “Clovis” como la manifestación primaria de ocupación humana en
América, ha retrocedido hasta llegar a aproximaciones entre 23 y 43 mil
años, de acuerdo a los estudios arqueológicos y genéticos más recientes.
Un estudio de la datación por radiocarbono de los primeros sitios
arqueológicos, realizado por Becerra-Valdivia y Higham, revela que las
regiones del interior de Alaska, el Yukon en Canadá y los Estados Unidos
continentales ya estaban ampliamente pobladas antes de las fechas
atribuidas al yacimiento Clovis. Analizando datos de 42 sitios
arqueológicos de América del Norte, estos investigadores han concluido que
ya existía ocupación humana en esos territorios hace 26.000 años, y que un
poblamiento más generalizado ocurrió a partir de 14,7 mil años a.p.[iv]
(Becerra-Valdivia y Higham, 2020). Las excavaciones arqueológicas en la
cueva Chiquihuite en el norte de México, por Ardelean y sus colegas,
proporcionan evidencia de ocupación humana hace unos 26.500
años. Este sitio mexicano se une a otros sitios arqueológicos
documentados que brindan evidencia confiable de presencia humana en la
región noroeste de México, el Altiplano de Chiapas , el centro de
México, la costa del Caribe, y varias regiones de Brasil, durante el
Pleistoceno tardío y el Holoceno temprano. que han arrojado evidencia
que sugiere fechas para la ocupación humana entre hace 20.000 y 30.000
años. (Ardelean y otros, 2020). Por su parte, James Neel y Douglas
Wallace, investigadores genetistas, estudiaron en 1994 el ADN mitocondrial[v]
de 18 grupos indígenas americanos (considerando los tres principales
haplogrupos[vi]),
y concluyeron que el grupo original que había emigrado a América se había
separado de sus antepasados asiáticos entre 29.500 y 22.500 años a.p.
(Neel y Wallace, 1994: 1158). En 1997, otros genetistas, Sandro Bonatto y
Francisco Salzano, de la universidad de Porto Alegre (Brasil), analizaron
el ADN miticondrial de grupos indígenas americanos, considerando el cuarto
haplogrupo, y calcularon que los indígenas habían abandonado Asia entre
43.000 y 33.000 años a.p. (Bonatto y Salzano, 1997: 1866). Tanto
arqueólogos como genetistas han concluido que hace 18.000 años, América se
encontraba habitada por los seres humanos en toda su extensión, desde
Alaska hasta el sur de Chile y Argentina. En contraste, el continente
europeo, que atravesaba el último glaciar (Würm), se encontraba bajo los
hielos y deshabitado en buena parte de su extensión. El término “Nuevo
Mundo” para designar al continente americano se ha demostrado como
completamente inadecuado y equivocado (López Sánchez, 2017-a).
- La civilización Caral.
El descubrimiento de la civilización de Caral, en Perú, cuya antigüedad se
remonta a 3500 años antes de nuestra era (5.500 años de antigüedad),
constituye uno de los datos históricos más contundentes acerca del notable
desarrollo cultural de los pueblos americanos varios milenios antes del
florecimiento de Grecia y Roma (López Sánchez, 2017-b). En el comienzo del
siglo XXI se ha podido constatar que tres mil años antes de la Grecia
clásica los antiguos peruanos ya construían pirámides (la ciudad de Caral
cuenta con seis pirámides) y se organizaban en sociedades complejas. A partir
de investigaciones realizadas a fines de la década de 1990 por los
arqueólogos peruanos Ruth Shady Solís, Arturo Ruiz Estrada y Manuel
Aguirre Morales, y los estadounidenses Jonathan Haas y Winifred Creamer,
se ha podido determinar que en el norte de Perú se desarrollaron hace unos
cinco mil años varios grandes asentamientos humanos encabezados por la
ciudad de Caral, que constituirían los primeros complejos urbanos de la
humanidad después de Sumeria. En total se han descubierto al menos 20
centros urbanos en la región del valle del río Supé y otros valles
aledaños, en Norte Chico, a unos 210 kilómetros de Lima. Fue en 1997
cuando Ruth Shady publicó los primeros resultados de sus investigaciones
en Caral, cuyas dataciones de carbono 14 determinaron el horizonte de
cinco mil años de antigüedad, dejando muy atrás a los Olmecas, que se
desarrollaron en Mesoamérica 1.200 años después, y a la cultura Chavín, en
los andes peruanos, que surgiría 2.100 años más tarde que Caral. De
acuerdo al fechado de radiocarbono, Huaricanga tendría una antigüedad de
3.500 años a.c., constituyendo hasta ahora el centro urbano más antiguo de
la región. Otros centros urbanos de ese período, que se ubican en zonas
ecológicas distintas (costa, sierra y selva alta), son Áspero, la Galgada,
Piruro, Kotosh, Huaricoto, Allpacoto, Chupacigarro Este, Chupacigarro
Centro, Chupacigarro Oeste, Pueblo Nuevo, Huacache, Peñico, Miraya y El
Paraíso. En una época en que los griegos apenas superaban el neolítico,
las sociedades indígenas americanas de Norte Chico, en Perú, desarrollaban
un amplio escenario cultural que perduró por unos dos mil años. Hoy
tenemos la certeza de que los antiguos peruanos desarrollaron una gran
civilización con instituciones estadales, centros urbanos, agricultura,
sistemas de riego y redes de comercio casi 30 siglos antes que los griegos
(Shady Solis, 2006: 85). La gran envergadura de las construcciones
públicas implicó la organización de una forma de estado expresados en
trabajo tributario, dirigido por una elite teocrática no militarista (no
hay indicios ni de guerras ni de murallas defensivas). Caral constituye
una de las dos primeras civilizaciones humanas que por cuenta propia
desarrollaron formas de gobierno estadal (la otra es Sumeria) (Shady
Solís, 2002: 58).
- América en el origen de las
primeras civilizaciones humanas.
Con estos descubrimientos, que se han confirmado gracias a las dataciones
con carbono 14 en los primeros años de este siglo XXI, el continente
americano ha pasado a ocupar los primeros lugares en el orden de
nacimiento de las grandes civilizaciones humanas, implicando con ello un
vuelco considerable en la valoración de las culturas indígenas
precolombinas, despreciadas históricamente por la civilización occidental,
desprecio que ha servido de justificación permanente para perpetuar
diversos y complejos mecanismos de sometimiento económico, político y
sociocultural hacia los países de Nuestra América.
- Las selvas antropogénicas de los
indígenas amazónicos. Diferentes
investigaciones arqueológicas, antropológicas y de ecología histórica,
desarrolladas durante las dos últimas décadas del siglo pasado y lo que va
del presente siglo han permitido el reciente descubrimiento de una gran
civilización indígena en el territorio amazónico suramericano, que existió
durante varios milenios antes de la conquista europea (Balee, 2013: xiv).
La existencia de selvas construidas por humanos (Roosevelt, 2014:70), a
partir de tierras fértiles elaboradas por dichas sociedades en un proceso
de varios milenios de experimentación agrícola, y la constatación de
centros poblados con decenas de miles de habitantes, alimentados con un
sistema de agricultura intensiva muy sofisticado, permite afirmar que la
Amazonia albergó una civilización de entre 8 y 10 millones de personas en
el período precolombino (Clement y otros, 2015: 2). La "Terra Preta”,
base de las selvas producidas por humanos, echa por tierra la vieja tesis
del “conuco de tala y quema” como sistema agrícola originario de los
indígenas suramericanos, colocando a este último como un sistema de
“emergencia y subsistencia” que se desarrolló en el siglo XVII luego del
desalojo de los pueblos amazónicos de sus bosques antropogénicos. Los
indígenas amazónicos construyeron sus propios bosques como sistema
altamente sofisticado de cultivo, utilizando una tecnología que aún hoy no
se ha interpretado totalmente, pero que puede aportar mucho al futuro de
la humanidad, al aprender las respuestas que nuestros indígenas dieron
ante los desafíos del ambiente y de cómo modificaron ese ambiente para su
propio beneficio.
- La tecnología LIDAR y la
civilización Maya. Recientes
investigaciones (en 2018) han identificado las ruinas de más de
60.000 casas, palacios, súper carreteras y otros asentamientos humanos que
han estado ocultos durante siglos bajo las selvas del norte de
Guatemala. Este hallazgo es un gran avance en la investigación
arqueológica de la civilización maya. El descubrimiento se realizó gracias
al uso de la tecnología LIDAR (llamada así por las siglas en inglés
de Laser Imaging Detection and Ranging, -Detección y medición de
imágenes con láser-), un dispositivo que les permitió remover
digitalmente los árboles de las imágenes aéreas de las ciudades mayas,
revelando las ruinas de una civilización precolombina que era mucho
más compleja y estaba más interconectada de lo que la mayoría de los
especialistas en la civilización maya habían supuesto (Canuto y otros,
2018: 2). Las imágenes proporcionadas por el escaneo de LiDAR muestran
redes de súper carreteras que conectaban centros urbanos, canteras y
sistemas complejos de irrigación y terrazas para la agricultura, actividad
que les permitió alimentar a cientos de trabajadores tributarios
encargados de construir las grandes ciudades. Estos resultados demuestran
que Centroamérica albergó una civilización avanzada y compleja comparable
con la antigua Grecia. El estudio con LIDAR de la ciudad de Tikal ha
permitido descubrir una extensión desconocida hasta ahora de las áreas
urbanas, que indican que dicha ciudad tuvo cuatro veces más población de
la que hasta ahora se había calculado. "Visto en su conjunto, las
terrazas y canales de riego, embalses, fortificaciones y calzadas revelan
una asombrosa cantidad de modificación de la tierra hecha por los mayas en
todo su paisaje en una escala previamente inimaginable", informa el investigador Francisco Estrada-Belli.
Lo que hace estimar la población de 10 a 15 millones de personas en lugar
de siete, durante el período Clásico Tardío (650-800 dC). Un hallazgo
que sorprendió a los arqueólogos fue la compleja red de calzadas que unían
a las ciudades mayas en el área. Las carreteras elevadas, que permitieron
el paso fácilmente incluso durante las temporadas de lluvia, eran
suficientemente amplias y esto sugiere que fueron muy transitadas y
utilizadas para el comercio. El estudio a fondo de los sistemas de
escritura, numéricos y astronómicos de civilizaciones americanas como la
Maya, permiten conocer la profunda sofisticación de sus conocimientos
científicos. Entre otras cosas, los Mayas fueron los primeros en usar el
cero dentro de un sistema numérico. Los Mayas fueron el pueblo más avanzado
en su calendario y cálculos astronómicos para la época en que existieron.
Estrada-Belli finaliza diciendo: "Necesitaremos 100 años para
analizar todos los datos y realmente entender lo que estamos viendo".
- Los números reales de la población
americana. La población americana al
momento de la invasión europea era realmente muy superior a la que se le
ha adjudicado en el discurso eurocéntrico que califica al continente como
un territorio casi deshabitado. Cuando Colón emprendió su viaje en 1492,
en América habían más habitantes que en toda Europa Occidental. Sólo en la
meseta central de México habitaban 25 millones de personas, mientras
España y Portugal juntos no llegaban a los 10 millones. Para el momento de
la llegada de los europeos a América, este continente poseía entre 90 y
112 millones de habitantes, más poblado que toda Europa (Dobyns, 1983)
(Cook y Bora, 1979). La aplicación de la reciente tecnología LIDAR al
estudio de los sitios arqueológicos precolombinos pudiera aumentar
considerablemente esa cifra poblacional. Esta grandiosa población indígena
de América fue diezmada en el trascurso de un siglo debido principalmente
a los efectos de las enfermedades trasmitidas por los invasores europeos.
Se calcula que entre comienzos del siglo XVI y el XVII América perdió el
90 % de su población indígena debido a las enfermedades, acompañado por el
genocidio-etnocidio desarrollado por los conquistadores europeos para
derrotar la resistencia y someter al trabajo esclavo a los indoamericanos.
El ocultamiento expreso de la gran cantidad de población indígena
americana al momento de la invasión europea ha tenido por objetivo
legitimar el argumento de que era perfectamente lícito y admisible
apoderarse de un territorio deshabitado, o que estaba escasamente poblado por
unos pocos “salvajes”.
- Las 180 familias lingüísticas
americanas. La enorme riqueza cultural de
las sociedades americanas antes de la llegada europea se refleja en la
gran diferencia numérica entre las lenguas indígenas de América y las
existentes en Europa. Los estudios lingüísticos han demostrado que los
indígenas americanos hablaban unas 1.200 lenguas distintas, que han sido
clasificadas en 180 familias lingüísticas. En contraste, Europa sólo posee
8 familias lingüísticas (entre ellas, la indoeuropea, la ugro-finesa, la
vasca y la turca). Una variedad lingüística que echa por tierra la
afirmación anterior que establecía un poblamiento del continente de sólo
13 mil años, que es el tiempo aceptado por la arqueología oficial
norteamericana para la llegada del hombre al continente americano, usando
como patrón los yacimientos denominados Clovis. Notable contraste entre
las 180 familias lingüísticas de América con las tan sólo 8 familias
lingüísticas en Europa, lo que sugiere que la llegada de los primeros
seres humanos a nuestro continente debió ocurrir en una fecha muy distante
a la que sugiere la tesis Clovis, considerando en el caso europeo que ese
continente tendría 40 mil años habitado por el homo sapiens, lo que
permite sugerir que América pudiera tener un tiempo incluso mayor para el
ingreso de los primeros humanos a este territorio.
- Extensos imperios y grandes
ciudades. Las sociedades que se
desarrollaron en América en modo alguno pudieran considerarse como
pertenecientes a estadios culturales inferiores a las existentes en el
resto de continentes. Como afirma Charles Mann: “El Imperio Inca para 1492
constituía el imperio más vasto de la tierra. Más extenso que la China de
la dinastía Ming, mayor que la Rusia en expansión de Iván El Grande, mayor
que el imperio de Songhay en el Sahel o que la poderosa Zimbabue en las
mesetas de África occidental, mayor que el Imperio Otomano, mayor que el
imperio Azteca y mucho mayor que cualquier estado europeo, el territorio
de los incas se extendía a lo largo de treinta y dos grados de latitud,
equivalente a la distancia entre San Petesburgo (Rusia) y El Cairo
(Egipto)”. Ciudades como Tenochtitlán, capital del imperio Azteca,
constituía un centro urbano de mayores dimensiones que cualquier ciudad
europea de la época. La América precolombina desarrolló otras ciudades con
poblaciones de por lo menos 100.000 habitantes, como Teotihuacán en
México, Chan Chan en Perú, Tikal en Guatemala y Marajó en Brasil. Mucho se
ha escrito sobre las maravillas arquitectónicas de los Incas, Mayas y
Aztecas, junto a otros pueblos indoamericanos. Pensar nada más que en
Caral hay pirámides que superan los cuatro mil años de antigüedad, y
todavía están en pie, es reconocer la grandeza de las civilizaciones
americanas, equiparables a cualquier otra expresión civilizatoria del
globo.
- El Maíz.
El conocimiento científico aplicado a la agricultura tiene su mejor
ejemplo en el maíz, considerado en términos de producción el cultivo más
importante del mundo. El desarrollo del maíz, principal alimento de todas
las grandes civilizaciones americanas, se considera hoy en día como un
milagro de la ingeniería genética desarrollado por los indígenas de
Mesoamérica (difícil incluso de lograr en la actualidad). El maíz es una
planta que no posee especies silvestres, y se calcula que lo desarrollaron
los mesoamericanos mediante la hibridación de plantas silvestres, hace
unos 6.000 años. El maíz no fue domesticado, fue creado por los indígenas
mesoamericanos. En México se han identificado más de 50 cepas híbridas de
maíz, genéticamente diferenciables, de las que se desprenden hasta 5 mil
variedades en Mesoamérica. El cultivo del maíz fue desarrollado por los
indígenas mediante la Milpa, que es un campo en el cual se plantan una
docena de cultivos a la vez, entre ellos maíz, aguacates, múltiples
variedades de calabazas y frijoles, melones, tomates, ajíes, amaranto. Los
cultivos de la milpa son complementarios tanto nutritiva como
ambientalmente. A diferencia de otros sistemas de cultivo en distintos
continentes, incluso en la actualidad, que generan un agotamiento del
suelo a largo plazo, aunque se recurra a fertilizantes artificiales,
rotación de cultivos y dejar el campo en barbecho por un tiempo, la Milpa
existe en lugares de Mesoamérica que han sido cultivados en forma continua
y sistemática desde hace cuatro mil años y que siguen siendo productivos.
La Milpa es el único sistema que permite esa clase de explotación a largo
plazo. Al crear el Maíz, los indígenas no sólo crearon una nueva especie,
sino que crearon un nuevo entorno en el cual situarlo, si se considera que
no existen variedades silvestres de ese cereal en América. Los indígenas
americanos desarrollaron tres quintas partes de los cultivos actuales en
el mundo global, entre ellos el maíz, la papa, la mandioca (yuca), el
tomate, el pimiento (ajíes), las calabazas (auyamas) y otras cucurbitáceas
(melones, pepinos, patillas) y muchas variedades de alubias (granos), el
aguacate, el cacao y muchas otras plantas alimenticias de consumo mundial.
Además de otros vegetales fundamentales como el algodón y el tabaco (Mann,
2006: 241). La adopción por los europeos del cultivo del maíz y la papa
americanos, luego de los procesos de conquista y colonización, contribuyó
en mucho al combate de las grandes hambrunas por las cuales atravesó
Europa en los largos períodos de guerra vividos en los últimos tres
siglos.
- La remodelación del paisaje en
Norteamérica. Los indígenas
americanos transformaron a gran escala amplios espacios territoriales para
su propio beneficio. Ya hemos mencionado las selvas antropogénicas de la
Amazonia, que lanzan al basurero de las especulaciones pseudocientíficas
las tesis que predominaron por siglos de considerar a la selva amazónica
un paisaje virgen, sin intervenir, en el cual los seres humanos que allí
residieron lo hicieron prácticamente al mismo nivel que los animales, sin
modificarlo en ningún aspecto. Pero esa remodelación del paisaje se
desarrolló también en muchos otros lugares del continente. Por ejemplo los
Iroqueses en Norteamérica, que todos los otoños prendían fuego a los
bosques, las llanuras y las praderas para desbrozar los montes de toda
hierba y sustancia nociva, a fin de que se desarrollase mejor la primavera
siguiente. Los indígenas norteamericanos, como afirma Charles Mann,
aplicaban el mismo principio ecológico de “sucesión”, mediante el cual la
naturaleza siempre se ha servido del fuego como medio para remodelar los
paisajes. Gracias al fuego cazaban ciervos en el noreste, caimanes en los
Everglades, búfalos en las praderas, saltamontes en la Gran Cuenca,
conejos en California, alces en Alaska. En lugar de domesticar a los
animales para alimentarse con su carne, los indígenas adaptaban los
ecosistemas para fomentar la reproducción de los alces, ciervos y osos.
Los indígenas lograron movilizar hacia el este a los bisontes de sus
praderas en el oeste, mediante el uso del fuego. Los grandes bosques con
los cuales se encontraron los primeros europeos en Norteamérica, que
interpretaron como “jardines” naturales, ralos y desprovistos de malezas,
a través de los cuales podían recorrerlos con caballos y carruajes, no
eran en lo absoluto “naturales”, sino conformados a través de los siglos
por los mismos indígenas. El desarrollo de la agricultura se realizó a la
vez que conservaban bosques para la caza mientras reforestaban con
diversos tipos de nueces y frutos secos (nueces, bellotas, avellanas,
castañas). Como afirma el historiador William Cronon, citado por Charles
Mann: “cuando los iroqueses cazaban bisontes obtenían un alimento que
habían contribuido a producir. Pocos observadores ingleses podían
percatarse de este detalle. La gente acostumbrada a la domesticación de animales
carecía de los instrumentos conceptuales adecuados para comprender que los
indios practicaban una modalidad agropecuaria propia”.
- La remodelación del paisaje en
Mesoamérica y los Andes. La remodelación
del paisaje también se presentó en los Aztecas: su sistema de agricultura
desarrollado sobre el lago Texcoco mediante las chinampas, balsas que
flotaban sobre las aguas, demuestra una inventiva científica propia de
sociedades avanzadas. Las culturas de los andes suramericanos, de las
cuales el imperio Inca fue su última expresión, constituyeron (y siguen
existiendo en la actualidad) el único lugar de la tierra en donde millones
de personas, contra toda lógica aparente, viven a más de tres mil metros
de altitud sobre el nivel del mar. En ningún otro lugar de la tierra ha
vivido una población tantos miles de años en circunstancias tan precarias.
Los Incas construyeron una telaraña de senderos empedrados que abarcaba un
total de 40.000 kilómetros, incluyendo la denominada “Gran Muralla del
Perú”, de 65 kilómetros de longitud, que todavía no ha sido investigada
debidamente por los arqueólogos. Destacan también los gigantescos trabajos
de remoción de tierras que les permitió construir enormes terrazas para el
cultivo con sus respectivos canales de irrigación, que asemejaban grandes
escaleras que iban desde el fondo de los valles hasta las cimas de las
montañas, las cuales aún se pueden observar en diversos sitios de los
Andes.
- Los Quipus como sistema de
escritura. Los Quipus, cuerdas y nudos
de colores elaborados por los Incas (y que se han encontrado en la zona
andina desde tiempos de la civilización Caral), que eran considerados
hasta ahora un complejo mecanismo de contabilidad, están siendo
descifrados como sistema de escritura que se perdió en la memoria de los
tiempos al colapsar la cultura de los Incas ante el avasallamiento militar
y cultural español, acompañado de la brutal pérdida poblacional en muy
poco tiempo debido a las enfermedades trasmitidas por los invasores
(Hyland, Ware y Clark, 2014) (Urton, 2002). Esta hipótesis sobre los
Quipus como sistema de escritura, está siendo comprobada por las recientes
investigaciones de Sabine Hyland (2014), Gary Urton y Manuel Medrano
(2018). Se demostraría una vez más la alta sofisticación de las culturas
americanas. Según los cronistas españoles que observaron el uso de quipus,
estos textos de cuerdas codificaban información numérica, como los pagos
de tributos, así como la narrativa, historias reales (Hyland, 2015: 1).
Los quipus forman un código binario que se asemeja al lenguaje informático
de la actualidad, y han atraído el interés de investigadores en
universidades como Harvard (Medrano y Urton, 2018). Los quipus desafían
nuestra noción de lo que es la “escritura verdadera”. Estas cuerdas
anudadas mantenían registros numéricos, históricos y religiosos con gran
eficiencia de un imperio centralizado, altamente organizado. Los quipus
implican una combinación de la vista y el tacto, donde el color se combina
con las sensaciones táctiles de dirección de nudos y torsión de hilos para
transmitir lo que significan. La civilización indígena más grande del
hemisferio occidental desarrolló un sistema de escritura en tres
dimensiones. Los Incas comunicaron sus preocupaciones más íntimas a través
de una estética en que la vista y el tacto estaban inextricablemente
entrelazadas (Hyland, 2015: 3). En cierta forma, el sistema de escritura
de los Incas rompe con todos los sistemas de escritura registrados en el
resto del mundo, e integra una perspectiva tridimensional y táctil no
conocida hasta ahora.
13. Chiribiquete y el
monumental arte rupestre suramericano.
El Parque Nacional Sierra de Chiribiquete se encuentra ubicado en la
región amazónica colombiana,
específicamente en los departamentos de Caquetá y Guaviare.
A mediados de la década de 1980 fue localizada en esta región una serie de mega-murales
con más de 75.000 pinturas rupestres[vii]
que han llevado a asignarle la denominación de la “Capilla Sixtina de la
Amazonía”, un lugar monumental del que aún falta por explorar el 70 % de su
extensión. Como afirma el arqueólogo colombiano Carlos Castaño: “Chiribiquete fue un centro de pensamiento
cosmogónico que de alguna manera tuvo un impacto muy importante dentro del
continente suramericano” (Millán, 2020). La Serranía de Chiribiquete está
situada sobre la línea del Ecuador, de allí la denominación antropológica de
“El Centro del Mundo”, circunstancia que según Castaño, no era ignorada por los
indígenas autores de esas decenas de miles de pinturas rupestres. La antigüedad
de estas obras de arte del pasado americano, oscila entre 12.000 y 22.000 años
(Castaño, 2016), datación que una vez más echa por tierra la teoría de “Clovis”
sobre el poblamiento tardío del continente, y que demuestra sin duda el gran
impacto cultural de las civilizaciones amazónicas, cuyas más recientes
expresiones se expresaron en la terra preta y las selvas construidas por la
mano del hombre. Chiribiquete representa una tradición cultural que se ha
mantenido incluso hasta la actualidad; los pueblos indígenas de la región
continúan haciendo murales similares a los que iniciaron sus antepasados hace
20 mil años. Otro elemento resaltante es la representación del jaguar, la representación
de hombres-jaguar que se encuentran en manifestaciones posteriores a todo lo
largo del continente, desde Mesoamérica hasta La Patagonia. Las pinturas
rupestres de Chiribiquete representan, además de figuras humanas, a ejemplares
de la megafauna extinta, propia del Pleistoceno (Edad de los Glaciares), como
mastodontes (especie de elefantes americanos), megaterios (perezosos gigantes)
y caballos (Aceituno, 2020). Esta extensa serranía, de 300 kilómetros de largo
por 50 kilómetros en su parte más ancha, ha sido declarada Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco en 2018, y el gobierno de Colombia ha extendido el
Parque Nacional a más de cuatro mil hectáreas. Chiribiquete espera por nuevas
investigaciones que permitan conocer más de este sitio monumental del pasado
americano, que compite y tal vez supera todo el arte rupestre conocido hasta
ahora en el resto del mundo.
¿SE
PUEDE SEGUIR LLAMANDO NUEVO MUNDO?
La idea de concebir a América como
el “Nuevo Mundo” se ha derrumbado ante las evidencias arqueológicas que
retrasan en decenas de miles de años la entrada de seres humanos al continente
y que colocan a los Andes suramericanos en el origen mismo de las primeras
grandes civilizaciones de la humanidad. Unas sociedades complejas y
sofisticadas, que nada tienen que envidiarle a las que se desarrollaron en el
resto de continentes, comienzan a emerger poco a poco, trastocando todos los
discursos científicos, todos los prejuicios culturales y todas las
justificaciones perversas que sirvieron de sustento a la aniquilación casi
completa de milenios de civilización que se suscitó en los siglos siguientes a
la invasión europea.
Recuperar la memoria de la
humanidad en América es imprescindible para valorar adecuadamente los aportes
civilizatorios que millones de personas desarrollaron durante milenios en casi
absoluta incomunicación con el resto del mundo habitado. Una historia de más de
cuarenta mil años espera por ser conocida, difundida y comprendida, para bien
del futuro de la actual sociedad globalizada.
La historia de la América
precolombina debe reescribirse (López, Piñango y Suárez, 2018). Esa es la
conclusión fundamental a la que se llega a partir de las más recientes
investigaciones científicas en arqueología, genética, lingüística, antropología
y estudios paleoclimáticos. Las últimas décadas del siglo XX y las dos primeras
del siglo XXI han servido para modificar de una manera bastante radical la
percepción sobre el poblamiento americano y sobre las culturas que se
desarrollaron en este continente antes de la llegada de los europeos.
Aunque la existencia de grandes
civilizaciones como los Aztecas e Incas había sido aceptada y estudiada desde
hace varios siglos, la valoración general sobre las culturas precolombinas,
incluyendo a estos grandes imperios, se ha modificado en la medida en que los
investigadores han roto con los prejuicios culturales impuestos por el racismo
eurocentrista, y se han aportado nuevos datos y perspectivas que colocan a la
América antes de 1492 como un territorio en el cual surgieron importantes
procesos civilizatorios que aún hoy no se conocen del todo, pero que de manera
indudable colocan a la América en los primeros lugares del desarrollo cultural
de la humanidad.
El proceso de invasión, conquista y
saqueo que se produjo a partir de 1492 en América, introdujo simultáneamente un
discurso justificador, el cual fue perfeccionándose con los años y que sigue
vivo en pleno siglo XXI. Ese discurso parte de considerar que los habitantes de
América poseían una cultura inferior a la europea, y que por tanto era
plenamente justificado su sometimiento y dominación, como mecanismo que los
impulsara hacia un “estado civilizatorio” del cual eran incapaces de alcanzar
por sí mismos.
En la práctica, la invasión europea
significó la destrucción sistemática de todas las culturas originarias de
América, incluyendo los grandes imperios de los Incas y los Aztecas, el saqueo
generalizado de nuestras riquezas naturales (saqueo que aún pervive) y el
sometimiento esclavista de la población indígena que logró sobrevivir al
exterminio guerrerista europeo y a las enfermedades por ellos transmitidas.
Miles de años de civilización se
disolvieron en pocos siglos de conquista y colonia. Con el tiempo, tanto los
colonizadores como los colonizados terminaron olvidando la enorme riqueza
cultural con la cual se tropezaron Colón y demás conquistadores. El discurso
discriminador y negador de las culturas americanas terminó como fuente de
verdad, y los posteriores desarrollos culturales republicanos de los siglos XIX
y XX reprodujeron las explicaciones eurocéntricas sobre nuestros orígenes y
nuestro pasado precolombino.
Postulamos un conocimiento
histórico y antropológico que reivindique nuestra identidad nuestramericana,
para volver a creer en nosotros mismos, valorar nuestras culturas y poder crear
las condiciones de soberanía que permitan el desarrollo y el bienestar tanto
material como espiritual de nuestras sociedades. Cada pueblo, al encontrar sus
propias raíces, construye su identidad y busca afirmarse e insertarse en la
historia mundial con su perfil original. Recuperar la memoria de las sociedades
originarias americanas es una de las tareas teóricas principales del momento
actual.
Desde principios del siglo XIX se
produjo en Nuestra América[viii]
un pensamiento propio que intenta ver y pensar nuestras sociedades con un
proyecto americanista autónomo que busca apartarse de la subordinación a las
potenciales occidentales que han dominado directa o indirectamente esta parte
del mundo desde la época de Colón. Este pensamiento nuestramericano ha sido
escasamente estudiado y considerado en los escenarios académicos de Venezuela.
Incluso algunos de sus principales autores son totalmente desconocidos en el
medio universitario del país.
El pensamiento americanista que comenzó
a surgir desde el siglo XIX ha enfrentado durante dos siglos a una corriente
contraria que podemos llamar civilizatoria (Corvalan Marquez, 2015: 24), que en
los hechos ha actuado como representante criolla de los intereses foráneos en
Nuestra América, pues considera a nuestras sociedades como apéndices de la
cultura europeo occidental y valora nuestros desarrollos societales en la
medida en que se asemejan a los modelos del capitalismo liberal que esas
naciones representan.
Con las nuevas aportaciones
científicas sobre la historia real de las sociedades que habitaron el
continente durante milenios anteriores a la invasión europea, se abre un campo
de reflexión y debate que fortalece considerablemente esta perspectiva
americanista. Toda esta contundente realidad que aportan las recientes
investigaciones arqueológicas, antropológicas, lingüísticas, paleo climáticas y
genéticas sobre el pasado americano, contribuyen a fortalecer una tendencia
epistemológica, filosófica y política que ha buscado desde la época de la
independencia definir un camino propio y soberano para el desarrollo de los
pueblos de Nuestra América.
Afirmaciones como la de Stuart
Fiedel, prominente arqueólogo estadounidense, en las palabras iniciales de su
obra: “Prehistoria de América”:
“Cuando Cristóbal Colón desembarcó en una
isla de las Bahamas a la que llamó San Salvador … América y sus habitantes
pasaron repentinamente de la prehistoria a la historia, esto es, al período en
el cual los acontecimientos se recuerdan por medio de documentos escritos”(Fiedel,1996:
19),
que implican concebir a los pueblos
indígenas americanos como pertenecientes a estadios muy atrasados de evolución
socio-cultural, están actualmente en total cuestionamiento en virtud de todas
estas recientes investigaciones que voltean completamente lo que se conocía
como la historia de la América precolombina, e incluso modifican la propia
historia de la humanidad en su conjunto.
La conciencia sobre nuestro pasado
y sobre cómo el mismo puede repercutir y ayudar a resolver los gruesos nudos
civilizatorios de la humanidad en el siglo XXI, es una tarea de grandes
implicaciones y de mucha pertinencia para las nuevas generaciones de
investigadores y de líderes sociales.
El pensamiento propio de Nuestra
América, surgido en el siglo XIX, fortalecido en el XX y que se adentra en la
actual crisis civilizatoria del siglo XXI, espera por los aportes que se deben
extraer de ese pasado precolombino que apenas comenzamos a conocer.
Este vuelco del conocimiento que
por décadas predominó en el mundo científico sobre la América precolombina
implica una alerta para los ciudadanos al momento de valorar la información que
se recibe tanto en los medios académicos como en la opinión pública (medios de
información, redes sociales), sobre el pasado del continente americano. Luego
de 1492 se construyó un discurso y se erigieron unas sociedades que negaron
totalmente los milenios de grandes civilizaciones que se habían desarrollado
anteriormente, hasta el punto que luego de medio milenio y pese a todos los
avances, aún podemos afirmar que el desconocimiento y la ignorancia sobre
nuestro pasado es lo que prevalece.
Las implicaciones teóricas,
filosóficas, de estos recientes descubrimientos sobre nuestro pasado antes de
Colón, no solamente para el pensamiento de Nuestra América, sino para la
humanidad toda, aún están por verse. El discurso eurocéntrico predominante
durante cinco siglos está en proceso de derrumbe total ante la certeza de que
milenios antes de la civilización clásica en Grecia y Roma, existían en América
diferentes sociedades de alta sofisticación, de considerable extensión y
numerosamente pobladas.
El Nuevo Mundo americano,
anteriormente valorado como prístino, salvaje, casi deshabitado y muy poco
avanzado en términos civilizatorios, se comienza a presentar en contrario como
cuna de las primeras grandes civilizaciones humanas y cuyos secretos se van
revelando a medida que la ciencia avanza en sus investigaciones.
[i] El presente ensayo es
una primera aproximación al debate en torno a la nueva historia del continente
americano. No son ideas totalmente acabadas, sino un primer intento por abordar
el impacto teórico que sobre todo el conocimiento científico implica estos
descubrimientos que cambian la historia de la humanidad.
[ii] Esta
reflexión crítica sobre la periodización histórica unilineal impuesta por el
eurocentrismo la escuchamos por primera vez del profesor Antonio Soto Avila,
quien para 1990 dictaba la materia Africa y Medio Oriente (materia que ya no
existe en el pensum de esa carrera) en la mención Ciencias Sociales - Área de
Historia, de la Escuela de Educación de LUZ.
[iii] La primera
información a la que tuvimos acceso sobre los nuevos descubrimientos científicos
referidos a la América precolombina fue al leer la obra de Charles Mann, “1491. Una nueva Historia de las Américas
antes de Colón”. En 2009, al iniciar el dictado de la materia Historia de
América en la nueva Licenciatura de Antropología que arrancó ese año en LUZ,
encontramos el libro de Mann en una librería de Maracaibo, lo que representó un
maravilloso descubrimiento a partir del cual hemos iniciado la reflexión que en
este ensayo intentamos resumir.
[iv] A.P.:
antes del presente. En otras ocasiones, los investigadores utilizan A.C.-D.C.
(antes de Cristo-después de Cristo).
[v] Todos los seres
humanos tenemos dos genomas. El ADN de los cromosomas (el investigado en el
famoso proyecto Genoma Humano, concluido en el año 2000) y el ADN mitocondrial.
Este último se investiga para determinar la ascendencia de un grupo étnico,
pues el ADN de una mujer es idéntico al de su madre, e idéntico al de la madre
de ésta, por muchas generaciones.
[vi] Las personas que
tienen mitocondrias similares pertenecen al mismo “haplogrupo”. Wallace
descubrió en 1990 que el 96,9 % de los indígenas americanos están ubicados en
sólo cuatro haplogrupos mitocondriales. Tres de esos cuatro haplogrupos indios
son comunes en el sur de Siberia, razón por la cual los genetistas consideran
que los indígenas americanos y la población siberiana tienen antepasados
comunes.
[vii] Esa cantidad de
dibujos se calcula que representan menos del 10 % del total de pinturas
existentes en Chiribiquete.
[viii] Recuperando a José Martí, Nuestra América abarca
todos los territorios del continente fuera de los Estados Unidos y Canadá. En
esta perspectiva que considera los nuevos descubrimientos sobre toda la América
precolombina, el concepto de Nuestra América debería extenderse al continente
completo, pues el tiempo durante el cual los estadounidenses han dominado y
expoliado a los pueblos latinoamericanos y caribeños es demasiado corto para suprimir
las decenas de siglos durante los cuales los indígenas norteamericanos
desarrollaron importantes expresiones culturales que hoy siguen siendo casi
desconocidas. En esta nueva interpretación, Nuestra América ya no estaría
solamente referida a un territorio, sino también a un tiempo histórico hasta
ahora silenciado e ignorado (su ámbito territorial dependería del espacio
temporal que se estudie).
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