miércoles, 13 de mayo de 2020

Yumare y otras masacres. El papel de los infiltrados

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El 8 de mayo de 1986 ocurrió la Masacre de Yumare, acción policial-militar que asesinó a 9 militantes revolucionarios de la Corriente Histórico-Social , organización que integraba la memoria de las luchas sociales desde la resistencia indígena contra la invasión europea, pasando por la gesta de independencia, con las experiencias de lucha proletaria en Latinoamérica y el mundo.

La Corriente Histórico-Social era el reflejo de la profunda crisis ideológica y programática dentro de la izquierda venezolana, que había fracasado tanto en la vía armada como en la vía parlamentaria en los casi 30 años transcurridos desde el 23 de enero de 1958. Eran militantes que buscaban nuevos caminos, replanteando los fundamentos teóricos de la lucha revolucionaria, recuperando la memoria de las luchas indígenas, afrovenezolanas y patriotas, que los dogmas eurocéntricos habían desestimado en la izquierda tradicional.

De ellos pude conocer a Pedro Jiménez, más conocido en el medio obrero de Caracas como "Pedrito transporte", por su relación con el movimiento sindical de los transportistas capitalinos. Lo vi en muchas reuniones sindicales de los sectores de la izquierda clasista, aunque nunca estuvo organizado, que yo sepa, en los partidos más grandes como BR, PRV y LS. Hace pocos años, al ver una foto de Simón Romero, me dí cuenta que también lo conocí, por casualidad, cuando él hizo una visita a la casa donde yo estaba "enconchado" luego de la detención del regional de BR en Caracas en marzo de 1982. Apenas fue un saludo y una corta conversación con Simón y su novia, de quien no recuerdo el nombre. Del resto supe a posterioridad por distintas referencias, particularmente de Ronald Morao, quien era el autor de un muy interesante documento titulado "Corriente Histórico-Social" que mi hermano Francisco me facilitó en el tiempo inmediato posterior a la masacre.

Los 9 camaradas asesinados en Yumare, LUIS RAFAEL GUZMAN GREEN, JOSE ROSENDO SILVA MEDINA, RONALD JOSE MORAO SALGADO, DILIA ANTONIA ROJAS, SIMON JOSE ROMERO MADRID, PEDRO PABLO JIMENEZ GARCIA, RAFAEL RAMON QUEVEDO INFANTE, NELSON MARTIN CASTELLANOS DIAZ y ALFREDO CAICEDO CASTILLO, pese a su propuesta insurgente y rupturista que apuntaba a redefiniciones globales de la lucha revolucionaria en Venezuela, cometieron un error fatal, y fue el no percatarse de que estaban siendo infiltrados por individuos que, haciéndose pasar por revolucionarios, tenían ya muchos años trabajando para los organismos de inteligencia antisubversiva del estado venezolano.

Un grupo de antiguos guerrilleros del Frente Antonio José de Sucre, pacificados en 1979 al inicio del gobierno de Luis Herrera Campins, entre los cuales estaban Vergenis Veracierta (el gordo "Darío", quien fue parte de la comandancia del FGAJS), y los hermanos Norberto y Alirio Rebanales (también estaba en este grupo de tránsfugas una mujer, hermana de los Rebanales, según me lo contó en 1980 el camarada José Luis Domínguez, quien también era hermano de los tres Rebanales), comenzaron en 1979 a trabajar para la DISIP y el DIM en el oriente del país. De hecho, Domínguez los identificó en esa época como participantes en el cerco militar que ese año se desarrolló contra el Frente Américo Silva en varios estados orientales.

Estos Rebanales junto al gordo Darío, parece que contactaron en 1985-86 con algunos de los dirigentes de la Corriente Histórico-Social y lograron incorporarse a esa organización. Actuando siempre como informantes de la DISIP y el DIM, los Rebanales se enteraron del deseo de la organización de realizar una reunión de larga duración para discutir una serie de documentos previamente elaborados, y aprovechar la misma, en la medida de lo posible, para realizar una mínima instrucción militar.

La reunión estaba en entredicho por los escasos recursos materiales de la Corriente, y por no tener las armas necesarias para la instrucción militar prevista. Los Rebanales se ofrecieron y "consiguieron" el dinero suficiente y las armas para ejecutar dicha reunión, y parece que hasta influyeron en la escogencia del sitio donde se montaría el "campamento base".

Ahora podemos decir que esa reunión, gracias a los inflitrados que la "organizaron", formó parte de la estrategia que en los años 70 y 80 desarrollaron los organismos de inteligencia del estado venezolano para aniquilar las pocas y pequeñas organizaciones revolucionarias que aún mantenían posiciones de lucha en el país.

Bajo el principio de la "ratonera", el enemigo montó una gran trampa en la cual buscaba asesinar a la mayor cantidad posible de revolucionarios integrantes de la Corriente Histórico-Social. La mortandad no fue mayor porque muchos integrantes no pudieron incorporarse a tiempo al desarrollo de la reunión, y porque varios de ellos, ya ubicados en el campamento base, lograron escapar por el monte y salvar sus vidas luego de recorrer muchos kilómetros y varios días de huida.

Por lo que supe posteriormente de algunos camaradas que fueron parte de la Corriente pero que por diversas razones no asistieron a esa reunión, los infiltrados Rebanales jugaron un papel principal en la captura de los revolucionarios asesinados. Incluso uno de esos Rebanales fue a buscar personalmente a Ronald Morao a su casa y se fueron en un vehículo Volkswagen. Como muchos, Ronald nunca llegó al campamento base. Se supone que fue detenido y torturado hasta la muerte, y posteriormente, como el resto, fue colocado en el sitio del campamento con uniforme militar y armas de guerra para simular que eran un supuesto frente guerrillero.

Esta trampa de la ratonera, es decir, que la propia policía política organiza, mediante su infiltración dentro de un grupo conspirador-revolucionario, una reunión o una actividad específica para buscar la mayor concentración posible de activistas que van a ser detenidos o asesinados, fue utilizada de la misma forma en la Masacre de Cantaura, donde los infiltrados eran los mismos hermanos Rebanales. También se ha dicho que el dictador Juan Vicente Gómez contribuyó a financiar la invasión del Falke en 1929, para buscar la mayor concentración de opositores y poder acabarlos en un solo combate.

Al parecer, esa trampa de la ratonera es la que ha ejecutado el gobierno de Nicolás Maduro para acabar con los militares desertores que se habían concentrado en Colombia desde el año 2019 y para golpear simultáneamente a la oposición pitiyanqui encabezada por Guaidó. En todas estas "ratoneras", jugaron un papel importante, la miserable figura de los infiltrados, que delatan a sus supuestos compañeros y que la historia en muchos casos no logra ni siquiera identificar y mucho menos hacer justicia contra ellos.

La Corriente Histórico-Social era una organización relativamente desconocida para el momento de la masacre en 1986. De hecho yo supe de su existencia con la masacre misma. Luego del asesinato de esos camaradas, la organización no se recuperó y se disolvió progresivamente en los meses y años siguientes, aunque sus militantes continuaron en primera línea de la lucha social en diferentes zonas del país.

Los infiltrados, los hermanos Rebanales, nunca han sido sometidos a la justicia, y suponemos que han gozado de la protección de muchos esbirros de las antiguas DISIP y DIM que a partir del período de Chávez en 1999 siguieron ocupando cargos en los cuerpos de inteligencia del estado venezolano. Probablemente siguen viviendo en el país, con otra documentación. El gordo Darío (Vergenis Veracierta) tengo entendido que murió de causas naturales. Afortunadamente nunca llegué a conocer personalmente a estos miserables.

Este escrito lo realizo no sólo como homenaje a los nueve revolucionarios asesinados en Yumare, sino como difusión de una experiencia de represión-infiltración que siempre hay que tener en cuenta al momento de la actuación política revolucionaria.

Esos Rebanales, que ya en 1980 el secretariado de BR y la comandancia del FAS estaba en conocimiento de que trabajaban para el enemigo, por razones inexplicables y que aún no se han aclarado debidamente por los involucrados, se les permitió a comienzos de 1982 integrarse al Frente Américo Silva, por órdenes expresas de ese secretariado de BR, cuya ubicación geográfica estaba principalmente en la ciudad de Caracas. Esta incorporación de los Rebanales en el FAS les permitió montar lo que fue la Masacre de Cantaura. Ellos escogieron el sitio del campamento y esperaron el momento en que convergieran allí todos los destacamentos del FAS, para garantizar el asesinato de todos los integrantes del frente. Como se sabe, el FAS fue atacado al amanecer del 4 de octubre de 1982, por una acción conjunta de bombardeo de aviones y helicópteros, y cerco terrestre de centenares de soldados del ejército y Disip, con el resultado de 23 camaradas asesinados (casi todos capturados con vida y asesinados en el sitio) y 17 que lograron romper el cerco y escapar, bajo la dirección de Alejandro Velásquez Guerra, el Cámara, único comandante sobreviviente a esa masacre.

En el caso del que fuera mi comandante en el frente, Roberto Rincón Cabrera, y del resto de miembros de la comandancia como Enrique Márquez Velásquez (El Gato), Sorfanny Alfonzo (Patricia o Mayorca) y Emperatriz Guzmán (a quien no llegué a conocer), su muerte en ese combate los exculpa de la sospecha de la infiltración. Cometieron un error fatal, un exceso de confianza y no valorar adecuadamente las informaciones de seguridad que tenían, y condujeron al frente a ese desastre militar. 

En el caso de los miembros del secretariado de BR en Caracas, nunca he conocido una explicación ni escrita ni verbal sobre la razón de esa orden fatal de incorporar a los Rebanales al FAS (frente al cual nunca habían pertenecido pues ellos habían integrado era el Antonio José de Sucre). Lo más grave es que en el balance de la masacre de Cantaura, que circuló internamente en BR en los años siguientes, se descartaba expresamente que esa masacre hubiera ocurrido por delación. Por esa razón, por esa irresponsabilidad de los dirigentes de BR al no denunciar públicamente la delación de los Rebanales en Cantaura, los camaradas de la Corriente Histórico-Social no estaban enterados de ello y permitieron que los mismos sapos delatores de Cantaura se infiltraran entre sus filas y condujeran a la nueva masacre de Yumare.

De hecho, yo me vine a enterar que los Rebanales habían sido integrados al FAS en 1982 y que tenían que ver con la delación que condujo a la masacre de Cantaura, en 2006 o 2007, cuando leí un libro escrito por Alexis Rosas donde hace mención de ellos como los confidentes de Cantaura. Es decir, durante 24 años creí el cuento de que Cantaura había sido producto del relajamiento de las medidas de seguridad por parte de la comandancia del frente, como se decía en el balance que entregaron a cuadros y militantes, y creí que no había existido delación alguna en ese caso.

Toda una historia lamentable, pero sobre la cual escribo, porque los asesinados en Cantaura fueron por mucho tiempo mis camaradas de lucha en el FAS, y el recuerdo de tantos jóvenes asesinados me obliga a seguir buscando la verdad de esos confusos hechos. Ambas masacres, Cantaura y Yumare, trampas ratoneras montadas por el enemigo para asesinar a la mayor cantidad posible de revolucionarios, que ocurrieron por las debilidades y errores de los propios dirigentes revolucionarios, y porque prevaleció, lamentablemente, la mayor astucia de los cuerpos de inteligencia del enemigo de clase.

Me sigue quedando el recuerdo de Simón Romero y su bella novia, que en una tarde de 1982 conversamos sobre revolución en un rancho de tablas y zinc en la periferia de Caracas, y de Pedrito Transporte con sus largas y clasistas intervenciones en las reuniones de organizaciones populares de la capital. Su muerte no fue en vano. Su mensaje aún está allí, esperando que el pueblo lo levante nuevamente para una definitiva ofensiva revolucionaria.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 10 de mayo de 2020

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