Venezuela en dos realidades: la lucha por el poder entre las elites, y la lucha del pueblo por sobrevivir en medio del colapso
Roberto López Sánchez - www.aporrea.org
Venezuela es hoy, a 21 de abril de 2020, una sociedad en proceso de colapso. La pandemia del coronavirus es apenas un elemento más que se une a toda la debacle institucional, moral y social que padecemos desde hace más de un lustro. Sin pretender hacer aquí un diagnóstico de cada aspecto en que se manifiesta la crisis, sí queremos resaltar la enorme distancia que hoy existe entre el discurso de las elites políticas, criollas y mundiales, que se disputan rabiosamente el control del país, y la realidad cotidiana que vive el pueblo trabajador para sobrevivir en medio del colapso general de todos los escenarios societales en Venezuela.
Somos un territorio de disputa geopolítica donde se observa claramente el descarado intervencionismo del gobierno de los Estados Unidos y del resto de países que conforman el llamado mundo occidental (países del G7 y gobiernos aliados a USA en Latinoamérica), intentando derrocar al gobierno de Maduro e imponer un títere que les facilite con exclusividad el acceso a nuestros múltiples y muy solicitados recursos naturales. En el bando contrario exterior existe igualmente un intervencionismo un poco más disfrazado del bloque Chino-Ruso y otros países como Cuba, Irán y Turquía, que realmente está muy distante del pretendido y falso mensaje que difunde el madurismo de “solidaridad internacionalista”, pues sus motivaciones son meramente económicas, buscando igualmente acceso a nuestros recursos y apertura a inversiones prioritarias para sus propias economías.
Ciertamente Donald Trump es la reedición en pleno siglo XXI de Teodoro Roosevelt o Adolfo Hitler. Pero Putin no es el Che Guevara, y el programa que enarbola el actual líder ruso no sólo no tiene nada de progresista y menos de revolucionario, sino que en términos liberales ni siquiera se acerca al que enfrentó a Churchill con Hitler hace 80 años.
Esta disputa entre bloques de poder del capitalismo mundial, que se escenifica principalmente en Venezuela (y en otros países como Siria), está muy alejada de la comprensión del pueblo venezolano. En sus expresiones criollas, tenemos a un gobierno madurista reducido a una pequeña elite política sostenida por una también reducida elite militar, que utiliza a su favor un discurso falsamente antiimperialista, nacionalista y socialista, que nada tiene que ver con los actos efectivos de gobierno. Un gobierno madurista enfrentado a un archipiélago de grupos de ultraderecha que mantienen un discurso “anticomunista” con por lo menos 60 años de desfase histórico, cuyo principal programa político es la solicitud y anhelo de que seamos invadidos por fuerzas imperialistas gringas que derroquen a Maduro y los coloquen a ellos como un gobierno (títere) de “transición” hacia la nada.
Una elite civil-militar madurista, profundamente corrompida y comprobadamente inepta para conducir la nación, confrontada por una elite civil que lucha contra un verdadero fantasma que sólo existe en su imaginación (el “comunismo madurista”), elite pequeñoburguesa, mediocre hasta la médula (comprobada esa mediocridad en sus reiterados fracasos políticos ante situaciones favorables), tan corrupta como el madurismo (corrupción comprobada también en las denuncias provenientes de sus propias filas), que a falta de una invasión de marines se va quedando como la comiquita del coyote tras el correcaminos, caminando en el aire y en proceso de caída libre.
Mientras tanto el pueblo venezolano asiste al colapso de todo lo que tiene que ver con su vida cotidiana. Colapso de los servicios públicos: constantes apagones y cortes eléctricos de larga duración (hasta de semanas) en muchas comunidades; ausencia del servicio de agua potable por semanas, meses y hasta años; cortes indefinidos de las líneas telefónicas, de internet y telefonía celular (sobre todo CANTV y Movilnet); desaparición del servicio de aseo urbano; reducción al mínimo del transporte público urbano e interurbano; escasez y carestía en la distribución de gas en bombonas. Junto a esto, una crisis sanitaria y educativa en todos los niveles de los sistemas públicos existentes. Una crisis laboral expresada en la destrucción en un 96 % de los salarios de los trabajadores y el desconocimiento por el gobierno de todas las contrataciones colectivas vigentes en las distintas áreas del trabajo. Una crisis institucional que se manifiesta en la reducción vertiginosa y encarecimiento bestial de toda la administración pública en los distintos servicios que brinda y ejecuta (notarías, registros, identificación, mintrabajo, etc).
Toda esta crisis en los servicios públicos implica al mismo tiempo su privatización de hecho: las comunidades se ven obligadas a pagar tarifas en dólares para adquirir camiones cisternas de agua potable, contratar a privados para que recojan la basura, contratar empresas privadas para servicios de internet, cancelar tarifas astronómicas para trasladarse en vehículos piratas que sustituyen al transporte público inexistente, y cocinar con leña en muchas comunidades urbanas (algo no visto en Venezuela en más de 70 años). Un pueblo trabajador cada vez más incomunicado tanto por vía telefónica (limitaciones en la telefonía fija y celular), como de internet (casi desaparición del servicio Aba de CANTV y altos precios de las empresas privadas), y hasta de transporte terrestre urbano e interurbano, rematado con una escasez casi total de gasolina desde hace más de un mes, que está obligando a la gente a trasladarse a pie de extremo a extremo de cada ciudad para poder adquirir alimentos o visitar a familiares en situación de vulnerabilidad (ancianos o enfermos) en medio de la cuarentena.
La crisis del sector salud implica de hecho la reducción drástica de las expectativas de vida para toda la población trabajadora, a la cual le desaparecieron todos los seguros de HCM contemplados en las contrataciones vigentes, y que no tienen mayores garantías de atención en los hospitales públicos. La crisis del sector educativo se manifiesta en una migración masiva de alumnos y profesores hacia otros países y otras actividades productivas, elevando los índices de deserción y de jóvenes no escolarizados (aunque esas estadísticas permanezcan ocultas por el gobierno, que dice exactamente lo contrario en su discurso oficial). La crisis laboral se manifiesta en la migración de miles y miles de profesionales de todas las áreas, que implica una pérdida absoluta de potencial humano insustituible para el desarrollo nacional.
El pueblo vive una regresión hacia la Venezuela antes del petróleo. Cien años de retroceso generado más por el desastre administrativo del madurismo que por los efectos del reciente bloqueo y sanciones económicas imperiales. Y decimos que lo vive el pueblo porque estas calamidades no las sufren ni las elites civiles-militares del madurismo que viven del saqueo del erario público, ni las elites del guaidosismo que disfrutan del financiamiento de las agencias imperiales y del robo que ejecutan contra los bienes de la nación en el extranjero.
Un pueblo trabajador que sobrevive con menos de dos (2) dólares mensuales, cuya realidad no aparece por ninguna parte en los discursos de las elites confrontadas dentro y fuera del país. Una brutal realidad que se ha congelado transitoriamente gracias a la cuarentena obligada por la pandemia del coronavirus. Pero que más temprano que tarde volverá a presentarse con toda su fuerza cuando se acabe la cuarentena y la sociedad venezolana intente recuperar su “normalidad” que ya estaba destruida antes que apareciese la pandemia.
Mientras, la elite madurista continúa con el saqueo de lo poco que queda del erario público, a nombre de un falso o inexistente socialismo, y justificándose en las sanciones y amenazas del imperialista Trump. Y el guaidosismo en todas sus vertientes (incluyendo a los tránsfugas comprados por Maduro) sigue viviendo de su imaginaria cruzada anticomunista, suspirando todos los días por la invasión de los rubios marines imperiales, mientras disfrutan de los dólares mal habidos al confiscar bienes de la nación en el extranjero.
En algún momento de la historia, el pueblo venezolano reaccionará y se quitará de encima a ambas elites parásitas, corruptas y antinacionales. Nosotros apostamos a que eso ocurra pronto, porque los límites de resistencia están ya superados, y las condiciones de vida y de trabajo de los venezolanos hoy se pueden colocar entre las más bajas del continente y del mundo.
Ya basta de falsos discursos de parte y parte. Ya basta de burlarse descaradamente del pueblo al utilizarlo como argumento para políticas que sólo benefician el poder de unos y los apoyos externos de otros. Ya basta de usar la cuarentena y las medidas anti-pandemia como mecanismos de control social y de sometimiento represivo de las disidencias sociales y políticas. Ya basta de saqueo. Ya basta de represión. Ya basta de dobles discursos. Ya basta de corrupción. Ya basta de falsos nacionalismos. Ya basta de lacayismo proimperial. Ya basta de entreguismo al capital multinacional. Ya basta de falsa polarización.
Es la hora de asumir un programa que unifique al pueblo para la recuperación constitucional y democrática de la nación. La crisis en Venezuela no se deriva de una falsa confrontación entre “imperialistas” y “multipolares”, como tampoco es una confrontación entre “demócratas liberales” y “comunistas trasnochados”. La crisis venezolana es el resultado del intervencionismo general de las distintas fuerzas del capitalismo mundial que disputan en nuestro territorio el control de las diversas fuentes de materias primas, los mercados y las áreas de inversión prioritarias para sus respectivas economías.
Lo que se plantea aquí es una lucha de todo el pueblo por sacudirse ese intervencionismo capitalista (sea de EEUU como de China, de Inglaterra, Alemania o de Rusia) y por asumir soberanamente el control de nuestros recursos y el desarrollo democrático de la nación. Desde la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución hemos propuesto un camino que pasa por un acuerdo político que permita la designación de un nuevo CNE por la Asamblea Nacional, la convocatoria a un referéndum que permita decidir al pueblo soberano sobre la realización inmediata de elecciones presidenciales, y la ejecución de un plan económico de emergencia para afrontar la crisis y superarla a favor de los intereses populares y nacionales. En la medida en que estas ideas se conviertan en programa del pueblo organizado, comenzaremos a ver la luz al final de este macabro túnel al que nos han conducido dos direcciones políticas antinacionales y antipopulares (madurismo y guaidosismo).
En Maracaibo, Tierra del Sol Amada. A los 21 días del mes de abril de 2020.
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