sábado, 30 de marzo de 2024

 

MÉTANSE SUS OPINIONES POR DONDE LES QUEPAN

Roberto López Sánchez

Sorprende el refinado lenguaje diplomático con el cual el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, ha respondido ante las críticas formuladas por los presidentes de Brasil, Lula Da Silva, y de Colombia, Gustavo Petro (https://www.swissinfo.ch/spa/brasil-y-colombia-expresan-%22preocupaci%c3%b3n%22-por-restricciones-electorales-en-venezuela/74379575), contra las irregularidades presentadas durante el proceso de inscripción de candidatos a las elecciones presidenciales previstas para el 28 de julio del presente año (https://talcualdigital.com/jorge-rodriguez-responde-a-petro-y-a-lula-metanse-sus-opiniones-por-donde-les-quepan/).

Ténganse en cuenta que Brasil y Colombia son nuestros países vecinos en el subcontinente latinoamericano (además de Guyana). Ténganse en cuenta también que los presidentes de ambos países, Lula Da Silva y Gustavo Petro, representan a fuerzas de izquierda, acosadas por la ultraderecha pitiyanki en sus respectivos países, y que han venido cumpliendo en los últimos años el papel de aliados políticos del gobierno madurista, también acosado por el bloqueo imperial de USA y sus aliados.

Esta fuerte y muy grosera contestación de Jorge Rodríguez trasciende todo el protocolo de las relaciones diplomáticas entre países, y más aún entre países aliados, y se coloca al nivel de pelea entre malandros en barrio marginal. En la práctica, implica una ruptura de relaciones, por lo menos informal, y levanta muchas dudas sobre el dislocado rumbo que parece seguir el madurismo en sus relaciones internacionales y su política interna.

Decirle a Lula y a Petro que se metan sus críticas por el trasero, equivale a un insulto que sólo se justifica entre Estados que se encuentran en guerra, o que se consideren enemigos a muerte. Si el gobierno de Nicolás Maduro insulta de esa forma a los principales gobernantes que hasta este momento constituían sus principales y seguros aliados en el continente, es demostración que los límites de una moral ciudadana, de principios de amistad y solidaridad internacional entre países hermanos, fueron derribados completamente, y que el madurismo está transitando por una etapa de descomposición total.

El gobierno de Maduro dio pie a las observaciones cada vez más críticas de estos países hermanos, cuando nuestro canciller Gil redactó una “respuesta” contra las declaraciones de Brasil, dando a entender que atribuía esas declaraciones a funcionarios subalternos de la cancillería brasileña, de las cuales el presidente Lula estaría en desconocimiento. Esa declaración de Iván Gil, en la cual deja al presidente Lula como un imbécil, al decir que sus funcionarios de la cancillería formulan declaraciones públicas sin su consentimiento, es evidente que originó que fuera el propio Lula el que saliera a realizar las críticas contra las irregularidades en el proceso electoral venezolano.

Igual ocurrió con Petro. Maduro, de manera no tan indirecta, lo llamó “izquierda cobarde”, luego de la declaración del canciller colombiano, a lo que respondió inmediatamente el propio presidente Petro, argumentando que el objetivo de Chávez era abrir un proceso de transformación democrático, y dejando tácitamente el mensaje de que el proceso que conduce Maduro no tiene nada de democrático.

Nicolás Maduro, en un abrir y cerrar de ojos, amplió el campo de su combate anti imperialista, incluyendo a los gobiernos de izquierda de Brasil y de Colombia entre las naciones que son dirigidas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el cual sería el que les “dictó” las críticas contra el gobierno venezolano.

La conducta del madurismo gobernante pudiera estar ingresando en niveles de locura preocupante. Generalmente, las diferencias entre países aliados se canalizan por mecanismos bilaterales, en privado, no de manera pública. Pero Maduro y su élite gobernante resulta que están respondiendo como pelea de borrachos en feria pueblerina.

Lo más preocupante de todo esto es la sensación que nos deja a todos los ciudadanos venezolanos. Si Maduro y su gobierno son capaces de responder y tratar así a dos presidentes “amigos”, presidentes que son respetados por su defensa de las libertades democráticas en sus respectivos países, y que sin duda tienen un lugar ganado en las luchas latinoamericanas por transformar los sistemas políticos históricamente subordinados al capital global, en un momento en que son muy pocos los amigos que tiene el madurismo en el contexto internacional, ¿qué trato podemos esperar los venezolanos, que no tenemos espacios políticos, ni jurídicos, ni sociales, para ejercer una defensa de nuestros más elementales derechos constitucionales?

La conclusión que toda Venezuela saca de estas declaraciones contra Lula y Petro, y que probablemente también saca toda la población latinoamericana que respalda los necesarios y urgentes procesos de transformación social en el continente, es que el Estado venezolano está en manos de unos incapaces, que utilizan un lenguaje de delincuentes, y que ejercen su poder en el país violando flagrantemente la vigente constitución y leyes. Que es precisamente lo que cuestionaron Lula y Petro, que el no haber permitido la inscripción de la candidata de la Plataforma Unitaria no tuvo ningún tipo de razón jurídica, que no existían contra ella ningún tipo de observación legal, y que eso constituía un acto de fuerza que rompe el orden constitucional vigente, como efectivamente lo es.

En un análisis prospectivo, si así ha comenzado este proceso electoral presidencial, la disputa internacional recrudecerá considerablemente en las próximas semanas y meses. Porque la voluntad del madurismo de “ganar las elecciones por las buenas o por las malas” (https://www.dw.com/es/vamos-a-ganar-por-las-buenas-o-por-las-malas-amenaza-maduro/a-68170506), los conduce directamente a nuevas violaciones del ordenamiento legal electoral. Ya es bastante preocupante que el madurismo se atribuya, sin ninguna prueba de ello, que Maduro recibió 4,5 millones de votos (Maduro lo aumentó ahora a 5 millones de votos de militantes del PSUV) en las elecciones internas del partido de gobierno, cuando toda Venezuela sabe con certeza que el gobierno no cuenta ni con dos millones de personas que lo respalden, lo que hace pensar que el conteo de votos en las elecciones del 28 de julio no se realizará de una manera supervisada y controlada por los observadores internacionales, y que cualquier cifra inventada podrá salir de ese resultado (como los 10 y tantos millones de votos que se inventaron en el referéndum sobre el Esequibo).

No obstante, nuestra disposición, y la de todo el pueblo, debe seguir siendo la de salir a votar por el candidato que unifique y garantice la derrota electoral de este régimen que se parece más a una dictadura que a una democracia. Si violentan los resultados de las elecciones, el madurismo correrá con las consecuencias políticas de eso, tanto a nivel nacional como internacional. Que no seamos nosotros quienes le facilitemos al madurismo su continuidad en el poder. La abstención no es ninguna opción. Hay que votar para sacar a Maduro, pacífica, democrática, electoral y constitucionalmente.

 

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 30 de marzo de 2024.

 

 

miércoles, 14 de febrero de 2024

 

MARX, EL PODER DEL PUEBLO, Y LA CENTRALIZACION LENINISTA

Roberto López Sánchez

A partir de la idea de varios camaradas de iniciar un debate sobre un programa para la transformación social, voy a enumerar algunas reflexiones. 

 

Yo estuve 11 años en el partido Bandera Roja. Entre 1977 y 1988. Incluyendo unos meses en el Frente Américo Silva y seis años en la clandestinidad. Al renunciar a BR en enero de 1988, y salir de la clandestinidad, tuve acceso a literatura marxista que nunca antes había podido conocer, debido a las limitaciones propias de la clandestinidad[1]

 

Uno de los aspectos centrales en los cuales concluí, fue en lo que Marx llamó "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil", como base programática principal del cambio socialista[2].

 

Eso implica que la esfera de la política, que en la sociedad burguesa está monopolizada por los políticos profesionales (partidos políticos burgueses), se democratiza para que toda la ciudadanía participe cotidianamente en las decisiones políticas de la sociedad.

 

Marx identificó esa reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil, con la Comuna de París. Donde ya no había políticos profesionales sino delegados de las comunidades obreras, revocables en todo momento, sujetos al mandato de sus electores y obligados a rendir cuentas públicamente de su cargo de representación[3]

 

Este concepto de Marx sobre la sociedad socialista es completamente antagónico con el concepto de partido que años después teorizó Lenin, en el cual se consagra el papel de los políticos profesionales ("revolucionarios profesionales"), en sustitución del poder de los obreros en comunas, consejos, soviets[4]

 

Rosa Luxemburgo criticó con fuerza ese modelo leninista de partido, criticó la "profesionalización" de los dirigentes obreros, y defendió que la lucha obrera debía ser discutida y decidida por los mismos obreros al calor de las huelgas, no por los "revolucionarios profesionales" de Lenin encerrados en un cuarto al margen de la realidad en las fábricas[5]

 

Marx ya había cuestionado ese principio burgués de representación que utilizó Lenin en su teoría del partido, cuando criticó a Berstein que planteaba que los obreros no tenían capacidad para ser diputados en el parlamento por su trabajo y su escasa formación intelectual, y que la representación parlamentaria del partido debían ser los intelectuales con "formación teórica" y que no tuvieran que trabajar en las fábricas. Marx destrozó ese argumento de Berstein, recordando uno de las premisas de la 1ra Internacional, la liberación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera, la cual nunca debe delegar su poder en intelectuales de la clase burguesa[6].

 

La liberación de la clase obrera sería obra de la propia clase obrera. Así nació la primera Asociación Internacional de Trabajadores, en 1864. Esa premisa constituyente del marxismo fue dejada de lado posteriormente por los revolucionarios bolcheviques, siendo sustituida por la propuesta leninista de construir un partido de revolucionarios profesionales, que en su mayoría provenían de clases medias y altas de la población, y que estaba destinado a dirigir tanto la lucha por alcanzar el poder político como el proceso posterior de construcción de una sociedad socialista.

 

Esta cuestión considero ha sido la causa de todos los fracasos de los intentos socialistas del siglo XX y lo que va del XXI. El modelo leninista despojó a la clase obrera, y al pueblo en general, del poder de decisión sobre la revolución, antes y después de la toma del poder, y lo enajenó en los "partidos de vanguardia", que terminaron en elites corrompidas que se aburguesaron y acabaron con todo el programa socialista original.

 

De esa premisa ha partido mi actuación política en los últimos 36 años. Mi participación en el Proyecto Nuestra América (Desobediencia Popular), con quienes compartía esta reflexión crítica sobre el marxismo, presenció, desde fines de los 80, el surgimiento de los movimientos sociales como protagonistas de la lucha de clases en Latinoamérica y en todo el mundo. La ampliación de la lucha de clases en América Latina a partir de la década de los ochenta, fortaleció a la democracia participativa o democracia de la calle como el paradigma político-organizativo enarbolado por los movimientos sociales, que enfrentaban en toda Latinoamérica los paquetes económicos neoliberales impuestos por el Fondo Monetario Internacional.

En agosto de 1988, unos meses antes del estallido social del Caracazo, el colectivo venezolano “Desobediencia Popular” postulaba la Democracia de la Calle como “la necesidad de gestar un hombre, una clase, un pueblo, verdaderamente participativo y crítico…que pugna por ejercitar a los sectores populares en el papel de protagonistas fundamentales de la hora actual y de los tiempos subsiguientes, no como respuesta a la crisis política vigente, sino más bien como superación del orden que alimenta y estimula la misma” (Cuadernos para el Debate, 1988: 74).

 

Al cuestionar la llamada “partidocracia” (hegemonía de los partidos políticos) los nuevos movimientos sociales postularon la democracia de la calle (Carlos Lanz Rodríguez: Propuesta de Nueva Cultura Política. Para una crítica de la partidocracia, 1998). Sometiendo a la crítica las concepciones tradicionales de la izquierda, donde predominaban postulados burocrático-paternalistas vinculados a la división social del trabajo (separación de las tareas intelectuales y manuales, contradicción teoría-práctica, divorcio sujeto-objeto, etc.), se confrontaba con el monopolio y la jerarquía del saber propio de las vanguardias autoproclamadas, con conceptos como “el partido educa a las masas”, con el verticalismo, las órdenes inapelables, el control de la opinión, la distorsión comunicativa, la centralización en lo organizativo.

 

Los movimientos sociales enarbolaron una Nueva Cultura Política, centrada en el combate a la enajenación de los activistas, realizando propuestas que evitaran la concentración del poder de decisión en pocas manos. Al reivindicar que “todos somos políticos”, los movimientos sociales criticaron a la partidización y el estatismo que sustituían el interés general por el interés particular, que confundía partidismo con política y despolitizaba a la sociedad civil. Estos movimientos sociales apuntaron a redefinir la política con nuevas estrategias participativas, que impidiera que los asuntos públicos siguieran estando en manos de burócratas y cogollos partidistas que monopolizaban el poder. Buscaban convertir a la política en una práctica digna y pertinente para la comunidad organizada.

 

Esa democracia de la calle reivindicó la herencia histórica de la democracia obrera: elección directa de todos los cargos; rendición de cuenta; revocatoria del mandato. Y las nuevas demandas de una política antiburocrática: rotación de los cargos; someter a consulta (referéndum) los temas fundamentales de la acción ejecutiva; delegación funcional del mandato; libre juego de las ideas; democracia deliberativa amplia; democracia del saber. Con base en estos principios de organización se buscaba el control sobre la delegación del poder y salvaguardar la soberanía política del pueblo (Lanz Rodríguez, 1998).

 

Algunos de estos principios de la democracia de la calle, como el referéndum popular, la revocatoria del mandato y la rotación en los cargos, fueron recogidos en artículos de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada en 1999 (artículos 70 al 74, 95). Pero las formas de representación política asumidas por las nuevas constituciones surgidas de los procesos constituyentes en Venezuela, Ecuador y Bolivia continuaron mediadas por los partidos políticos, dándole continuidad en este aspecto a la vieja representatividad partidista de las democracias liberales occidentales.

 

La democracia participativa, implica la desaparición de la "política" como una esfera para la actuación de especialistas (desaparición de los políticos profesionales), lo que Marx llamó la "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil"; lo cual involucra regresar la política a los ciudadanos, incluye el convertir a la política en asunto de toda la sociedad, una sociedad politizada y no sólo de "especialistas". A partir del concepto muy conocido de que toda especialización puede esconder un mecanismo de dominación. Esto no se opone a la existencia de partidos (pueden existir múltiples partidos como expresión de las múltiples propuestas ideológicas sobre la sociedad), sino a que los partidos ejerzan la "representación" de la sociedad, mediante la profesionalización de la política. La democracia participativa implica que un carpintero, con 30 años trabajando como carpintero, pueda ser electo como diputado, como alcalde, como presidente, sin ser "político profesional", y que después de haber ejercido esa "representación" (diputado, alcalde, presidente), pueda regresar tranquilamente a seguir trabajando como carpintero.

 

La democracia participativa y protagónica constituyó un programa revolucionario distanciado completamente del modelo leninista-estalinista predominante en la izquierda mundial, que parte de considerar la "necesidad" de un partido de vanguardia, para "dirigir" un proceso de transformación social. La democracia de la calle se concibe como la acción organizada de los ciudadanos para asumir el poder político como "vanguardia colectiva", sin jefes autoproclamados y sin dirigentes eternos.

 

En Venezuela hubo una enconada lucha social que desarrolló el pueblo durante unos quince años, que culminó con el proceso constituyente convocado por el presidente Chávez en 1999 y que permitió la aprobación del marco legal constitucional que hoy defendemos, y que, lamentablemente, ha quedado como letra muerta por la acción de facto del gobierno de Maduro.

 

Como bien dijo en 1990 mi amigo Roland Denis:

 

"En el 27 de febrero hubo un aprendizaje colectivo, que se hizo espontáneamente, que se hizo sin la conducción de nadie, que le probó a todos los malditos que siempre le han querido ponerle jefes a la gente, que es posible que la gente aprenda por sí misma, y que más que jefes lo que la gente necesita son grandes orientadores, grandes maestros que no solamente enseñen, sino aprendan…". 

Roland Denis. Dirigente de Desobediencia Popular y editor de la Revista Cuadernos para el Debate. Documental "Venezuela 27 de febrero, de la concertación al desconcierto". 1990.

 

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 12 de febrero de 2024

 



[1] Al renunciar a BR en 1988, me integré en 1989 al Proyecto Nuestra América (conocido como Desobediencia Popular, y luego como Movimiento 13 de abril en la época de Chávez). Allí estuve unos 20 años.

 

[2] Sólo cuando el hombre individual real reabsorba en sí al ciudadano abstracto, y como hombre individual, en su vida empírica, en su trabajo individual, en sus relaciones individuales, se haya convertido en ser genérico; sólo cuando el hombre haya reconocido y organizado sus fuerzas propias como fuerzas sociales, y por ello no separe ya de sí la fuerza social bajo la figura de la fuerza política, sólo entonces se completa la emancipación humana” (Marx: Sobre la Cuestión Judía).

 

[3]La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento” (Marx: La Guerra Civil en Francia).

 

[4] Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido por Lenin, su pseudónimo de la clandestinidad, defendía que la conciencia socialista era introducida en el proletariado por la intelectualidad burguesa (concepción que expuso en su famosa obra “¿Qué Hacer?”, publicada en 1902):

Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta solo podía ser traída desde fuera. La historia de todos los países atestigua que por sus solas fuerzas la clase obrera no puede llegar más que a la conciencia tradeunionista, es decir, a la convicción de que hay que unirse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno tales leyes necesarias a los obreros, etc. En cuanto a la doctrina socialista, ha nacido de teorías filosóficas, históricas, económicas, elaboradas por los representantes cultivados de las clases pudientes, por los intelectuales. Los mismos fundadores del socialismo científico contemporáneo, Marx y Engels, son por su situación social intelectuales burgueses. También en Rusia la doctrina socialdemócrata surgió absolutamente independiente del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, como el resultado natural del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas” (Lenin, ¿Qué Hacer?).

Para justificar esa opinión, Lenin se apoyó en Carlos Kaustky:

“Pero el socialismo y la lucha de clases surgen juntos, aunque de premisas diferentes; no se derivan el uno del otro. La conciencia socialista moderna solo puede surgir de profundos conocimientos científicos ... Pero el portador de la ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa ... De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido dentro de ella espontáneamente” (Lenin, ¿Qué Hacer?).

A partir de esta tesis kautskyana, Lenin desarrolló su concepción de “partido de vanguardia”, integrado por “revolucionarios profesionales”, predestinado a dirigir a los obreros y al pueblo en general durante el proceso revolucionario.

[5] Rosa Luxemburgo cuestionó las tesis “vanguardistas” de Lenin (Luxemburgo: Problemas de organización de la socialdemocracia rusa), en dos aspectos claves: la centralización de las decisiones y los revolucionarios profesionales. A la vez defendió el carácter relativamente espontáneo de las masivas oleadas de huelgas obreras en las coyunturas de crisis, justificando esa espontaneidad como parte necesaria del proceso de educación política que las masas obreras, deben atravesar en su lucha por avanzar hacia una revolución social: “las revoluciones no se enseñan ni se aprenden en ninguna escuela” (Luxemburgo: Huelga de masas, partido y sindicatos).

“El establecimiento de la centralización en la Socialdemocracia sobre estos dos principios –sobre la ciega subordinación de todas las organizaciones de partido hasta los más mínimos detalles de su actividad a un poder central que piensa, crea y decide por todos, así como la drástica separación del núcleo organizado del partido del medio revolucionario que le rodea- tal como lo defiende Lenin, nos parece, por consiguiente, una trasposición mecánica de los principios de organización del movimiento blanquista de los círculos de conspiradores al movimiento socialdemócrata de las masas obreras … pero en realidad la socialdemocracia no está “ligada” a la organización de la clase obrera, sino que ella misma es el propio movimiento de la clase obrera”.

“…el elemento espontáneo juega un papel tan predominante en las huelgas de masas … no porque el proletariado esté ‘insuficientemente educado’, sino porque las revoluciones no se enseñan ni se aprenden en ninguna escuela”.

 

[6] En 1879 se escenificó un debate internacional entre Carlos Marx y Federico Engels, por una parte, con la dirección del Partido Socialdemócrata Alemán (PSDA), acerca del papel del “partido de vanguardia” en la lucha política desarrollada por los trabajadores.

Los dirigentes del PSDA (entre ellos Eduard Bernstein) sostenían que era deseable y necesario que las credenciales para representar al partido en el Reichstag (parlamento alemán) fueran entregadas “a personas que tengan tiempo y posibilidades de estudiar a fondo los problemas. Los simples obreros y los pequeños artesanos … sólo muy excepcionalmente pueden disponer del ocio necesario

Marx y Engels, en carta de septiembre de 1879 dirigida a Augusto Bebel, expusieron su concepción sobre el papel de los trabajadores en la lucha por alcanzar el socialismo.

Durante cerca de cuarenta años hemos venido destacando la lucha de clases como fuerza directamente propulsora de la historia, y particularmente la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado como la gran palanca de la revolución social moderna … La emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos. No podemos, por consiguiente, marchar con unos hombres que declaran abiertamente que los obreros son demasiado incultos para emanciparse ellos mismos, por lo que tienen que ser liberados desde arriba, por los filántropos de la gran burguesía y de la pequeña burguesía” (Marx-Engels, De la carta circular a A. Bebel y otros).

Marx nunca propuso un partido único, de “vanguardia”. Para Marx, el concepto de partido comunista se refería a todas las tendencias obreras que luchaban por emanciparse del capitalismo (comprobable con una revisión de sus textos fundamentales). En carta a Freiligrath, decía que “bajo el vocablo partido entiendo el gran sentido histórico”, es decir, la causa del conjunto del proletariado y no de una fracción particular de la clase (Ivon Bourdet, Teoría y Práctica de la Autogestión)).

Desde 1848, en el “Manifiesto del Partido Comunista”, Marx dejó claro que “el movimiento proletario es un movimiento independiente de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría” y que “los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses distintos de aquellos del proletariado en conjunto” (Marx-Engels, Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores).

En 1866 Marx estableció que “la obra de la Asociación Internacional es la de generalizar y unificar los movimientos espontáneos de la clase obrera, pero no de prescribirles o imponerles un sistema doctrinario, cualquiera que sea” (Marx, Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional). En 1868, afirmó que la Internacional “no es hija de una secta ni de una teoría, ella es el producto espontáneo del movimiento proletario”. En 1871, luego de la Comuna de París, afirmó que “la Internacional no es el gobierno de la clase obrera, es un lazo, no es el poder”. A lo largo de su obra, Marx defendió a una clase trabajadora que se auto-dirigiera, que conservara su autonomía de clase, y no se subordinara a una vanguardia de intelectuales iluminados.

 


lunes, 29 de enero de 2024

 

“FURIA BOLIVARIANA” BUSCA CONTENER EL DESCONTENTO POPULAR

Y VIOLENTAR NUEVAMENTE LA CONSTITUCIÓN

Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución

 

Luego de denunciar en la Asamblea Nacional una serie de supuestas conspiraciones contra su gobierno, y coincidente con las masivas jornadas de protesta que maestros y trabajadores en general han realizado en todas las principales ciudades de Venezuela desde el pasado 9 de enero, el presidente Nicolás Maduro ha ordenado a sus seguidores, activar el plan “Furia Bolivariana” (https://www.facebook.com/watch/?v=2241841659346412), cuyos detalles no han sido especificados por el gobierno, pero simultáneamente a ese llamado se ha producido una serie de detenciones contra dirigentes sindicales y activistas políticos, a los cuales el gobierno involucra en las supuestas conspiraciones ya mencionadas.

En esta arremetida represiva, la Furia Bolivariana se ensañó contra dirigentes del sindicato de educadores FENATEV (Federación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza de Venezuela), al allanar violentamente la sede sindical en la ciudad de Barinas, y detener a su presidente, el profesor Víctor Venegas, educador con 29 años al servicio del magisterio venezolano (https://elpitazo.net/los-llanos/barinas-victor-venegas-lider-sindical-detenido-29-anos-al-servicio-del-magisterio/). Resalta el hecho de que fue en Barinas donde se realizaron masivas manifestaciones de los educadores en los días anteriores a la detención del profesor Venegas, lo que hace presumir que su detención constituye una retaliación directa por encabezar la legítima y legal protesta laboral que exige salarios y pensiones justas al gobierno.

El allanamiento policial violentó la sede de Fenatev en Barinas, generó el derribo de la puerta de metal de dicho sindicato, y no sólo se llevaron detenido al profesor Venegas, sino que “incautaron” las computadoras del gremio y los teléfonos celulares a los educadores allí presentes. En días posteriores, coincidiendo con la conmemoración del 23 de enero de 1958, los cuerpos policiales allanaron las sedes de varias organizaciones sociales (como el Colegio de Ingenieros en Puerto Ordaz) y partidos políticos de oposición, y procedieron a detener a varios líderes regionales del partido “Vente”, a los cuales acusaron de estar involucrados también en la conspiración magnicida que denunció Maduro.

Es de resaltar que la supuesta conspiración, denominada “brazalete blanco” se conoce, cómo única “prueba”, a partir de la “confesión” de uno de los participantes en la misma, un militar que se había “fugado” de Ramo Verde, que estaba en los Estados Unidos asilado, y que fue detenido al intentar ingresar a Venezuela por una trocha cercana a la población de Cúcuta. Pues con dicho militar la fiscalía y el gobierno repitieron el mismo guion ya conocido en casos anteriores, de colocar al delator frente a una cámara, mientras lee la confesión donde involucra a una serie de personalidades opositoras, las cuales todas o casi todas se hallan fuera del país.

Esas “confesiones” o delaciones, se realizan sin estar presentes ni fiscales ni abogados defensores del detenido, y sin que se puedan verificar las condiciones físicas y anímicas de la persona detenida. Ya es un hecho reiterativo que el gobierno descubra supuestas conspiraciones contra el Estado venezolano, utilizando el mismo expediente de colocar a un “delator estrella” que confiesa todo ante las cámaras, e involucra a personalidades de la oposición política (como también actuó la fiscalía en el caso de la desaparición de Carlos Lanz Rodríguez).

La supuesta conspiración, que según el “delator estrella” implicaba asaltar un cuartel en el estado Táchira, habría sido planificada por oficiales en retiro que se encuentran asilados en los Estados Unidos, e incluía la estrategia de marchar hasta Caracas desde San Cristóbal, con las fuerzas militares que se reunirían en esa ciudad luego de la toma del cuartel. Este dato hace poco creíble la confesión del “delator estrella”, y más que un plan elaborado por militares retirados hoy en el extranjero, parece un cuento paranoico de personajes que se han alejado tanto de la realidad que consideran que cualquier cuento de camino puede convencer a la opinión pública venezolana.

Con esa confesión como única prueba que se ha dado a conocer, el gobierno pretende acusar a una parte de la oposición política venezolana de estar involucrada en una conspiración para asaltar un cuartel militar e intentar asesinar a un gobernador y al propio presidente de la República. Esta forma de actuar, contraria a principios fundamentales de la justicia, porque la “confesión” se obtiene sin las garantías procesales mínimas y sin respetar el derecho del acusado en cuanto a asistencia jurídica pertinente y necesaria, mediante la tortura, como instrumento macabro e inhumano, cada vez más es utilizada por el gobierno de Nicolás Maduro, como la principal herramienta para obtener la confesión con guiones preestablecidos, aplicado a cualquier detenido político, sea civil o militar, y mediante ello, arremeter contra dirigentes sindicales y de partidos opositores.

Hay que resaltar que algunas de las conspiraciones “develadas” en los últimos años, a través de la confesión pública de personas supuestamente implicadas, generan dudas razonables. El gobierno habla de supuestos grupos clandestinos que previamente nadie conoce de su existencia, que no tienen nombre como organización política, que no tienen líderes conocidos, y que posteriormente a la actuación policial-militar contra ellos, dejan de tener existencia política. Elementos que hacen pensar que esos grupos conspiradores son un invento de los organismos de inteligencia del gobierno madurista, que no existen realmente, y que dicha estrategia se usa para involucrar a voceros relevantes del descontento ciudadano y de la protesta social democrática que se viene ejecutando en el país en los últimos años.

Cualquier ciudadano que haga oposición democrática al gobierno del PSUV-militares, corre el riesgo de ser involucrado en estas supuestas conspiraciones que Maduro viene utilizando como instrumento para justificar la represión, extorsión, chantaje, persecución y aniquilamiento de los sectores políticos que intentan rescatar la vigencia de la Constitución y del orden democrático en Venezuela.

El remate de esta campaña de furia bolivariana ha sido la ratificación por el TSJ de la inhabilitación de dos importantes dirigentes de oposición, lo que amenaza con cerrar las puertas de la participación electoral a cualquier candidato que pueda recoger el gigantesco descontento social y rechazo político que existe hacia el gobierno de Nicolás Maduro.

Desde la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, ratificamos que la lucha democrática, pacífica y electoral, es la que puede lograr el restablecimiento de la Constitución Nacional y lograr, en su marco, un cambio de gobierno.  Esta lucha del pueblo venezolano no la concebimos como un simple “muñequeo” de negociaciones entre élites políticas, sino que la entendemos fundamentalmente en las movilizaciones pacíficas que maestros, enfermeras y demás grupos de trabajadores venezolanos vienen realizando en los últimos años por reconquistar sus derechos laborales conculcados por el madurismo.

Tampoco creemos, y en cambio rechazamos de manera clara, que la intervención de potencias extranjeras, a través de sanciones y de posibles invasiones, constituyan caminos que conduzcan a solucionar la crisis política en Venezuela. La resolución de la crisis generada por el gobierno madurista debe ser obra de los propios venezolanos, sin intervención extranjera de ningún tipo, más allá de las delegaciones como observadores electorales (las cuales sí son necesarias).

El gobierno de Nicolás Maduro perdió completamente el respaldo popular que heredó del presidente Chávez. Sólo se puede sostener mediante acciones de fuerza, y violaciones reiteradas a la Constitución. Esta campaña de “Furia Bolivariana” es la respuesta represiva y cuasi fascista que da Maduro ante las grandes manifestaciones de protesta laboral que se suscitan desde hace varios años en toda Venezuela, y es la respuesta a la posibilidad casi segura de derrota en el escenario electoral presidencial previsto para este 2024.

Criminalizar a los dirigentes sindicales y sociales, involucrarlos en supuestas conspiraciones militares de las cuales no presentan pruebas, más allá de las “confesiones” obtenidas sin las debidas garantías constitucionales y legales, (ni un cuchillo de cocina ha presentado el gobierno como prueba de esos supuestos planes magnicidas, en contraste con el armamento pesado incautado a bandas hamponiles como el Koki y el Niño Guerrero), es la estrategia de terror desatada desde el Estado para contener el descontento popular, desarticular a las organizaciones políticas opositoras, y evitar una segura derrota en las presidenciales.

Rechazamos el plan fascista “Furia Bolivariana”, exigimos la libertad de todos los dirigentes sindicales y de partidos políticos opositores que han sido detenidos, y rechazamos la inhabilitación de candidatos opositores. Emplazamos a Nicolás Maduro a que respete los acuerdos de Barbados tendientes a facilitar unas elecciones presidenciales con garantías democráticas.

Exhortamos a todo el pueblo venezolano, a las fuerzas sindicales y gremiales que exigen salario justo y derechos laborales constitucionales, a los partidos políticos y demás organizaciones de la sociedad civil que hacen oposición al madurismo, a que bajo un espíritu de unidad en la diversidad, y en base a un programa mínimo de transformaciones económicas, políticas y sociales tendientes a la recuperación de la nación, se mantenga la lucha pacífica y democrática, en las calles y en los centros de trabajo y de estudio, en las fábricas y campos, pues sólo esa lucha pacífica, democrática, unitaria, es la que puede permitir consolidar una fuerza social que obligue al madurismo a respetar la Constitución y permitir elecciones con garantías democráticas de participación.

 

¡RECONQUISTEMOS LA VIGENCIA DE LA CONSTITUCIÓN!

¡NO AL FASCISMO DE LA LLAMADA FURIA BOLIVARIANA!

 

Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución

Santiago Arconada. Juan García. Edgardo Lander. Roberto López Sánchez. Gustavo Márquez. Oly Millán. Héctor Navarro. Ana Elisa Osorio. Ana Sofía Viloria.

 

 

República Bolivariana de Venezuela, 28 de enero de 2024