lunes, 20 de octubre de 2014

Sobre Páez, Monagas y otros “caudillos militaristas”
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La historiografía tradicional en Venezuela, obra de los intelectuales al servicio de las elites dominantes de turno, acuñó la tesis de que el período republicano del siglo XIX venezolano estuvo caracterizado por el “caudillismo”, el “militarismo”, la “anarquía” y las guerras civiles.
En base a dicha premisa concluyen que el caos de la lucha caudillista no permitió la consolidación de un proyecto de desarrollo nacional, y sólo a partir de los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco, según algunos, y del gobierno de Juan Vicente Gómez, según otros, se alcanza una “estabilidad política e institucional”, una “paz social”, que permitió la consolidación de un proyecto nacional burgués.
Al respecto hemos sostenido las siguientes ideas, que no son totalmente propias, pues algunas de ellas en el pasado fueron formuladas por Laureano Vallenilla Lanz (a pesar de  no tener coincidencias ideológicas con este autor) y Juan Uslar Pietri, entre otros:
1.      La guerra de independencia quebró la estructura de poder interna que se había consolidado en Venezuela en el período colonial, debido a la insurgencia de blancos de orilla, pardos y esclavos que inicialmente se incorporaron al ejército realista de Boves, y que luego de 1815-1816, como producto del cambio de estrategia ejecutado por Bolívar y demás jefes patriotas sobrevivientes, se incorporaron al ejército bolivariano y permitieron el triunfo militar definitivo sobre el imperio español en Suramérica.
2.      Por ello, la independencia en Venezuela fue producto de una alianza social, de una alianza de clases que incorporó en un mismo ejército y en un mismo proyecto de país a los grupos dominantes (los mantuanos) y los grupos dominados (blancos de orilla, pardos, indígenas y esclavos) de la anterior época colonial.
3.      Los dirigentes de este proceso fueron los generales y próceres de la independencia, los cuales en su mayoría no eran originalmente militares, sino que la necesidad de luchar por la patria los llevó a combatir durante casi 15 años en una guerra larguísima y desgastante que finalmente triunfó sobre el colonialismo español. En buena parte, estos próceres militares tampoco eran mantuanos de origen, como el caso de José Antonio Páez y muchos otros, sino que provenían de los distintos estratos populares de la sociedad colonial.
4.      El ejército encabezado por Simón Bolívar, un ejército popular integrado en lo fundamental por venezolanos (como lo catalogaría el embajador gringo en España en 1825: “un ejército de negros al frente del cual está un peligroso radical”, el tal Bolívar), derrotó al ejército español que había traído a Venezuela el mariscal Pablo Morillo en 1815 (más de 70 barcos, 10.000 soldados profesionales y 15.000 hombres en total), y lo expulsó del continente suramericano en una sucesión de batallas desde Boyacá hasta Ayacucho, pasando por Carabobo, Pichincha, Bomboná y Junín.
5.      Una guerra tan larga (1810-1824) y tan extensa (abarcando todo el continente suramericano) obviamente consolidó una dirección militar que se llenó de glorias en tan grandiosa proeza. Esa jefatura militar, que buena parte de ella murió combatiendo por nuestra independencia, tenía todo el derecho a reclamar un lugar principal en la posterior conducción de la República, sobre todo si se considera que la oligarquía “civilista” estaba integrada en lo principal por personajes que no combatieron en la guerra, que en muchos casos respaldaron la continuidad del dominio español, que abandonaron nuestro territorio durante la guerra y luego volvieron a “cobrar” por méritos y sacrificios que nunca tuvieron.
6.      Es bueno recordar que en Venezuela, una buena parte de la oligarquía mantuana que declaró la independencia en 1811 brincó la talanquera hacia el bando realista luego de las derrotas republicanas de 1812 y 1814. Personajes que se les ha dado el trato de “próceres civiles”, como José María Vargas, se fueron del país en 1813, cuando la campaña de Boves estaba por comenzar (Vargas ya se había graduado de médico en 1808), y regresó en 1824, cuando ya la independencia estaba conquistada. No arriesgó ni un pelo, mientras familias mantuanas patriotas se inmolaron completamente durante la larga guerra, como ocurrió con la familia del mariscal Antonio José de Sucre. Cuando Boves ocupó Caracas en 1814, fue recibido con bombos y platillos por ese mantuanaje realista que luego de Carabobo se apoderó del país gracias a traiciones como la de Páez. Ese mantuanaje blanco esclavista controló Caracas entre 1814 y 1821, y fue el mismo que logró derrotar la propuesta abolicionista de Bolívar y que mantuvo el bárbaro sistema esclavista hasta 1854.
7.      Ciertamente los caudillos militares que dirigieron al país luego de 1830 cometieron en términos generales una gran traición al proyecto de unidad continental propuesto por Bolívar, y terminaron subordinando el país a los intereses económicos del imperio inglés, la superpotencia dominante de la época. Pero como han analizado diversos historiadores (como Federico Brito Figueroa), ese capitalismo inglés miraba con recelos a los jefes militares de ese ejército popular venezolano que había sido capaz de destrozar en todas las batallas al experimentado ejército español de Morillo. Por ello, en 1835, el mantuanaje caraqueño, apoyado por los intereses británicos, promovió la candidatura de Vargas a la presidencia, como una forma de desplazar del poder a los incómodos jefes militares de ese “ejército de negros” (como despectivamente decían los diplomáticos estadounidenses), y colocar en su lugar a los blancos oligarcas esclavistas que nunca lucharon por la independencia y cuyos esquemas de pensamiento y acción política eran profundamente conservadores.
8.      La traición de los caudillos militares de la independencia, como Páez, fue enfrentada en términos históricos con la insurrección campesina expresada en la Guerra Federal (1859-1863), la cual había tenido su antecedente en el levantamiento campesino de 1846-47. Aunque las banderas transformadoras del federalismo terminaron mediatizándose en el Tratado de Coche, en 1863.
9.      Es por todo lo anterior que nos distanciamos de las tesis que catalogan al “caudillismo del siglo XIX” como la fuente de todos los males de la república. Para nosotros, el siglo XIX venezolano fue profundamente revolucionario. A lo largo del mismo las clases oprimidas nacionales alcanzaron la categoría de actores políticos de relevancia, encabezados por caudillos militares como Bolívar, Boves, Páez y Zamora. El sistema de dominación implantado por España durante los 300 años de colonización de nuestro territorio fue quebrado  completamente por la guerra de independencia, y lo que quedó de él fue liquidado posteriormente por la misma guerra federal. La inestabilidad política decimonónica fue producto de la incapacidad de la burguesía internacional para consolidar un sistema interno de dominación que sustituyera eficazmente al que se había derrumbado en la independencia. No puede considerarse esa inestabilidad política como un hecho negativo. Pensamos que expresaba la fuerza de las luchas populares por ser incorporadas en los proyectos republicanos que intentaban ejecutarse.
10.  En otros países nuestramericanos, como la hermana Colombia, la oligarquía blanca esclavista logró darle continuidad a su dominación económica de la época colonial, y hasta hoy buena parte de las burguesías latinoamericanas actuales son herederas directas de esos oligarcas esclavistas de la colonia. Prácticamente en todos los países latinoamericanos, menos en Venezuela, por las razones que antes hemos esgrimido. Nuestra historia no es para avergonzarnos, sino para enorgullecernos de nuestras constantes revoluciones. Somos un pueblo “levantisco”, que si lo pisan por un lado se levanta por el otro. Es equivocado contraponer un falso “civilismo” al caudillismo militar del siglo XIX. Las guerras populares como las desarrolladas en la independencia y en el federalismo, fueron expresión de los anhelos de libertad e igualdad de las grandes mayorías sociales venezolanas.
11.  Cualquier análisis histórico que pretenda revestirse de “revolucionario”, debe considerar la lucha de clases de los períodos estudiados. En el siglo XIX nuestro país era agroexportador, producíamos café y cacao principalmente. Esos productos surgían del trabajo de miles y miles de esclavos y peones que producían la riqueza que nos caracterizaba como nación. Ese sistema productivo, heredado de la colonia, generaba profundas contradicciones y condujo a grandes convulsiones sociales, como lo fue el período de la guerra federal. Con estas cortas ideas esquematizadas pretendemos alertar ante los análisis simplistas que analizan nuestra historia con los parámetros tradicionales de la burguesía parasitaria que antes estuvo al servicio de Inglaterra y que desde hace un siglo se postró antes los intereses de los Estados Unidos.
Recomendamos complementar con estos trabajos que pueden consultar en internet:
Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 18 de diciembre de 2013.
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