MARX, EL PODER DEL PUEBLO, Y LA CENTRALIZACION
LENINISTA
Roberto López Sánchez
A
partir de la idea de varios camaradas de iniciar un debate sobre un programa
para la transformación social, voy a enumerar algunas reflexiones.
Yo
estuve 11 años en el partido Bandera Roja. Entre 1977 y 1988. Incluyendo unos
meses en el Frente Américo Silva y seis años en la clandestinidad. Al renunciar
a BR en enero de 1988, y salir de la clandestinidad, tuve acceso a literatura
marxista que nunca antes había podido conocer, debido a las limitaciones
propias de la clandestinidad[1].
Uno
de los aspectos centrales en los cuales concluí, fue en lo que Marx llamó
"reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil", como base
programática principal del cambio socialista[2].
Eso
implica que la esfera de la política, que en la sociedad burguesa está
monopolizada por los políticos profesionales (partidos políticos burgueses), se
democratiza para que toda la ciudadanía participe cotidianamente en las
decisiones políticas de la sociedad.
Marx
identificó esa reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil, con la
Comuna de París. Donde ya no había políticos profesionales sino delegados de
las comunidades obreras, revocables en todo momento, sujetos al mandato de sus
electores y obligados a rendir cuentas públicamente de su cargo de
representación[3].
Este
concepto de Marx sobre la sociedad socialista es completamente antagónico con
el concepto de partido que años después teorizó Lenin, en el cual se consagra
el papel de los políticos profesionales ("revolucionarios
profesionales"), en sustitución del poder de los obreros en comunas,
consejos, soviets[4].
Rosa
Luxemburgo criticó con fuerza ese modelo leninista de partido, criticó la
"profesionalización" de los dirigentes obreros, y defendió que la
lucha obrera debía ser discutida y decidida por los mismos obreros al calor de
las huelgas, no por los "revolucionarios profesionales" de Lenin
encerrados en un cuarto al margen de la realidad en las fábricas[5].
Marx
ya había cuestionado ese principio burgués de representación que utilizó Lenin
en su teoría del partido, cuando criticó a Berstein que planteaba que los
obreros no tenían capacidad para ser diputados en el parlamento por su trabajo
y su escasa formación intelectual, y que la representación parlamentaria del
partido debían ser los intelectuales con "formación teórica" y que no
tuvieran que trabajar en las fábricas. Marx destrozó ese argumento de Berstein,
recordando uno de las premisas de la 1ra Internacional, la liberación de la
clase obrera será obra de la propia clase obrera, la cual nunca debe delegar su
poder en intelectuales de la clase burguesa[6].
La liberación de la clase obrera sería obra de la propia clase obrera.
Así nació la primera Asociación Internacional de Trabajadores, en 1864. Esa
premisa constituyente del marxismo fue dejada de lado posteriormente por los
revolucionarios bolcheviques, siendo sustituida por la propuesta leninista de
construir un partido de revolucionarios profesionales, que en su mayoría
provenían de clases medias y altas de la población, y que estaba destinado a
dirigir tanto la lucha por alcanzar el poder político como el proceso posterior
de construcción de una sociedad socialista.
Esta
cuestión considero ha sido la causa de todos los fracasos de los intentos
socialistas del siglo XX y lo que va del XXI. El modelo leninista despojó
a la clase obrera, y al pueblo en general, del poder de decisión sobre la
revolución, antes y después de la toma del poder, y lo enajenó en los
"partidos de vanguardia", que terminaron en elites corrompidas que se
aburguesaron y acabaron con todo el programa socialista original.
De esa premisa ha partido mi
actuación política en los últimos 36 años. Mi participación en el Proyecto
Nuestra América (Desobediencia Popular), con quienes compartía esta reflexión
crítica sobre el marxismo, presenció, desde fines de los 80, el surgimiento de
los movimientos sociales como protagonistas de la lucha de clases en
Latinoamérica y en todo el mundo. La ampliación de la lucha de clases
en América Latina a partir de la década de los ochenta, fortaleció a la
democracia participativa o democracia de la calle como el paradigma
político-organizativo enarbolado por los movimientos sociales, que enfrentaban
en toda Latinoamérica los paquetes económicos neoliberales impuestos por el
Fondo Monetario Internacional.
En agosto de 1988, unos meses antes del estallido
social del Caracazo, el colectivo venezolano “Desobediencia Popular” postulaba
la Democracia de la Calle como “la necesidad de gestar un hombre, una clase,
un pueblo, verdaderamente participativo y crítico…que pugna por ejercitar a los
sectores populares en el papel de protagonistas fundamentales de la hora actual
y de los tiempos subsiguientes, no como respuesta a la crisis política vigente,
sino más bien como superación del orden que alimenta y estimula la misma”
(Cuadernos para el Debate, 1988: 74).
Al cuestionar la llamada “partidocracia” (hegemonía de los partidos
políticos) los nuevos movimientos sociales postularon la democracia de la calle
(Carlos Lanz Rodríguez: Propuesta de Nueva Cultura Política. Para una crítica de la
partidocracia, 1998). Sometiendo a la crítica las concepciones
tradicionales de la izquierda, donde predominaban postulados
burocrático-paternalistas vinculados a la división social del trabajo
(separación de las tareas intelectuales y manuales, contradicción teoría-práctica,
divorcio sujeto-objeto, etc.), se confrontaba con el monopolio y la jerarquía
del saber propio de las vanguardias autoproclamadas, con conceptos como “el
partido educa a las masas”, con el verticalismo, las órdenes inapelables, el
control de la opinión, la distorsión comunicativa, la centralización en lo
organizativo.
Los movimientos sociales enarbolaron una Nueva Cultura
Política, centrada en el combate a la enajenación de los activistas, realizando
propuestas que evitaran la concentración del poder de decisión en pocas manos.
Al reivindicar que “todos somos políticos”, los movimientos sociales
criticaron a la partidización y el estatismo que sustituían el interés general
por el interés particular, que confundía partidismo con política y
despolitizaba a la sociedad civil. Estos movimientos sociales apuntaron a
redefinir la política con nuevas estrategias participativas, que impidiera que
los asuntos públicos siguieran estando en manos de burócratas y cogollos
partidistas que monopolizaban el poder. Buscaban convertir a la política en
una práctica digna y pertinente para la comunidad organizada.
Esa democracia de la calle reivindicó la herencia
histórica de la democracia obrera: elección directa de todos los cargos;
rendición de cuenta; revocatoria del mandato. Y las nuevas demandas de una
política antiburocrática: rotación de los cargos; someter a consulta
(referéndum) los temas fundamentales de la acción ejecutiva; delegación
funcional del mandato; libre juego de las ideas; democracia deliberativa
amplia; democracia del saber. Con base en estos principios de organización
se buscaba el control sobre la delegación del poder y salvaguardar la soberanía
política del pueblo (Lanz Rodríguez, 1998).
Algunos de estos principios de la
democracia de la calle, como el referéndum popular, la revocatoria del mandato
y la rotación en los cargos, fueron recogidos en artículos de la nueva
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada en 1999
(artículos 70 al 74, 95). Pero las formas de representación política asumidas
por las nuevas constituciones surgidas de los procesos constituyentes en
Venezuela, Ecuador y Bolivia continuaron mediadas por los partidos políticos,
dándole continuidad en este aspecto a la vieja representatividad partidista de las
democracias liberales occidentales.
La democracia participativa,
implica la desaparición de la "política" como una esfera para la
actuación de especialistas (desaparición de los políticos profesionales), lo
que Marx llamó la "reabsorción de la sociedad política en la sociedad
civil"; lo cual involucra regresar la política a los ciudadanos, incluye
el convertir a la política en asunto de toda la sociedad, una sociedad
politizada y no sólo de "especialistas". A partir del concepto muy
conocido de que toda especialización puede esconder un mecanismo de dominación.
Esto no se opone a la existencia de partidos (pueden existir múltiples partidos
como expresión de las múltiples propuestas ideológicas sobre la sociedad), sino
a que los partidos ejerzan la "representación" de la sociedad, mediante
la profesionalización de la política. La democracia participativa implica que
un carpintero, con 30 años trabajando como carpintero, pueda ser electo como
diputado, como alcalde, como presidente, sin ser "político
profesional", y que después de haber ejercido esa
"representación" (diputado, alcalde, presidente), pueda regresar
tranquilamente a seguir trabajando como carpintero.
La democracia participativa y
protagónica constituyó un programa revolucionario distanciado completamente del
modelo leninista-estalinista predominante en la izquierda mundial, que parte de
considerar la "necesidad" de un partido de vanguardia, para
"dirigir" un proceso de transformación social. La democracia de la
calle se concibe como la acción organizada de los ciudadanos para asumir el
poder político como "vanguardia colectiva", sin jefes autoproclamados
y sin dirigentes eternos.
En Venezuela hubo una enconada
lucha social que desarrolló el pueblo durante unos quince años, que culminó con
el proceso constituyente convocado por el presidente Chávez en 1999 y que
permitió la aprobación del marco legal constitucional que hoy defendemos, y
que, lamentablemente, ha quedado como letra muerta por la acción de facto del
gobierno de Maduro.
Como bien dijo en 1990 mi amigo
Roland Denis:
"En el 27 de febrero hubo un aprendizaje
colectivo, que se hizo espontáneamente, que se hizo sin la conducción de nadie,
que le probó a todos los malditos que siempre le han querido ponerle jefes a la
gente, que es posible que la gente aprenda por sí misma, y que más que jefes lo
que la gente necesita son grandes orientadores, grandes maestros que no
solamente enseñen, sino aprendan…".
Roland Denis. Dirigente de Desobediencia Popular y
editor de la Revista Cuadernos para el Debate. Documental
"Venezuela 27 de febrero, de la concertación al desconcierto". 1990.
Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 12 de febrero de 2024
[1] Al renunciar a BR en 1988, me
integré en 1989 al Proyecto Nuestra América (conocido como Desobediencia
Popular, y luego como Movimiento 13 de abril en la época de Chávez). Allí
estuve unos 20 años.
[2] “Sólo
cuando el hombre individual real reabsorba en sí al ciudadano abstracto, y como
hombre individual, en su vida empírica, en su trabajo individual, en sus
relaciones individuales, se haya convertido en ser genérico; sólo cuando el
hombre haya reconocido y organizado sus fuerzas propias como fuerzas sociales,
y por ello no separe ya de sí la fuerza social bajo la figura de la fuerza
política, sólo entonces se completa la emancipación humana” (Marx: Sobre la
Cuestión Judía).
[3]
“La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por
sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y
revocables en todo momento” (Marx: La Guerra Civil en Francia).
[4] Vladimir Ilich Uliánov, mejor
conocido por Lenin, su pseudónimo de la clandestinidad, defendía que la
conciencia socialista era introducida en el proletariado por la intelectualidad
burguesa (concepción que expuso en su famosa obra “¿Qué Hacer?”, publicada en
1902):
“Hemos dicho que los obreros no podían tener
conciencia socialdemócrata. Esta solo podía ser traída desde fuera. La historia
de todos los países atestigua que por sus solas fuerzas la clase obrera no
puede llegar más que a la conciencia tradeunionista, es decir, a la convicción
de que hay que unirse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del
gobierno tales leyes necesarias a los obreros, etc. En cuanto a la doctrina
socialista, ha nacido de teorías filosóficas, históricas, económicas, elaboradas
por los representantes cultivados de las clases pudientes, por los
intelectuales. Los mismos fundadores del socialismo científico contemporáneo,
Marx y Engels, son por su situación social intelectuales burgueses. También en
Rusia la doctrina socialdemócrata surgió absolutamente independiente del
crecimiento espontáneo del movimiento obrero, como el resultado natural del
desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas”
(Lenin, ¿Qué Hacer?).
Para justificar esa opinión, Lenin se apoyó en Carlos
Kaustky:
“Pero el socialismo y la lucha de clases surgen
juntos, aunque de premisas diferentes; no se derivan el uno del otro. La
conciencia socialista moderna solo puede surgir de profundos conocimientos
científicos ... Pero el portador de la ciencia no es el proletariado, sino la
intelectualidad burguesa ... De modo que la conciencia socialista es algo
introducido desde fuera en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha
surgido dentro de ella espontáneamente” (Lenin, ¿Qué Hacer?).
A partir de esta tesis kautskyana, Lenin desarrolló su
concepción de “partido de vanguardia”, integrado por “revolucionarios
profesionales”, predestinado a dirigir a los obreros y al pueblo en general
durante el proceso revolucionario.
[5] Rosa Luxemburgo cuestionó las tesis
“vanguardistas” de Lenin (Luxemburgo: Problemas de
organización de la socialdemocracia rusa), en dos aspectos claves: la centralización de las
decisiones y los revolucionarios profesionales. A la vez defendió el carácter
relativamente espontáneo de las masivas oleadas de huelgas obreras en las
coyunturas de crisis, justificando esa espontaneidad como parte necesaria del
proceso de educación política que las masas obreras, deben atravesar en su
lucha por avanzar hacia una revolución social: “las revoluciones no se enseñan
ni se aprenden en ninguna escuela” (Luxemburgo: Huelga de
masas, partido y sindicatos).
“El establecimiento de la centralización en la Socialdemocracia sobre
estos dos principios –sobre la ciega subordinación de todas las organizaciones
de partido hasta los más mínimos detalles de su actividad a un poder central
que piensa, crea y decide por todos, así como la drástica separación del núcleo
organizado del partido del medio revolucionario que le rodea- tal como lo
defiende Lenin, nos parece, por consiguiente, una trasposición mecánica de los
principios de organización del movimiento blanquista de los círculos de
conspiradores al movimiento socialdemócrata de las masas obreras … pero en
realidad la socialdemocracia no está “ligada” a la organización de la clase
obrera, sino que ella misma es el propio movimiento de la clase obrera”.
“…el elemento espontáneo juega un papel tan predominante en las
huelgas de masas … no porque el proletariado esté ‘insuficientemente educado’,
sino porque las revoluciones no se enseñan ni se aprenden en ninguna escuela”.
[6] En 1879 se escenificó un debate internacional entre Carlos Marx y
Federico Engels, por una parte, con la dirección del Partido Socialdemócrata
Alemán (PSDA), acerca del papel del “partido de vanguardia” en la lucha
política desarrollada por los trabajadores.
Los dirigentes del PSDA (entre ellos Eduard Bernstein) sostenían que era deseable y necesario que las credenciales
para representar al partido en el Reichstag (parlamento alemán) fueran
entregadas “a personas que tengan tiempo
y posibilidades de estudiar a fondo los problemas. Los simples obreros y los
pequeños artesanos … sólo muy excepcionalmente pueden disponer del ocio
necesario”
Marx y Engels,
en carta de septiembre de 1879 dirigida a Augusto Bebel, expusieron su
concepción sobre el papel de los trabajadores en la lucha por alcanzar el
socialismo.
“Durante
cerca de cuarenta años hemos venido destacando la lucha de clases como fuerza
directamente propulsora de la historia, y particularmente la lucha de clases
entre la burguesía y el proletariado como la gran palanca de la revolución
social moderna … La emancipación de la clase obrera debe ser obra de los
obreros mismos. No podemos, por consiguiente, marchar con unos hombres que
declaran abiertamente que los obreros son demasiado incultos para emanciparse
ellos mismos, por lo que tienen que ser liberados desde arriba, por los
filántropos de la gran burguesía y de la pequeña burguesía” (Marx-Engels, De la carta circular a A. Bebel y otros).
Marx nunca
propuso un partido único, de “vanguardia”. Para Marx, el concepto de partido
comunista se refería a todas las tendencias obreras que luchaban por
emanciparse del capitalismo (comprobable con una revisión de sus textos
fundamentales). En carta a Freiligrath, decía que “bajo el vocablo partido entiendo el gran sentido histórico”, es
decir, la causa del conjunto del proletariado y no de una fracción particular
de la clase (Ivon Bourdet, Teoría y Práctica de la Autogestión)).
Desde 1848, en el “Manifiesto del Partido
Comunista”, Marx dejó claro que “el
movimiento proletario es un movimiento independiente de la inmensa mayoría en
provecho de la inmensa mayoría” y que “los
comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros.
No tienen intereses distintos de aquellos del proletariado en conjunto”
(Marx-Engels, Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los
Trabajadores).
En 1866 Marx estableció que “la obra de la Asociación Internacional es la de generalizar y unificar
los movimientos espontáneos de la clase obrera, pero no de prescribirles o
imponerles un sistema doctrinario, cualquiera que sea” (Marx, Instrucción
sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional). En
1868, afirmó que la Internacional “no es
hija de una secta ni de una teoría, ella es el producto espontáneo del
movimiento proletario”. En 1871, luego de la Comuna de París, afirmó que “la Internacional no es el gobierno de la
clase obrera, es un lazo, no es el poder”. A lo largo de su obra, Marx
defendió a una clase trabajadora que se auto-dirigiera, que conservara su
autonomía de clase, y no se subordinara a una vanguardia de intelectuales
iluminados.
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