MOVIMIENTOS SOCIALES, ORGANIZACIONES INDÍGENAS Y
PARTIDOS PROGRESISTAS EN LAS CRISIS POLÍTICAS DE ECUADOR, BOLIVIA Y PERÚ[1]
Roberto López Sánchez, Belinda Colina Arenas, Lino
Meneses Pacheco y Lorelli Paredes Valecillos
INTRODUCCIÓN[2]
América Latina ha vivido en las últimas décadas
importantes transformaciones en lo económico, político y social. El modelo
económico neoliberal, ensayado en las dictaduras militares de Chile y
Argentina, y posteriormente impuesto bajo regímenes “democráticos” en el resto
del continente, originó a partir de la última década del siglo XX importantes
movimientos sociales de protesta, que conllevaron a la caída de gobiernos y
contribuyeron al surgimiento de nuevos liderazgos políticos y programas
alternativos, que incluían una nueva arquitectura política y social para el
ejercicio del poder.
De las décadas perdidas de 1980 y 1990, se transitó a
períodos de gobiernos progresistas que predominaron desde 1999 hasta 2015,[3]
generando un cambio de época y, por primera vez desde las guerras de
independencia, muchos países de Nuestra América se rebelaron de manera
simultánea contra los mecanismos de dominación imperial y de clase que
sobrevivieron a la ruptura colonial.
Esta ola progresista latinoamericana tuvo su origen en
movimientos sociales de protesta que derivaron, por diferentes medios, en
propuestas electorales hegemonizadas por partidos políticos progresistas o de
izquierda que a la postre obtuvieron triunfos
electorales en Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Uruguay,
Paraguay, Chile, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Perú.
Este proceso tuvo un detonante principal en los
programas económicos neoliberales ejecutados en las últimas décadas del siglo
anterior, y cabalgó sobre las profundas crisis políticas de unos modelos
democráticos basados en la representación y el partidismo tradicional. Junto
con los programas económicos enarbolados por los diferentes gobiernos, en su
mayoría de corte keynesiano (aunque algunos presidentes hablaron de “socialismo
del siglo XXI), se postuló una renovación general de los sistemas políticos, al
menos en los países donde se convocaron y realizaron asambleas constituyentes.[4]
Esta investigación se propone abordar las crisis
políticas del último lustro en Ecuador y Bolivia, dos países donde se
realizaron asambleas constituyentes, a los que hemos incorporado Perú, pues
aunque allí no se desarrolló hasta ahora un cambio del sistema político
tradicional,[5]
también ha atravesado recientes crisis políticas y grandes jornadas de protesta
social en todo el país.
Nuestro análisis considera la tensión existente entre
los programas enarbolados en los grandes períodos de movilización popular y lo
realmente ejecutado por los gobiernos de la ola progresista. Identificando una
tendencia hacia el agotamiento del empuje inicial y el abandono de las
principales consignas en los procesos de cambio político, y la adopción de
programas de gobierno contradictorios con los objetivos iniciales que llevaron
a la toma del poder.
En la década pasada, la llamada “Ola de Gobiernos
Progresistas” mostró, por diversas causas, claros signos de crisis[6]
que se expresaban, por un lado, por la no respuesta a las aspiraciones de
cambio de las grandes mayorías populares y, por el otro, por una política impulsada
desde los Estados Unidos de América y la Unión Europea en apoyo a las fuerzas
tradicionales de derecha que saboteaban explícitamente las gestiones de
gobierno y buscaban sacar del poder a los gobernantes de la “Ola Progresista”.
La intervención de estos agentes incluye la promoción de movimientos de
protesta denominados “revoluciones de colores” o “golpes suaves”,[7]
estrategia que aparentemente fue utilizada luego de las elecciones
presidenciales en Bolivia 2019, que culminó en el derrocamiento de Evo Morales[8].
El debilitamiento de la ola progresista ha dado paso
en los últimos años a un replanteamiento de la lucha de clases (Gaussens, 2018:
353), la cual ha resurgido con fuerza inusitada en todo el continente, y
distintos movimientos sociales de protesta se han hecho sentir en prácticamente
todos los países (resaltando las protestas populares en Chile, Ecuador,
Colombia y Perú a partir de 2019), generando crisis políticas de gran
significación, que han originado propuestas de renovación democrática (como la
Convención Constitucional en Chile) o han repercutido en los procesos
electorales recientes (triunfo de candidatos de izquierda en Argentina 2019; en Bolivia 2020; en Perú, Honduras y
Chile 2021; y el triunfo parlamentario de la izquierda colombiana en 2022).[9]
En el marco de ambas olas progresistas
latinoamericanas han sido formuladas propuestas de transformación de las
desgastadas democracias representativas, y
en algunos países se ha propuesto su sustitución por formas de democracia
participativa.[10]
América Latina ha vivido más de dos décadas de extrema
polarización política, entre los defensores de las viejas relaciones de poder
subordinadas económicamente al capitalismo occidental, y las fuerzas
identificadas con programas de transformación que aprovechan el respaldo de
potencias económicas emergentes que representan una idealizada multipolaridad,
como China y Rusia.
Las amenazas a las democracias latinoamericanas se
ubican, por una parte, en la resistencia a los cambios que realizan las
tradicionales clases oligárquicas, que se traducen en gobiernos fuertemente
represivos y que acuden a un discurso propio de la guerra fría[11] y, por el otra, dichas amenazas provienen también de los
mismos gobiernos progresistas, que han pospuesto muchos de los preceptos
establecidos constitucionalmente y han dejado de lado la democracia
participativa y protagónica para la toma de decisiones.
La democracia como sistema político debe repensarse,
replantearse y recrearse sobre nuevas bases, para que sirva de puente por donde
transiten los movimientos políticos y sociales, conquistando más y mejores
reivindicaciones, en el marco de sistemas sociales más equitativos y justos.
Una democracia más amplia e incluyente solo puede surgir del fortalecimiento y
la profundización de las luchas sociales.
Nos interrogamos hasta qué punto y por cuáles
programas estos novedosos sujetos sociales y estas nuevas vanguardias
partidistas pueden seguir avanzando, más allá del triunfo en una contienda
electoral, pues no se trata solo de alcanzar el control del aparato de Estado a
través del sufragio, sino de profundizar sus conquistas a todos los niveles de
la vida social, avanzando en una integración regional con mecanismos como la
CELAC, buscando una intervención soberana en el orden global.
La existencia de abismales asimetrías en los niveles
de vida de la población latinoamericana, donde hay grandes sectores en
condiciones de extrema pobreza, junto a minorías que disfrutan de grandes
privilegios económicos, seguirá propiciando el estallido constante de luchas
populares por sus legítimos derechos.
Buscamos responder a las inquietudes, anhelos y
demandas de las grandes mayorías latinoamericanas que se movilizan y apoyan
procesos de transformación sociopolítica, y que a la vez eviten que se desvíen
de sus objetivos originales e hipotequen sus anhelos de cambio social.
MOVIMIENTOS SOCIALES, PARTIDOS POLÍTICOS Y
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA EN LOS RECIENTES PROCESOS DE CAMBIO EN LATINOAMÉRICA
Los movimientos
sociales como expresión de la lucha de clases
Desde hace décadas el conflicto sociopolítico en el capitalismo global
se escenifica por medio de los denominados “nuevos movimientos sociales”,
expresión de una sociedad más compleja derivada de los cambios estructurales en
el sistema capitalista. Más allá del paradigma tradicional que veía una lucha
de clases cuyo principal protagonista era el movimiento obrero, surgieron como
nuevos sujetos sociales movimientos estudiantiles, feministas, ecologistas,
amas de casa, indígenas, gremios profesionales, personas de la tercera edad y
pacifistas, entre otros, con nuevos objetivos y novedosas formas de acción
social (López y Hernández, 2015).
Con los masivos estallidos de protesta social ocurridos a partir de
2011, derivados de la crisis económica global iniciada en 2008, los movimientos
sociales[12]
estuvieron al frente de estas protestas en diferentes países del mundo y
protagonizaron el conflicto político y las propuestas de transformación
progresistas.
Particularmente,
América Latina en los últimos 30 años ha exhibido un renovado auge de la movilización
popular (Almeida y Cordero, 2017) como respuestas a las políticas neoliberales
adelantadas en nuestros países, que amenazan al ambiente y los derechos
económicos de las clases trabajadoras. Caracterizándose por desarrollar luchas
no violentas, las movilizaciones sociales enfrentan igualmente los procesos de
privatización, las medidas de austeridad y pérdida de derechos impuesta por el
neoliberalismo. Las comunidades indígenas siguen siendo protagonistas clave en
Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá y Perú. Las
movilizaciones masivas están directamente vinculadas, además, al apogeo de
varios de los gobiernos de izquierda en la región al convertir la política de
la calle en resultados electorales exitosos (Almeida y Cordero, 2017).
Los nuevos MS tienen su origen en el reajuste estructural que el sistema
capitalista mundial experimentó luego de la segunda guerra mundial, que modificó totalmente la estructura
productiva de las naciones y el sistema económico en general. El agotamiento
del sistema productivo Fordista-Taylorista (Coriat, 1982) y su sustitución por
el paradigma de la electrónica y la microelectrónica (Ait El-Hadj, 1990; Coriat, 1982), condujo a la segregación de gran
cantidad de fuerza de trabajo que no contaba con los conocimientos complejos
que exigían las nuevas tecnologías digitales y los nuevos materiales.
La gran industria
cedió las tareas productivas y de servicios no nucleares a las pequeñas,
medianas, micro empresas y agentes individuales, lo que le permitió a las
grandes corporaciones incrementar sus beneficios económicos por el ahorro de
costes, especialmente en mano de obra (Romero, 1994).
Un gran número de
personas desempleadas, excluidas de las grandes empresas, se incorporó a la
economía informal y al subempleo (trabajo eventual), constituyendo empleos no
dignos, perdiendo derechos elementales como: protección social, contrataciones
colectivas, incrementos de sueldos y salarios, derecho a jubilación y
vacaciones y sindicalización; privados del acceso a la educación, vivienda,
salud pública, recreación, al derecho a defenderse de despidos injustificados,
y otros derechos humanos, civiles y ciudadanos.
Esta flexibilización
laboral impuesta por el modelo neoliberal ha creado un terreno fértil para el
malestar, el rechazo y las luchas de distinto tinte que se han desarrollado a
partir de las tres últimas décadas del siglo XX hasta el presente.
Los nuevos MS han
sido teorizados por diversos autores.[13]
Diversos autores latinoamericanos han tratado de resumir sus aportes en su
aplicabilidad para nuestras realidades (Di Marco y
Palomino, 2003: 39):
o
Las privaciones no determinan por sí mismas su aparición. También
influyen la disposición de recursos y de oportunidades para la acción
colectiva.
o
Se desarrollan al margen de las organizaciones burocráticas
tradicionales, como partidos y sindicatos. Son una forma de hacer política por
medios no convencionales, por parte de los grupos desprovistos de poder y que
no tienen acceso a las formas institucionalizadas de acción política.
o
Los códigos culturales (la identidad colectiva) entre los miembros de
los MS contribuyen a la permanencia de los mismos.
o
La espontaneidad, la informalidad y el bajo grado de diferenciación son
los rasgos definitorios de su organización. Los líderes se basan en su carisma
y en la relación directa con los activistas. (López y
Hernández, 2015).
o
El principio básico de organización es la democracia asamblearia, que
sustituye a las cúpulas que dominan en los partidos y sindicatos.
o
En América Latina nacen de
problemas reivindicativos específicos: la tierra, el agua, las mejoras
laborales, los derechos humanos, contra la represión, cuestiones de género,
igualdad étnica, empleando diferentes formas de lucha, incluyendo la
participación electoral (Britto, 2010: 48).
o
Las metas van más allá de cuestionar políticas del gobierno, o
reemplazar a las elites encargadas de implementar esas políticas (Romanos,
2011). Elaboran nuevos códigos culturales y diseminan en la sociedad conceptos
y perspectivas que de otra forma seguirían siendo marginales.
Los
MS enmarcan sus luchas en un nuevo concepto de democracia que se distancia
significativamente del parlamentarismo liberal (Romanos, 2011). Si bien las
propuestas de los movimientos en países europeos y los Estados Unidos no
implicaban la abolición de los sistemas vigentes de partidos, en Latinoamérica
surgieron procesos hacia una refundación del Estado, que postularon una
democracia más incluyente, valorando aspectos como la economía y la propiedad,
las relaciones interétnicas y los saberes compartidos, las cuestiones
ecológicas, la comunicación, derribando aquellas barreras que confinaban la
democracia en los parlamentos (Errejón, 2012).
Si bien toda la ola
progresista que ha recorrido la América Latina durante más de 20 años tiene
mucho que ver con la acción de nuevos movimientos sociales, el acceso al “poder
político” de esos MS ha estado mediado por los partidos políticos, cuyos
principios de organización y representación generalmente poco tienen que ver
con esa democracia participativa.
Los partidos políticos como exponentes de la
representación social.
La izquierda
latinoamericana se identificó mayoritariamente,[14]
en el último siglo, con el concepto “leninista” de concebir un proceso
“revolucionario” dirigido por un “partido de vanguardia”, integrado éste por
preclaros líderes que tienen una “formación y experiencia” suficiente para
tomar, ellos solos, las decisiones fundamentales de la acción política. El
resultado frecuente ha sido que la fuerza democratizadora de los movimientos
sociales ha terminado contenida y disuelta ante la barrera partidista, que se
abroga la “genuina” representación de las mayorías populares.
Aunque las fuerzas
progresistas que han conquistado triunfos electorales en las últimas décadas
tienen orígenes muy diversos, no dejan de incidir en el desempeño de los
partidos en el poder, los viejos modelos derivados de la socialdemocracia y el
movimiento comunista.
Nos referimos a los
partidos centralizados que tienen una dirección política nacional (comité
central, comité político nacional, etc.), integrada generalmente por pocas
decenas de personas; un secretariado o buró político que concentra las
decisiones diarias, integrado por 5-10 dirigentes; y un secretario general que
asume amplios poderes decisorios con criterios absolutamente personales.
Esta forma de partido
la han asumido en Latinoamérica factores políticos ubicados tanto en la
izquierda como en la derecha y el centro político. Son modelos de organización
vertical, en algunos casos justificados bajo el principio del “centralismo
democrático”. Este modelo de partido impone una división del trabajo entre
dirigentes y dirigidos, entre trabajo intelectual y trabajo manual (Meschkat,
2021).
Esta visión tiene
tradición en la cultura política de la izquierda a partir de la conocida tesis
de Karl Kautsky, apropiada por Vladimir Lenin en su famoso libro “Qué Hacer”: “…la conciencia socialista es algo
introducido desde fuera […] en la lucha
de clase del proletariado, y no algo que ha surgido espontáneamente […] dentro
de ella…” (Lenin, 2010: 62). El modelo leninista implica en sí mismo una
división del trabajo al interior del partido, que conlleva a un sistema
organizativo donde las decisiones las toman muy pocas personas: los
intelectuales dirigentes.
Antes de Lenin,
Carlos Marx había rechazado en 1879 las ideas de Eduard Berstein y otros
dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán, quienes sostenían la necesidad
de que los representantes del partido en el
parlamento alemán fueran: “…personas que tengan tiempo y posibilidades de
estudiar a fondo los problemas. Los simples obreros y los pequeños artesanos
[…] sólo muy excepcionalmente pueden disponer del ocio necesario” (Berstein en Marx-Engels, 1976: 92).
Como respuesta a Berstein, Marx y Engels expusieron que: “… la
emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos. No
podemos, por consiguiente, marchar con quienes declaran abiertamente que los
obreros son demasiado incultos para emanciparse ellos mismos, por lo que tienen
que ser liberados desde arriba, por los filántropos de la pequeña y la gran
burguesía” (Marx-Engels, 1976: 97).
Este debate continuó
a comienzos del siglo XX, cuando Rosa Luxemburgo cuestionó las tesis
“vanguardistas” de Lenin (Luxemburgo,
1977: 532), en dos aspectos claves:
la centralización de las decisiones y los revolucionarios profesionales[15].
A la vez defendió el carácter relativamente espontáneo de las masivas oleadas
de huelgas obreras en las coyunturas de crisis, justificando esa espontaneidad
como parte necesaria del proceso de educación política que las masas obreras
deben atravesar en su lucha por avanzar hacia una revolución social: “las revoluciones no se enseñan ni se
aprenden en ninguna escuela” (Luxemburgo, 1977: 189).
Otros teóricos marxistas, como Antonio Gramsci[16] y Antón
Pannekoek[17], continuaron
discrepando de Lenin en la primera mitad del siglo XX y enfatizando en el poder
decisorio de los trabajadores, oponiéndolo al papel hegemónico del partido. No
obstante, el triunfo revolucionario en Rusia en 1917 y la consolidación del
Partido Bolchevique en el poder, permitió que el modelo de partido leninista se
difundiera por el mundo como uno de los fundamentos principales para la
“construcción del socialismo”.
La democracia participativa de los movimientos
sociales
La ampliación de la lucha de clases en América
Latina a partir de los ochenta, introdujo el debate sobre qué tipo de
democracia figura como objetivo de los procesos de transformación social
empujados por las movilizaciones populares, fortaleciendo la democracia
participativa o democracia de la calle como el paradigma político-organizativo
enarbolado por los MS, que enfrentaban en toda Latinoamérica los paquetes
económicos neoliberales impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Dado que los MS van en contra del modelo tradicional de
intermediación de intereses de las democracias contemporáneas, su masificación
abre opciones de democratización alternativa al convertirse en alternativas de
gobierno en distintos países latinoamericanos.
Al analizar los nuevos MS, John Holloway
concluye que todas las luchas sociales actuales deben ser entendidas como lucha
de clases (Holloway, 2005a: 10).[18] En una
perspectiva crítica, Sergio Tischler
considera que la revolución bolchevique terminó instaurando una nueva forma de
dominación sobre los trabajadores, al institucionalizar “la forma estado y la
forma partido”; sin embargo, Tischler
considera que en las últimas décadas los MS están reinventando la
revolución en el actual momento histórico (Tischler, 2005: 121).
Holloway (2005b) propone que la lucha de clases no debe establecer
formas predeterminadas de organización de los trabajadores y reconoce que es necesario transformar profundamente o
incluso sustituir las formas organizativas convencionales de la izquierda (Holloway,
2005b: 307). Las acciones de nuevo tipo exigen nuevas
organizaciones, incluyentes, complejas, heterogéneas, flexibles (De Sousa,
2005) que reivindiquen una nueva cultura política, que impulse la
democracia participativa como alternativa ante la crisis de credibilidad de la
democracia representativa liberal (De Sousa, 2010).
Chase-Dunn, Morosin y Alvarez (2017) plantean que la rebelión
latinoamericana del siglo XXI constituiría una nueva etapa de “respuestas
contrahegemónicas” que se han suscitado en los últimos siglos contra la
gobernanza global del capitalismo. Las “revoluciones mundiales” (Wallerstein,
2004) han constituido épocas de resistencia en las cuales diferentes pueblos y
naciones han desarrollado conflictos que han afectado la gobernanza global. La respuesta contrahegemónica
latinoamericana contra la globalización neoliberal se habría iniciado con las
decenas de miles de manifestantes espontáneas que ocuparon las calles de
Caracas en febrero y marzo de 1989 (Alayón, 2007). [19]
En agosto de 1988, el colectivo venezolano
“Desobediencia Popular” postulaba la Democracia de la Calle como “la necesidad de gestar un hombre, una clase,
un pueblo, verdaderamente participativo y crítico […] que pugna por ejercitar a
los sectores populares en el papel de protagonistas fundamentales de la hora
actual y de los tiempos subsiguientes, no como respuesta a la crisis política
vigente, sino más bien como superación del orden que alimenta y estimula la
misma” (Cuadernos para el Debate, 1988: 74).
Al cuestionar la hegemonía de los partidos
políticos sometieron a la crítica las concepciones tradicionales de la
izquierda, donde predominaban postulados burocrático-paternalistas vinculados a
la división social del trabajo (separación de las tareas intelectuales y
manuales, contradicción teoría-práctica, divorcio sujeto-objeto, etc.), se
confrontaba con el monopolio y la jerarquía del saber propio de las vanguardias
autoproclamadas, con conceptos como “el partido educa a las masas”, con el
verticalismo, las órdenes inapelables, el control de la opinión, la distorsión
comunicativa, la centralización en lo organizativo (Lanz, 1998).
Los MS enarbolaron una Nueva Cultura Política,
centrada en el combate a la enajenación de los activistas, realizando
propuestas que evitaran la concentración del poder de decisión en pocas manos.
Al reivindicar que “todos somos políticos”, los MS criticaron a la
partidización y el estatismo que sustituían el interés general por el interés
particular, que confundía partidismo con política y despolitizaba a la sociedad
civil. Buscaron redefinir la política con nuevas estrategias participativas,
que impidiera que los asuntos públicos siguieran estando en manos de burócratas
y cogollos partidistas. Perseguían convertir a la política en una práctica
digna y pertinente para la comunidad organizada.
Esa democracia de la calle reivindicó la
herencia histórica de la democracia obrera: elección
directa de todos los cargos; rendición de cuenta; revocatoria del mandato[20] y las
nuevas demandas de una política antiburocrática: rotación de los cargos; someter a referéndum los temas fundamentales
de la acción ejecutiva; delegación funcional del mandato; libre juego de las
ideas; democracia deliberativa amplia; democracia del saber. Con base en
estos principios de organización se buscaba el control sobre la delegación del
poder y salvaguardar la soberanía política del pueblo (Lanz, 1998). [21]
La
democracia participativa que se conceptualizó como programa de los movimientos
sociales a partir del Caracazo, se prolongó en los procesos constituyentes
realizados en Venezuela, Bolivia y Ecuador, y constituyó uno de los pilares
principales del llamado “socialismo del siglo XXI”. Pero en esos procesos
constituyentes no existió una ruptura completa con la tradición representativa
partidista del liberalismo burgués.[22]
La democracia
participativa debe integrarse necesariamente con las formas de organización y
de representación ancestrales que mantienen las naciones indígenas, pues ante
la desaparición de las relaciones obrero-patronales tradicionales derivadas del
desmantelamiento industrial provocado por el neoliberalismo en los 80 y 90, que
condujeron al debilitamiento y desaparición de formas de organización tradicionales
(Cruz, 2012: 8) como los sindicatos,[23]
introducen características del mundo agrario andino como la estructura
asambleísta, la representación por familia en función de la posesión de la
tierra, el derecho a la tierra como obligación de la acción política en la
comunidad (fusión entre lo político y lo social) y la fusión de lo ejecutivo
con lo legislativo (García Linera, 2006).
La autonomía de los movimientos sociales ante
los partidos políticos
Los MS tienen
importancia como sujetos sociales porque fungen como el canalizador de las
demandas de grupos sociales que expresan así su descontento con el statu quo; y
por sus funciones como proponentes y catalizadores del cambio social. Pero, al
menos hasta ahora, para lograr ese cambio, generalmente han necesitado de otros
actores sociales como son los partidos políticos. Los MS enfrentan la
disyuntiva de quedarse como fuerzas de oposición luchando por vías
extrainstitucionales manteniendo su autonomía, o competir por el poder por
medios institucionales, sea en alianza o como parte de un partido político
(Somuano, 2007).
La participación de
los MS por la vía institucional tiende a que el sistema intente cooptarlos y
desmovilizarlos. Al mismo tiempo, al ser representados por un partido político,
los MS arriesgan su perfil propio y su autonomía, pues pueden terminar
disolviendo su esencia y su programa original a favor de los programas y
decisiones del partido.
Si los partidos
representan el programa político de grupos de élite, los movimientos
constituyen plataformas reivindicativas amplias y diversas que están en
constante reelaboración según el avance del conflicto social. La mayor autonomía de los MS respecto a los
partidos políticos permite generar una construcción democrática sobre nuevas
bases (Mirza, 2006).
De acuerdo con Hangan
(1998) existen cinco tipos de relaciones prácticas por las que pueden optar los
movimientos sociales y los partidos políticos: articulación,
permeabilidad, alianza, independencia y transformación. Las primeras dos
limitan seriamente la autonomía del movimiento; las últimas dos son menos
restrictivas (Hangan, 1998). Mirza (2006) define tres categorías de movimientos
sociales en su relación con los partidos: reflejo dependientes; moderadamente
autónomos; y radicalmente autónomos.
La democracia participativa
“cooptada” por el estado
No estaríamos ante una real democracia participativa si los espacios de
participación constituyen iniciativas de los gobiernos en lugar de nacer del
impulso, la conciencia y las propuestas de las grandes mayorías (Briceño y
Maingon, 2015), pues
se anteponen a ésta límites legales, pautas y modalidades de actuación,
tornando a estos MS en meros apéndices de los gobiernos. Los MS así constreñidos terminan por abandonar y ceder sus espacios,
pasando a ser partes integrantes de la instancia gubernamental a la cual en
principio deben vigilar y evaluar.
De esta forma, se
legaliza una modalidad de participación subordinada a los designios del Estado,
mediante mecanismos desprovistos de la necesaria pluralidad y autonomía de
acción, sirviendo a la legitimación de regímenes políticos no democráticos
(Briceño y Maingon, 2015).
La clave para que las instituciones representativas se organicen sobre
la base de una lógica democrática, es la existencia de una sociedad
participativa y una ciudadanía activa (Pateman, 1970). La celebración de
elecciones periódicas es apenas una primera fase de proyectos de
democratización de más profundo alcance. Pateman afirma que es necesario
politizar a la sociedad mediante la creación de subsistemas políticos,
desarrollando novedosas, originales e imaginativas formas de participar.
La posibilidad de que
los MS continúen empujando a favor de nuevas formas de democracia dependerá de
su capacidad para mantener la autonomía con respecto a los partidos políticos;
y de que estos mismos partidos incorporen aspectos vitales de la democracia
participativa como la rendición de cuentas, la rotación en los cargos directivos,
la revocatoria del mandato, la supresión de la cooptación para integrar órganos
directivos, la consulta constante a toda la militancia para la toma de
decisiones importantes, el ejercicio deliberativo que involucre el debate y la
confrontación de ideas.
Si se mantienen los
mismos partidos bajo formatos “leninistas” que consideran a los MS como simples
“correas de trasmisión” de políticas ya decididas previamente en los cogollos
partidistas, los procesos de cambio en Nuestra América seguirán pareciéndose a
las viejas experiencias socialdemócratas y reformistas de la segunda mitad del
siglo XX.
LA CRISIS POLÍTICA EN
ECUADOR 2019 Y SU RESOLUCIÓN
El primero de octubre de 2019 el presidente
ecuatoriano Lenin Moreno anunció el decreto 883, que aumentaba el precio de los
combustibles, como parte de un paquete de medidas de corte neoliberal para
acceder a una nueva línea de crédito con el FMI (Telesur, 2019).
Como respuesta, a partir del 2 de octubre se suscitó
en todo el país un levantamiento indígena y popular, dirigido principalmente
por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador,[24] que casi derroca al presidente Moreno y que tuvo como principal logro,
doce días después, la derogación del decreto 883 (Pérez, 2019). Las dimensiones
de esta gran movilización social (una de los mayores de la historia del
Ecuador), desató una profunda crisis política, con repercusiones económicas,
que sólo vino a solventarse, momentáneamente, con las elecciones presidenciales
y legislativas del 2021 (Iza, Tapia y Madrid 2020).
Moreno finalmente entregó la presidencia al empresario
líder de la derecha ecuatoriana,
Guillermo Lasso, el 24 de mayo de 2021. Su gobierno, que originalmente
se suponía sería la continuidad de la
“revolución ciudadana” iniciada por Rafael Correa en 2007,[25]
había dado un giro hacia el neoliberalismo contraviniendo lo ejecutado en la
década anterior por el correísmo, aplicando políticas de flexibilización en las
relaciones laborales, privatización de las empresas públicas, reducción del
gasto corriente en salud y educación, y abandonando el proyecto de educación
bilingüe, entre otras políticas
(Matrone, 2020).
El
“Correismo” y su impacto en Ecuador
Rafael Correa asumió la presidencia del Ecuador en
enero de 2007 ofreciendo “una revolución ciudadana”, que generaría un cambio
radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente
(Correa, 2007). Asumiendo como suya la lucha popular contra el neoliberalismo
librada en la década de 1990, Correa adoptó un discurso izquierdista
identificado con el “socialismo del siglo XXI” que ya habían asumido otros
gobernantes latinoamericanos como Hugo Chávez Frías en Venezuela y Evo Morales
en Bolivia.
Adelantó una asamblea constituyente, propuesta por la
CONAIE con anterioridad, la cual permitió un amplio reconocimiento de los
derechos de los pueblos indígenas, consagró importantes derechos ciudadanos y
estableció las garantías para su cumplimiento (Isch, 2021).[26] Según Nayra Chalán,[27] del levantamiento indígena del Inti Raymi en 1990[28] surgió el movimiento indígena ecuatoriano como un actor político de
relevancia nacional, permitiéndole en 1994 elaborar su propio “proyecto
político”, siendo la base para la redacción del artículo 57 de la Constitución
de 2008, que consagró 21 derechos colectivos de los pueblos indígenas
ecuatorianos.[29]
Para Juan Paz
y Miño (2017), el gobierno de Correa inició un nuevo ciclo histórico,
superando el modelo empresarial/neoliberal:
"Se
reinstitucionalizó al Estado sobre la base ciudadana, se afirmaron las
capacidades regulatorias del Estado en la economía; […] se garantizaron los
derechos más amplios; se dio prioridad a las condiciones de vida y de trabajo
de la población por sobre los intereses del capital; […] desarrollo y
modernización de la economía; progreso material del país (obras públicas) y
logros sociales en educación, salud, seguridad social, redistribución de la
riqueza y mayor equidad".
Pero las valoraciones de dicho período por parte de
los movimientos sociales y organizaciones indígenas han sido diferentes (León,
2011: 98) (Latorre y Herrera, 2013: 112). El gobierno de Correa vivió
inicialmente un periodo de acercamiento con las organizaciones indígenas y los
movimientos sociales,[30] debido a la fuerza de su “agenda expansiva” en lo social y lo político,
que rebasaba ampliamente las propuestas anteriores de las organizaciones de
base.[31] Pero después de su primera reelección, Correa inició una gradual
derechización.[32]
El Correísmo apuntó siempre a consolidar un “Estilo
jerárquico del ejercicio del poder”,[33] que trajo como consecuencia la creación de un Estado muy centralizado y
presidencialista. “Correa dominó los cinco poderes del estado y los utilizó
para controlar y centralizar todo”[34]que contradecía la autodeterminación de las organizaciones indígenas y
de los movimientos sociales (Unda, 2011: 116) que postulaban su autonomía
frente al Estado.[35]
Correa impuso una sobrevaloración del liderazgo
unipersonal (Resina, 2015: 292) por
encima de las organizaciones, utilizando la “cooptación de líderes sociales” a favor de la gestión gubernamental
en los distintos ámbitos de actividad oficial.[36]
Desde el inicio de su segundo mandato, Correa se
propuso controlar todas las organizaciones indígenas y movimientos sociales del
país.[37] Al no lograr ese objetivo, promovió organizaciones paralelas, buscando
debilitar y anular la influencia de las organizaciones que habían desarrollado
relevantes luchas contra el neoliberalismo en los años 90 y a comienzos del
presente siglo, como la CONAIE, la FUT[38] y la UNE.[39]
Para debilitar a la CONAIE, Correa impulsó en forma
paralela a la FENOCIM[40] y a la FEINE.[41] No obstante, la CONAIE logró mantener sus estructuras organizativas en
todo el país. Para debilitar a la Unión
Nacional de Educadores, distanciada de Correa por no respaldar la destitución
de los educadores que no superaran la evaluación de desempeño impulsada por el
gobierno, Correa impulsó la Red de Maestros (con oficinas en el ministerio de
educación).[42] El ataque gubernamental contra la UNE, intensificado en 2016, incluyó
la destitución como educadores de los 10 principales directivos del gremio;
liquidó su personería legal; le quitó la administración del fondo de cesantía
de los maestros, creado por la UNE (con un patrimonio de 403 millones de
dólares); les quitó las alícuotas sindicales; y finalmente, en agosto de 2016,
asaltó con policías sus sedes principales en Quito y Guayaquil.[43]
Las diferencias de Correa con las nacionalidades
indígenas se profundizaron a partir del Decreto 1780 de junio de 2009 que
otorgó a las misiones católicas existentes en el Ecuador la responsabilidad “de
evangelizar e incorporar a la vida socio-económica del país, a todos los grupos
humanos que habitan [...] dentro de la jurisdicción territorial encomendada a
su cuidado”.[44] La CONAIE argumentó que ese decreto violentaba el carácter
plurinacional de la República y el derecho a la autodeterminación de los
pueblos indígenas garantizado en la Constitución.[45]
Tras la aprobación de la nueva Ley de Minería en 2009,
la CONAIE protestó por haberse violentado el derecho constitucional de la
consulta previa antes de adoptar decisiones legislativas que afectaran los
territorios indígenas. Denunciaban que la nueva ley promovía la explotación
minera en los territorios indígenas, que la misma era contraria al “buen vivir”
(SUMAK KAWSAY) al legalizar la minería a cielo abierto, rompiendo el equilibrio
entre las comunidades y su entorno natural (Martinez y Acosta, 2013: 13).
Correa respondió criticando los “fundamentalismos e infantilismos” de ciertos
grupos indígenas y ambientalistas que buscan “condenarnos a ser mendigos
sentados en un saco de riqueza”.[46]
La ruptura definitiva entre organizaciones indígenas y
movimientos sociales con el gobierno sobrevino en el 2011 cuando Correa convocó
un plebiscito para cambiar la constitución, buscando un mayor control sobre el
Poder Judicial.[47] El plebiscito, ganado por Correa
por estrecho margen, no fue respaldado por la CONAIE ni por las centrales
sindicales (FUT, UNE).[48] Esta reforma entraba en conflicto con el derecho indígena a ejercer su
propia justicia en sus territorios reconocidos constitucionalmente.
Nayra Chalan (2021) enfatiza la importancia del “derecho
a la autodeterminación” contemplado en el artículo 57 de la Constitución: [49]
“Este
derecho a la autodeterminación nos permite a nosotros el ejercicio
jurisdiccional de la justicia indígena, es decir, nosotros podemos hacer
sentencias comunitarias que no pueden ser rechazadas por sentencias en el
ámbito de la justicia ordinaria”, “nosotros hemos llevado muchos casos a la
corte constitucional que es el organismo máximo […] ahí se han ganado
muchísimas sentencias”.[50]
Para la CONAIE, la disputa jurídica con lo que
denominan “el estado burgués” se ha escenificado en los distintos gobiernos “de
turno”, incluido el de Correa. Los tribunales del Estado constantemente
enjuician a las autoridades territoriales y líderes indígenas, “en base a cinco
figuras legales”: tráfico de tierras; usurpación de funciones; incitación al
odio y a la discordia; terrorismo y sabotaje; y paralización de servicios
públicos.[51]
Pese a los significativos logros económicos, políticos
y sociales logrados durante el período gubernamental de Rafael Correa, su
escasa actitud dialogante hacia las organizaciones indígenas mayoritarias
(CONAIE), los movimientos sociales organizados y los otros partidos de
izquierda, fueron minando poco a poco el respaldo político que originalmente había
logrado con la asamblea constituyente. Según Silvio Álvarez (2021), no fue
simplemente un problema de “sectarismo” o ausencia de diálogo, sino que se
trató de un deliberado intento de Correa por debilitar los espacios de
autonomía que con anterioridad a su gobierno habían conquistado las comunidades
indígenas.[52]
Conforme con Herán Ouviña (2020), esta conducta de Correa puede ser producto
del “daltonismo epistémico de un sector importante de la intelectualidad
progresista latinoamericana” que mirando hacia los gobiernos llamados
progresistas, dejó de ver a los pueblos y nacionalidades indígenas”.
Con la aprobación de la ley de educación intercultural
de 2011 y bajo el argumento de “unificar” el sistema educativo, Correa eliminó
la autonomía técnica, administrativa y financiera que tenía la Dirección
Nacional de Educación Intercultural Bilingüe (DINEIB). La CONAIE, desde 1990,
veía en la educación intercultural la clave de la organización de las
comunidades, de allí la relevancia que dicha dirección estuviera en manos de
los indígenas (González Terreros, 2011: 52). Adicionalmente eliminó una
universidad creada por las organizaciones indígenas, la AMAWTAY WASI, que no
pasó la evaluación que el gobierno realizó a todas las universidades del país,
pero que fue interpretada como una agresión directa hacia el movimiento
indígena.
La orientación extractivista de Correa puso fin en el
2013 a la iniciativa Yasuní-ITT,[53] que originalmente dejaba sin explotación un importante yacimiento
petrolero en un territorio indígena del Amazonas ecuatoriano. Varias
organizaciones sociales intentaron convocar un plebiscito para revocar la
decisión de explotar el yacimiento, pero el gobierno impidió su realización.[54]
El proceso político ecuatoriano de la última década
desarrolla en forma paralela dos tendencias en el campo “progresista” y/o de
izquierda: el correísmo por una parte y organizaciones como la CONAIE, FUT y
UNE por la otra; las cuales no mantienen ninguna comunicación entre sí y que
representaron dos opciones electorales distintas en las elecciones
presidenciales de 2021, lo cual facilitó el triunfo de Guillermo Lasso.
La
CONAIE encabeza la rebelión popular
El “Estallido” de octubre de 2019 no fue un hecho
espontáneo, ni derivado exclusivamente del decreto 883. Debe entenderse como
una cadena de acontecimientos de larga data, donde resalta una larga crisis de
legalidad en el sistema político, aunado a la tradición de lucha indígena y
popular contra el neoliberalismo durante las últimas tres décadas (Iza, Tapia y
Madrid, 2020).
La enorme movilización popular tuvo como sus
principales promotores a las organizaciones que el anterior gobierno de Rafael
Correa había intentado anular como actores sociopolíticos: la CONAIE, el FUT,
la UNE y el Frente Popular.[55] A pesar del debilitamiento de la sociedad civil promovido durante más
de una década por el correísmo, a favor del fortalecimiento del poder estatal,
la CONAIE mantuvo su fuerza organizada y su capacidad de convocatoria en todo
el país.
El estallido permitió un proceso de reorganización de
las fuerzas populares, mediante la conformación del “Parlamento Plurinacional de los pueblos, organizaciones y colectivos
sociales del Ecuador”, que agrupa a todas las expresiones organizadas que se
movilizaron en octubre/19 y que continúa funcionando.[56]
La fuerza principal del
levantamiento fueron, sin duda, los indígenas. El levantamiento demostró que el
movimiento indígena es todavía fuerte, pero fuera de él no hay, por el momento,
otros movimientos equivalentes.[57]
Medio millón de personas
movilizadas, solamente en Quito, generaron una desestabilización casi total del
gobierno de Lenin Moreno. El gobierno reportaba que sólo en la capital existían
97 puntos de conflicto para el 12 de octubre. Al decreto de estado de excepción
a nivel nacional establecido por Moreno, la CONAIE respondió declarando el estado
de excepción en todos los territorios indígenas del país, [58] debido a la “brutalidad y falta de conciencia
de la fuerza pública”. “Militares y policías que se acerquen a nuestros
territorios serán retenidos y sometidos a la justicia indígena”,[59] advirtieron los líderes de la CONAIE.
Conforme a Iza, Tapia y Madrid (2020: 241),
“…se
creó una guardia comunitaria indígena y popular, se utilizaron herramientas
artísticas y de cuidado, se llamó a preservar la vida por sobre todo, buscando sistemas
de defensa como barricadas y llegando a la desobediencia civil. En la práctica
se construyó la Comuna de Quito. No había forma de luchar bajo una forma
individualista, la única manera de seguir en pie resultó ser el sentido de
comunidad”.
Finalmente el 13 de octubre, con la mediación de la
ONU y la Iglesia Católica, se instala una mesa de negociación con los
indígenas, quienes desistiendo de la solicitud de renuncia del presidente de la
República manifestada en las calles, aceptan suspender las movilizaciones al
ser derogado el decreto 883. De esa forma, Jaime Vargas, como presidente de la
CONAIE y en clara confirmación de qué sector social y cuál organización era la
principal dirigente del levantamiento, solicitó a las 14 nacionalidades y 18
pueblos indígenas volver a sus territorios[60]. Finalizaba así el estallido de octubre de 2019, con un saldo de 11
muertos, 1.700 heridos y 1.250 detenidos.
Para Leonidas Iza, principal dirigente del
levantamiento de octubre, presidente de ECUARUNARI para ese momento y actual
presidente de la CONAIE, la Rebelión de Octubre significó un triunfo contra el
FMI. Al reivindicar el sagrado derecho a la protesta y la rebelión, el pueblo
ecuatoriano adquirió una experiencia histórica para comprender y propulsar las
tendencias de la lucha revolucionaria en el Ecuador (Iza, Tapia y Madrid, 2020: 173).
Como corolario de las protestas de 2019, en julio de
2020 el Parlamento Plurinacional de los Pueblos, Organizaciones y Colectivos
Sociales del Ecuador presentó ante la nación el manifiesto denominado “Minga
por la Vida” (CONAIE, 2020) en respuesta a la crisis producida por las
políticas neoliberales aplicadas en las últimas décadas en el país (EFE, 2020),
que propone un amplio programa de luchas que unifica a los sectores movilizados
en octubre de 2019.[61]
Este manifiesto permite caracterizar a una amplia
fuerza sociopolítica, demostrada en el levantamiento de octubre/19, muy
distante de la “izquierda progresista” representada en el “Correísmo”. Son,
objetivamente, dos fuerzas contrapuestas, y aunque ambas se definan por su
oposición al bloque capitalista occidental y su modelo neoliberal, al momento
de las constataciones prácticas, es la CONAIE y sus fuerzas aliadas en el
Parlamento de los Pueblos la que ha demostrado total consecuencia con su
programa de lucha antineoliberal, al contrario de Correa, quien en su dilatada
gestión gubernamental ejecutó políticas económicas muy en sintonía con el
modelo extractivista (Martínez, 2010: 109).
Como afirma el ex-dirigente de la CONAIE Floresmilo
Simbaña:[62]
“el
anticorreismo no es solo un discurso de ciertos dirigentes, sino que es un
sentimiento social, sobre todo en las bases del movimiento indígena, por los
fuertes ataques recibidos en el gobierno de Rafael Correa con cosas como
represión rayanos con crímenes de Estado, procesamiento a cientos de sus
dirigentes de base, la violencia extendida en los proyectos mineros, etc. Esa
huella va a ser compleja superar”.
Los
resultados electorales de 2021 y el futuro inmediato del Ecuador
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales del
11 de abril de 2021, dio como ganador a Guillermo Lasso[63]
(Alianza CREO-PSC) con el 52,5% de los votos válidos, contra el 47,5 % de
Andrés Arauz[64] (Unión por la Esperanza-UNES). Previamente, la primera vuelta tuvo
resultados controvertidos, incluyendo acusaciones de fraude electoral, pues
luego de anunciar el Consejo Electoral un resultado parcial donde el candidato
Yaku Pérez (Pachakutik) obtenía el segundo lugar (y pasaba a la segunda vuelta,
superando a Lasso), los resultados finales, dados una semana después, le dieron
a Lasso el 19,74 %, por encima de Pérez con el 19,39 %.[65]
Los resultados electorales para Pachakutik, brazo
político de la CONAIE, indican un incremento importante de la votación indígena
que tradicionalmente no superaba el 6%.[66] La representación de Pachakutik en la Asamblea Nacional pasó de 4
asambleístas en 2017 a 27 asambleístas en 2021.
Las elecciones de 2021 retrataron la profunda crisis
política y económica del Ecuador en los últimos años.[67]
Los 16 candidatos a la presidencia reflejaron la dispersión del voto popular
(en 2009, 2013 y 2017 participaron 8 candidatos), acompañada de bajos
indicadores de confianza en las instituciones de la democracia (58,6% en 2017 a
54,40% en 2019), en las elecciones (27,80% en 2017 a 20,80% en 2019), en los
partidos políticos (7,90% en 2017 a 7,60% en 2019), y, confianza en el
presidente (33,60% en 2017 a 15,90% en 2019), según Latinobarómetro.[68]
Los resultados electorales demuestran una ruptura de
la anterior polarización entre Correa y la derecha Lasso-Nebot. El Correísmo
(UNES) se coloca como primera fuerza legislativa con 49 asambleístas (bajando
de 74 diputados en 2017 y de 110 en 2013); Packakutik se consolida como segunda
fuerza parlamentaria con 27 asambleístas; y el espectro político se amplía, con
Izquierda Democrática con 18 diputados (4 anteriormente), el Partido Social
Cristiano también con 18, y CREO (Lasso) con 12 parlamentarios (de 36 en 2017).
La derrota de Andrés Arauz es el resultado del
progresivo descenso de la influencia política de Rafael Correa. La crisis
vivida por su partido Alianza País al voltearse políticamente Lenin Moreno en
2017. De acuerdo a Maya (2021), el correismo necesita superar el estilo jerárquico
de dirección, que entra en contradicción con una “sociedad civil donde
coexisten actores, redes, tendencias asociativas de distinto signo y diversos
propósitos políticos”.[69] A esto se le suma el total distanciamiento político entre Correa y la
CONAIE que ha permitido el fortalecimiento de una nueva alternativa ciudadana
para Ecuador, expresada en la alta votación de Pachakutik; sin embargo, según
Chalan,[70]
el Pachakutik debería integrarse a la estructura organizativa de la CONAIE,
para poder superar la conducta “independiente” que hasta ahora ha tenido tanto
para la designación de candidatos como al momento de asumir determinadas
posturas políticas en la Asamblea Nacional.[71]
Lo que resulta muy improbable es un acercamiento entre
el movimiento indígena y el correismo. La realidad política a futuro en Ecuador
apunta al fortalecimiento del movimiento indígena representado en la
CONAIE-Pachakutik, que abandera los procesos de cambio para la consolidación de
un sistema democrático verdaderamente participativo y protagónico surgido de
las bases populares.
Los movimientos sociales y las vanguardias
partidistas en el marco de la democracia participativa ecuatoriana.
La democracia
participativa ha sido presentada como un sistema político superior a la democracia
representativa. Reveles (2017), califica al Ecuador como uno de los países
latinoamericanos que ostenta mayores mecanismos de participación directa, garantizados en su
constitución.
En el análisis del
período que hemos considerado (2007-2022), observamos que pese a estar
contemplados en el texto constitucional los fundamentos de una democracia
participativa, en los hechos, los mandatarios de turno han asumido una norma de
conducta basada en la tradicional democracia representativa, con una fuerte
tendencia a la centralización de las actuaciones del Estado en la figura
presidencial, dejando de lado las opiniones e intereses representados en los
movimientos sociales y pueblos indígenas.
La participación
popular en la práctica ha sido refrenada, criminalizada y sancionada en los
tres períodos de gobierno involucrados en la investigación (mandatos de Rafael
Correa, Lenin Moreno y Guillermo Lasso), siendo la gestión gubernamental de
Correa, en su primer mandato, la que más aperturó caminos para el ejercicio de
la participación ciudadana[72].
La democracia
participativa sí la han ejercido los movimientos sociales indígenas, populares
y las clases trabajadoras, que han batallado y luchan por continuar preservando
el espacio conquistado desde décadas anteriores. Pese a las estrategias de
atomización realizadas por los gobiernos para debilitarlas, estas
organizaciones han luchado contra corriente y mantenido su protagonismo.
Hoy en Ecuador la potencia de las fuerzas sociales
encarnadas en grupos sociales diversos, liderados por las organizaciones
indígenas, han hecho valer su
derecho a la réplica ante las medidas impuestas unilateralmente por los
gobiernos, doblegándolos, y convirtiéndose en los artífices de la construcción
y conducción de las políticas públicas fundamentales, desplazando en buena
medida a los partidos políticos tradicionales que han demostrado su debilidad como vehículos de
representación de intereses sociales (Reveles, 2017).
DEMOCRACIA
PLURINACIONAL, CRISIS POLÍTICA Y GOLPE DE ESTADO EN BOLIVIA
El 10 de noviembre de 2019 Evo Morales renunció a la
presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, presionado por los mandos de
las fuerzas armadas y por una rebelión policial alimentada con protestas en
todo el país desatadas a partir de las elecciones generales del 20 de octubre
del mismo año. Así finalizaba un largo período de Morales como presidente de
Bolivia, encabezando un amplio proceso de cambios sociopolíticos en una nación
que desde la independencia había estado de espaldas a su población
mayoritariamente indígena.
Los
14 años del MAS en el poder
En enero de 2006 Evo Morales Ayma, dirigente de los
sindicatos de campesinos productores de hoja de coca, asumió la presidencia de
Bolivia, con el respaldo del partido Movimiento al Socialismo (MAS),
constituyéndose así en el primer
presidente indígena del país y del continente. El triunfo de Evo y el MAS
supuso un “punto de inflexión en la historia Bolivia. Tras 2 décadas de sucesivos
gobiernos de corte neoliberal (1985-2005), un proyecto político impulsado por
los movimientos sociales y fundamentalmente por los movimientos indígenas lograba triunfar en las elecciones
y conseguía acceder al Poder Ejecutivo” (Ucharte, 2017: 132). Durante los 14
años de su gobierno, el PIB creció un 327% (promedio de 4,9% anual), llegando a
44.885 millones de dólares en 2018. Su gobierno logró mantener una
macroeconomía estable. La inflación estuvo controlada, encontrándose entre las
más bajas del continente. Estabilizó el tipo de cambio, fortaleciendo la
confianza en el peso bolivano a tal punto que en 2005 solo el 15% de los
depósitos estaban en moneda nacional, mientras que en 2019 superan el 90%. El
déficit fiscal, que al momento de asumir era del 4,5% del PIB, osciló entre 3,2
y 0,7 durante los siguientes 6 años; aunque posteriormente comenzó a subir,
hasta llegar al 8,3% en 2018. Tanto la pobreza como la desigualdad descendieron
un 25% y el desempleo se ubicó en torno al 4%. (El País, 2019).
Morales ejecutó una serie de nacionalizaciones en el
sector petrolero (introduciendo empresas mixtas con participación mayoritaria
del Estado), en el de ferrocarriles, en la minería de estaño, en las
hidrológicas, metalúrgicas, telefonía y electricidad.
En la esfera política convocó a un proceso constituyente
que culminó al ser ratificada la nueva constitución mediante referéndum en
enero de 2009. La nueva constitución política del Estado Plurinacional de
Bolivia declaró el carácter Plurinacional del Estado boliviano; reconoció
derechos fundamentales de los pueblos indígenas incluyendo el derecho a un
sistema judicial independiente, a su autonomía y autogobierno; declaró la
propiedad estatal de los recursos naturales; reconoció las autonomías
regionales; prohibió los latifundios. Estableció mecanismos para la Democracia
Comunitaria, por medio de la elección, designación o nominación de autoridades
y representantes por normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos
indígenas (artículo 11). De manera general, la Constitución boliviana se erigió
como una de las más progresistas del continente, en cuanto a derechos
ciudadanos y reivindicaciones nacionales (Constitución Política del Estado,
2009).
La pregunta que surge ante estas cifras económicas tan
exitosas y logros políticos tan relevantes es: ¿por qué fue derrocado tan
fácilmente el gobierno del MAS?
Según Javier Gómez (2022),[73]
la crisis del 2019 se gestó a partir del error político que significó la
convocatoria a referéndum en 2016 para modificar la constitución y permitir una
cuarta reelección de Evo Morales, en el
cual el gobierno salió derrotado al ganar la opción del NO con 51,3 %. Este error político, de la cual hubo poca
autocrítica y solo se culpó a la “guerra sucia” y a las redes sociales de la
derrota (La Fuente, 2016) habría conducido a la “ruptura institucional”
implícita en la decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) en
2017,[74]
pues la misma violaba la propia Constitución boliviana (Gómez, 2022). Esto
facilitó a la derecha el posicionamiento discursivo del “rechazo de la
reelección indefinida” y tachar al MAS de “régimen dictatorial” (Ríos y
Larrain, 2021: 9). En vez de aceptar el resultado del referéndum, y dedicarse a
la concientización y movilización popular para revertir esa derrota, el MAS
buscó vías burocráticas para mantenerse en el poder.
Ríos y Larrain (2021) plantean que la raíz debe
buscarse en la articulación de la derecha en torno a la campaña por el “No a la
reelección” para el referéndum de febrero de 2016. Ese triunfo opositor “tuvo
la suficiente contundencia para cohesionar a los sectores más conservadores del
país y ampliar sus bases de apoyo en las clases medias urbanas” (Ríos y
Larrain, 2021: 8), lo que permitió acumular las fuerzas sociales que
posibilitaron las protestas en octubre y noviembre de 2019.
La situación planteada para el MAS ante las elecciones
del 2019 exigía una reflexión sobre el nuevo período de gobierno. Pero dicha
reflexión no se hizo, limitando el debate a la cuestión del liderazgo de
Morales como “único requisito” para continuar en el poder. Este error configuró
de hecho una crisis de propuesta política, una crisis de crecimiento, y
fundamentalmente una crisis de expectativas sobre el nuevo gobierno del MAS
(Gómez, 2022). En noviembre de 2019, según Gómez, existía de hecho un vacío de
liderazgo en ese partido.
En
esta debilidad del MAS inciden factores desarrollados a lo largo de su período
de gobierno, como la paulatina pero creciente desmovilización de los sectores
sociales más dinámicos (indígenas, obreros, campesinos, entre otros) y el
acercamiento del gobierno a los grupos más rancios de la burguesía
agroexportadora (Ríos y Larrain, 2021: 23).
Un
factor negativo reside en las restricciones impuestas desde el Estado para el
fortalecimiento de expresiones políticas a la izquierda del MAS; de esta forma,
las únicas fuerzas políticas que han crecido y fortalecido se ubican en la
derecha (Gómez, 2022). Adicionalmente, es relevante la ausencia de debate sobre
el modelo económico y la forma de Estado luego de concluida la constituyente
(Pachaguaya, 2021). Se mantuvo el modelo extractivista, haciéndolo más
redistributivo (Bautista, 2021). Pese a la definición de estado plurinacional,
continuó practicándose el modelo de Estado republicano existente con
anterioridad (Pachaguaya, 2021). El modelo implementado no abrió una ruta para la
transformación del patrón extractivist[75]a ni fortaleció a la
economía social-comunitaria, en el marco del Vivir Bien. En cambio, se
profundizó el extractivismo (hidrocarburos, minerales y agroindustria de
monocultivos) en alianza con el sector privado transnacional y nacional, en
menoscabo de la sostenibilidad ambiental, los derechos colectivos de los
pueblos indígenas, y la diversificación productiva nacional[76].
Según Pedro Pachaguaya (2021)[77]
“el
proyecto del MAS-Morales se sustentó en la acción de un capitalismo de Estado,
desarrollando proyectos industriales y agrarios, ejecutando una redistribución
de las riquezas nacionales […] durante este proceso, surgió un funcionariado
público que pensaba como burócrata, perdiendo la visión de país y la defensa de
su patrimonio dentro del Estado, que responde a los conflictos y exigencias de
las comunidades indígenas valorándolas como simples “movimientos sociales”, sin
entender que son pueblos poseedores de territorio, idioma, sistemas jurídicos,
políticos, económicos, de salud y educativos,
y sin comprender el carácter plurinacional de la República.”
(Pachaguaya, 2021).
De acuerdo a Javier Gómez (2022) y Ruth Bautista
(2021)[78],
el MAS implantó desde el gobierno una relación clientelar con las
organizaciones sociales, tanto sindicales-gremiales como indígenas, que
subordina las aspiraciones sociales a la agenda del estado. En su relación con
el mundo laboral, Morales ejecutó una política de flexibilización, afectando
las contrataciones colectivas y buscando eliminar sindicatos otrora poderosos
como el de los maestros (Gómez, 2022).[79]
La antes poderosa Central Obrera Boliviana, hoy
languidece en el marco de una derrota general del movimiento de trabajadores,
empujada por una estructura económica que desaparece el trabajo productivo e
impone nuevas formas de explotación como el trabajo digital, los deliverys,
etc. En la práctica, no existen derechos laborales en Bolivia (Gómez, 2022).
La representación de las naciones y comunidades
indígenas en Bolivia también ha sido un tema conflictivo durante los gobiernos
del MAS. Samuel Flores Cruz (2001)[80] Bautista (2001) y Gómez (2022)
coinciden en caracterizar como estructuras clientelares del Estado a las
denominadas “trillizas”: la CSUTCB[81], la CSCIB[82] y la CNMCIOB-BS,[83] que defienden un modelo productivo familiar (individual) en su relación
con la tierra, mientras valoran positivamente a otras organizaciones como la
CIDOB[84]
y la CONAMAQ,[85] que reivindican el territorio ancestral y valoran los principios de
organización colectiva y democracia comunitaria, contra las cuales el gobierno
ha creado estructuras paralelas (Ardanaz, 2014).
Según Flores Cruz (2021) su nación Qhara Qhara
mantiene demandas históricas desde la misma época colonial, exigiendo que se respeten las estructuras de gobierno
ancestrales de los pueblos originarios, previas a la colonización española. Su
exigencia ante la constituyente de tener representación política directa de
cada nación no fue satisfecha y sólo se estableció la representación a través
de los partidos políticos, lo que consideran una “traición” de parte del MAS.
No aceptan ser representados por las organizaciones sociales clientelares al
gobierno, pues constituyen naciones preexistentes con idioma, territorio y
gobierno propio (Flores Cruz, 2021).
Sobre el carácter de clase del Movimiento al
Socialismo, Gómez (2022) lo ubica como integrado por intelectuales pequeño
burgueses con una base consolidada en el movimiento campesino, pero que a la
vez hace tiempo dejaron de ser campesinos y actualmente son productores
defensores de la propiedad privada, con posiciones antiobreras.
La burocracia del MAS que domina las instituciones del
Estado es muy poderosa y carece de formación como para interpretar
adecuadamente la realidad socio-antropológica de Bolivia como estado
plurinacional (Pachaguaya, 2021).
En su afán por impulsar una economía “donde todo es
posible” (Bautista, 2021), Morales y García Linera pactaron con el
empresariado, con la oligarquía, algo que ha terminado siendo muy negativo
(Pachaguaya, 2021). Estas limitaciones de la gestión de gobierno del MAS
contribuyeron a debilitar el respaldo popular y favorecieron los
acontecimientos de octubre –noviembre de 2019.
Golpe
de estado y regreso al poder en 2020
En el golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019
incidió, además de lo ya mencionado, la suspensión por 24 horas del conteo de
votos (Ríos y Larrain, 2021: 9-11). Esta medida desató las manifestaciones
callejeras posteriores a las elecciones, que culminaron en la huelga policial y
en la “sugerencia” del alto mando militar para que Evo Morales renunciara.
La renuncia y salida del país de Morales y sus
principales funcionarios, dio pie al gobierno de facto de Jeanine Añez que
duraría apenas un año, demostrando la incapacidad de las fuerzas de derecha para
gobernar Bolivia (Bautista, 2021). La resistencia popular en la calle se
desarrolló a pesar de la renuncia abrupta de todos los altos funcionarios del
gobierno de Morales, mientras los representantes del MAS en el parlamento
reconocían al gobierno de Añez, a cambio de la convocatoria a elecciones en 90
días (Ríos y Larrain, 2021: 14).[86]
En contrapartida con las debilidades de la gestión del
MAS, también existieron importantes avances que resultaron decisivos en el
debilitamiento progresivo de las fuerzas golpistas durante la gestión de facto
de Jeanine Añez. Según Bautista (2021), el período del MAS fue un “tiempo de
paz”, donde disminuyó considerablemente la conflictividad social anteriormente
presentada por la población indígena, los campesinos, los cocaleros, etc. El
deseo popular por no regresar a ese pasado conflictivo influyó en el respaldo
electoral hacia el MAS en octubre de 2020.
Cuando cayó Morales, el pueblo se preguntó: “qué hemos
hecho”, al ver los desmanes y crímenes del gobierno de Añez. Siguiendo el
principio de organización de los pueblos indígenas, donde primero es el
colectivo y luego es el individuo, las comunidades discutieron por quien votar,
y decidieron respaldar al MAS. Incluso rivales tradicionales de Evo Morales,
como Felipe Quispe (fallecido poco tiempo después), decidió su respaldo a la
candidatura de Luis Arce como mecanismo principal para desactivar el peligro
contra la democracia boliviana representado en Jeanine Añez y las fuerzas
políticas que respaldaron el golpe de 2019 (Pachaguaya, 2021).
Situación
actual
Las elecciones presidenciales finalmente se realizaron
en octubre de 2020, triunfando el candidato del MAS, superando ampliamente la
votación obtenida por Morales el año anterior. El actual presidente de Bolivia,
Luis Arce, es caracterizado como perteneciente a la clase media, de muy pocas
apariciones públicas y sin relaciones con los movimientos campesinos e
indígenas (Bautista, 2021). A diferencia de David Choquehuanca, actual
vicepresidente, quien mantiene su discurso indigenista y con visos
democratizadores al interior del partido de gobierno, pero hasta ahora con
pocos logros en ambos aspectos. Ambos dirigentes muy distanciados del líder Evo
Morales, cuyo “mesianismo” se concibe como un problema (Pachaguaya, 2021; Gómez,
2022).
El MAS mantiene una distribución caudillista del poder
en las distintas regiones del país. Bautista (2021) considera que son los
procesos autonómicos indígenas desde donde se pueden promover verdaderos
cambios sociales, comenzando “de abajo a arriba”. Pero de los 300 territorios
indígenas titulados, sólo están constituidas cinco autonomías, “muy
condicionadas, entorpecidas, burocratizadas, con territorios muy pequeños”.
Sólo la autonomía Guaraní Charagua Iyambae
ha avanzado en debatir sobre el tipo de poder, de representación
indígena y cómo ejercer la democracia (Bautista, 2021).[87]
Argumenta Bautista (2021) que la democracia
comunitaria contemplada constitucionalmente se ejerce de hecho en los
territorios rurales, en las comunidades indígenas y campesinas de base, en las
cuales la democracia intenta surgir “desde abajo”, y el Estado “plurinominal”
la ahoga “desde arriba”. El Estado ha quitado todo el apoyo a las autonomías
indígenas y ha hecho retirar toda la cooperación internacional.[88]
El proyecto de Estado Plurinacional ha sido abandonado de hecho por la
burguesía burocrática (MAS) que gobierna desde La Paz y es rechazado igualmente
por la burguesía empresarial desde Santa Cruz.
Hoy, en 2022, Bolivia avanza con un nuevo gobierno del
MAS, debilitado en las regiones;[89] con unas organizaciones indígenas de base que si bien no desean el
retorno de la derecha, insisten en reivindicar su proyecto ancestral de
economía colectiva, democracia comunitaria y autonomías territoriales; con una
derecha momentáneamente derrotada pero que se fortalece en el polo de
crecimiento económico de Santa Cruz,[90] y con una realidad continental y mundial que se complica y se
transforma día a día.
LUCHAS SOCIALES Y
CRISIS POLÍTICA PERMANENTE EN EL PERÚ
La vida política en el Perú tras la caída de la
dictadura de Alberto Fujimori (1990-2000) se ha caracterizado por constantes
luchas sociales de gran impacto local en todos los rincones de la nación,[91]
y por una permanente crisis política[92] derivada de un sistema democrático inestable que no logra consolidarse,
pese al considerable crecimiento económico basado en el extractivismo minero,
el cual ha generado grandes niveles de desigualdad en la sociedad peruana. Esta
constante crisis política ha conllevado a que en los últimos cuatro años el
Perú haya tenido cinco presidentes.
Para Raphael Hoetmer (2022), la insurgencia de Sendero
Luminoso y el posterior gobierno dictatorial de Alberto Fujimori (décadas de
1980 y 1990), se constituyeron en dos
fenómenos clave que transformaron la cultura política peruana, fragmentándola
en facciones de constante enfrentamiento entre ellas, una cultura política muy
inmediatista, autoritaria y clientelista, que aunado a lo plateando por Steven
Levitsky (Patriau,
2022), Anahí Durand (2022) y Gina Vargas (2022), se le suman los problemas de la democracia
peruana relacionados con debilidad del Estado, la ausencia de partidos
políticos consolidados (Patriau, 2022), un Estado capturado por las élites, grupos empresariales y
redes de corrupción. (Durand, 2022) y una “dictadura” parlamentaria que no
permite trabajar a los últimos gobernantes electos (Vargas, 2022).
Insurgencia
senderista y dictadura fujimorista en los 90
La expansión de la minería en el Perú a partir de 1993
no hubiera sido posible sin la existencia de la “guerra” propiciada por Sendero
Luminoso y la posterior “pacificación” impuesta por el régimen autoritario de
Fujimori (Hoetmer, 2022). Según Valdizan (2021), el conflicto armado desatado
por Sendero fortaleció a sectores conservadores de las Fuerzas Armadas y de la
elite política-económica peruana, favoreciendo el golpe de Fujimori en 1992. El
ingreso de numerosas empresas extractivistas extranjeras en los años 90 del siglo XX[93]
aumentó la conflictividad social en el Perú, que se ha mantenido en el presente
siglo (Valdizan, 2021). En el Perú actual se desarrollan un promedio de 200-250
conflictos por temas ambientales al año (Chirinos, 2021).
El período de accionar de la guerrilla de Sendero
Luminoso habría determinado una “derrota estratégica” para la izquierda peruana
(Durand, 2022), que la llevó a desconectarse de la lucha social. A inicios de
los 80`s, Perú tenía la izquierda más fuerte del continente (Hoetmer, 2022), expresada
en la coalición partidista Izquierda Unida (Chirinos, 2021), alcanzando el
segundo lugar en las elecciones presidenciales de 1985 y conquistando las
alcaldías de ciudades principales incluyendo a Lima, Arequipa y Cusco (Chirino,
2021). La lucha armada de Sendero Luminoso fue en parte contra los grupos de
izquierda que no respaldaban su opción violenta. Sendero asesinó a numerosos
alcaldes de Izquierda Unida y a dirigentes comunitarios como la recordada María
Elena Moyano[94] (Hoetmer, 2022; Durand, 2022).
El terrorismo de Estado de la dictadura fujimorista
utilizó la excusa de la insurgencia senderista para criminalizar y
prácticamente desaparecer a toda la izquierda legal (Chirinos, 2021). En las
últimas dos décadas se produce una reconstrucción de las izquierdas, proceso
que ha tenido altibajos y que está influido por los traumas producto del
período de influencia senderista y del terrorismo de estado fujimorista
(Valdizan, 2021). Sendero Luminoso y Fujimori dejaron como legado negativo una
cultura política de fragmentación y desconfianza en los movimientos sociales
(Hoetmer, 2022).
Reconfiguración
de la lucha social en el siglo XXI
Siguiendo a Durand (2022), al caer la dictadura de
Fujimori, las élites pactaron para que continuara el modelo neoliberal impuesto
por el fujimorismo. Modelo extractivista que ha encontrado la oposición de
movimientos sociales regionales que permiten afirmar que el Perú es el primer
país latinoamericano donde se han paralizado entre 10 y 15 megaproyectos
mineros[95]
(Hoetmer, 2022).
Dos de estos megaproyectos detenidos por la protesta
social fueron el “Baguazo” y el proyecto “Conga” (Durand, 2022). Fue el Baguazo
una protesta de las comunidades indígenas amazónicas en 2009 contra la política
de Alan García de fomentar inversiones extranjeras en el marco del Tratado de
Libre Comercio con los Estados Unidos. La acción de despeje policial de una
carretera tomada por las comunidades generó un fuerte enfrentamiento con el
saldo de 33 muertos entre manifestantes y policías.[96]
En el caso del proyecto Conga, también detenido por la protesta social en 2012,[97]
marcó el viraje a la derecha y al extractivismo neoliberal del gobierno de
Ollanta Humala (Durand, 2022).
La lucha social en el Perú, si bien no se expresa en
grandes organizaciones nacionales como la CONAIE ecuatoriana, ni ha alcanzado
conquistas políticas de gran relevancia para la República como los movimientos
sociales chilenos que conquistaron la convocatoria de la Convención
Constituyente en 2021, tampoco puede caracterizarse como débil y dispersa, como
bien lo plantea Hoetmer (2022). Las dos últimas décadas han presenciado
constantes protestas sociales en todos los rincones del país, pese a no tener
una única expresión organizativa nacional ni responder a partidos políticos
específicos. Según el SIMCO (2020),[98] entre abril del 2007 y febrero de 2020, la Defensoría del Pueblo
registró 14,558 acciones colectivas de protesta en el país, de las cuales el
21.5% (3123) se expresaron con acciones violentas.[99]
Los conflictos socioambientales en el Perú no son, en
la mayoría de los casos, antiextractivistas; sino principalmente movimientos
redistributivos (Valdizan, 2021), que buscan conquistar reivindicaciones
específicas de las compañías mineras, ante un Estado que no garantiza los
derechos sociales fundamentales. En menor medida, los conflictos en defensa de
territorios indígenas y comunitarios también han enfrentado la ampliación de la
fase extractivista minera (Hoetmer, 2022). La nueva oleada de conflictividad
social encuentra a movimientos sociales no unificados, sino conformados en base
a reivindicaciones regionalistas, territoriales o sectoriales (Valdizan, 2021).
Las organizaciones indígenas, como FENMUCARINAP[100]
y AIDESEP,[101] aun con escaso impacto político hacia toda la nación, insisten en su
lucha por la autodeterminación y autogobierno de los pueblos indígenas, y por
el reconocimiento y titulación de sus territorios; en espacios, de los pocos en
el Perú, donde el pueblo ensaya formas de autogobierno y de democracia participativa
inspiradas en la influencia zapatista (Hoetmer, 2022).
La izquierda partidista también ha intentado su
reconstrucción a partir de la caída del fujimorismo, que tuvo un primer momento
relevante con la constitución del Frente Amplio en 2010 como expresión de una
fuerza unitaria de izquierda, la cual en las elecciones de 2016 se convirtió en
la primera bancada del parlamento nacional (con 20 congresistas), y su
candidata Verónika Mendoza llegara en tercera posición en las presidenciales;
aunque se dividió en 2017 y redujera considerablemente su fuerza electoral en
las elecciones de 2020 y de 2021. Esta izquierda ha tenido también expresiones
exitosas a nivel regional, como Huancayo, Puno, Arequipa y Cuzco (Valdizan,
2021).
La izquierda peruana ha representado un 25-30 % de
respaldo electoral en los últimos 20 años. En las elecciones presidenciales
antes de 2021, en la segunda vuelta la izquierda apoyó a candidatos moderados
de derecha para evitar el triunfo de la ultraderecha fujimorista (Hoetmer,
2022). Así sucedió con Alan García en 2006, Ollanta Humala en 2011 y Pedro
Pablo Kuczinsky en 2016 (Durand, 2022).
Igualmente, la protesta de calle de la oposición de
izquierda ha cumplido un papel relevante en la lucha contra la corrupción
política en el Estado (Hoetmer, 2022), como ocurrió con las manifestaciones de
noviembre de 2020[102] que enfrentaron el “golpe parlamentario”[103]
dado por la mayoría derechista en el congreso al destituir al presidente Martin
Vizcarra y juramentar al parlamentario Manuel Merino como presidente del Perú,
desencadenándose la movilización masiva de los peruanos en las principales
ciudades del país que trajo como consecuencia la renuncia del recién
juramentado presidente del Perú (Menéndez, 2020; BBC, 2020).
El
triunfo de Pedro Castillo
Las elecciones presidenciales realizadas en 2021
dieron como ganador de manera sorpresiva a Pedro Castillo, dirigente sindical
magisterial que no tenía una mayor trayectoria política, y que había sido
postulado por el pequeño partido de izquierda Perú Libre.
Castillo había encabezado la huelga magisterial
realizada en 2017, uno de los mayores conflictos de impacto nacional de las dos
últimas décadas (Valdizan, 2021). Según Valdizan, el triunfo de Castillo fue la
expresión de un sentimiento regionalista identitario enfrentado al centralismo
limeño. Chirinos (2021) afirma que en la explicación del triunfo de Castillo se
debe considerar el capitalismo de carácter “colonial” que sigue imperando en el
Perú, el cual impone una discriminación cultural muy grande y una tensión
permanente entre la población andina y amazónica, por una parte, y la población
de las grandes ciudades en las regiones costeras.
El voto por Castillo significó “meterle una cachetada”
a esa cultura blanca limeña donde sustenta su respaldo la derecha (Chirinos,
2021). La figura de Castillo se promocionó como la contraparte a la elite económica
y cultural muy vinculada a Europa, que históricamente ha gobernado desde Lima.
Fue visto como un ciudadano más de las provincias peruanas, un paisano por el
cual se debía votar (Chirinos, 2021). En el resultado electoral también
influyeron los efectos de la pandemia en las poblaciones más humildes (50 mil
muertos en el Perú) y la pérdida de confianza en las promesas y prebendas de
los candidatos de la derecha neoliberal.
Castillo no gana en grandes ciudades como Lima y
Piura, pero arrasa en las provincias andinas y amazónicas, reflejando la
profunda división social y cultural que arrastra la sociedad peruana (Telesur,
2021). Fue muy importante durante la campaña el trabajo de los profesores
(educadores del magisterio) en las provincias. En un Estado muy disminuido, la
presencia del profesor es la única representación de los poderes públicos en
las provincias rurales (andinas y amazónicas). La campaña electoral de
Castillo, basada en la fuerza magisterial, y apoyado también por las Rondas
Campesinas[104], tuvo un gran contenido popular (Chirinos, 2021)
Las limitaciones del nuevo gobierno de Castillo se
derivan de la debilidad misma de la izquierda peruana, El partido que lo
postuló, Perú Libre, con el cual Castillo ha tenido muchas contradicciones en
lo que lleva de mandato, carece de un programa político desarrollado (Chirinos,
2021); y teniendo un discurso de ultraizquierda es a la vez muy conservador en
temas de migración y políticas de género (Vargas, 2022). Perú Libre tiene más
influencia en zonas provinciales rurales, pero no fue su campaña como partido
la que permitió el triunfo de Castillo (Chirinos, 2021). El otro partido
relevante en la izquierda es Nuevo Perú, derivado del extinto Frente Amplio,
con mayor fuerza en las grandes ciudades, pero que tuvo escasa votación en
estas últimas elecciones.[105]
En los recientes intentos por destituir a Castillo,
ambos partidos han coincido en rechazar las propuestas de vacancia que ha
encabezado el partido fujimorista Fuerza Popular (Velásquez, 2022).
Crisis
permanente en la democracia peruana
Los últimos cuatro años han significado la
profundización de una crisis político-institucional que amenaza la estabilidad
del sistema democrático. El país ha vivido un progresivo desprestigio de la clase política debido a las
crecientes revelaciones de corrupción (Paredes y Encinas, 2020) que han llevado
a la destitución de varios presidentes en una constante confrontación entre el
ejecutivo y el legislativo.
En un país donde la
representación política se ha debilitado por la acción de grandes poderes
económicos que crean y financian nuevos partidos, e inciden directamente en las
propuestas del legislativo (Valdizan, 2021); un sistema político cerrado que
impide se inscriban nuevos partidos del campo popular (Durand, 2022); con una
democracia muy precaria, con gran fragmentación institucional y un fuerte
rechazo popular a las instituciones; se ingresa ahora a una confrontación más
polarizada aún a partir del triunfo electoral del izquierdista Pedro Castillo.
Los grandes grupos empresariales (vinculados a grandes
trasnacionales mineras y petroleras) y los partidos políticos de extrema
derecha (Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País) han resucitado el
discurso de la guerra fría y pugnan por la destitución de Pedro Castillo en
nombre de la lucha contra el “comunismo” en el continente. Resalta en esta
crisis el excesivo peso dentro del Estado que ha asumido el poder legislativo.[106]
“El congreso termina dándole línea al
gabinete” (Durand) e impera una especie de “dictadura parlamentaria” (Vargas,
2022).
Cometiendo errores garrafales como el reciente aumento
de combustibles y la declaración de toque de queda en la capital,[107]
que generaron una significativa revuelta popular en varias ciudades, Castillo
continúa su mandato contra los pronósticos de la derecha continental y a pesar
de sus propias limitaciones. Sus fortalezas a futuro pueden radicar en un
movimiento ciudadano con conciencia y capacidad de movilización, que se
expresan en nuevos movimientos como el feminista (Vargas, 2022), y que hoy
hacen esfuerzos unitarios por conformar un instrumento político que logra dar
respuesta a este amplio campo de lucha social que existe hoy en el Perú
(Durand, 2022).
CONSIDERACIONES FINALES
1)
Los procesos de cambio sociopolítico en Ecuador y Bolivia, con
importantes logros en cuanto a derechos consagrados constitucionalmente y
avances nacionalistas en lo económico, presentan limitaciones similares en
cuanto a no haber roto completamente con la estructura básica del Estado
liberal burgués, pese a haber modificado sus sistemas políticos mediante
asambleas constituyentes.
2)
Viene actuando como barrera a la democracia la continuidad de los
sistemas de representación partidista heredados del viejo liberalismo. Se plantea
delinear una nueva institucionalidad democrática que prescinda de la “forma
partido” (abandonando el concepto de “revolucionarios y políticos
profesionales”), y consolide formas de representación ciudadana a través de los
mismos movimientos sociales.
3)
En el Perú no ha podido consolidarse una sólida institucionalización
democrática que permita una competencia efectiva de los partidos políticos, y
de incorporar a esa institucionalidad a los movimientos sociales y comunidades
indígenas respetando su autonomía.
4)
De manera general, la libertad de expresión y asociación, el acatamiento
y la observancia de las leyes, el respeto a las garantías de los derechos
humanos, la rendición de cuentas, y la necesaria transparencia gubernamental,
continúan siendo tareas pendientes de los procesos políticos que en
Latinoamérica se plantean transformaciones progresistas.
5)
En los tres países estudiados, destacan las permanente trabas legales
para la actuación tanto de los movimientos sociales como de los partidos
políticos progresistas no gubernamentales, trabas mantenidas incluso en los
gobiernos de izquierda como los de Rafael Correa y Evo Morales.
6)
Destacan también las restricciones legales a las expresiones autónomas
de las organizaciones indígenas, incluso en los países donde esos derechos a la
soberanía territorial fueron consagrados constitucionalmente.
7) Es imprescindible un análisis particular de las organizaciones de los
pueblos y naciones indígenas, que no pueden ser estudiadas como simples
“movimientos sociales”, pues son etnias que tienen su lengua y su historia, su
territorio propio, que tienen sistemas jurídicos, sistemas políticos, sistemas
económicos, de salud, educativos, preexistentes incluso a la invasión
europea, y que por tanto imponen una
complejidad que además choca en la mayoría de los casos con la forma de estado
liberal existente en cada país, que no coinciden con la racionalidad de la
participación política en las democracias occidentales y tampoco con la
racionalidad de las nuevas democracias “participativas”. Hasta el punto de que
los mismos principios que reconocen la multiculturalidad, la plurinacionalidad
y los derechos indígenas, consagrados en las nuevas constituciones de Bolivia y
de Ecuador no se han ejecutado a plenitud por haber sido escritos en “código
occidental” y no en código indígena originario.
8)
Los movimientos sociales y las organizaciones indígenas continúan
siendo, en los tres países estudiados, el motor principal de las propuestas de
transformación progresista enmarcadas en una democracia participativa, una
soberanía económica, y una diversidad plurinacional y multicultural.
9)
La dinámica contradictoria entre Estado, partidos progresistas y
movimientos sociales/organizaciones indígenas, afecta la solidez de las
propuestas de cambio sociopolítico. La solución de este conflicto radica
exclusivamente en el predominio de formas de democracia participativa en la
interacción entre Estado, partidos y movimientos sociales/organizaciones
indígenas.
10) Los sistemas políticos
latinoamericanos deben repensarse superando la tradicional “representación” del
liberalismo burgués, avanzando a formas de organización ciudadana que impidan
la conformación de elites que terminan usurpando la soberanía popular. En la
democracia participativa ejercida en los movimientos sociales, y en las formas
de organización y de representación ancestrales que mantienen las naciones
indígenas, están las claves para el avance de los procesos de cambio
sociopolítico que nuevamente se abren en Nuestra América.
Nuestros agradecimientos a:
Silvio Álvarez, Ruth
Bautista, Anahí Durand, Nayra Chalan, Floresmilo Simbaña,
Ricardo
Chirinos, Samuel Flores Cruz, Javier
Gómez, Raphael Hoetmer, Milton Maya, Pablo Ospina, Pedro Pachaguaya, Guillermo
Valdizán, Laura Isabel Vargas, Gina Vargas, Edgar Isch, Stalin Herrera y Alfredo Velásquez por habernos dedicado parte de su tiempo para la
realización de esta investigación.
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Entrevistas
ÁLVAREZ, Silvio. (2021). Abogado, dirigente indígena
Aiwá, Ecuador. Entrevista realizada el 8 de octubre de 2021.
BAUTISTA, Ruth. (2021). Socióloga. Investigadora
del Instituto
para el Desarrollo Rural de Sudamérica, Bolivia. Entrevista realizada el
18 de octubre de 2021.
DURAND, Anahí. (2022). Socióloga. Profesora de la Universidad de San
Marcos. Ministra de la Mujer en el gobierno de Pedro Castillo. Entrevista realizada el 19 de marzo de 2022.
CHALAN, Nayra. (2021). Comunicadora Social.
Vicepresidenta de ECUARUNARI, Ecuador. Entrevista realizada el 8 de noviembre
de 2021.
CHIRINOS, Ricardo (2021). Arqueólogo de Qhapaq Ñan,
Perú. Entrevista realizada el 27 de septiembre de 2021.
FLORES CRUZ, Samuel. (2021). Ex curaca de la Nación
Qhara Qhara, Perú. Entrevista realizada el 30 de octubre de 2021.
GÓMEZ, Javier. (2022). Economista. Director del Centro
de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA),
Bolivia. Entrevista realizada el 22 de febrero de 2022.
HERRERA, Stalin. (2022). Sociólogo. Coordinador de
CLACSO Ecuador. Director de Estudios Ecuatorianos (ONG). Entrevista realizada
el 09 de febrero de 2022.
HOETMER, Raphael (2022). Profesor Universidad de San
Marcos. Asesor Regional de Amnistía Internacional, Perú. Entrevista realizada
el 09 de marzo de 2022.
ISCH, Edgar (2021). Profesor de la Universidad
Central del Ecuador. Quito. Ministro en el gobierno de Lucio Gutierrez.
Entrevista realizada el 14 de diciembre de 2021.
MAYA, Milton. (2021).
Investigador del Centro Andino de Investigación Popular (CAAP), Ecuador. Entrevista realizada el 25 de julio de 2021.
OSPINA, Pablo. (2021). Docente de la Universidad
Andina Simón Bolívar, Ecuador. Entrevista realizada el 4 de noviembre de 2021.
PACHAGUAYA, Pedro (2021). Miembro de la Asociación de
Antropólogos de La Paz, Bolivia. Entrevista realizada el 22 de octubre de 2021.
SIMBAÑA, Floresmilo. (2021). Dirigente kichwa de la ECUARUNARI, Ecuador. Entrevista
realizada el 21 de diciembre de 2021.
VALDIZÁN, Guillermo. (2021). Sociólogo, docente de la FLACSO.
Entrevista realizada el 20 de octubre de 2021.
VARGAS, Laura Isabel. (2022). Presidenta del Unión
Nacional de Educadores del Ecuador-UNE. Entrevista realizada el 05 de marzo de
2022.
VARGAS, Gina. (2022). Socióloga e integrante del movimiento
de mujeres, Perú. Entrevista realizada el 06 de marzo de 2022.
VELÁSQUEZ, Alfredo. (2022). Educador. Secretario de
Relaciones Internacionales del Sindicato Unitario de Trabajadores de la
Educación del Perú (SUTEP). Entrevista realizada el 20 de febrero de 2022.
[1]
Publicado en: “Derechos en Cuestión. Amenazas y desafíos para las democracias”.
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. CLACSO. Colección Becas de
Investigación. Buenos Aires: CLACSO, marzo de 2023.
ISBN 978-987-813-429-1. www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana
Pp. 81-142.
[2] Nuestros agradecimientos a Silvio Álvarez, Ruth Bautista, Anahí Durand,
Nayra Chalan, Floresmilo Simbaña, Ricardo Chirinos, Samuel Flores Cruz, Javier
Gómez, Raphael Hoetmer, Milton Maya, Pablo Ospina, Pedro Pachaguaya, Guillermo
Valdizán, Laura Isabel Vargas, Gina Vargas, Edgar Isch, Stalin Herrera y
Alfredo Velásquez,
por habernos dedicado parte de su tiempo para la realización de esta
investigación. A Carmen Alicia Hernández Rodríguez y a Gladys Gordones, por su
participación como asistentes en la investigación. Al profesor Eduardo Rinesi,
por su asesoría como tutor designado por CLACSO para esta investigación.
[3]
Tomamos como fecha referente las elecciones presidenciales argentinas de
diciembre de 2015, como el inicio del declive de esa primera ola progresista
del continente.
[4]
La Asamblea Constituyente venezolana fue convocada y ratificada por un
referéndum ratificatorio en 1999. La Asamblea Constituyente en Bolivia se
realizó en 2006-2007, con referéndum ratificatorio en 2009. La Constituyente en
Ecuador inició en 2007 y culminó en 2008.
[5]
Pedro Castillo, electo en junio de 2021, incluyó como propuesta programática fundamental
la realización de una Asamblea Constituyente.
[6]
Considerando la derrota electoral del Kirchnerismo en Argentina en 2015; la
destitución de Dilma Roussef en Brasil en 2016; la ruptura con el correísmo por
parte de Lenin Moreno en 2017; las derrotas electorales del Frente Farabundo
Martí en El Salvador y del Frente Amplio en Uruguay en 2019.
[7]
Las revoluciones de colores fue un esquema de intervención política promovido
por EUA y la UE para influir en la Europa Oriental y en países de la antigua Unión
Soviética, pero que también han sido intentados en otros países. Implica la movilización de grupos sociales para generar
una crisis política que justifique acciones de fuerza surgidas de un movimiento
conspirativo simultáneo, con respaldo y dirección extranjera (López, Suárez y
Paredes, 2016).
[8]
También se produjo el derrocamiento de presidentes electos por vía democrática,
como Zelaya en Honduras 2009 y Lugo en Paraguay 2012.
[9]
Ya en 2018 había sido electo Andrés Manuel López Obrador como presidente en
México y en el 2019 en
Ecuador, las movilizaciones sociales antineoliberales dieron paso al
fortalecimiento de dos fórmulas electorales progresistas: Andrés Araúz
(representante del Correísmo) y de Yaku Pérez (representante de la organización
indígena Pachakutik), división que precipitó el triunfo del derechista
Guillermo Lasso en abril de 2021, resultado que replantea el debate de la relación entre
partidos políticos progresistas y movimientos sociales que nos proponemos
desarrollar en esta investigación.
[10] La
Constitución venezolana de 1999 estableció en su preámbulo la democracia
participativa y protagónica, e incorporó la utilización del referendo popular
para aprobar y abrogar leyes; para consultar materias de trascendencia
nacional, estadal, municipal y parroquial; y para revocar cualquiera de los
cargos de elección popular.
[11] Gobiernos
como los de Piñera, Bolsonaro y Duque, entre otros, recurren frecuentemente a
una retórica anticomunista contra las fuerzas progresistas, movimientos
sociales y organizaciones indígenas.
[12] En adelante MS.
[13] Desde los Estados Unidos se
propuso la “Teoría de la Movilización de Recursos”, cuyos exponentes
principales son Charles Tilly (1993), Sidney Tarrow (1997), Doug Mc Adam, Sidney
Tarrow, y Charles Tilly (2005). Los aportes europeos han sido denominados “Teoría de
las Identidades Colectivas”, siendo sus exponentes Alan Touraine (2005) y
Alberto Melucci y Alejandro Massolo (1990),
entre otros.
[14] Salvo
excepciones como el EZLN en México (Ejército Zapatista de Liberación Nacional)
y Desobediencia Popular-Proyecto Nuestra América en Venezuela (cuyos
principales líderes fueron Carlos Lanz Rodríguez, Roland Denis y Luis
Villafaña).
[15] Los
“revolucionarios profesionales” de Lenin son equivalentes a los “políticos
profesionales” de los sistemas políticos liberales. Representan una división
muy marcada del trabajo, entre intelectuales que toman las decisiones y
militantes que cumplen esas decisiones.
[16] Consultar el texto de Antonio
Gramsci: “Los Consejos de Fabrica” (2004).
[17]
Consultar el texto de Serge Bricianer:
“Anton Pannekoek y los consejos obreros” (1976).
[18] A Holloway
se le ha considerado como teórico del movimiento zapatista en México, el cual
actúa bajo principios antiestatales y antipartidistas.
[19] Estallido
social que fue duramente reprimido mediante las Fuerzas Armadas y suspendiendo
las garantías constitucionales durante tres semanas, con un saldo de centenares
de civiles asesinados.
[20] Democracia obrera que Carlos
Marx sistematizó de la experiencia de la Comuna de París, en su obra: “La
Guerra Civil en Francia” (1978).
[21] Algunos de
estos principios, como el referéndum popular,
la revocatoria del mandato y la rotación en los cargos, fueron recogidos
en artículos de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
aprobada en 1999 (artículos 70 al 74, 95).
[22] Las formas
de representación política asumidas por las nuevas constituciones surgidas de
los procesos constituyentes en Venezuela, Ecuador y Bolivia continuaron
mediadas por los partidos políticos, le dio continuidad a la vieja
representatividad partidista de las democracias liberales occidentales
[23] García
Linera enfatiza en la desaparición de la otrora poderosa Central Obrera
Boliviana, COB, como actor político principal del conflicto social boliviano
(García Linera, 2008:349).
[24] En
adelante CONAIE.
[25] Período de
significativas transformaciones políticas enmarcadas en la llamada “Ola
Progresista” de gobiernos de izquierda que accedieron al poder mediante
procesos electorales en la primera década de este siglo XXI y que tuvieron
impacto en todo el continente
[26] Edgar Isch, exministro del
ambiente del Ecuador, entrevista realizada el 14 de diciembre de 2021.
[27] Nayra
Chalán, vicepresidenta de ECUARUNARI, entrevista realizada el 8 de noviembre de
2021.
[28] Para
conocer más sobre el levantamiento indígena del Inti Raymi de 1990,
recomendamos la obra de Segundo Moreno
Yánez y José Figueroa (1992), titulada: El levantamiento indígena Inti Raymi de
1990.
[29] Nayra
Chalán también resalta el carácter colectivo de esos derechos indígenas que
consagró la Constitución del 2008: “están
otros actores como sujeto de derecho y es un sujeto colectivo y dice el titular
de derechos son las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades”
[30] Pablo
Ospina, docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, entrevista realizada
el 4 de noviembre de 2021.
[31] Silvio
Álvarez, dirigente indígena Aiwá, entrevista realizada el 8 de octubre de 2021.
Pablo Ospina, ibídem.
[32] Isch, ibídem.
[33] Milton
Maya, investigador del Centro Andino de Investigación Popular (CAAP),
entrevista realizada el 25 de julio de
2021.
[34] Laura
Isabel Vargas, presidenta del Unión nacional de educadores del Ecuador-UNE,
entrevista realizada el 05 de marzo de 2022.
[35] Para
Alberto Acosta (2017), expresidente de la Asamblea Nacional “Correa es un
caudillo: no se fortaleció la democracia, por el contrario, se restringieron
las libertades, se estableció un marco jurídico represivo y se golpeó duramente
a los movimientos sociales que viabilizaron el triunfo de Correa en el
2006". De igual manera nos lo
refiere Stalin Herrera en una entrevista que le realizamos el 09 de febrero de
2022. “En los constantes discursos de Correa contra las organizaciones
indígenas y los movimientos de trabajadores, éste les da un trato de “enemigo
interno”...”
[36] “Profesores, no necesitan a la UNE, vengan directamente a conversar
conmigo. Indígenas, no necesitan a la CONAIE, venga directamente conmigo para
solucionar sus exigencias”. (Isch, 2021)
[37] Así lo
refieren diferentes entrevistados como Edgar Isch, Silvio Álvarez, Nayra Chalán
y Pablo Ospina.
[38] Frente
Unitario de Trabajadores, creado en los años 80 como espacio de unificación de
las principales centrales sindicales ecuatorianas.
[39] Unión Nacional
de Educadores. El principal sindicato ecuatoriano de educadores, fundado en
1944.
[40]
Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras.
[41] Consejo de
Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicos del Ecuador.
[42] Vargas,
Ibídem.
[43] Vargas, Ibídem.
[44] Ver decreto de Correa en:
https://www.vicariatoaguarico.org/index.php/documentos/ecuador/1168-decreto-presidencial-n-1780
[45] Ver
relatoría de los derechos de los Pueblos indígenas para contestar un
cuestionario para el "Estudio de los estándares fijados por el sistema
interamericano de derechos humanos en relación a los derechos de propiedad
indígena sobre las tierras, territorios y recursos naturales" en:
https://www.inredh.org/archivos/pdf/informe_cuestionario_indigenas.pdf
[47] Ospina,
Ibídem
[48] La cultura política en el Ecuador
ha ganado el plebiscito. https://www.dw.com/es/la-cultura-pol%C3%ADtica-en-el-ecuador-ha-ganado-el-plebiscito/a-15086001.
[49] El numeral
9 del artículo 57 de la Constitución del
Ecuador dice: “Conservar y desarrollar sus propias formas de convivencia y
organización social, y de generación y ejercicio de la autoridad, en sus territorios
legalmente reconocidos y tierras comunitarias de posesión ancestral”. El
numeral 4 consagra la propiedad sobre sus tierras: “Conservar la propiedad
imprescriptible de sus tierras comunitarias, que serán inalienables,
inembargables e indivisibles” en: https://www.oas.org/juridico/pdfs/mesicic4_ecu_const.pdf
[50] Chalan, ibídem.
[51] Chalan, ibídem.
[52] Álvarez, Ibídem.
[53] Rafael Correa pone fin a la
iniciativa Yasuní ITT, cuya propuesta original la
había realizado el propio Correa. Ver: https://www.eluniverso.com/noticias/2013/08/15/nota/1294861/rafael-correa-pone-fin-iniciativa-yasuni-itt/.
[54] Ospina,
Ibídem.
[55] Chalan,
ibídem y Álvarez, Ibídem. Es importante
destacar aquí que El Frente Popular está impulsado por el partido Unidad
Popular, organización política con varias décadas de existencia. Su anterior
denominación, Movimiento Popular Democrático, fue anulada por el Consejo
Electoral durante el gobierno de Correa.
[56] Isch.
Ibídem.
[57] Floresmilo
Simbaña, dirigente kichwa de la
ECUARUNARI, entrevista realizada el 21 de diciembre de 2021.
[58] Chalan,
Ibídem.
[59] Vargas,
2019.
[60] Pérez
Torres, 2019.
[61] El
historiador Juan Paz y Miño, cercano al correísmo, valora así las propuestas de
la Minga: “las soluciones más "estructurales" del documento
"Minga" […] son comunes a las aspiraciones que movilizan a la mayoría
de ecuatorianos democráticos y progresistas” (Paz y Miño, 2021).
[62] Simbaña,
ibídem.
[63] Empresario
y banquero. Líder de la derecha ecuatoriana que hizo oposición constante al
gobierno de Rafael Correa.
[64] Candidato
del correísmo, que había ganado la primera vuelta con un 32,7 % de los votos.
[65] “Yaku
Pérez debió entrar a la segunda vuelta […] hay
elementos que indican que hubo fraude”. Isch. Entrevista citada.
[66] Maya.
Ibídem.
[67] Maya.
Ibídem.
[68]
Corporación Latinobarómetro, 2018.
[69] Maya.
Ibídem.
[70] Chalan, Ibídem
[71] Sostiene
Nayra Chalan, al cuestionar acuerdos que Pachakutik ha realizado con la derecha
en la Asamblea Nacional para combatir el correísmo: “somos una organización que
se identifica claramente como izquierda, no estamos en el limbo, no decimos no
estamos ni en la derecha ni en la izquierda, no estamos sueltos, tiene una
línea ideológica por dónde camina y es la izquierda […] es el proyecto político
de la CONAIE”. Chalan. Entrevista
citada.
[72]
No obstante, Correa mantuvo una política agresiva
contra el movimiento indígena, los ecologistas, y la “izquierda infantil”,
considerándolos como los “peores enemigos del proceso” (Martínez y Acosta,
2014: 14).
[73] Javier Gómez, Director del
Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Bolivia,
entrevista realizada el 22 de febrero de 2022. “El error político del MAS
permitió que una oposición sin propuestas, sin alternativas, vaya acumulando
fuerzas sociales y termine de agotar al gobierno de Evo Morales”, en los
sucesos de noviembre de 2019.
[74] “El Tribunal Constitucional de Bolivia
autoriza a Evo Morales a buscar la reelección como presidente sin límites”
(BBC, 2017) .
[75] “Existe
actualmente un mayor consenso sobre las similitudes entre las políticas
sociales y económicas y un modelo neoextractivista, implementados tanto por
gobiernos conservadores como progresistas en la región” (Rodrìguez, 2020: 235)
[76] El conflicto por la construcción de una carretera en el Parque Nacional
y zona indígena TIPNIS ha sido emblemático en la lucha de comunidades indígenas
contra el modelo extractivista. Véase: Siete años del conflicto entre el TIPNIS
y el MAS. http://www.iisec.ucb.edu.bo/publicacion/siete-anos-del-conflicto-entre-el-tipnis-y-el-mas. El TIPNIS símbolo de la defensa de los Derechos
Territoriales y de la Madre Tierra. https://cenda.org/especial-tipnis
[77] Pedro
Pachaguaya, miembro de la Asociación de Antropólogos de La Paz, entrevista
realizada el 22 de octubre de 2021.
[78] Ruth
Bautista, investigadora del Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica,
entrevista realizada el 18 de octubre de 2021.
[79] El
MAS y las organizaciones sociales afines al gobierno de Morales promovieron un
desconocimiento de los sindicatos de maestros por apoyar un paro de la COB
exigiendo aumento de salarios. Ver: https://www.opinion.com.bo/articulo/el-pais/represalia-campesinos-instruyen-expulsar-maestros-faltones/20110417080200395968.html
[80] Entrevista a Samuel Flores Cruz, ex curaca de la Nación Qhara Qhara, entrevista realizada
el 30 de octubre de 2021.
[81] Confederación Sindical Única
de Trabajadores Campesinos de Bolivia.
[82]
Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia.
[83]
Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia –
“Bartolina Sisa”.
[84] Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia, fundada en 1982. En las
conclusiones de la VI Comisión Nacional de la CIDOB en 2012 se concluyó: “queda
claro la intromisión política del gobierno de turno en las estructuras
orgánicas del movimiento indígena, creado a través de un reducido grupo de
hermanos serviles a sus intereses que se han convocado para crear una falsa
GAMPI violando nuestros estatutos y reglamentos viciado de nulidad, aptitud que
reprocha el movimiento indígena toda vez que esta organización obedece a los
intereses del gobierno de turno y líneas del MAS […] Que el gobierno del MAS
viene violando los derechos fundamentales de la Constitución Política del
Estado y los convenios internacionales como son el Convenio 169 de la OIT y la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos
indígenas.” (CIBOB, 2012).
[85] CONAMAQ: Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu, fundado
en 1997. En Enero de 2014 su sede principal fue asaltada por una turba enviada
por el gobierno, con respaldo policial y judicial, procediendo a instalar una
nueva directiva nacional afín al MAS (CONAMAQ, 2014).
[86] “Con su voto, el MAS creía poder
evitar la continuación de las violencias, pero al hacerlo ofrecía una
apariencia de legitimidad democrática al golpe de Estado” (Habel, 2020).
[87] Ver el Estatuto de la
Autonomía Guaraní Charagua Iyambae (2014).
[88] Evo Morales dijo al respecto: “Fundación que
perjudique la explotación de los recursos naturales” en Bolivia “se tiene que
ir del país” (Wanderley, 2018).
[89] El MAS perdió 6 de las 9
gobernaciones regionales en las elecciones subnacionales de abril de 2021
(Molina, 2021).
[90] Hacia
Santa Cruz existe una migración interna del 11 % anual. El proyecto de
modernidad del agro negocio y la minería aún no ha encontrado su contraparte en
la izquierda (Gómez, 2022).
[91] Según
Ricardo Chirinos (2021), con “el retorno de la democracia, en el año 2000, se
reconfiguran los movimientos sociales a partir de la lucha contra el
extractivismo minero y petrolero.
[92] Guillermo
Valdizan (2021) la denomina “Crisis de
régimen”. Para Valdizan (2021), el neoliberalismo conformó en el Perú un
“estado mínimo” que no es capaz de garantizar los derechos sociales
fundamentales, lo que genera los constantes conflictos de las últimas décadas.
[93] Casi el 70
% del territorio nacional ha sido entregado en concesiones a compañías mineras
y petroleras. (Chirinos, 2021)
[94] Para conocer la historia de María Elena Moyano
recomendamos la lectura del trabajo de
Luis Martín Valdiviezo Arista (2020), titulado:
“María Elena Moyano: construyendo ciudadanía y paz desde el Perú
excluido”.
[95] Como el
Proyecto Minero Conga, que tenía prevista una inversión de 4.800 millones de
dólares. https://iimp.org.pe/noticias/las-razones-de-la-paralizacion-del-proyecto-minero-conga
[96] ¿Qué fue el Baguazo? Causas y consecuencias de una
matanza. https://rpp.pe/peru/actualidad/que-fue-el-baguazo-causas-y-consecuencias-de-una-matanza-noticia-996965
[97] El conflicto minero en Cajamarca atenaza al Gobierno de Perú. https://elpais.com/internacional/2012/06/22/actualidad/1340367008_274476.html
[98] Sistema de
Monitoreo de Conflictos Sociales (SIMCO) de la Defensoría del Pueblo. Perú.
[99] Defensoría
del Pueblo. Perú. 2020. https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2020/07/Informe-Especial-026-2020-DP-Prevenci%C3%B3n-y-Gesti%C3%B3n-de-conflictos-APCSG.pdf
[100] Federación
Nacional de Mujeres Campesinas, artesanas, indígenas, nativas y asalariadas del
Perú.
[101] Asociación
Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana.
[102] La marcha
de protesta del 12 de noviembre de 2020 es considerada una de las más
concurridas de los últimos 20 años.
[103] “El Congreso de la República controlado por
el fujimorismo cobró un protagonismo que no tenía precedentes desde la
transición democrática”. (Paredes y Encinas, 2020).
[104] Las Rondas
Campesinas son organizaciones creadas en los 70 en comunidades rurales con el
fin de mantener la seguridad y organizar trabajos comunales en las poblaciones del campo (Piccoli, 2009).
[105] Nuevo Perú
participó en 2021 dentro de la coalición Juntos por el Perú, porque al no
alcanzar el porcentaje requerido en las elecciones de 2020 el órgano rector
electoral anuló su inscripción legal.
[106]
Congresistas consideran que “Gabinete en la sombra” debería ser removido por
Pedro Castillo (Barboza, 2022).
[107] Crece la
crisis política en Perú y Pedro Castillo se tambalea. Portafolio. 07/04/2022. https://www.portafolio.co/internacional/crece-la-crisis-politica-en-peru-y-pedro-castillo-se-tambalea-563859
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