jueves, 30 de junio de 2016

LA SOCIEDAD COLONIAL HISPANA EN AMÉRICA

LA SOCIEDAD COLONIAL HISPANA EN AMÉRICA
Roberto López Sánchez. Universidad del Zulia.
1.       La colonización de América formó parte de un proyecto general de expansión de las potencias europeo-occidentales a partir del siglo XV, las cuales buscaban nuevos territorios para extraer materias primas y para extender el comercio mundial que habían comenzado a controlar en los siglos anteriores.
2.       Los europeos utilizaron como justificación ideológica de su proyecto expansionista la pretendida superioridad de su cultura occidental-cristiana sobre el resto de pueblos del mundo. Cristianizar a los pueblos infieles constituyó la excusa para apoderarse del resto de continentes y someter a civilizaciones diferentes a la europea.
3.       Los europeos destruyeron una serie de grandes civilizaciones con miles de años de desarrollo que existían en América. Cuando Colón emprendió su viaje en 1492, en América habían más habitantes que en toda Europa occidental. Sólo en la meseta central de México habitaban 25 millones de personas, mientras España y Portugal juntos no llegaban a los 10 millones. Se ha calculado la población indígena americana para 1492 entre 90 y 112 millones de habitantes.
4.       El Imperio Inca para 1492 constituía el imperio más vasto de la tierra. Más extenso que la China de la dinastía Ming, mayor que la Rusia en expansión de Iván El Grande, mayor que el imperio de Songhay en el Sahel o que la poderosa Gran Zimbabue en las mesetas de Africa Occidental, mayor que el imperio Otomano, mayor que el imperio Azteca y mucho mayor que cualquier estado europeo, el territorio de los incas se extendía a lo largo de treinta y dos grados de latitud, equivalente a la distancia entre San Petesburgo (Rusia) y El Cairo (Egipto).
5.       Las sociedades americanas no tenían nada que envidiarles a las europeas ni a las del resto del mundo en cuanto a grado de civilización. En América existieron grandes centros urbanos como Teotihuacán, la cual para el siglo IV de nuestra era tenía como población unas 200.000 personas. Cuando Hernán Cortés llegó a Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, también conocido como la Triple Alianza, presenció una enorme ciudad jamás vista por sus ojos, pues en Europa para ese entonces no existían concentraciones urbanas de esa magnitud. En América se desarrollaron sistemas agrícolas capaces de alimentar a millones de personas, expresiones arquitectónicas de gran ingenio, belleza y resistencia (que permite que hoy sobrevivan muchas de esas construcciones), sistemas numéricos, de escritura, astronómicos y de organización social de considerable sofisticación.
6.       Un aliado inesperado que facilitó el dominio español en América fueron las enfermedades trasmitidas por los europeos a la población indígena americana, la cual no poseía los anticuerpos que la protegieran de plagas que en Europa eran comunes. Enfermedades como la viruela, el tifus, la gripe, la difteria y el sarampión causaron verdaderos estragos en la población del continente americano. Sólo en el imperio Inca se calcula que las enfermedades mataron en menos de un siglo a 9 de cada 10 habitantes del territorio. Aproximadamente el 90% de la población americana falleció a consecuencia de las enfermedades trasmitidas por los europeos durante el primer siglo de colonización. Se calcula que sólo en 1960 la zona central del actual México alcanzó la misma cantidad de población que tenía en el siglo XV.
7.       El patrón seguido en todas las guerras de conquista europeas en América estuvo atravesado por los estragos causados por las enfermedades en las poblaciones originarias, y las divisiones y fragmentaciones derivadas de la debilidad político-militar y cultural que causaron esas mismas enfermedades. Mientras no existieron los efectos mortales de las epidemias, los europeos siempre salieron derrotados militarmente por la resistencia de los pueblos originarios americanos. Sólo cuando las enfermedades comenzaron su letal efecto destructor, se produjo el debilitamiento de la lucha de resistencia indígena y el colapso posterior de todas las grandes civilizaciones americanas.
8.       La desintegración de la América india fue una pérdida inmensa no sólo para las propias sociedades exterminadas, sino para la humanidad en conjunto. Con su crecimiento aislado durante milenios, América era una fuente inagotable de ideas, sueños, relatos, filosofías, religiones, moralidades, descubrimientos y demás productos de la mente humana, que se perdieron violentamente en pocas décadas debido al colapso de las civilizaciones que las poseían.
9.       Luego de consolidada su presencia colonizadora, los europeos sometieron a los indígenas a regímenes de trabajo semejantes a la esclavitud. De hecho, en sitios donde las enfermedades no diezmaron a la población indígena, el trabajo forzado contribuyó al rápido descenso del número de habitantes originarios, como ocurrió en la explotación de perlas en las islas de Margarita, Coche y Cubagua, y en la Vela de Coro. Pueblos indígenas como los Guaiqueríes, en el actual estado de Nueva Esparta, fueron exterminados completamente bajo ese régimen de trabajos forzados para la extracción de perlas.
10.    El descenso de la población indígena en América llevó a los españoles a acelerar el tráfico de esclavos provenientes de África. Se calcula que hasta 15 millones de africanos fueron traídos como esclavos a América, como mano de obra fundamental para la economía minero-extractiva y posteriormente agroexportadora que desarrollaron en los territorios colonizados.
11.    La explotación por los europeos de sus territorios coloniales en América permitirán el desarrollo del proceso de acumulación originaria de capital que posteriormente facilitó la aparición de la revolución maquinista y del capitalismo industrial tal como hoy lo conocemos. Las grandes compañías de la época fueron las que traficaban esclavos entre África, Europa y América, y la principal mercancía de ese capitalismo mercantilista de los siglos XVI, XVII y XVIII fueron los seres humanos. La burguesía constituida como clase dominante en lo económico creció al amparo de una actividad brutal e inhumana como lo fue la captura y traslado de seres humanos desde África hasta América. Esta forma de acumulación de capital se complementaba con la extracción minera y posterior exportación agrícola que implementaron en sus colonias americanas.
12.    Las potencias europeas prácticamente saquearon el territorio americano durante más de trescientos años. Se llevaron primero todos los metales preciosos que pudieron arrebatar a los pueblos originarios y extraer de las minas mediante trabajos forzados de indígenas y africanos. Luego continuaron extrayendo productos agrícolas mediante un sistema productivo que contaba con una mano de obra gratuita, la de los esclavos africanos y de los indígenas sometidos a sistemas de encomiendas y resguardos.
13.    Como si eso no bastara, los europeos desarrollaron campañas militares y métodos de represión sistemáticos para acabar con cualquier expresión de resistencia de los pueblos indígenas y de los esclavos que se fugaban de las minas y plantaciones. La tortura mediante los azotes (latigazos), que en muchos casos provocaban la muerte de los esclavos castigados, el ajusticiamiento mediante el ahorcamiento o el empalamiento, el descuartizamiento de los ejecutados, y la colocación de sus cuerpos desmembrados en las entradas de las poblaciones, eran prácticas comunes en todas las colonias europeas de América. Rebeldes como José Leonardo Chirino, Manuel Gual, José María España y José Félix Ribas fueron ejecutados y descuartizados mediante estos bárbaros procedimientos de quienes se reputaban como expresión de una cultura superior, pero que en la práctica no eran más que representantes de imperios depredadores y genocidas.
14.    Los europeos impusieron su cultura tanto a los pueblos indígenas supervivientes como a los africanos esclavizados. De esa forma, el español, el inglés y el portugués son hoy los idiomas predominantes en América, y el cristianismo la religión más extendida. Las expresiones culturales de indígenas y africanos fueron perseguidas sistemáticamente como si fueran cultos demoníacos y creencias propias de pueblos inferiores.
15.    El bárbaro sistema colonial impuesto por las potencias europeas en América generó desde un principio la resistencia de indígenas y africanos, a los cuales se les sumaron con el tiempo la población criolla que también sufría en diversos aspectos la opresión imperial. A los esclavos fugados de las plantaciones se les denominó “cimarrones”, y ellos a su vez constituyeron pueblos en lugares escarpados y selváticos, de difícil acceso, que se les llamó “cumbes” (en Brasil “quilombos”, en otros lugares de América “rochelas”). El cumbe Nueva Troya, denominado así por los españoles y que existió en la península Guajira en el siglo XVIII, resistió por décadas las embestidas militares del poder colonial hispano.
16.    La sociedad colonial hispana en América era profundamente racista y excluyente. En la colonia se producía una sorda lucha de clases, no sólo entre esclavistas y esclavos, sino también entre los mismos esclavistas con los sectores populares formalmente libres, como los blancos de orilla y los pardos, pero que no tenían poder económico y político. Los terratenientes esclavistas fundamentaban su poder en la pretendida “limpieza de sangre”, que establecía que por lo menos en siete generaciones atrás no existía ningún ancestro de colores “oscuros”. De esta forma, los llamados “mantuanos” en Venezuela se diferenciaban de los llamados blancos “de orilla”, los cuales no podían demostrar su limpieza de sangre y además no poseían tierras ni esclavos en la mayoría de los casos. En las luchas sociales, los blancos de orilla tendían a coincidir con los pardos en su enfrentamiento contra el poder colonial y contra los privilegios de los mantuanos, debido principalmente a que las condiciones materiales de vida de ambos sectores eran similares. Un ejemplo de ello es la petición de derogación de la Real Cédula de agosto de 1733 en la que se aumentaban considerablemente los impuestos referidos al tráfico comercial interno y que afectaban a los pequeños labradores, carpinteros, albañiles y pulperos, petición que finalmente fue aceptada por el Rey y en la cual habían coincido tanto pardos como blancos de orilla de Caracas y zonas cercanas.
17.    Hacia los pardos existían numerosas discriminaciones. Estaban impedidos por ley los matrimonios entre blancos y gente de color (incluyendo a todo aquel que no pudiese demostrar su limpieza de sangre). Los pardos estaban excluidos de participar en las instituciones políticas representativas de la sociedad colonial: ayuntamientos, cabildos, Real Audiencia, universidades, tribunales eclesiásticos. Habían reglamentos que prohibían a las mulatas el uso de oro, seda, chales y diamantes, privándolas hasta del uso de alfombras para arrodillarse en los templos, y a los hombres pardos se les prohibía el uso de pistolas, espadas y paraguas. Las iglesias llevaban por separado “libros de pardos” al registrar los nacimientos y bautizos.
18.    Para ingresar al Colegio de Abogados de Caracas, por ejemplo, había que ser “hijo legítimo, de padres conocidos, y no bastardo ni espúreo, que así los pretendientes como sus padres y abuelos paternos y maternos hayan sido cristianos viejos, limpios de toda mala raza de negros, mulatos u otros semejantes”. Y para formar parte de la Real Audiencia había que pertenecer al colegio de abogados, por lo que se interpreta que tal reglamento tenía fines políticos evidentes, de discriminación hacia los pardos al negarles el acceso a instancias de poder.
19.    Antes de la independencia, ya los pardos y negros libres se habían movilizado como grupo social contra la discriminación étnica y las normas jurídicas que la fundamentaban, contra los impuestos y cargas fiscales, y por el acceso a las instituciones políticas. Mediante diversas iniciativas los pardos lograron obtener el derecho a conformar milicias de pardos y de adquirir mediante pagos monetarios los derechos de igualación ante los blancos propietarios. En la última década del siglo XVIII el Cabildo de Caracas consideraba inaceptable la Real Cédula de Gracias al Sacar porque los obligaba a alternar con mulatos descendientes de sus propios esclavos, y señalaban su disgusto porque se les abría la puerta “para influir en el gobierno público a unos hombres de infame y torpe linaje”. Consideraba el cabildo de Caracas que la creación de las milicias de pardos sólo servían para darles “organización, jefes y armas para facilitar una revolución”. Pero los objetivos fundamentales de los pardos no eran el fomentar una revolución contra los blancos, sino el alcanzar mediante negociaciones y acuerdos la ansiada igualación social y política con los blancos propietarios. Esto explica la participación de muchos pardos, particularmente los que se hallaban al frente de las milicias, en colaboración estrecha con los mantuanos, en los sucesos de abril de 1810 y julio de 1811.
20.    Por su parte los mantuanos, grupo social caracterizado por la posesión de grandes latifundios y de esclavos que los trabajaran, centraban su poder político en los cabildos, dado que desde el siglo XVI la corona había establecido que en la elección de sus miembros tuvieran preferencia los conquistadores y sus descendientes. La endogamia, el origen étnico, el estatus jurídico y el monopolio de las instituciones fundamentales de la sociedad colonial perfilaban a los mantuanos como grupo social. El mantuanaje criollo aspiraba ejercer los más altos cargos políticos del régimen colonial, como eran los cargos de Capitán General, Gobernador, Intendente de Hacienda, los cuales sin embargo estaban reservados exclusivamente por la Corona para ser ejercidos por peninsulares. Esta circunstancia, junto al monopolio económico que ejercía el imperio sobre todas sus posesiones americanas, y que constantemente eran generadoras de fricciones entre los intereses de los productores criollos (terratenientes esclavistas) y los intereses de la Corona española, generaron las condiciones políticas y culturales para que la idea de la emancipación comenzara a surgir en sectores radicales de esa clase terrateniente (como Simón Bolívar).
21.   Entre 1781 y 1810, en el marco de un debilitamiento general del imperio colonial español en América, los sectores sociales oprimidos irrumpieron en la lucha por el poder político y por configurar un proyecto de nación. No es un único proyecto nacional el que nace  en 1810. Esclavos, mestizos y blancos no mantuanos también formulan su propio proyecto de país a partir de 1781. Las rebeliones indígenas, las continuas fugas y sublevaciones de esclavos, y las insurrecciones del pueblo común comenzaron a hacerse frecuentes en la medida en que hacían crisis las instituciones y sistemas de dominación impuestos en América.

·         1781: Insurrección de los Comuneros de los Andes.
·         1795: Insurrección de José Leonardo Chirinos.
·         1797: Conspiración de Gual, España y Picornell.
·         1799: Conspiración de Francisco Javier Pirela.
·         1806: Invasiones de Francisco de Miranda.

CRISIS DE LA SOCIEDAD COLONIAL

La historia tradicional explica el proceso de independencia bajo la óptica exclusiva de la clase mantuana, de la oligarquía criolla esclavista que a partir de 1810 decidió impulsar el proceso emancipador de la corona española. El análisis historiográfico referente al período de crisis de la sociedad colonial y el proceso de independencia, hasta el presente ha dejado de lado la consideración de los objetivos que perseguían los sectores sociales desposeídos y oprimidos por el régimen colonial que imperaba en la América hispana. Las luchas de los esclavos, por ejemplo, han sido denominadas “guerra social”, con la intención de escamotearle objetivos políticos a la misma, limitándola a un contenido puramente “reivindicativo”.

El historiador  Germán Carrera Damas plantea abiertamente sus “dudas sobre el alcance revolucionario de algunos de estos movimientos”, y agrega “no conozco ninguna prueba documental directa del pensamiento, de los propósitos ni de los anhelos de los esclavos que participaban en los movimientos”. De esta forma, los historiadores se hacen eco de los mismos prejuicios que en la época colonial existían contra quien no fuera blanco e ilustrado.

Es evidente que entre la población esclava, por su nulo o escaso nivel de educación formal, y además por las herencias multiculturales traídas de África, la escritura no podía ser el medio fundamental para comunicarse entre sí y transmitir las ideas que promovían la insurgencia. Los objetivos de las insurrecciones de esclavos no pueden buscarse entonces en pretendidos documentos que muy probablemente nunca existieron; hay que analizar sus acciones, método mucho más eficaz, pues los hechos históricos deben juzgarse principalmente no por lo que los hombres dijeron de las mismas, sino por los hechos que llevaron a cabo. Igual método debe aplicarse al analizar las luchas y conspiraciones de los pardos y de los blancos sin poder económico, y de manera general este mecanismo debería preponderar en todo análisis histórico.

Aunque la perspectiva histórica oficial ha colocado a toda la población no mantuana como carente de un proyecto propio de nación, distinto del enarbolado por los blancos criollos acaudalados durante el proceso de crisis de la sociedad colonial en Venezuela, lo cierto es que los afrovenezolanos, los indígenas, la población mestiza en general, y los blancos llamados de “orilla” figuran reiteradamente como actores de primer orden en las confrontaciones bélicas y conspiraciones que se suceden en Venezuela desde fines del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX. La feliz culminación del proceso independentista sólo pudo ser posible cuando los mantuanos incorporaron a su programa político las reivindicaciones fundamentales de los sectores sociales que hoy podemos llamar “populares”.

La independencia fue producto de una “alianza de clases” y sectores sociales, en la cual hubo ciertamente un sector hegemónico, los mantuanos, el cual sin embargo se debilitó considerablemente en el mismo proceso de la guerra emancipadora, viéndose obligados por las circunstancias a compartir su antigua hegemonía colonial con los nuevos sectores de blancos de orilla y mestizos que adquirieron poder por su actuación como militares patriotas. 

En el período de crisis de la sociedad colonial hispana en América, afloraron las profundas contradicciones sociales que implicaban el sometimiento de los pueblos indígenas, de los esclavos africanos, de la población mestiza en general y de los blancos que no poseían poder económico (pequeños comerciantes, bodegueros, dependientes, agricultores medios, artesanos. La óptica oficial coloca a estos sectores sociales como incapaces de enarbolar objetivos particulares en sus rebeliones, las cuales son caracterizadas como reacción natural ante las duras condiciones de vida y de trabajo que existían durante la colonia.

No está de más recordar aquí la inhumana forma de dominación que constituía la esclavitud; los esclavos eran africanos o descendientes directos de pueblos africanos, capturados brutalmente y sometidos a la esclavitud desde ese momento y hasta su muerte, condición que transmitían a sus descendientes. Los investigadores coinciden en que por lo menos unos diez millones de africanos fueron trasladados a América como esclavos durante el régimen colonial.  La esclavitud es la mayor degradación a que puede ser sometida una persona, y esto lo aplicaban los europeos y los blancos criollos propietarios como si fuera lo más normal.

Bajo nuestra óptica, los países europeos, y más exactamente la burguesía comercial que hizo fortuna mediante la llamada “trata negrera”, cometieron un verdadero genocidio contra el continente africano (además del que cometían contra la población indígena de América), y son ellos quienes deberían ser calificados como “salvajes”. El carácter “ilustrado” de los mantuanos no les confiere ninguna justificación moral ni social para haber aplicado el régimen esclavista y haberse enriquecido a costa de él. Por el contrario, constituye algo así como el “pecado original” de nuestra burguesía. Si hoy en día se considera que los judíos tienen plenos derechos para reclamar indemnizaciones por el genocidio cometido contra su pueblo hace más de cincuenta años, con más razón las poblaciones amerindias y afroamericanas tienen más derechos aún para exigir su reivindicación como pueblos por el genocidio-etnocidio cometido por los europeos y sus descendientes criollos en América.

En este proceso, cada grupo social luchó por llevar a cabo sus propios intereses, su propio proyecto de nación, estuviera o no plasmado en documentos escritos. En este marco se sucedieron rebeliones como la de José Leonardo Chirinos, en 1795; la conspiración de Gual y España, en 1797; la conspiración de Francisco Javier Pirela, en 1799; y las invasiones ejecutadas por Francisco de Miranda en 1806.

No es un único proyecto nacional que comienza a perfilarse a partir de 1810-1811. Son diversas maneras de entender la sociedad, de concebir un nuevo orden social, de acuerdo a los intereses de cada grupo que estaba irreconciliablemente enfrentado a los otros (como el caso de la contradicción entre esclavistas y esclavos). Los historiadores han concebido hasta ahora que el único proyecto nacional viable era el que surgió de los blancos criollos acaudalados (los mantuanos). Si bien se reconoce el carácter autónomo de las luchas de los negros y mestizos, no se considera que una nación dirigida por los negros y/o los pardos pudo hacerse realidad en el transcurso de la crisis del colonialismo en Venezuela.

La insurrección de Chirino y la conspiración de Pirela demostraron que los afrovenezolanos y la población mestiza en general ya tenían su propio programa político revolucionario, y que sus acciones no eran simples reacciones elementales ante las violencias del sistema esclavista, sino la intención manifiesta de construir un nuevo orden social basado en la igualdad y la libertad. El programa político de los afroamericanos no se podía basar ni principal ni exclusivamente en las ideas del liberalismo burgués de las revoluciones norteamericana y francesa. En los esclavos y mestizos tenía que tener un peso significativo su herencia cultural africana, de sociedades con un desarrollo político muy distinto al europeo occidental. En esta herencia cultural y política hay que buscar las razones del apoyo inicial afroamericano a la causa realista durante el proceso de independencia, además, por supuesto, de la razón evidente de que los blancos mantuanos eran los opresores más directos de los esclavos y del resto de sectores populares.

Recordemos que la mayoría de la población era parda (50 %), contra apenas un 20 % de blancos, los cuales se subdividían en peninsulares, mantuanos y blancos de orilla (pobres). El resto de la población la conformaban los esclavos (15 %) y los indígenas (15 %) (Cardozo, 1987: 193). Los indígenas supervivientes, en su mayoría, no estaban integrados a la sociedad colonial y se dificultaba conocer su número exacto. La gran mayoría de la población la conformaban los mestizos (pardos), los negros esclavos y los negros libres. Junto a los blancos de orilla, terminaban significando una mayoría avasallante ante el escaso número de familias mantuanas. No obstante el poder socio-económico estaba en manos de esa minoría mantuana, que aspiraba a independizarse en lo político de la tutela colonial española.



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