AUTONOMÍA
SINDICAL Y SOBERANÍA POPULAR
Roberto López
Sánchez[1].
Departamento de Ciencias Humanas, Facultad Experimental de Ciencias.
Universidad del Zulia. Av. Universidad. Edif. Grano de Oro.
Maracaibo, Venezuela. E-mail: cruzcarrillo2001@yahoo.com.
En
el primer semestre del 2007 el presidente Chávez declaró
públicamente en repetidas oportunidades cuestionando la autonomía
sindical, y exigiendo la subordinación de los sindicatos
bolivarianos al nuevo partido socialista unido. En ese entonces
realizamos una reflexión que hoy sigue vigente. Resaltamos en ese
momento los principios de organización que históricamente han
desarrollado los pueblos en lucha contra la dominación del capital,
considerando específicamente lo que ha sido esta revolución
bolivariana y cómo se ha expresado aquí la acción autónoma del
pueblo venezolano.
Las
revoluciones populares, en todas partes del mundo, invocan la
soberanía constituyente de los pueblos, rompen con las estructuras
de poder constituidas, derriban las instituciones y mecanismos de
dominación existentes, y proceden a erigir nuevas estructuras,
democráticas y participativas, que permiten el nacimiento de nuevas
formas de organización social.
La
Comuna de París, la primera revolución proletaria triunfante,
estudiada por Carlos Marx y presentada por él como ejemplo histórico
concreto de su propuesta socialista, permitió el nacimiento de una
forma de organización social, cuyos principios han sido adoptados
por esta revolución bolivariana bajo la denominación de la
democracia participativa y protagónica.
La
Revolución Rusa de 1917 fue ejecutada por los Soviets, por los
consejos de obreros y soldados, organismos democráticos y autónomos
nacidos del auge revolucionario del pueblo ruso, estructurados bajo
los mismos principios de la comuna. El poder constituyente del soviet
de Petrogrado tomó el cielo por asalto cuando decidió derrocar al
gobierno burgués de Kerenski, en octubre-noviembre de 1917, dando
paso al nacimiento de la primera república socialista del mundo, la
Unión Soviética.
En esa misma época, los trabajadores
de otros países europeos organizaron soviets o consejos obreros y
asumieron el control político-militar de las zonas industriales
(Turín, Italia), de algunas ciudades (Munich, Alemania) y de países
como Hungría. Pero a diferencia de los soviets rusos, estos consejos
de trabajadores no lograron conservar el poder y fueron derrotados
militarmente por las fuerzas de la burguesía internacional.
Para la historia, las experiencias de
la comuna y de los soviets o consejos obreros quedaron como la
herramienta organizativa por excelencia para luchar contra los
poderes burgueses constituidos, para derrotarlos y superarlos en
términos históricos, construyendo un nuevo poder, verdaderamente
democrático y participativo.
La
historia posterior de la URSS , en la cual el poder del Partido y del
Estado se colocaron por encima del poder popular de los soviets,
degenerando esa experiencia, hasta su vergonzoso colapso en
1989-1991, no resta importancia al ejemplo de los consejos de
trabajadores como organización revolucionaria de los pueblos para
luchar y conquistar el socialismo. Distanciándonos de la afirmación
que los bolcheviques hicieran a posteriori, de que la revolución se
efectuó gracias a la existencia de un partido, la realidad histórica
demostró de manera contundente que el poder soviético fue
conquistado gracias a los consejos obreros, gracias a los soviets, y
el partido, contrariamente, se convirtió con el tiempo en la traba
para el desarrollo del poder popular y en un nuevo mecanismo de
dominación que pervirtió a la sociedad socialista y finalmente la
condujo a su destrucción.
La
soberanía popular, el poder constituyente de los pueblos, fundamento
de esta revolución bolivariana, y de todas las revoluciones en el
mundo, se basa en la acción autónoma de las organizaciones
populares. El período histórico de auge revolucionario que se abrió
a partir del 27 de febrero de 1989, y que ha tenido momentos
estelares como la reacción popular del 12-13 de abril de 2002 y la
resistencia del pueblo ante el paro petrolero golpista de 63 días
ejecutado en 2002-2003, se fundamenta precisamente en la acción
autónoma del pueblo ante los poderes constituidos.
En
1989 existían en Venezuela una serie de organizaciones que se
autopostulaban como “el partido de la clase obrera”, o que
pretendían erigirse como los genuinos representantes del pueblo. Si
por ellos fuera, jamás hubiera ocurrido el levantamiento popular
espontáneo del 27 y 28 de febrero de 1989, acción que cambió la
historia de Venezuela y que inició la caída del régimen
puntofijista.
El
11 de abril de 2002, los pretendidos “dirigentes” de la
revolución bolivariana salieron en carrera, despavoridos, ante el
avance criminal del golpe fascista de Carmona. Los partidos del
“proceso”, incluido el MVR, corrieron a esconderse, y demostraron
no tener ninguna vocación de lucha ni plan alguno de defensa de la
revolución. Las escasas directrices dadas, como las que nos dieron
aquí en el Zulia, fueron en el sentido de esconderse y salvar la
vida. Si el pueblo hubiera seguido las orientaciones del partido, si
hubiera actuado “disciplinadamente” ante el o los partidos
supuestamente “revolucionarios”, la dictadura de Carmona no
hubiera sido derrocada y todavía estuviéramos sufriendo la
represión salvaje de los fascistas.
La
acción espontánea y conciente del pueblo, la activación de las
múltiples y diversas organizaciones populares de base a todo lo
largo y ancho del país, permitió que se diera una respuesta
inmediata ante el golpe fascista dado por el imperialismo. Igual
sucedió durante el paro petrolero. La resistencia terca del pueblo
venezolano ante el criminal sabotaje económico ejecutado por la
oposición fue el arma decisiva para derrotar el paro y salvar la
revolución.
Particularmente
recuerdo como un diputado del MVR, hoy prócer connotado del proceso,
en una reunión en Corpozulia al día siguiente de iniciado el paro
petrolero (3 de diciembre de 2002) exigía no convocar ningún tipo
de concentración popular de calle, porque eso era “provocar” a
la oposición. Esa propuesta era apoyada por otros diputados y
por el entonces presidente de Corpozulia.
Afortunadamente
las organizaciones populares de base no hicimos caso a esas
“directrices” de los pseudolíderes, no fuimos “disciplinados”,
y salimos a convocar al pueblo al puente llaguno maracucho, al
elevado de Panorama, y la concentración popular que allí comenzó a
formarse en los días subsiguientes permitió el nacimiento del
movimiento popular que enfrentó el paro petrolero en Maracaibo y
todo el Zulia.
Como
si eso no bastara, el 8 de diciembre, enfrente a Panorama, un grupo
de activistas populares propusimos tomar el edificio Miranda (sede
principal de PDVSA en Maracaibo). En ese momento, un grupo de
diputados zulianos, incluido uno que era ministro en el 2007,
rechazaron nuestra propuesta, nos mandaron a dormir para nuestras
casas y nos apagaron el equipo de sonido. Por supuesto, cuando estos
valientes diputados se retiraron a dormir a sus casas, prendimos de
nuevo el sonido, convocamos a tomar el edificio de PDVSA y salimos en
marcha por las pocas cuadras que nos separaban de allí. Amanecimos
en el edificio Miranda, volvimos a amanecer durante los días
subsiguientes, hasta que el tamaño de la concentración popular que
allí se realizaba permitió que fuéramos substituidos por otros
compatriotas.
Igual
ocurrió en todas partes del país. El pueblo pasó por encima de los
dirigentes, garantizó la retoma de PDVSA, su puesta en
funcionamiento, y derrotó el paro golpista. La
acción autónoma y espontánea de las organizaciones populares de
base fue la fortaleza de la revolución, fue el arma oculta con la
que no contaban la burguesía y el imperialismo, tanto en el golpe de
abril como en el paro petrolero.
Si hubiera
existido una subordinación de las organizaciones populares ante los
partidos del proceso, otra historia se hubiera escrito, la respuesta
del pueblo ante la conspiración del imperialismo no se hubiera
presentado en los términos que la vivimos, y la burguesía
probablemente hubiera triunfado.
Esta
es una sencilla reflexión, considerando las experiencias que nos da
la lucha mundial de los pueblos contra el capitalismo, y la lucha
específica del pueblo venezolano por garantizar la continuidad de
esta revolución bolivariana. De este análisis concluimos que la
acción autónoma de las organizaciones populares de base, incluidos
los sindicatos, nunca puede subordinarse a partido alguno. Esta
revolución es tal en la medida en que ha pasado por encima de todas
las estructuras partidistas que históricamente se han demostrado
absolutamente incapaces para conducir al pueblo en los momentos
revolucionarios, para responder ante las coyunturas de crisis.
Sin
descartar la organización de nuevos partidos, incluido el PSUV, esto
no debe implicar la eliminación de la autonomía de las
organizaciones populares de base. Si llegase a ocurrir esta
subordinación de la base popular ante una estructura de partido, es
muy probable que una nueva coyuntura de crisis no pueda ser
respondida por el pueblo con la contundencia de lo ejecutado en 2002
y 2003. Por ello reivindicamos la autonomía popular como fundamento
de la acción revolucionaria. No es un capricho, ni somos anarquistas
al decir esto, nos basamos en la experiencia histórica de la lucha
de los trabajadores, y en las propias enseñanzas que hiciera Marx al
analizar estos procesos.
En
aras de la buena salud de esta revolución, la soberanía popular y
la autonomía sindical no debe subordinarse a ningún partido
existente o por crearse.
Incorporamos
aquí una serie de reflexiones que elaboramos en diciembre de 2006,
sobre la propuesta de partido único realizada por Chávez en ese
momento, y que se ha concretado en la conformación del PSUV; ideas
que guardan íntima relación con la reflexión que hemos hecho sobre
la vigencia histórica de la autonomía sindical y popular en los
procesos revolucionarios.
1)
Una
de las deficiencias centrales del socialismo soviético (lo
llamaremos en términos genéricos “socialismo real”) fue la
ausencia de democracia. Esta limitación de la democracia se
extiende, por supuesto, a los modelos “socialistas” ensayados por
la socialdemocracia europea, que no trascendieron la
representatividad partidista propia del liberalismo burgués.
2)
El
siglo XX fue el siglo de la hegemonía de los partidos políticos,
los cuales a duras penas han llegado a este nuevo siglo XXI, acosados
por nuevas expresiones organizativas que amenazan su dominio en todo
el mundo. El siglo XXI probablemente será el siglo de los
movimientos sociales, caracterizados por su diversidad política,
ideológica y organizativa.
3)
Estar
pensando en fundar partidos en el siglo XXI es, por tanto, un
contrasentido histórico. Y más contrasentido es hablar de partido
único, al mejor estilo de la aberración que impusieron los
bolcheviques en Rusia, modelo que lamentablemente se extendió a todo
el socialismo real. Recordemos que Marx y Engels nunca hablaron de
partido único, y tampoco de economía estatizada, falsos paradigmas
del modelo ruso.
4)
La
organización de la Venezuela socialista debería fundarse en los
poderes comunitarios y locales, en una estructura política que nazca
desde las bases populares, y se erija en sentido contrario a cómo
funciona el actual estado burgués (que funciona de arriba hacia
abajo, con una minoría dirigente dominando sobre la gran mayoría
popular). Los consejos comunales bien pueden convertirse en los
embriones de esa estructura política del nuevo estado, que como tal,
repetimos, sería la antítesis del estado burgués (de esa manera,
se cumpliría la premisa de Marx de que el estado debe avanzar hacia
su extinción, en la medida en que aumentan los mecanismos
democráticos de participación y control popular sobre todas las
instituciones).
5)
Un
partido único, o una serie de partidos clientelares, como existen
ahora en Venezuela, no tienen cabida en un sistema que busca superar
el modelo de democracia representativa propia del liberalismo
burgués. La democracia participativa y protagónica implica la
desaparición de los políticos profesionales como categoría
inherente al modelo burgués de hacer política. La
democracia protagónica supone un ciudadano capaz de ejercer la
política directamente, sin intermediarios;
todos los ciudadanos ejercen sus derechos y no los delegan en
“representantes”. Al
desaparecer los políticos profesionales,
los
partidos tradicionales
(tanto del chavismo como de la oposición), integrados por esos
políticos profesionales (al mejor estilo de la cuarta república),
dejan de tener vigencia
como tales, pues todo ciudadano deberá ser capaz y tener el derecho
a ejercer cualquier cargo de representación popular, siempre sujeto
a la contraloría social, a la rendición de cuentas, al mandato
específico, y al derecho a ser revocado en cualquier momento.
6)
Tendrán
vigencia formas organizativas, que pudiéndose llamar partidos, sean
en realidad representativos de tendencias políticas diferenciadas
sobre el modelo de sociedad que se pretende construir en el país.
Estas organizaciones políticas, o partidos, no tendrán semejanza
alguna con los actuales partidos clientelares que buscan repartirse
cuotas de poder dentro del estado burgués (diputados, ministerios,
alcaldías, gobernaciones, etc). Esta nueva manera de entender a los
partidos tendrá siempre vigencia, en respeto a la diversidad que
existe en todos los colectivos humanos, y será el fundamento de los
debates políticos a desarrollar sobre el camino a recorrer para
profundizar las transformaciones socialistas en Venezuela.
7)
Por
tanto, siempre existirán tendencias políticas diferenciadas (que
pueden o no llamarse partidos). La
existencia de un pretendido “partido único” nunca borrará las
diferencias ideológicas y políticas propias de la compleja sociedad
en que vivimos.
En el socialismo siempre existirán personas y grupos de personas que
piensen distinto, que representen la diversidad política, social y
cultural del país, del continente y del mundo entero.
8)
El
sistema político apropiado para la Venezuela socialista debe
prescindir de las representaciones partidistas. En eso, el actual
sistema imperante no ha trascendido en nada a la cuarta república.
Seguimos votando por partidos, y fortaleciendo las maquinarias
burocrático-clientelares que se disputan el control de parcelas de
poder dentro del estado. La selección o votación de los
representantes públicos no debe hacerse a través de los partidos,
sino a través de postulaciones uninominales, o en todo caso
provenientes de organizaciones sociales (comités de tierras, de
salud, consejos comunales, sindicatos, colegios profesionales,
asociaciones civiles, cooperativas, consejos obreros, etc.).
9)
Una
medida sana, acorde con los principios de la democracia protagónica,
es que los actuales dirigentes bolivarianos, con 10 largos años en
funciones, abandonen sus cargos y pasen a cumplir labores cotidianas
en la actividad productiva o cualquier otra responsabilidad laboral
específica, y den lugar a nuevos representantes populares, los
cuales a su vez, darán paso en un plazo perentorio a nuevos
representantes del colectivo popular. De esta forma, nunca se podrá
conformar la partidocracia que caracterizó a la cuarta república, y
que existe por igual en todos los países del mundo, comenzando por
los Estados Unidos y las grandes potencias europeas, e incluyendo a
los pretendidos países “socialistas” como Cuba.
10)
La
división del trabajo entre trabajadores manuales y líderes
intelectuales es uno de los fundamentos del régimen capitalista.
Prolongar
un sistema basado en partidos políticos, o en partido único, sería
prolongar la dominación del capital sobre el pueblo trabajador,
aunque el capital se disfrace de “estado socialista”, como
ocurría en la URSS y ocurre hoy en China “comunista”.
11)
Por
tanto, el centro del debate no debe estar entre un partido único
burocrático y clientelar o un multipartidismo burocrático y
clientelar, porque son la misma cosa. El centro del debate está en
cómo se construye una verdadera democracia, en la cual las minorías
intelectuales, con poder económico y político, no puedan avasallar
a las grandes mayorías sociales trabajadoras. Eso sólo se puede
construir colocando cabeza abajo a nuestro actual sistema político,
derribando el estado burgués y construyendo una organización
sociopolítica de abajo hacia arriba, sin partidos superpuestos que
pretendan dirigirla.
12)
En
cuanto a cómo resolver el problema de la unidad de las fuerzas
organizadas e individualidades que respaldan el proceso bolivariano,
lo correcto sería conformar una mesa de concertación en la cual
converjan democráticamente todas las tendencias políticas
chavistas, como ocurrió de manera imperfecta cuando se creó el
Comando Político de la Revolución en el 2001. Esta organización
debería convertirse progresivamente en una vanguardia colectiva, que
perfeccione los mecanismos democráticos y supere la tendencia
mesiánica y unipersonal que hasta ahora ha predominado en esta
revolución. Esto sería de manera transitoria, porque la progresiva
consolidación del poder popular nacido desde la base organizada,
permitiría finalmente que el pueblo tuviera realmente el poder en
sus manos, por encima de cualquier individuo o partido que
pretendiera conducir al país de acuerdo a sus criterios personales o
grupales.
Finalmente
hacemos la siguiente reflexión. Desde 1989 se abrió una época de
revolución en Venezuela, similar a la que se abriera entre 1810 y
1812. La hemos caracterizado como proceso
de insubordinación popular generalizada[2].
Este proceso de insurgencia popular tiene sus altos y sus bajos (como
lo tuvo en su momento el período anterior entre 1812 y 1863), y en
algún momento va a concluir. La insubordinación popular, el
espíritu revolucionario del pueblo decaerá y dará paso a un
período de pasividad social.
Nuestro interés
se orienta a tratar de que esta época de revolución se prolongue lo
más posible, de manera que permita avanzar en el camino de las
profundas transformaciones sociales que necesita Venezuela y toda
América Latina. La conformación de un partido único mediante
mecanismos burocráticos, pudiera estar constituyendo una camisa de
fuerza que en vez de potenciar la revolución, sirva para
desestimular la participación protagónica del pueblo.
El partido único
pudiera ser el fin de la insubordinación popular generalizada, y el
comienzo de un período de pasividad social que culmine confiscando
las esperanzas de cambio del pueblo venezolano, como ha ocurrido
tantas veces en nuestra historia. La derrota electoral sufrida el 2
de diciembre de 2007, la pérdida de tres millones de votos (votaron
a favor de la reforma menos personas de las que oficialmente están
inscritas en el PSUV), pudiera ser un indicador de lo que en 2006
previmos que podría ocurrir con la conformación del partido único.
Escrito
en Maracaibo, Mayo de 2007, y corregido en Agosto de 2008.
[1]
Historiador. Profesor de La Universidad del Zulia. Actualmente
Director de la División de Extensión (2006-2009). Coordinador del
Diplomado en Consejos Comunales. Facultad Experimental de Ciencias.
Militante de la causa popular. Miembro asesor del Comité Ejecutivo
de la Federación de Trabajadores UNT-Zulia (Unión Nacional de
Trabajadores).
[2]
Idea
que hemos desarrollado en varias publicaciones: RAICES
HISTORICAS DEL PROCESO DE CAMBIOS EN VENEZUELA. 2004.
Revista MINIUS. Departamento de Historia, Arte e Xeografía.
Universidade de Vigo. Ourense (España); EL
PROTAGONISMO POPULAR EN LA HISTORIA DE VENEZUELA.
2003. UNICA Revista de Artes y Humanidades Universidad Católica
Cecilio Acosta. Año 4. N° 7. Enero-Junio de 2003. Maracaibo
(Venezuela); MOVIMIENTOS
SOCIALES Y CRISIS DE LA SOCIEDAD COLONIAL.
2000. Anuario de Estudios Bolivarianos. Instituto de Investigaciones
Históricas. Bolivarium. Año VIII- Número 9. Universidad Simón
Bolívar. Caracas (Venezuela
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