LA SOCIEDAD
COLONIAL HISPANA EN AMÉRICA
Roberto López
Sánchez. Universidad del Zulia.
1.
La colonización de América formó parte de un
proyecto general de expansión de las potencias europeo-occidentales a partir
del siglo XV, las cuales buscaban nuevos territorios para extraer materias
primas y para extender el comercio mundial que habían comenzado a controlar en
los siglos anteriores.
2.
Los europeos utilizaron como justificación
ideológica de su proyecto expansionista la pretendida superioridad de su
cultura occidental-cristiana sobre el resto de pueblos del mundo. Cristianizar
a los pueblos infieles constituyó la excusa para apoderarse del resto de
continentes y someter a civilizaciones diferentes a la europea.
3.
Los europeos destruyeron una serie de grandes civilizaciones
con miles de años de desarrollo que existían en América. Cuando Colón emprendió
su viaje en 1492, en América habían más habitantes que en toda Europa
occidental. Sólo en la meseta central de México habitaban 25 millones de
personas, mientras España y Portugal juntos no llegaban a los 10 millones. Se
ha calculado la población indígena americana para 1492 entre 90 y 112 millones
de habitantes.
4.
El Imperio Inca para 1492 constituía el imperio más
vasto de la tierra. Más extenso que la China de la dinastía Ming, mayor que la
Rusia en expansión de Iván El Grande, mayor que el imperio de Songhay en el
Sahel o que la poderosa Gran Zimbabue en las mesetas de Africa Occidental,
mayor que el imperio Otomano, mayor que el imperio Azteca y mucho mayor que cualquier
estado europeo, el territorio de los incas se extendía a lo largo de treinta y
dos grados de latitud, equivalente a la distancia entre San Petesburgo (Rusia)
y El Cairo (Egipto).
5.
Las sociedades americanas no tenían nada que
envidiarles a las europeas ni a las del resto del mundo en cuanto a grado de
civilización. En América existieron grandes centros urbanos como Teotihuacán,
la cual para el siglo IV de nuestra era tenía como población unas 200.000
personas. Cuando Hernán Cortés llegó a Tenochtitlán, la capital del Imperio
Azteca, también conocido como la Triple Alianza, presenció una enorme ciudad
jamás vista por sus ojos, pues en Europa para ese entonces no existían
concentraciones urbanas de esa magnitud. En América se desarrollaron sistemas
agrícolas capaces de alimentar a millones de personas, expresiones
arquitectónicas de gran ingenio, belleza y resistencia (que permite que hoy
sobrevivan muchas de esas construcciones), sistemas numéricos, de escritura,
astronómicos y de organización social de considerable sofisticación.
6.
Un aliado inesperado que facilitó el dominio
español en América fueron las enfermedades trasmitidas por los europeos a la
población indígena americana, la cual no poseía los anticuerpos que la
protegieran de plagas que en Europa eran comunes. Enfermedades como la viruela,
el tifus, la gripe, la difteria y el sarampión causaron verdaderos estragos en
la población del continente americano. Sólo en el imperio Inca se calcula que
las enfermedades mataron en menos de un siglo a 9 de cada 10 habitantes del
territorio. Aproximadamente el 90% de la población americana falleció a
consecuencia de las enfermedades trasmitidas por los europeos durante el primer
siglo de colonización. Se calcula que sólo en 1960 la zona central del actual
México alcanzó la misma cantidad de población que tenía en el siglo XV.
7.
El patrón seguido en todas las guerras de conquista
europeas en América estuvo atravesado por los estragos causados por las
enfermedades en las poblaciones originarias, y las divisiones y fragmentaciones
derivadas de la debilidad político-militar y cultural que causaron esas mismas
enfermedades. Mientras no existieron los efectos mortales de las epidemias, los
europeos siempre salieron derrotados militarmente por la resistencia de los
pueblos originarios americanos. Sólo cuando las enfermedades comenzaron su
letal efecto destructor, se produjo el debilitamiento de la lucha de
resistencia indígena y el colapso posterior de todas las grandes civilizaciones
americanas.
8.
La desintegración de la América india fue una
pérdida inmensa no sólo para las propias sociedades exterminadas, sino para la
humanidad en conjunto. Con su crecimiento aislado durante milenios, América era
una fuente inagotable de ideas, sueños, relatos, filosofías, religiones, moralidades,
descubrimientos y demás productos de la mente humana, que se perdieron
violentamente en pocas décadas debido al colapso de las civilizaciones que las
poseían.
9.
Luego de consolidada su presencia colonizadora, los
europeos sometieron a los indígenas a regímenes de trabajo semejantes a la
esclavitud. De hecho, en sitios donde las enfermedades no diezmaron a la
población indígena, el trabajo forzado contribuyó al rápido descenso del número
de habitantes originarios, como ocurrió en la explotación de perlas en las
islas de Margarita, Coche y Cubagua, y en la Vela de Coro. Pueblos indígenas como
los Guaiqueríes, en el actual estado de Nueva Esparta, fueron exterminados
completamente bajo ese régimen de trabajos forzados para la extracción de
perlas.
10.
El descenso de la población indígena en América
llevó a los españoles a acelerar el tráfico de esclavos provenientes de África.
Se calcula que hasta 15 millones de africanos fueron traídos como esclavos a
América, como mano de obra fundamental para la economía minero-extractiva y
posteriormente agroexportadora que desarrollaron en los territorios
colonizados.
11.
La explotación por los europeos de sus territorios
coloniales en América permitirán el desarrollo del proceso de acumulación
originaria de capital que posteriormente facilitó la aparición de la revolución
maquinista y del capitalismo industrial tal como hoy lo conocemos. Las grandes
compañías de la época fueron las que traficaban esclavos entre África, Europa y
América, y la principal mercancía de ese capitalismo mercantilista de los
siglos XVI, XVII y XVIII fueron los seres humanos. La burguesía constituida
como clase dominante en lo económico creció al amparo de una actividad brutal e
inhumana como lo fue la captura y traslado de seres humanos desde África hasta
América. Esta forma de acumulación de capital se complementaba con la
extracción minera y posterior exportación agrícola que implementaron en sus
colonias americanas.
12.
Las potencias europeas prácticamente saquearon el
territorio americano durante más de trescientos años. Se llevaron primero todos
los metales preciosos que pudieron arrebatar a los pueblos originarios y
extraer de las minas mediante trabajos forzados de indígenas y africanos. Luego
continuaron extrayendo productos agrícolas mediante un sistema productivo que
contaba con una mano de obra gratuita, la de los esclavos africanos y de los
indígenas sometidos a sistemas de encomiendas y resguardos.
13.
Como si eso no bastara, los europeos desarrollaron
campañas militares y métodos de represión sistemáticos para acabar con
cualquier expresión de resistencia de los pueblos indígenas y de los esclavos
que se fugaban de las minas y plantaciones. La tortura mediante los azotes
(latigazos), que en muchos casos provocaban la muerte de los esclavos castigados,
el ajusticiamiento mediante el ahorcamiento o el empalamiento, el
descuartizamiento de los ejecutados, y la colocación de sus cuerpos
desmembrados en las entradas de las poblaciones, eran prácticas comunes en
todas las colonias europeas de América. Rebeldes como José Leonardo Chirino,
Manuel Gual, José María España y José Félix Ribas fueron ejecutados y
descuartizados mediante estos bárbaros procedimientos de quienes se reputaban
como expresión de una cultura superior, pero que en la práctica no eran más que
representantes de imperios depredadores y genocidas.
14.
Los europeos impusieron su cultura tanto a los
pueblos indígenas supervivientes como a los africanos esclavizados. De esa
forma, el español, el inglés y el portugués son hoy los idiomas predominantes
en América, y el cristianismo la religión más extendida. Las expresiones
culturales de indígenas y africanos fueron perseguidas sistemáticamente como si
fueran cultos demoníacos y creencias propias de pueblos inferiores.
15.
El bárbaro sistema colonial impuesto por las
potencias europeas en América generó desde un principio la resistencia de
indígenas y africanos, a los cuales se les sumaron con el tiempo la población
criolla que también sufría en diversos aspectos la opresión imperial. A los
esclavos fugados de las plantaciones se les denominó “cimarrones”, y ellos a su
vez constituyeron pueblos en lugares escarpados y selváticos, de difícil acceso,
que se les llamó “cumbes” (en Brasil “quilombos”, en otros lugares de América
“rochelas”). El cumbe Nueva Troya, denominado así por los españoles y que
existió en la península Guajira en el siglo XVIII, resistió por décadas las
embestidas militares del poder colonial hispano.
16.
La sociedad colonial hispana en América era
profundamente racista y excluyente. En la colonia se producía una sorda lucha
de clases, no sólo entre esclavistas y esclavos, sino también entre los mismos
esclavistas con los sectores populares formalmente libres, como los blancos de
orilla y los pardos, pero que no tenían poder económico y político. Los
terratenientes esclavistas fundamentaban su poder en la pretendida “limpieza de
sangre”, que establecía que por lo menos en siete generaciones atrás no existía
ningún ancestro de colores “oscuros”. De esta forma, los llamados “mantuanos”
en Venezuela se diferenciaban de los llamados blancos “de orilla”, los cuales
no podían demostrar su limpieza de sangre y además no poseían tierras ni
esclavos en la mayoría de los casos. En las luchas sociales, los blancos de
orilla tendían a coincidir con los pardos en su enfrentamiento contra el poder
colonial y contra los privilegios de los mantuanos, debido principalmente a que
las condiciones materiales de vida de ambos sectores eran similares. Un ejemplo
de ello es la petición de derogación de la Real Cédula de agosto de 1733 en la
que se aumentaban considerablemente los impuestos referidos al tráfico
comercial interno y que afectaban a los pequeños labradores, carpinteros,
albañiles y pulperos, petición que finalmente fue aceptada por el Rey y en la
cual habían coincido tanto pardos como blancos de orilla de Caracas y zonas
cercanas.
17.
Hacia los pardos existían numerosas
discriminaciones. Estaban impedidos por ley los matrimonios entre blancos y
gente de color (incluyendo a todo aquel que no pudiese demostrar su limpieza de
sangre). Los pardos estaban excluidos de participar en las instituciones
políticas representativas de la sociedad colonial: ayuntamientos, cabildos,
Real Audiencia, universidades, tribunales eclesiásticos. Habían reglamentos que
prohibían a las mulatas el uso de oro, seda, chales y diamantes, privándolas
hasta del uso de alfombras para arrodillarse en los templos, y a los hombres
pardos se les prohibía el uso de pistolas, espadas y paraguas. Las iglesias
llevaban por separado “libros de pardos” al registrar los nacimientos y
bautizos.
18.
Para ingresar al Colegio de Abogados de Caracas,
por ejemplo, había que ser “hijo
legítimo, de padres conocidos, y no bastardo ni espúreo, que así los
pretendientes como sus padres y abuelos paternos y maternos hayan sido
cristianos viejos, limpios de toda mala raza de negros, mulatos u otros
semejantes”. Y para formar parte de la Real Audiencia había que pertenecer
al colegio de abogados, por lo que se interpreta que tal reglamento tenía fines
políticos evidentes, de discriminación hacia los pardos al negarles el acceso a
instancias de poder.
19.
Antes de la independencia, ya los pardos y negros
libres se habían movilizado como grupo social contra la discriminación étnica y
las normas jurídicas que la fundamentaban, contra los impuestos y cargas
fiscales, y por el acceso a las instituciones políticas. Mediante diversas
iniciativas los pardos lograron obtener el derecho a conformar milicias de
pardos y de adquirir mediante pagos monetarios los derechos de igualación ante
los blancos propietarios. En la última década del siglo XVIII el Cabildo de
Caracas consideraba inaceptable la Real Cédula de Gracias al Sacar porque los
obligaba a alternar con mulatos descendientes de sus propios esclavos, y
señalaban su disgusto porque se les abría la puerta “para influir en el gobierno público a unos hombres de infame y torpe
linaje”. Consideraba el cabildo de Caracas que la creación de las milicias
de pardos sólo servían para darles “organización,
jefes y armas para facilitar una revolución”. Pero los objetivos
fundamentales de los pardos no eran el fomentar una revolución contra los
blancos, sino el alcanzar mediante negociaciones y acuerdos la ansiada
igualación social y política con los blancos propietarios. Esto explica la
participación de muchos pardos, particularmente los que se hallaban al frente
de las milicias, en colaboración estrecha con los mantuanos, en los sucesos de
abril de 1810 y julio de 1811.
20.
Por su parte los mantuanos, grupo social
caracterizado por la posesión de grandes latifundios y de esclavos que los
trabajaran, centraban su poder político en los cabildos, dado que desde el
siglo XVI la corona había establecido que en la elección de sus miembros
tuvieran preferencia los conquistadores y sus descendientes. La endogamia, el
origen étnico, el estatus jurídico y el monopolio de las instituciones
fundamentales de la sociedad colonial perfilaban a los mantuanos como grupo
social. El mantuanaje criollo aspiraba ejercer los más altos cargos políticos
del régimen colonial, como eran los cargos de Capitán General, Gobernador,
Intendente de Hacienda, los cuales sin embargo estaban reservados
exclusivamente por la Corona para ser ejercidos por peninsulares. Esta
circunstancia, junto al monopolio económico que ejercía el imperio sobre todas
sus posesiones americanas, y que constantemente eran generadoras de fricciones
entre los intereses de los productores criollos (terratenientes esclavistas) y
los intereses de la Corona española, generaron las condiciones políticas y
culturales para que la idea de la emancipación comenzara a surgir en sectores
radicales de esa clase terrateniente (como Simón Bolívar).
21.
Entre 1781 y 1810, en el
marco de un debilitamiento general del imperio colonial español en América, los
sectores sociales oprimidos irrumpieron en la lucha por el poder político y por
configurar un proyecto de nación. No es un único proyecto nacional el que
nace en 1810. Esclavos, mestizos y
blancos no mantuanos también formulan su propio proyecto de país a partir de
1781.
Las rebeliones indígenas, las continuas fugas y sublevaciones de esclavos, y
las insurrecciones del pueblo común comenzaron a hacerse frecuentes en la
medida en que hacían crisis las instituciones y sistemas de dominación
impuestos en América.
·
1781: Insurrección de los
Comuneros de los Andes.
·
1795: Insurrección de José
Leonardo Chirinos.
·
1797: Conspiración de Gual,
España y Picornell.
·
1799: Conspiración de
Francisco Javier Pirela.
·
1806: Invasiones de
Francisco de Miranda.
CRISIS DE LA SOCIEDAD COLONIAL
La historia tradicional explica el proceso de
independencia bajo la óptica exclusiva de la clase mantuana, de la oligarquía
criolla esclavista que a partir de 1810 decidió impulsar el proceso emancipador
de la corona española. El análisis historiográfico referente al período de
crisis de la sociedad colonial y el proceso de independencia, hasta el presente
ha dejado de lado la consideración de los objetivos que perseguían los sectores
sociales desposeídos y oprimidos por el régimen colonial que imperaba en la América hispana. Las
luchas de los esclavos, por ejemplo, han sido denominadas “guerra social”, con
la intención de escamotearle objetivos políticos a la misma, limitándola a un
contenido puramente “reivindicativo”.
El historiador
Germán Carrera Damas plantea abiertamente sus “dudas sobre el alcance
revolucionario de algunos de estos movimientos”, y agrega “no conozco ninguna
prueba documental directa del pensamiento, de los propósitos ni de los anhelos
de los esclavos que participaban en los movimientos”. De esta forma, los
historiadores se hacen eco de los mismos prejuicios que en la época colonial
existían contra quien no fuera blanco e ilustrado.
Es evidente que entre la población esclava, por su
nulo o escaso nivel de educación formal, y además por las herencias
multiculturales traídas de África, la escritura no podía ser el medio
fundamental para comunicarse entre sí y transmitir las ideas que promovían la
insurgencia. Los objetivos de las insurrecciones de esclavos no pueden buscarse
entonces en pretendidos documentos que muy probablemente nunca existieron; hay
que analizar sus acciones, método mucho más eficaz, pues los hechos
históricos deben juzgarse principalmente no por lo que los hombres dijeron de
las mismas, sino por los hechos que llevaron a cabo. Igual método debe
aplicarse al analizar las luchas y conspiraciones de los pardos y de los
blancos sin poder económico, y de manera general este mecanismo debería
preponderar en todo análisis histórico.
Aunque la perspectiva histórica oficial ha colocado
a toda la población no mantuana como carente de un proyecto propio de nación,
distinto del enarbolado por los blancos criollos acaudalados durante el proceso
de crisis de la sociedad colonial en Venezuela, lo cierto es que los
afrovenezolanos, los indígenas, la población mestiza en general, y los blancos
llamados de “orilla” figuran reiteradamente como actores de primer orden en las
confrontaciones bélicas y conspiraciones que se suceden en Venezuela desde
fines del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX. La feliz culminación
del proceso independentista sólo pudo ser posible cuando los mantuanos
incorporaron a su programa político las reivindicaciones fundamentales de los
sectores sociales que hoy podemos llamar “populares”.
La independencia
fue producto de una “alianza de clases” y sectores sociales, en la cual hubo
ciertamente un sector hegemónico, los mantuanos, el cual sin embargo se
debilitó considerablemente en el mismo proceso de la guerra emancipadora,
viéndose obligados por las circunstancias a compartir su antigua hegemonía
colonial con los nuevos sectores de blancos de orilla y mestizos que
adquirieron poder por su actuación como militares patriotas.
En el período de crisis de la sociedad colonial
hispana en América, afloraron las profundas contradicciones sociales que
implicaban el sometimiento de los pueblos indígenas, de los esclavos africanos,
de la población mestiza en general y de los blancos que no poseían poder
económico (pequeños comerciantes, bodegueros, dependientes, agricultores
medios, artesanos. La óptica oficial coloca a estos sectores sociales como
incapaces de enarbolar objetivos particulares en sus rebeliones, las cuales son
caracterizadas como reacción natural ante las duras condiciones de vida y de
trabajo que existían durante la colonia.
No está de más recordar aquí la inhumana forma de
dominación que constituía la esclavitud; los esclavos eran africanos o
descendientes directos de pueblos africanos, capturados brutalmente y sometidos
a la esclavitud desde ese momento y hasta su muerte, condición que transmitían
a sus descendientes. Los investigadores coinciden en que por lo menos unos diez
millones de africanos fueron trasladados a América como esclavos durante el
régimen colonial. La esclavitud es la
mayor degradación a que puede ser sometida una persona, y esto lo aplicaban los
europeos y los blancos criollos propietarios como si fuera lo más normal.
Bajo nuestra óptica, los países europeos, y más
exactamente la burguesía comercial que hizo fortuna mediante la llamada “trata
negrera”, cometieron un verdadero genocidio contra el continente africano
(además del que cometían contra la población indígena de América), y son ellos
quienes deberían ser calificados como “salvajes”. El carácter “ilustrado” de
los mantuanos no les confiere ninguna justificación moral ni social para haber
aplicado el régimen esclavista y haberse enriquecido a costa de él. Por el
contrario, constituye algo así como el “pecado original” de nuestra burguesía.
Si hoy en día se considera que los judíos tienen plenos derechos para reclamar
indemnizaciones por el genocidio cometido contra su pueblo hace más de
cincuenta años, con más razón las poblaciones amerindias y afroamericanas
tienen más derechos aún para exigir su reivindicación como pueblos por el
genocidio-etnocidio cometido por los europeos y sus descendientes criollos en
América.
En este proceso, cada grupo social luchó por llevar
a cabo sus propios intereses, su propio proyecto de nación, estuviera o no
plasmado en documentos escritos. En este marco se sucedieron rebeliones como la
de José Leonardo Chirinos, en 1795; la conspiración de Gual y España, en 1797;
la conspiración de Francisco Javier Pirela, en 1799; y las invasiones
ejecutadas por Francisco de Miranda en 1806.
No es un único
proyecto nacional que comienza a perfilarse a partir de 1810-1811. Son diversas
maneras de entender la sociedad, de concebir un nuevo orden social, de acuerdo
a los intereses de cada grupo que estaba irreconciliablemente enfrentado a los
otros (como el caso de la contradicción entre esclavistas y esclavos). Los
historiadores han concebido hasta ahora que el único proyecto nacional viable
era el que surgió de los blancos criollos acaudalados (los mantuanos). Si bien
se reconoce el carácter autónomo de las luchas de los negros y mestizos, no se
considera que una nación dirigida por los negros y/o los pardos pudo hacerse
realidad en el transcurso de la crisis del colonialismo en Venezuela.
La insurrección de Chirino y la conspiración de
Pirela demostraron que los afrovenezolanos y la población mestiza en general ya
tenían su propio programa político revolucionario, y que sus acciones no eran
simples reacciones elementales ante las violencias del sistema esclavista, sino
la intención manifiesta de construir un nuevo orden social basado en la igualdad y la libertad. El programa
político de los afroamericanos no se podía basar ni principal ni exclusivamente
en las ideas del liberalismo burgués de las revoluciones norteamericana y
francesa. En los esclavos y mestizos tenía que tener un peso significativo su
herencia cultural africana, de sociedades con un desarrollo político muy
distinto al europeo occidental. En esta herencia cultural y política hay que
buscar las razones del apoyo inicial afroamericano a la causa realista durante
el proceso de independencia, además, por supuesto, de la razón evidente de que
los blancos mantuanos eran los opresores más directos de los esclavos y del
resto de sectores populares.
Recordemos que la mayoría de la población era parda
(50 %), contra apenas un 20 % de blancos, los cuales se subdividían en
peninsulares, mantuanos y blancos de orilla (pobres). El resto de la población
la conformaban los esclavos (15 %) y los indígenas (15 %) (Cardozo, 1987: 193).
Los indígenas supervivientes, en su mayoría, no estaban integrados a la
sociedad colonial y se dificultaba conocer su número exacto. La gran mayoría de
la población la conformaban los mestizos (pardos), los negros esclavos y los
negros libres. Junto a los blancos de orilla, terminaban significando una
mayoría avasallante ante el escaso número de familias mantuanas. No obstante el
poder socio-económico estaba en manos de esa minoría mantuana, que aspiraba a
independizarse en lo político de la tutela colonial española.
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