INSURGENCIA POPULAR
EN LA INDEPENDENCIA
VENEZOLANA
Roberto López Sánchez. Universidad del Zulia.
Facultad Experimental de Ciencias. Dpto. de Ciencias Humanas. Maracaibo. Estado
Zulia. Venezuela. Correo: cruzcarrillo2001@gmail.com
RESUMEN:
El trabajo analiza el proceso inicial de la guerra de
independencia en Venezuela, enfatizando en su carácter de guerra civil y en la
destacada rebelión popular que significó. Recurriendo a autores como Laureano
Vallenilla Lanz y Juan Uslar Pietri, se aborda una visión alternativa a la
historia tradicional, considerando la lucha de clases y las profundas
divisiones sociales que existían en la sociedad colonial y que dieron origen a
la violenta lucha armada que se suscitó entre 1811 y 1814 en Venezuela. Se
establece que nuestra independencia fue alcanzada gracias a una alianza de
clases que permitió unificar en el mismo bando a los grupos sociales que
durante un lustro estuvieron implacablemente enfrentados. Esa particularidad de
nuestra gesta emancipadora permitió destruir el bloque social dominante durante
la colonia y alterar notablemente el modelo productivo esclavista, incorporando
como protagonistas a grupos sociales hasta ese momento excluidos de la
figuración política. Se concluye en que características socioculturales
presentes en Venezuela, como el igualitarismo social y la tendencia a la participación
democrática de los grupos tradicionalmente excluidos, son el resultado
histórico de esa insurgencia popular independentista.
Palabras clave: insurgencia popular,
protagonismo popular, guerra civil, democracia.
INTRODUCCIÓN.
El
proceso de independencia desarrollado en lo que hoy es el territorio venezolano
se diferenció considerablemente del resto de conflictos emancipadores en el
continente. La crisis de la sociedad colonial en Venezuela permitió la
irrupción protagónica de las masas populares en nuestra historia, introduciendo
transformaciones sociopolíticas y culturales que aún perduran en nuestra
estructura societaria. Con el presente trabajo se exponen las características
históricas fundamentales de esa insurgencia popular, aspectos que la
historiografía dominante ha dejado ocultos o ha valorado equivocadamente con el
fin de escamotear méritos a los sectores sociales populares sin cuyo concurso
hubiera sido imposible el triunfo independentista.
Para
ello nos basamos en las obras de Laureano Vallenilla Lanz, “Cesarismo Democrático” (Vallenilla, 1994),
y Juan Uslar Pietri, “La rebelión
popular de 1814” (Uslar, 1962). El primero de ellos más conocido por
su reivindicación del “gendarme necesario”, y el segundo un texto muy poco
leído entre las generaciones actuales. Ambos autores, partiendo de premisas
distintas, coinciden en valorar el carácter de guerra civil que tuvo inicialmente
nuestra causa emancipadora, circunstancia que va a determinar todo el curso
posterior de los acontecimientos, obligando a establecer una especie de
“alianza” entre grupos sociales históricamente antagónicos (entre los esclavos
y pardos con los blancos propietarios terratenientes-esclavistas), que
finalmente condujo al triunfo militar sobre los ejércitos españoles en
Suramérica.
La
insurgencia popular en el marco del proceso independentista venezolano apenas
es recordada en la historia que se les enseña a nuestros jóvenes escolares.
Acaso la figura de Pedro Camejo, el “Negro Primero”, antiguo esclavo que
muriera combatiendo como teniente de las filas patriotas en la Batalla de Carabobo (1821),
recuerda la participación de los miles de esclavos y mestizos (estos últimos llamados
pardos en la época) que integraron el ejército republicano. Los famosos
llaneros de Páez, que llevaron a Pablo
Morillo, general español que comandó los ejércitos de la corona en Suramérica entre 1814 y 1820, a afirmar en una carta
dirigida a su soberano: “dadme cien mil
llaneros y me paseo por Europa en nombre del Rey de España”[i].
Tal fue la relevancia histórica de las fuerzas populares incorporadas al
ejército independentista bolivariano, fuerzas sociales que transformaron a Venezuela
y que hoy en el siglo XXI continúan incidiendo en el rumbo de nuestro destino
histórico.
Si algo ha destacado en Venezuela
desde la época colonial es precisamente el espíritu de rebeldía de sus
pobladores. La lucha de clases en Venezuela no la inventaron los historiadores,
marxistas y no marxistas, cuando realizaron sus estudios a lo largo del siglo
XX. La confrontación entre grupos sociales antagónicos existe desde la época
colonial, presentándonos un panorama de rebeliones populares reiteradas a lo
largo de los siglos, cuyas repercusiones en lo social y cultural han incidido
en el proceso de cambios que hoy atraviesa Venezuela.
La lucha popular en Venezuela alcanzó considerables logros en la guerra
de independencia, al destruir el bloque social dominante del período colonial,
contribuyendo a fortalecer el espíritu igualitario que anida en todos los
habitantes de estas tierras, y enraizando los principios democráticos que
forman parte fundamental de nuestra cultura. De igual forma, el proceso de independencia
permitió la irrupción del único proyecto nacionalista burgués de nuestra
historia, el enarbolado por Simón Bolívar y sus seguidores, quienes perseguían
la construcción de una superpotencia hispanoamericana que enfrentara de tú a tú
a las grandes potencias de la época y garantizara nuestro desarrollo soberano e
independiente. La República
de Colombia, la independencia de un inmenso territorio desde Venezuela hasta
Bolivia, y el Congreso de Panamá, fueron las más destacadas realizaciones de
este proyecto.
El objetivo del presente trabajo es replantear esa insurgencia popular
ocurrida durante la independencia venezolana, para contribuir a que las
actuales generaciones conozcan perspectivas de análisis sobre nuestra historia
que hasta el presente han estado relegadas, olvidadas y silenciadas por la
historiografía oficial. Nuestro proceso histórico, nuestra sociedad actual,
sólo puede ser comprendida cabalmente si entendemos estas particularidades de
la lucha de clases suscitada a lo largo de los últimos 200 años en estas
tierras bolivarianas.
1.
LA CRISIS DE LA SOCIEDAD COLONIAL.
La historia tradicional explica el
proceso de independencia bajo la óptica exclusiva de la clase mantuana, de la
oligarquía criolla esclavista que a partir de 1810 decidió impulsar el proceso
emancipador de la corona española. El análisis historiográfico referente al
período de crisis de la sociedad colonial y el proceso de independencia, hasta
el presente ha dejado de lado la consideración de los objetivos que perseguían
los sectores sociales desposeídos y oprimidos por el régimen colonial que
imperaba en la América
hispana. Las luchas de los esclavos, por ejemplo, han sido denominadas “guerra
social” (Carrera Damas, 1991:54), con la intención de escamotearle objetivos
políticos a la misma, limitándola a un contenido puramente “reivindicativo”[ii].
Este mismo historiador Germán Carrera
Damas, plantea abiertamente sus “dudas sobre el alcance revolucionario de
algunos de estos movimientos”, y agrega “no conozco ninguna prueba documental
directa del pensamiento, de los propósitos ni de los anhelos de los esclavos
que participaban en los movimientos” (ob.cit., p.47). De esta forma, los
historiadores se hacen eco de los mismos prejuicios que en la época colonial
existían contra quien no fuera blanco e ilustrado.
Es evidente que entre la población
esclava, por su nulo o escaso nivel de educación formal, y además por las
herencias multiculturales traídas de África, la escritura no podía ser el medio
fundamental para comunicarse entre sí y transmitir las ideas que promovían la
insurgencia. Los objetivos de las insurrecciones de esclavos no pueden buscarse
entonces en pretendidos documentos que muy probablemente nunca existieron; hay
que analizar sus acciones, método mucho más eficaz, pues los hechos
históricos deben juzgarse principalmente no por lo que los hombres dijeron de
las mismas, sino por los hechos que llevaron a cabo[iii]. Igual método
debe aplicarse al analizar las luchas y conspiraciones de los pardos y de los
blancos sin poder económico, y de manera general este mecanismo debería
preponderar en todo análisis histórico.
Aunque la perspectiva
histórica oficial ha colocado a toda la población no mantuana como carente de
un proyecto propio de nación, distinto del enarbolado por los blancos criollos
acaudalados durante el proceso de crisis de la sociedad colonial en Venezuela,
lo cierto es que los afrovenezolanos, los indígenas, la población mestiza en
general, y los blancos llamados de “orilla” figuran reiteradamente como actores
de primer orden en las confrontaciones bélicas y conspiraciones que se suceden
en Venezuela desde fines del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX. La
feliz culminación del proceso independentista sólo pudo ser posible cuando los
mantuanos incorporaron a su programa político las reivindicaciones
fundamentales de los sectores sociales que hoy podemos llamar “populares”.
La
independencia fue producto de una “alianza de clases” y sectores sociales, en la cual hubo ciertamente
un sector hegemónico, los mantuanos, el cual sin embargo se debilitó
considerablemente en el mismo proceso de la guerra emancipadora, viéndose
obligados por las circunstancias a compartir su antigua hegemonía colonial con
los nuevos sectores de blancos de orilla y mestizos que adquirieron poder por
su actuación como militares patriotas[iv].
En
el período de crisis de la sociedad colonial hispana en América, afloraron las
profundas contradicciones sociales que implicaban el sometimiento de los
pueblos indígenas, de los esclavos africanos, de la población mestiza en
general y de los blancos que no poseían poder económico (pequeños comerciantes,
bodegueros, dependientes, agricultores medios, artesanos. La óptica oficial
coloca a estos sectores sociales como incapaces de enarbolar objetivos particulares
en sus rebeliones, las cuales son caracterizadas como reacción natural ante las
duras condiciones de vida y de trabajo que existían durante la colonia.
No está de más recordar aquí la
inhumana forma de dominación que constituía la esclavitud; los esclavos eran
africanos o descendientes directos de pueblos africanos, capturados brutalmente
y sometidos a la esclavitud desde ese momento y hasta su muerte, condición que
transmitían a sus descendientes. Los investigadores coinciden en que por lo menos
unos diez millones de africanos fueron trasladados a América como esclavos
durante el régimen colonial. La
esclavitud es la mayor degradación a que puede ser sometida una persona, y esto
lo aplicaban los europeos y los blancos criollos propietarios como si fuera lo
más normal.
Bajo nuestra óptica, los países
europeos, y más exactamente la burguesía comercial que hizo fortuna mediante la
llamada “trata negrera”, cometieron un verdadero genocidio contra el continente
africano (además del que cometían contra la población indígena de América), y
son ellos quienes deberían ser calificados como “salvajes”. El carácter
“ilustrado” de los mantuanos no les confiere ninguna justificación moral ni
social para haber aplicado el régimen esclavista y haberse enriquecido a costa
de él. Por el contrario, constituye algo así como el “pecado original” de
nuestra burguesía. Si hoy en día se considera que los judíos tienen plenos
derechos para reclamar indemnizaciones por el genocidio cometido contra su
pueblo hace más de cincuenta años, con más razón las poblaciones amerindias y
afroamericanas tienen más derechos aún para exigir su reivindicación como
pueblos por el genocidio-etnocidio cometido por los europeos y sus
descendientes criollos en América[v].
En este proceso, cada grupo
social luchó por llevar a cabo sus propios intereses, su propio proyecto de
nación, estuviera o no plasmado en documentos escritos. En este marco se
sucedieron rebeliones como la de José Leonardo Chirinos, en 1795; la
conspiración de Gual y España, en 1797; la conspiración de Francisco Javier
Pirela, en 1799; y las invasiones ejecutadas por Francisco de Miranda en 1806
(López, 2009: 16).
No
es un único proyecto nacional que comienza a perfilarse a partir de 1810-1811. Son diversas maneras de entender
la sociedad, de concebir un nuevo orden social, de acuerdo a los intereses de
cada grupo que estaba irreconciliablemente enfrentado a los otros (como el caso
de la contradicción entre esclavistas y esclavos). Los historiadores han
concebido hasta ahora que el único proyecto nacional viable era el que surgió
de los blancos criollos acaudalados (los mantuanos). Si bien se reconoce el
carácter autónomo de las luchas de los negros y mestizos, no se considera que
una nación dirigida por los negros y/o los pardos pudo hacerse realidad en el
transcurso de la crisis del colonialismo en Venezuela[vi].
La insurrección de Chirino y
la conspiración de Pirela demostraron que los afrovenezolanos y la población
mestiza en general ya tenían su propio programa político revolucionario, y que
sus acciones no eran simples reacciones elementales ante las violencias del
sistema esclavista, sino la intención manifiesta de construir un nuevo orden
social basado en la igualdad y la
libertad. El programa político de los afroamericanos no se podía basar ni
principal ni exclusivamente en las ideas del liberalismo burgués de las
revoluciones norteamericana y francesa. En los esclavos y mestizos tenía que
tener un peso significativo su herencia cultural africana, de sociedades con un
desarrollo político muy distinto al europeo occidental. En esta herencia
cultural y política hay que buscar las razones del apoyo inicial afroamericano
a la causa realista durante el proceso de independencia, además, por supuesto,
de la razón evidente de que los blancos mantuanos eran los opresores más
directos de los esclavos y del resto de sectores populares.
Recordemos que la mayoría de
la población era parda (50 %), contra apenas un 20 % de blancos, los cuales se
subdividían en peninsulares, mantuanos y blancos de orilla (pobres). El resto
de la población la conformaban los esclavos (15 %) y los indígenas (15 %)
(Cardozo, 1987: 193). Los indígenas supervivientes, en su mayoría, no estaban
integrados a la sociedad colonial ni existían mayores posibilidades de conocer
su número exacto. La gran mayoría de la población la conformaban los mestizos
(pardos), los negros esclavos y los negros libres. Junto a los blancos de
orilla, terminaban significando una mayoría avasallante ante el escaso número
de familias mantuanas. No obstante el poder socio-económico estaba en manos de
esa minoría mantuana, que aspiraba a independizarse en lo político de la tutela
colonial española.
- LAS INSURRECCIONES DE
ESCLAVOS Y LA LUCHA
POPULAR DIRIGIDA POR BOVES.
El proceso de independencia,
iniciado por los mantuanos el 19 de abril de 1810, terminó de zafar el lazo que
contenía las ansias de emancipación de todos los sectores sociales que habían
sufrido por tres siglos la opresión del bárbaro sistema colonial impuesto por
los españoles en América. Sin proponérselo, los mantuanos abrieron la “caja de
Pandora”, y las grandes mayorías sociales comenzaron a actuar de manera
independiente, una vez que ya no tenían Rey al cual someterse.
La primera rebelión de pardos
se produjo en Valencia a los seis días de declarada la independencia, el
11/05/1811, y se prolongó durante un mes de cruenta lucha, con saldo de varios
centenares de muertos y heridos[vii]
(Carrera Damas, 1986:120). La represión que los mantuanos desataron contra el
levantamiento de los pardos en Valencia fue la mejor demostración que en su
proyecto independentista no tenían cabida los sectores populares, que sin
embargo constituían la mayoría abrumadora de la población venezolana.
Las rebeliones de esclavos de
1812-1813 en los Valles de Aragua, Valles del Tuy y Barlovento, y la
incorporación de los esclavos a las filas de Boves, constituyeron expresiones
particulares de esas ansias de liberación de los negros, pues “cualquiera
que fuese la bandera seguida por estos grupos, casi siempre hacían su guerra
particular”[viii].
La rebelión de los esclavos en
1812[ix]
había sido promovida por un grupo de blancos realistas que habían repartido
armas y distribuido proclamas en la región de Barlovento, llamando al
levantamiento de los negros contra el gobierno patriota. Pero la rebelión
alcanzó tales dimensiones que pronto los mismos blancos realistas que la
indujeron se vieron amenazados y “tuvieron que huir para no ser víctimas de
los negros” (Yánez, 1943: 108). Los negros avanzaban por los valles de
Curiepe, Capaya, Guapo y otros lugares de Barlovento, quemando y saqueando las
haciendas y caseríos, y asesinando a todos los blancos que encontraban a su
paso.
Según Juan Uslar Pietri[x],
basándose en las fuentes de J.M. Restrepo[xi],
Francisco Javier Yánez[xii]
y José Domingo Díaz[xiii],
la insurrección de los negros en Barlovento, la cual amenazaba seriamente a
Caracas, llevó a los mantuanos, encabezados por el Marqués de Casa León, a
presionar a Miranda para que firmara inmediatamente el armisticio con el General
español Monteverde, única garantía de salvación que tenían los mantuanos para
escapar de la furia de sus antiguos esclavos.
Las insurrecciones de los
esclavos perseguían un objetivo de venganza contra los blancos propietarios,
objetivo que estaba más que justificado por las condiciones mismas del sistema
esclavista. El declararse libres e iguales tenía necesariamente que entrar en
contradicción flagrante con un sistema que estaba basado en la opresión que
ejercía una minoría social sobre la mayoría, y en la dominación de un imperio
sobre grandes territorios de ultramar. Ni
la esclavitud ejercida por los mantuanos ni el colonialismo ejercido por España
podía conciliarse con la libertad de los negros y la igualdad de los pardos.
Radica aquí la complejidad de esta realidad vivida en Venezuela a comienzos de
la independencia
La
insurrección de los afrovenezolanos iba a encontrar su mejor momento bajo la
conducción del caudillo realista José Tomás Boves, el cual tenía como programa
político el “armar a los esclavos contra sus amos”[xiv].
La lucha popular encabezada por Boves no puede ser calificada de otra forma más
que la reacción natural de los sectores oprimidos ante tres siglos de brutal
explotación económica y abierta discriminación racial y social. El movimiento
militar dirigido por Boves era más una lucha de clases que una defensa de la
corona española[xv]. En su ejército,
calculado aproximadamente en unos diez mil hombres, la absoluta y abrumadora
mayoría estaba compuesta por negros y mestizos, y los blancos no llegaban a
representar el 1% de dicha fuerza militar.
El pueblo venezolano, en
sentido estricto, estaba incorporado al ejército de Boves, y la labor histórica de
este ejército popular fue mucho más allá de la defensa de los intereses de la
corona española. Este último objetivo no pasaba de ser un eufemismo para un
ejército que estaba liquidando físicamente a toda la población blanca de
Venezuela[xvi], y que en los hechos
liquidaba también el fundamento del modo de producción esclavista que por
trescientos años habían usufructuado los españoles en América. La acción
triunfante de las fuerzas populares al mando de Boves estaba desestructurando
todas las relaciones sociales sobre las cuales se había basado la dominación
europea en el continente americano.
La conducta del ejército de
Boves se repitió una y otra vez en 1813 y 1814. En cada población que era
tomada, todos los blancos eran pasados a cuchillo, incluyendo a mujeres, niños
y ancianos, profanando incluso los templos religiosos en donde éstos buscaban
refugio. Esto ocurrió en Calabozo, en Ocumare del Tuy, en Valencia, en Aragua
de Barcelona, en Cumaná, en Maturín. Esta conducta salvaje sólo puede
explicarse si se considera el salvajismo que estaba implícito en el propio
régimen esclavista colonial. La estrategia de aniquilación hacia la población
blanca era una especie de venganza que implementaban los negros por los siglos
de opresión que habían sufrido desde el mismo momento de su captura como
esclavos en tierras africanas.
El avance del ejército de
Boves generó el terror no sólo entre los blancos patriotas, sino incluso entre
los propios españoles y otros europeos ubicados en el país, ante la amenaza
real de un gobierno de los pardos y negros, al estilo del que se había impuesto
en Haití. La Gaceta
de Caracas, en su nº 69 del 23 de marzo de 1814, “pedía espantada que se
comunicaran tales horrores a las Antillas inglesas, para que éstas prestasen
ayuda y detuvieran la espantosa matanza, invocando el peligro que constituían
para esas posesiones el ejemplo de los esclavos insubordinados” (Uslar,
ob.cit. : 120). El propio Bolívar se dirigió al Ministro Británico de
Relaciones Exteriores solicitando su ayuda, pues “el ejemplo fatal de los
esclavos y el odio del hombre de color contra el blanco, promovido y fomentado por nuestros enemigos,
va a contagiar a todas las colonias inglesas...” (citado por Uslar, p.52)[xvii].
La correspondencia de Martín
Tovar Ponte con su esposa, citada por varios autores como Uslar Pietri (ob.cit., p.140-144), Brito Figueroa (ob.cit.,
p.338) y Carrera Damas (1986), es bastante elocuente del terror presente entre
los mantuanos ante el avance de las fuerzas de Boves. Una de sus frases refleja
fielmente la realidad que en esos momentos se vivía: “...Este país ya no
lo compone nadie; yo creo que vamos a caer en manos de los negros”[xviii].
Los ingleses también veían con
profunda preocupación el avance de las fuerzas de Boves, como consta en la
correspondencia cruzada entre varios británicos en el área del Caribe, la cual
aparece publicada (en inglés) como apéndice en la mencionada obra de Juan Uslar
Pietri[xix].
La obra de gobierno de Boves llevaba a cabo su política de igualdad social. Los
zambos, negros y demás “gente de color” gobernaban de hecho; eran ellos los que
ocupaban los mejores cargos, las más altas jerarquías militares y políticas, y
merecían la confianza del caudillo (Vallenilla Lanz, 1994:123). La pirámide
social se había invertido (Uslar, 1962: 164).
La campaña de Boves tuvo tan
magníficos resultados en términos militares, que destrozó finalmente a todas
las fuerzas patriotas y condujo a la pérdida de la Segunda República.
El empuje decidido de los llaneros se convirtió en una herramienta mortífera en
términos militares; la fuerza que le daba a las huestes de Boves el contenido igualitario
de su ejército pudo más que el tesón de los patriotas radicales (como Bolívar y
Ribas) que sin embargo no tenían el apoyo popular que acompañó al caudillo. Los efectos de su actuación contra los
blancos implicaron el exterminio de gran parte de la clase dominante criolla, y
de la población blanca en general.
Eventualidades del proceso
histórico llevaron a que Boves muriera en la batalla de Urica, y a que
posteriormente su ejército fuera desmantelado por el cuerpo expedicionario que
encabezaba Pablo Morillo. Estas circunstancias salvaron a los mantuanos del
colapso total, y Venezuela estuvo muy cerca de ser otro Haití[xx].
No pretendemos especular sobre si un eventual régimen encabezado por Boves
hubiera encarnado realmente los intereses de las mayorías populares,
representadas en los negros y los pardos; pero es obvio que los acontecimientos de 1814 casi liquidan totalmente el
proyecto independentista mantuano, y si eso hubiera ocurrido, la historia
de nuestra independencia hubiese sido otra, con protagonistas de colores
“oscuros”. La fuerza del movimiento social levantado por Boves echó las
bases del igualitarismo social propio de nuestro país, pues los blancos
criollos nunca recuperaron totalmente el control de la sociedad venezolana,
como lo habían tenido durante el período colonial.
Sobre el liderazgo de Boves en
esta guerra social también se ha discutido mucho entre los historiadores. A
este respecto, nos ceñimos igualmente a los hechos, a su actuación como líder
de un levantamiento de esclavos y desposeídos en general, en contra de los
propietarios, los blancos criollos. Esa es la característica fundamental de la
obra histórica de Boves. Su condición de realista era una necesidad práctica,
pues el enemigo de clase, los mantuanos, enarbolaban la bandera de la
independencia. Sin embargo, es de todos conocidos la insubordinación de Boves
con respecto al Capitán General Cajigal, y su casi absoluta autonomía de mando
en la guerra. La muerte prematura del caudillo dejó sin resolver ese conflicto
que existía entre su bandera de lucha social y los intereses colonialistas del
imperio español en América, intereses abiertamente contrapuestos y no
conciliables en modo alguno.
Pese a haber triunfado
militarmente sobre los blancos criollos, se puede hablar del fracaso de la
insurrección esclava-mestiza liderizada por Boves, en el sentido de que una vez
muerto su caudillo, la misma no tuvo continuidad. Pero sus efectos fueron
devastadores para una clase mantuana que aspiraba a conquistar la independencia
de España manteniendo todos los privilegios de los cuales gozaba durante el
régimen colonial. Luego de 1814, los
mestizos y los afrovenezolanos se convirtieron en actores sociales de
relevancia fundamental, y no podían ser excluidos de los planes que se
proponían conformar una nueva sociedad en territorio suramericano.
El
cambio en la estrategia patriota, formulado por Bolívar en 1815-16, al
incorporar a los esclavos, mestizos y blancos de orilla al proyecto
independentista mantuano, fue la consecuencia más contundente de la
insurrección esclavo-mestiza de 1812-1814[xxi]. Por esa causa Bolívar, al
invadir nuevamente a Venezuela en 1816, decreta la liberación de los esclavos.
El mérito de Bolívar consiste precisamente en haber logrado atraer para su
proyecto independentista a los sectores sociales mestizos y a los propios
esclavos. Aunque esa estrategia no fuera desarrollada hasta sus últimas
consecuencias, ni siquiera por el mismo Bolívar, tal como se demostró en los
procesos que condujeron al fusilamiento de Manuel Piar, y luego del Almirante
Padilla[xxii].
Somos de la opinión que los
efectos traumáticos causados por la rebelión popular de 1814 en la estabilidad
y coherencia de la élite dominante en Venezuela, no sólo llevaron a modificar
el proyecto mantuano de independencia y se siguieron manifestando a lo largo
del siglo XIX, sino que sus repercusiones aún se proyectan hacia el proceso
histórico contemporáneo. En el recelo de la burguesía venezolana hacia Chávez,
fiel exponente del mayoritario mestizaje venezolano y de las tradiciones
insurrectas que forman parte inseparable de nuestra historia, y en el enorme
apoyo popular del cual goza el actual presidente, están intentando saldarse
unas viejas deudas que quedaron sin resolver en 1814 y en 1860 (cuando fue
asesinado Ezequiel Zamora).
La
causa de que los afrovenezolanos no hayan podido continuar con sus planes de
exterminio hacia los blancos una vez muerto Boves hay que ubicarla en la
inexistencia de otros líderes que, como él, levantaran con firmeza la bandera
del igualitarismo social. Buscar las razones de esta falta de líderes entre los
negros y pardos es propio de la especulación, pero es indudablemente cierto que
de haberse presentado en Venezuela personajes como Toussaint L’Overture, Jean
Jacques Dessalines, Henri Cristophe y Alejandro Petión, los cuales dirigieron
la independencia de Haití, otra hubiera sido la historia de nuestra
independencia.
Otro elemento a considerar es
los cambios en la situación del país luego de la Batalla de Urica. Los
temores españoles con respecto a Boves llevaron al Rey a decidir que la
expedición militar originalmente planificada contra los patriotas de la Argentina fuera enviada
hacia Venezuela. Pablo Morillo desembarcó en Margarita a principios de 1815, al
frente de un ejército regular de 11.000 a 15.000 hombres, todos peninsulares (y
blancos), con la misión de controlar las desatadas fuerzas sociales que había
movilizado Boves en su campaña, y terminar de pacificar al país. De esta forma,
el ejército realista pasó a estar dirigido por blancos, que sustituyeron
progresivamente a toda la oficialidad parda y negra que había luchado junto a
Boves (muchos de estos oficiales fueron detenidos y enviados a España). Así
concluía la guerra de exterminio contra los blancos, y las reivindicaciones de
los negros y pardos de las huestes de Boves quedaron excluidas de los proyectos
del nuevo ejército realista. Esto facilitó los planes patriotas para atraer a
sus filas a los negros y mestizos.
Los valerosos llaneros que al
mando de Páez decidieron en 1821 la suerte de la guerra de independencia, eran
en su gran mayoría los mismos que años antes habían luchado bajo las órdenes de
Boves y bajo la bandera del Rey español. Sus anhelos seguían siendo los mismos:
alcanzar la libertad y la igualdad. Este objetivo les sería escamoteado por los
jefes militares patriotas, incluyendo al mismo Bolívar, y luego de vencidos los
españoles se inició un proceso para restablecer la estructura de poder interna
que imperaba durante la colonia (Carrera Damas, 1986:132).
- EL PROYECTO NACIONAL
BOLIVARIANO Y LA
NECESIDAD OLIGARCA DE CONTROLAR LAS FUERZAS POPULARES.
Los
sucesos de 1812-1814 modificaron radicalmente el plan inicial que los mantuanos
se habían trazado en 1810-1811. Podemos afirmar que sólo la existencia de una
fracción extrema entre los mantuanos, en el sentido de su programa liberal e
independentista, como lo era el grupo bolivariano, permitió que el proceso de
independencia continuara y concluyera de la forma en que resultó. La
radicalización de este grupo fue tal que la consigna independentista la
ejecutaron hasta sus últimas consecuencias, construyendo un proyecto nacional
que iba mucho más allá del territorio venezolano, objetivo inicial de la
declaración de 1811.
Esa radicalización ya había
comenzado en 1813 cuando Bolívar declara la guerra a muerte, intentando darle
un carácter internacional a la confrontación. La guerra a muerte fue una
primera estrategia, que fracasó en 1814, intentada por la fracción de extrema
izquierda de los mantuanos para lograr el apoyo de la mayoría de la población
mestiza y esclava.
Debido al fracaso de 1814, los
mantuanos revolucionarios tuvieron que ir mucho más allá, pues se dieron cuenta
que su declaración de independencia había desatado unas fuerzas sociales que
amenazaban con tragárselos a ellos mismos. Es por eso que nunca figuró en
su programa la posibilidad de un pacto con la metrópoli[xxiii],
ni siquiera cuando en 1820 se instaló en España un gobierno liberal (que
duraría sólo tres años). La percepción de los bolivarianos sobre el proceso era
que sólo con la conquista de la independencia lograrían el poder suficiente
para controlar las fuerzas sociales populares que se habían desatado al calor
de la guerra, y a la vez mantendrían su hegemonía sobre las otras fracciones mantuanas
que miraban con recelo el proceso independentista o incluso se le oponían
abiertamente. Un eventual acuerdo con España liquidaría al partido bolivariano,
que como ya dijimos era la extrema izquierda de la oligarquía blanca, y lo
sacaría de cualquier intento por conservar el poder.
La lucha emancipadora iniciada
originalmente en Venezuela se convirtió en un feroz torbellino revolucionario
que amenazaba con subvertir todas las relaciones sociales en el continente. Para la naciente burguesía
internacional, sobre todo la inglesa y en menor medida la estadounidense, se
convirtió en una necesidad la desarticulación de esa fuerza revolucionaria que
encabezaba Bolívar. El proyecto de Bolívar era genuinamente nacionalista, y se
concretó en la República
de Colombia y en sus intentos por conformar una confederación de países
hispanoamericanos en el Congreso de Panamá. A este mismo Congreso de Panamá
asistieron representantes de Inglaterra con el único propósito de sabotear
cualquier decisión a favor de una confederación hispanoamericana, y sobre todo
hacer desistir a los patriotas de sus planes para liberar a Cuba y Puerto Rico.
Igual objetivo llevaban los delegados estadounidenses, los cuales no lograron
llegar a tiempo a las sesiones del congreso.
El objetivo del partido
bolivariano era construir una especie de superpotencia hispanoamericana, que se
enfrentara de tú a tú con las potencias existentes para la época, tanto a las
europeas como a los Estados Unidos; a este último lo veían como un enemigo potencial a futuro,
de acuerdo a las muy conocidas opiniones de Bolívar sobre ese país. El
fundamento del proyecto bolivariano eran las ideas liberales burguesas que se
había difundido ampliamente a partir de la Revolución Francesa,
aunque para ese momento no se estuvieran aplicando consecuentemente en ningún
país europeo ni en los mismos Estados Unidos.
En otras palabras, Bolívar
intentaba ejecutar en América la revolución burguesa que todavía en Europa no
había terminado de implantarse. Obviamente, este proyecto nacional bolivariano
no tiene históricamente ninguna relación de continuidad con lo que vino
después, a partir de 1830. Además, el proyecto nacional bolivariano no era
específicamente venezolano, ni siquiera colombiano, sino “americano” (en el
sentido de hispanoamericano). Bolívar se planteaba la unidad de todas las
naciones hispanoamericanas en una gran confederación, y pensaba también liberar
los territorios que aún quedaban en manos españolas. Ciertamente el partido
bolivariano era en la década del 20 del siglo XIX el “fantasma” revolucionario
que estremecía los cimientos del continente americano.
El período de gobierno del
partido bolivariano, en la
República de Colombia (1819-1830), ha quedado para la
historia como el único proyecto nacionalista burgués que haya tomado cuerpo en
tierras venezolanas (hasta 1998 por lo menos). Esto es lo reivindicable actualmente
del pensamiento de Bolívar, su nacionalismo hispanoamericano. Bolívar no es
en modo alguno el padre de la patria Venezuela, pues él nunca se conformó con
erigir una pequeña y débil nación. Bolívar es el padre de una futura gran
patria latinoamericana, que es lo que él intentó construir.
Por otra parte, el mismo
Bolívar dedicó buena parte de sus últimos años de gobierno a promover la
desarticulación del movimiento popular que había tomado fuerza durante la
guerra de independencia. El proyecto bolivariano intentaba, pese a su
liberalismo, mantener más o menos intacta la misma diferenciación racial y
social que existía durante la colonia. En reiterados escritos, Bolívar se
manifiesta temeroso de que la “pardocracia” pueda hacerse con el poder, y se
pronuncia incluso en contra del mestizaje entre blancos y la población negra e
india[xxiv].
Su objetivo, como plantea en numerosos trabajos Carrera Damas, era intentar
recomponer la “estructura de poder interna”, que se había dislocado a partir de
1811.
Esto implicaba evitar por
todos los medios que se fortaleciera una sociedad donde los mestizos y negros
tuvieran el control del poder político. Su apertura hacia los otros grupos
sociales y étnicos llegaba hasta la abolición de la esclavitud y el
reconocimiento de la igualdad formal de todos los ciudadanos ante la ley, que
sin embargo era establecida con limitaciones en el proyecto de Constitución de
Bolivia. Pero sus decretos a “favor” de los indígenas, eran en el fondo un
mecanismo para desestructurar la propiedad comunal de la tierra y convertirla
en propiedad privada, debilitando también sus liderazgos naturales al abolir
los cacicazgos[xxv], lo que significaba la liquidación
de las comunidades indígenas como tales, abriendo las puertas para su
integración cultural a la sociedad criolla dominante[xxvi].
Páez también jugó un papel en
los intentos oligarcas por desarticular los vientos revolucionarios que había
levantado la guerra de independencia[xxvii].
Como lo han planteado diversos historiadores, la misma disgregación de Colombia
fue un acto promovido por los intereses más conservadores de las oligarquías de
Caracas y de Bogotá, las cuales aunque actuaron defendiendo sus intereses
particulares, coincidieron en las profundas reservas que le tenían al
nacionalismo revolucionario del partido bolivariano.
Al mismo tiempo, la burguesía
nacional e internacional también tenía interés en disolver al ejército de
mestizos y ex-esclavos, y a sus dirigentes, incluyendo al mismo Páez. Como lo
han demostrado historiadores como Federico Brito Figueroa (Brito, 1987) y
Catalina Banko (Banko, 1996), la candidatura de José María Vargas en 1835 no
fue más que una maniobra de la oligarquía comercial-financiera criolla y
extranjera para desplazar a los caudillos militares del poder[xxviii],
pues éstos eran considerados potencialmente peligrosos por su tradición popular
y revolucionaria desarrollada en la guerra.
La
burguesía internacional intentó reiteradamente constituir una representación
criolla lo suficientemente sólida y unificada como para que lograra controlar
las fuerzas populares desatadas en el período 1812-1814, y que en cierta forma
no fueron aplacadas por varias décadas. Al mismo tiempo, intentaba derrocar del
poder al partido bolivariano, pues el mismo podía llegar a amenazar incluso la
hegemonía imperial de la propia Inglaterra. Tengamos en cuenta que el ejército
bolivariano había destrozado al ejército de una de las principales potencias europeas
para esa época, aunque su poderío ya estuviera en declive. No es descabellado
decir que el ejército patriota constituía una amenaza militar potencial para el
imperio inglés y sus posesiones en América. Y de manera general, buscaba sacar
del poder a todo representante del período independentista, pues todos sin
excepción eran sospechosos de estar contaminados por el germen revolucionario.
El primer objetivo no fue
logrado sino hasta que el triunfo de la Guerra Federal
(1863) convirtió en consignas oficiales los principios de igualdad social y de
lucha antioligárquica bajo los cuales las masas populares se habían incorporado
al proceso independentista a partir de 1816; es decir, la burguesía tuvo que
aceptar el modelo de Estado liberal democrático para poder controlar la
rebelión popular, olvidándose de las tesis conservadores que intentaban de
alguna manera revivir la sociedad discriminadora y oligárquica de la colonia.
El segundo objetivo, la
derrota del partido nacionalista bolivariano, fue conseguido en 1830 con la
disgregación de Colombia, el asesinato de Sucre, la derrota política y
posterior muerte de Bolívar y las medidas de expulsión contra todos los
miembros del partido bolivariano[xxix]. Las consecuencias de esto fueron
determinantes para que se cortara cualquier posibilidad de desarrollo
independiente en el sentido burgués[xxx].
Todos los gobernantes venezolanos a partir de 1830, sin excepción, estuvieron
de una u otra forma bajo la tutela del capitalismo extranjero[xxxi].
Creemos
que entre las razones de la derrota del partido bolivariano estuvo su
incapacidad de formular un proyecto nacional que incorporara a la población
mestiza, a los indígenas y a los negros, que juntos constituían la mayoría
abrumadora de la población.
Esa debilidad intrínseca de los bolivarianos tiene que haber influido en el
desgaste del consenso que entre 1819-1824 se constituyó para que el proceso
independentista estuviera bajo su mando.
Las posibilidades de
continuidad en el poder para los bolivarianos pasaban, necesariamente, por una
mayor radicalización del proceso, ejecutando hasta el final los principios del
liberalismo burgués, particularmente lo referido a la igualdad de los
ciudadanos ante la ley, lo que implicaba terminar de desmontar todo el sistema
de privilegios del que habían disfrutado los blancos criollos desde la colonia.
Las alianzas sociales tenían que buscarlas precisamente en la gran mayoría
popular, mestiza, india y negra, que aspiraba ver cumplidas las promesas de
libertad e igualdad que los mantuanos habían formulado a partir de 1816 como
“gancho” para incorporarlos a su bando independentista.
Pero Bolívar eligió
precisamente el camino contrario, intentando desmontar todo el movimiento de
insurgencia popular que había despertado con la declaración de independencia. Y
esa fue una de las causas fundamentales de su derrota política.
El tercer objetivo nunca
pudieron lograrlo, y el siglo XIX estuvo gobernado primero por los generales de
la independencia (Páez, Soublette y Monagas), y luego por los generales de la
guerra federal (Falcón, Guzmán y Crespo). Pese a todos los esfuerzos que la
burguesía internacional y sus más conspicuos representantes internos realizaron
para desmontar el poder de los caudillos populares de la independencia y de la
federación, esfuerzos que llegaron incluso a solicitar –en varias
oportunidades- a potencias extranjeras que invadieran el país y lo convirtieran
en una especie de protectorado[xxxii],
nunca se pudo conformar una clase burguesa lo suficientemente sólida en lo
político y económico como para poder prescindir de los caudillos.
A MANERA DE
CONCLUSIÓN.
Estas circunstancias
permitieron que la memoria de la lucha social se mantuviera, aunque
distorsionada, y en cierta forma se consolidara como parte inseparable de
nuestra sociedad. En las reiteradas manifestaciones insurreccionales que tuvo
el pueblo venezolano a lo largo del siglo XX se manifestó de alguna forma esa
memoria histórica de la salvaje guerra social que se desató con la
independencia y que concluyó en la Guerra Federal. A lo largo del siglo XX y aún en este siglo XXI se expresa una lucha de
clases que en muchos aspectos reivindica el carácter popular del proceso de
nacimiento de Venezuela como república. Si algo se hace constante en nuestra historia, es la debilidad de la
burguesía para contener los procesos de auge popular; a lo más que ha llegado
es a transacciones, como el Tratado de Coche y el Pacto de Punto Fijo.
Pero dichos acuerdos han
significado, junto a la hipoteca de las aspiraciones populares de un cambio social
radical, el desplazamiento de élites políticas y económicas que durante un
cierto período habían hegemonizado la conducción del país. Al ocurrir esto
último, la burguesía se ha encontrado con la vuelta al principio, con un eterno
retorno que ha impedido la consolidación de un bloque social que garantice
permanentemente la dominación capitalista en Venezuela. Desde la perspectiva de
la lucha revolucionaria del pueblo, esta es una característica política muy
positiva de la sociedad venezolana.
Distinta ha sido la historia
de la mayoría de los países latinoamericanos, en los cuales aún detentan el
poder sectores descendientes de la oligarquía colonial criolla. Este elemento
negativo para la burguesía ha sido positivo para el pueblo: somos
probablemente el país más democrático de América, pues desde el punto de vista
cultural, y también en lo político expresamos sentimientos igualitaristas de
profundo peso al momento de las grandes coyunturas históricas.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS.
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[i] Francisco Rodríguez. (2004). Caudillos,
políticos y banqueros. p.15. Citando
a Augusto Mijares. (1988). El Libertador.
Caracas. Monte Ávila Editores. p.529.
Consultado en Internet (13/01/10): http://www.redeconomia.org.ve/documentos/frodriguez/instecoprepetro.pdf.
[ii] “...se advierte claramente que los pardos y esclavos prosiguen sus
luchas propias por el logro de reivindicaciones de carácter social, sin llegar
a conjugarse con la lucha movida por los criollos”. Carrera Damas, Germán.
1991. Una nación llamada Venezuela. p.54.
[iii] Como plantea Marx “..así como en la vida privada se distingue entre lo
que un hombre piensa y dice de sí mismo y lo que realmente es y hace, en las
luchas históricas hay que distinguir todavía más entre las frases y las
figuraciones de los partidos y su organismo efectivo y sus intereses efectivos,
entre lo que se imaginan ser y lo que en realidad son” (Carlos Marx. El
dieciocho brumario de Luis Bonaparte).
[iv] “El equilibrio de las castas en Venezuela fue seriamente afectado por
la tormenta revolucionaria, que hizo posible, aquí más que en otras partes, la
emergencia de dirigentes de origen social muy bajo”. Halperin Donghi, Tulio.
1972. Hispanoamérica después de la independencia.p.68.
[v] En el Congreso Antirracista celebrado en Suráfrica en septiembre/2001,
diversas organizaciones y países formularon la idea de que el capitalismo
occidental debe compensar económicamente a los descendientes de millones de
esclavos que durante cuatro siglos trabajaron como mano de obra gratuita en las
posesiones coloniales europeas en América y contribuyeron en forma decisiva al
poderío económico actual de la europa occidental y los Estados Unidos.
[vi] Como ocurrió en Haití, que es la demostración histórica más
contundente de esa posibilidad.
[vii] Carrera Damas (1995: 60) cita a Narciso Coll y Prat en su descripción
de los ocurrido en Valencia, luego que los pardos rechazaran el acuerdo
suscrito entre el ayuntamiento y Miranda: ...”cayó la ciudad en anarquía, las
castas entregadas al pillaje y a la embriaguez, se reconcentraron en la plaza
mayor, en el convento de San Francisco, y en uno de los cuarteles, y comenzando
ya a hacer la defensa de la igualdad y libertad, incendiaron los libros
parroquiales en que por clases estaban sentadas las personas, hicieron profugar
a los blancos, y continuaron su inútil resistencia hasta el doce de agosto (de
1811), en que se rindieron a discreción, quedando entre tanto muertos dos mil y
quinientos hombres”. Coll y Prat, Narciso. Memoriales sobre la independencia de
Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960.
[viii] Camacho, Antonieta . Materiales, t.4. Citado por Federico Brito Figueroa : El problema
tierra y esclavos en la historia de Venezuela. 1985.
[ix] “...en el interior del país se levantaban montoneras armadas de
esclavos insurrectos que iban por los campos y haciendas de Barlovento
saqueando y matando blancos con el fin determinado de dirigirse a Caracas a
realizar la venganza de su larga opresión y a establecer un gobierno popular
dirigido por los negros” (Uslar, 1962 : 51).
[xi] Historia de la Revolución
de la República
de Colombia. 4 tomos. 1858. (Uslar, 1962 : 52).
[xii] Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela
desde que se declaró independiente hasta el año de 1821. 3 tomos. Edit. Elite.
Caracas. 1943. (Uslar, 1962 :52).
[xiii] Recuerdo sobre la rebelión de Caracas. Imprenta de León Amarita.
Madrid. 1829. (Uslar, 1962 :53).
[xiv] Capitán Wawell. Memorias de un oficial de la Legión Británica.
Biblioteca Ayacucho. Madrid. 1917. p.57. (Uslar, 1962 : 93).
[xv] “Boves y Rosete tenían bajo sus órdenes al menos siete u ocho mil
hombres, dentro de los cuales no había más de cincuenta blancos o españoles
europeos, y mil de color libres ; el resto era de esclavos, de negros y de
zambos” William Robinson . Remarques sur les Désastres des Provinces de
Caracas. París. 1817.p.175. (Uslar,1962 : 97). Para
1812, Andrés Bello, Luis López Méndez y Manuel Palacio Fajardo calcularon la
presencia de 62.000 esclavos en Venezuela ; citado por Rodríguez Lorenzo,
ob.cit., p.55.
[xvi] Memorial presentado al Rey por el Pbro. don José Ambrosio Llamozas,
Vicario General del Ejército de Barlovento, en las provincias de Venezuela. 31
de julio de 1815. Boletín de la
Academia de la
Historia. Nº 71. p.578. “El comandante General Boves desde el
principio de la campaña manifestó el sistema que había propuesto y del cual
jamás se separó: ...la destrucción de todos los blancos, conservando y
halagando a las demás castas... repartiendo las casas y los bienes de los
muertos y desterrados entre los pardos y dándoles papeletas de
propiedad”.p.225. Pablo Morillo afirma : “La mortandad y la desolación que
una guerra tan cruel ha ocasionado va disminuyendo... la raza de los blancos, y
casi no se ven sino gentes de color, enemigos de aquellos, quienes ya han
intentado acabar con todos” (citado por Uslar, p.192). Llamozas dice: “A
consecuencia de este sistema (la táctica de Boves) han desaparecido los
blancos; en Cumaná sólo han quedado cinco u ocho del país” (p.101).
[xvii] Simón Bolívar. Obras Completas. Tomo 1. Edit. Lex. La Habana. 1947. p.98.
(Uslar, ob.cit. : 138).
[xviii] Boletín de la
Academia de la
Historia. nº 70. pp. 385 a 423. (Uslar, ob.cit., p.143).
[xix] “Como consecuencia del infame y feroz sistema de guerra adoptado por
este comandante (Boves), consistente en liberar a los esclavos y permitirles a
ellos y a las gentes de color que siguen sus banderas para que asesinen a la
población blanca, y en muchos casos a mujeres y niños, si Caracas o La Guaira cayeran en sus
manos, para las personas y propiedades británicas no habrá el menor respeto por
sus existencias...” (original en inglés, traducción nuestra; p.208).
[xx] País que conquistó su independencia mediante una insurrección de
esclavos y mestizos, y donde toda la población blanca fue exterminada.
[xxi] A mediados de 1814, ya los patriotas comienzan a tomar algunas
medidas, como lo confirma una correspondencia del gobernador inglés de
Trinidad, publicada entre los apéndices de la obra ya citada de Uslar
(p.210) : “Se dice que Santiago Mariño se ha retirado a Cumaná y a su paso a liberado a los esclavos de
Barcelona, acciones similares han sido adoptadas en las cercanías de Caracas y La Guaira...Declaró que si
fracasaba ahora, él organizaría un nuevo ejército liberando esclavos...”.
[xxii] Sin embargo Bolívar se arrepintió del fusilamiento de ambos, reconociendo
que había influido en esa decisión su condición de mestizos, y reconociendo al
mismo tiempo que no fusiló a Santander por el hecho de ser blanco y miembro de
la oligarquía. “Ya estoy arrepentido de la muerte de Piar, de Padilla y de los
demás que han perecido por la misma causa; en adelante no habrá más justicia
para castigar el más feroz asesino, porque la vida de Santander es el pendón de
las impunidades más escandalosas” (Carta a Páez). “Lo que más me atormenta es
el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla.
Dirán, con sobrada justicia, que yo no he sido débil sino a favor de ese infame
blanco, que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria”
(Carta a Briceño Méndez). Podemos comentar aquí que la interpretación que hace
Hugo Chávez del fusilamiento de Piar se distancia de estas reflexiones de
Bolívar, al justificarlo para evitar la “anarquía” (en el discurso dado en
Ciudad Bolívar con motivo de la visita de Fidel Castro, en agosto/2001). Nosotros opinamos, por supuesto, que el
fusilamiento de Piar y de Padilla forma parte de los actos más negativos de la
vida de Bolívar, junto a la entrega de Miranda ante los españoles, y el
asesinato de los presos españoles antes que Boves ocupara Caracas en 1814.
[xxiii] Bolívar le escribe a Santander el 30 de mayo de 1820: ... “Nuestro
partido está tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos. Debemos
triunfar por el camino de la revolución, y no por otro”.
[xxiv] Historiadores como Carrera Damas, Brito Figueroa y Juan Uslar Pietri
han profundizado en estas opiniones de Bolívar y otros mantuanos sobre la
amenaza de un eventual gobierno de los morenos. Henri Favre por su parte ha
explicitado la visión abiertamente discriminadora que sobre los indígenas se
forma Bolívar luego de su experiencia en los Andes ecuatorianos y peruanos, en
la cual la mayor resistencia armada la encontró precisamente en pueblos
indígenas que luchaban bajo las banderas monárquicas (Favre, Henri. S/f.
Latinoamérica. Anuario de Estudios Latinoamericanos n°20. UNAM. México).
[xxv] Recordemos que la corona española había reconocido los derechos
indígenas a poseer la tierra comunalmente, y a mantener su organización
tradicional, es decir, los títulos de caciques.
[xxvi] Decretos del 4 de julio de 1825, en el Cuzco.
[xxvii] Sin dejar de reconocer que fue José Antonio Páez quien logró construir
un ejército popular, atrayendo para la causa patriota a las mismas fuerzas
llaneras que habían combatido bajo el mando de Boves. Sin ese ejército de
llaneros al mando de Páez, difícilmente se hubieran logrado los triunfos
militares como Boyacá, Carabobo, Pichincha y Ayacucho. El mismo Morillo
reconoció el papel de los llaneros en diversos escritos dirigidos al rey
español.
[xxviii] Maniobra que terminó fracasando, a la vez que se consolidaba la
hegemonía de Páez, con el cual siempre tuvo entendimiento en términos de
programa de gobierno la oligarquía comercial criolla y extranjera.
[xxix] Entre los cuales figuraba mi retatarabuelo, el para ese momento
general de división José de la
Cruz Carrillo, que era gobernador en Cúcuta. A Carrillo se le
prohibió ingresar al territorio colombiano. Otro de los expulsados, incluso de
Venezuela, fue el general Rafael Urdaneta.
[xxx] En contraste con el camino seguido por la oligarquía venezolana, los
Estados Unidos iniciaron, a fines del siglo XVIII, un proceso de desarrollo
independiente con respecto a Inglaterra y al resto de potencias europeas, que
los condujo al cabo de un siglo a convertirse en uno de los principales países
capitalistas del mundo.
[xxxi] Hasta la llegada de Hugo Chávez a la presidencia en 1999.
[xxxii] Por ejemplo, en la carta que Fermín Toro le envió al embajador
estadounidense en Caracas, Benjamín Shilelds, luego de los sucesos de enero de
1848 (20/05/1848): “Elementos de orden, amor a las instituciones, una sociedad
culta y moral, existen en Venezuela, y estos elementos no deben perecer; y
basta el apoyo de una gran nación para darles, sin derramamiento de sangre, el
triunfo, y asegurarles sin violencia un imperio duradero. ¿Cuál es esta gran nación
a quien la providencia ha conferido el humano y honroso destino de ejercer la
tuición, no de fuerza, sino de mediación y de consejo sobre esta sociedad que
padece? Sin duda los Estados Unidos”. Citado por Rafael Cartay, Historia
económica de Venezuela, 1830-1900.