domingo, 9 de noviembre de 2014

Autonomía sindical y soberanía popular


AUTONOMÍA SINDICAL Y SOBERANÍA POPULAR
 
Roberto López Sánchez[1]. Departamento de Ciencias Humanas, Facultad Experimental de Ciencias. Universidad del Zulia. Av. Universidad. Edif. Grano de Oro. Maracaibo, Venezuela. E-mail: cruzcarrillo2001@yahoo.com.
 
            En el primer semestre del 2007 el presidente Chávez declaró públicamente en repetidas oportunidades cuestionando la autonomía sindical, y exigiendo la subordinación de los sindicatos bolivarianos al nuevo partido socialista unido. En ese entonces realizamos una reflexión que hoy sigue vigente. Resaltamos en ese momento los principios de organización que históricamente han desarrollado los pueblos en lucha contra la dominación del capital, considerando específicamente lo que ha sido esta revolución bolivariana y cómo se ha expresado aquí la acción autónoma del pueblo venezolano.
 
            Las revoluciones populares, en todas partes del mundo, invocan la soberanía constituyente de los pueblos, rompen con las estructuras de poder constituidas, derriban las instituciones y mecanismos de dominación existentes, y proceden a erigir nuevas estructuras, democráticas y participativas, que permiten el nacimiento de nuevas formas de organización social.
 
            La Comuna de París, la primera revolución proletaria triunfante, estudiada por Carlos Marx y presentada por él como ejemplo histórico concreto de su propuesta socialista, permitió el nacimiento de una forma de organización social, cuyos principios han sido adoptados por esta revolución bolivariana bajo la denominación de la democracia participativa y protagónica.
 
            La Revolución Rusa de 1917 fue ejecutada por los Soviets, por los consejos de obreros y soldados, organismos democráticos y autónomos nacidos del auge revolucionario del pueblo ruso, estructurados bajo los mismos principios de la comuna. El poder constituyente del soviet de Petrogrado tomó el cielo por asalto cuando decidió derrocar al gobierno burgués de Kerenski, en octubre-noviembre de 1917, dando paso al nacimiento de la primera república socialista del mundo, la Unión Soviética.
 
            En esa misma época, los trabajadores de otros países europeos organizaron soviets o consejos obreros y asumieron el control político-militar de las zonas industriales (Turín, Italia), de algunas ciudades (Munich, Alemania) y de países como Hungría. Pero a diferencia de los soviets rusos, estos consejos de trabajadores no lograron conservar el poder y fueron derrotados militarmente por las fuerzas de la burguesía internacional.
 
            Para la historia, las experiencias de la comuna y de los soviets o consejos obreros quedaron como la herramienta organizativa por excelencia para luchar contra los poderes burgueses constituidos, para derrotarlos y superarlos en términos históricos, construyendo un nuevo poder, verdaderamente democrático y participativo.
 
La historia posterior de la URSS , en la cual el poder del Partido y del Estado se colocaron por encima del poder popular de los soviets, degenerando esa experiencia, hasta su vergonzoso colapso en 1989-1991, no resta importancia al ejemplo de los consejos de trabajadores como organización revolucionaria de los pueblos para luchar y conquistar el socialismo. Distanciándonos de la afirmación que los bolcheviques hicieran a posteriori, de que la revolución se efectuó gracias a la existencia de un partido, la realidad histórica demostró de manera contundente que el poder soviético fue conquistado gracias a los consejos obreros, gracias a los soviets, y el partido, contrariamente, se convirtió con el tiempo en la traba para el desarrollo del poder popular y en un nuevo mecanismo de dominación que pervirtió a la sociedad socialista y finalmente la condujo a su destrucción.
 
La soberanía popular, el poder constituyente de los pueblos, fundamento de esta revolución bolivariana, y de todas las revoluciones en el mundo, se basa en la acción autónoma de las organizaciones populares. El período histórico de auge revolucionario que se abrió a partir del 27 de febrero de 1989, y que ha tenido momentos estelares como la reacción popular del 12-13 de abril de 2002 y la resistencia del pueblo ante el paro petrolero golpista de 63 días ejecutado en 2002-2003, se fundamenta precisamente en la acción autónoma del pueblo ante los poderes constituidos.
 
En 1989 existían en Venezuela una serie de organizaciones que se autopostulaban como “el partido de la clase obrera”, o que pretendían erigirse como los genuinos representantes del pueblo. Si por ellos fuera, jamás hubiera ocurrido el levantamiento popular espontáneo del 27 y 28 de febrero de 1989, acción que cambió la historia de Venezuela y que inició la caída del régimen puntofijista.
 
El 11 de abril de 2002, los pretendidos “dirigentes” de la revolución bolivariana salieron en carrera, despavoridos, ante el avance criminal del golpe fascista de Carmona. Los partidos del “proceso”, incluido el MVR, corrieron a esconderse, y demostraron no tener ninguna vocación de lucha ni plan alguno de defensa de la revolución. Las escasas directrices dadas, como las que nos dieron aquí en el Zulia, fueron en el sentido de esconderse y salvar la vida. Si el pueblo hubiera seguido las orientaciones del partido, si hubiera actuado “disciplinadamente” ante el o los partidos supuestamente “revolucionarios”, la dictadura de Carmona no hubiera sido derrocada y todavía estuviéramos sufriendo la represión salvaje de los fascistas.
 
La acción espontánea y conciente del pueblo, la activación de las múltiples y diversas organizaciones populares de base a todo lo largo y ancho del país, permitió que se diera una respuesta inmediata ante el golpe fascista dado por el imperialismo. Igual sucedió durante el paro petrolero. La resistencia terca del pueblo venezolano ante el criminal sabotaje económico ejecutado por la oposición fue el arma decisiva para derrotar el paro y salvar la revolución.
 
Particularmente recuerdo como un diputado del MVR, hoy prócer connotado del proceso, en una reunión en Corpozulia al día siguiente de iniciado el paro petrolero (3 de diciembre de 2002) exigía no convocar ningún tipo de concentración popular de calle, porque eso era “provocar” a la oposición.  Esa propuesta era apoyada por otros diputados y por el entonces presidente de Corpozulia.
 
Afortunadamente las organizaciones populares de base no hicimos caso a esas “directrices” de los pseudolíderes, no fuimos “disciplinados”, y salimos a convocar al pueblo al puente llaguno maracucho, al elevado de Panorama, y la concentración popular que allí comenzó a formarse en los días subsiguientes permitió el nacimiento del movimiento popular que enfrentó el paro petrolero en Maracaibo y todo el Zulia.
 
Como si eso no bastara, el 8 de diciembre, enfrente a Panorama, un grupo de activistas populares propusimos tomar el edificio Miranda (sede principal de PDVSA en Maracaibo). En ese momento, un grupo de diputados zulianos, incluido uno que era ministro en el 2007, rechazaron nuestra propuesta, nos mandaron a dormir para nuestras casas y nos apagaron el equipo de sonido. Por supuesto, cuando estos valientes diputados se retiraron a dormir a sus casas, prendimos de nuevo el sonido, convocamos a tomar el edificio de PDVSA y salimos en marcha por las pocas cuadras que nos separaban de allí. Amanecimos en el edificio Miranda, volvimos a amanecer durante los días subsiguientes, hasta que el tamaño de la concentración popular que allí se realizaba permitió que fuéramos substituidos por otros compatriotas.
 
Igual ocurrió en todas partes del país. El pueblo pasó por encima de los dirigentes, garantizó la retoma de PDVSA, su puesta en funcionamiento, y derrotó el paro golpista. La acción autónoma y espontánea de las organizaciones populares de base fue la fortaleza de la revolución, fue el arma oculta con la que no contaban la burguesía y el imperialismo, tanto en el golpe de abril como en el paro petrolero.
 
Si hubiera existido una subordinación de las organizaciones populares ante los partidos del proceso, otra historia se hubiera escrito, la respuesta del pueblo ante la conspiración del imperialismo no se hubiera presentado en los términos que la vivimos, y la burguesía probablemente hubiera triunfado.
 
Esta es una sencilla reflexión, considerando las experiencias que nos da la lucha mundial de los pueblos contra el capitalismo, y la lucha específica del pueblo venezolano por garantizar la continuidad de esta revolución bolivariana. De este análisis concluimos que la acción autónoma de las organizaciones populares de base, incluidos los sindicatos, nunca puede subordinarse a partido alguno. Esta revolución es tal en la medida en que ha pasado por encima de todas las estructuras partidistas que históricamente se han demostrado absolutamente incapaces para conducir al pueblo en los momentos revolucionarios, para responder ante las coyunturas de crisis.
 
Sin descartar la organización de nuevos partidos, incluido el PSUV, esto no debe implicar la eliminación de la autonomía de las organizaciones populares de base. Si llegase a ocurrir esta subordinación de la base popular ante una estructura de partido, es muy probable que una nueva coyuntura de crisis no pueda ser respondida por el pueblo con la contundencia de lo ejecutado en 2002 y 2003. Por ello reivindicamos la autonomía popular como fundamento de la acción revolucionaria. No es un capricho, ni somos anarquistas al decir esto, nos basamos en la experiencia histórica de la lucha de los trabajadores, y en las propias enseñanzas que hiciera Marx al analizar estos procesos.
 
En aras de la buena salud de esta revolución, la soberanía popular y la autonomía sindical no debe subordinarse a ningún partido existente o por crearse.
 
Incorporamos aquí una serie de reflexiones que elaboramos en diciembre de 2006, sobre la propuesta de partido único realizada por Chávez en ese momento, y que se ha concretado en la conformación del PSUV; ideas que guardan íntima relación con la reflexión que hemos hecho sobre la vigencia histórica de la autonomía sindical y popular en los procesos revolucionarios.
 
 
1)     Una de las deficiencias centrales del socialismo soviético (lo llamaremos en términos genéricos “socialismo real”) fue la ausencia de democracia. Esta limitación de la democracia se extiende, por supuesto, a los modelos “socialistas” ensayados por la socialdemocracia europea, que no trascendieron la representatividad partidista propia del liberalismo burgués.
 
2)     El siglo XX fue el siglo de la hegemonía de los partidos políticos, los cuales a duras penas han llegado a este nuevo siglo XXI, acosados por nuevas expresiones organizativas que amenazan su dominio en todo el mundo. El siglo XXI probablemente será el siglo de los movimientos sociales, caracterizados por su diversidad política, ideológica y organizativa.
 
3)     Estar pensando en fundar partidos en el siglo XXI es, por tanto, un contrasentido histórico. Y más contrasentido es hablar de partido único, al mejor estilo de la aberración que impusieron los bolcheviques en Rusia, modelo que lamentablemente se extendió a todo el socialismo real. Recordemos que Marx y Engels nunca hablaron de partido único, y tampoco de economía estatizada, falsos paradigmas del modelo ruso.
 
4)     La organización de la Venezuela socialista debería fundarse en los poderes comunitarios y locales, en una estructura política que nazca desde las bases populares, y se erija en sentido contrario a cómo funciona el actual estado burgués (que funciona de arriba hacia abajo, con una minoría dirigente dominando sobre la gran mayoría popular). Los consejos comunales bien pueden convertirse en los embriones de esa estructura política del nuevo estado, que como tal, repetimos, sería la antítesis del estado burgués (de esa manera, se cumpliría la premisa de Marx de que el estado debe avanzar hacia su extinción, en la medida en que aumentan los mecanismos democráticos de participación y control popular sobre todas las instituciones).
 
5)     Un partido único, o una serie de partidos clientelares, como existen ahora en Venezuela, no tienen cabida en un sistema que busca superar el modelo de democracia representativa propia del liberalismo burgués. La democracia participativa y protagónica implica la desaparición de los políticos profesionales como categoría inherente al modelo burgués de hacer política. La democracia protagónica supone un ciudadano capaz de ejercer la política directamente, sin intermediarios; todos los ciudadanos ejercen sus derechos y no los delegan en “representantes”.  Al desaparecer los políticos profesionales, los partidos tradicionales (tanto del chavismo como de la oposición), integrados por esos políticos profesionales (al mejor estilo de la cuarta república), dejan de tener vigencia como tales, pues todo ciudadano deberá ser capaz y tener el derecho a ejercer cualquier cargo de representación popular, siempre sujeto a la contraloría social, a la rendición de cuentas, al mandato específico, y al derecho a ser revocado en cualquier momento.
 
6)     Tendrán vigencia formas organizativas, que pudiéndose llamar partidos, sean en realidad representativos de tendencias políticas diferenciadas sobre el modelo de sociedad que se pretende construir en el país. Estas organizaciones políticas, o partidos, no tendrán semejanza alguna con los actuales partidos clientelares que buscan repartirse cuotas de poder dentro del estado burgués (diputados, ministerios, alcaldías, gobernaciones, etc). Esta nueva manera de entender a los partidos tendrá siempre vigencia, en respeto a la diversidad que existe en todos los colectivos humanos, y será el fundamento de los debates políticos a desarrollar sobre el camino a recorrer para profundizar las transformaciones socialistas en Venezuela.
 
7)     Por tanto, siempre existirán tendencias políticas diferenciadas (que pueden o no llamarse partidos). La existencia de un pretendido “partido único” nunca borrará las diferencias ideológicas y políticas propias de la compleja sociedad en que vivimos. En el socialismo siempre existirán personas y grupos de personas que piensen distinto, que representen la diversidad política, social y cultural del país, del continente y del mundo entero.
 
8)     El sistema político apropiado para la Venezuela socialista debe prescindir de las representaciones partidistas. En eso, el actual sistema imperante no ha trascendido en nada a la cuarta república. Seguimos votando por partidos, y fortaleciendo las maquinarias burocrático-clientelares que se disputan el control de parcelas de poder dentro del estado. La selección o votación de los representantes públicos no debe hacerse a través de los partidos, sino a través de postulaciones uninominales, o en todo caso provenientes de organizaciones sociales (comités de tierras, de salud, consejos comunales, sindicatos, colegios profesionales, asociaciones civiles, cooperativas, consejos obreros, etc.).
 
9)     Una medida sana, acorde con los principios de la democracia protagónica, es que los actuales dirigentes bolivarianos, con 10 largos años en funciones, abandonen sus cargos y pasen a cumplir labores cotidianas en la actividad productiva o cualquier otra responsabilidad laboral específica, y den lugar a nuevos representantes populares, los cuales a su vez, darán paso en un plazo perentorio a nuevos representantes del colectivo popular. De esta forma, nunca se podrá conformar la partidocracia que caracterizó a la cuarta república, y que existe por igual en todos los países del mundo, comenzando por los Estados Unidos y las grandes potencias europeas, e incluyendo a los pretendidos países “socialistas” como Cuba.
 
10) La división del trabajo entre trabajadores manuales y líderes intelectuales es uno de los fundamentos del régimen capitalista. Prolongar un sistema basado en partidos políticos, o en partido único, sería prolongar la dominación del capital sobre el pueblo trabajador, aunque el capital se disfrace de “estado socialista”, como ocurría en la URSS y ocurre hoy en China “comunista”.
 
11) Por tanto, el centro del debate no debe estar entre un partido único burocrático y clientelar o un multipartidismo burocrático y clientelar, porque son la misma cosa. El centro del debate está en cómo se construye una verdadera democracia, en la cual las minorías intelectuales, con poder económico y político, no puedan avasallar a las grandes mayorías sociales trabajadoras. Eso sólo se puede construir colocando cabeza abajo a nuestro actual sistema político, derribando el estado burgués y construyendo una organización sociopolítica de abajo hacia arriba, sin partidos superpuestos que pretendan dirigirla.
 
12) En cuanto a cómo resolver el problema de la unidad de las fuerzas organizadas e individualidades que respaldan el proceso bolivariano, lo correcto sería conformar una mesa de concertación en la cual converjan democráticamente todas las tendencias políticas chavistas, como ocurrió de manera imperfecta cuando se creó el Comando Político de la Revolución en el 2001. Esta organización debería convertirse progresivamente en una vanguardia colectiva, que perfeccione los mecanismos democráticos y supere la tendencia mesiánica y unipersonal que hasta ahora ha predominado en esta revolución. Esto sería de manera transitoria, porque la progresiva consolidación del poder popular nacido desde la base organizada, permitiría finalmente que el pueblo tuviera realmente el poder en sus manos, por encima de cualquier individuo o partido que pretendiera conducir al país de acuerdo a sus criterios personales o grupales.
 
 
Finalmente hacemos la siguiente reflexión. Desde 1989 se abrió una época de revolución en Venezuela, similar a la que se abriera entre 1810 y 1812. La hemos caracterizado como proceso de insubordinación popular generalizada[2]. Este proceso de insurgencia popular tiene sus altos y sus bajos (como lo tuvo en su momento el período anterior entre 1812 y 1863), y en algún momento va a concluir. La insubordinación popular, el espíritu revolucionario del pueblo decaerá y dará paso a un período de pasividad social.
 
Nuestro interés se orienta a tratar de que esta época de revolución se prolongue lo más posible, de manera que permita avanzar en el camino de las profundas transformaciones sociales que necesita Venezuela y toda América Latina. La conformación de un partido único mediante mecanismos burocráticos, pudiera estar constituyendo una camisa de fuerza que en vez de potenciar la revolución, sirva para desestimular la participación protagónica del pueblo.
 
El partido único pudiera ser el fin de la insubordinación popular generalizada, y el comienzo de un período de pasividad social que culmine confiscando las esperanzas de cambio del pueblo venezolano, como ha ocurrido tantas veces en nuestra historia. La derrota electoral sufrida el 2 de diciembre de 2007, la pérdida de tres millones de votos (votaron a favor de la reforma menos personas de las que oficialmente están inscritas en el PSUV), pudiera ser un indicador de lo que en 2006 previmos que podría ocurrir con la conformación del partido único.
 
 
Escrito en Maracaibo, Mayo de 2007, y corregido en Agosto de 2008.

[1] Historiador. Profesor de La Universidad del Zulia. Actualmente Director de la División de Extensión (2006-2009). Coordinador del Diplomado en Consejos Comunales. Facultad Experimental de Ciencias. Militante de la causa popular. Miembro asesor del Comité Ejecutivo de la Federación de Trabajadores UNT-Zulia (Unión Nacional de Trabajadores).
[2] Idea que hemos desarrollado en varias publicaciones: RAICES HISTORICAS DEL PROCESO DE CAMBIOS EN VENEZUELA. 2004. Revista MINIUS. Departamento de Historia, Arte e Xeografía. Universidade de Vigo. Ourense (España); EL PROTAGONISMO POPULAR EN LA HISTORIA DE VENEZUELA. 2003. UNICA Revista de Artes y Humanidades Universidad Católica Cecilio Acosta. Año 4. N° 7. Enero-Junio de 2003. Maracaibo (Venezuela); MOVIMIENTOS SOCIALES Y CRISIS DE LA SOCIEDAD COLONIAL. 2000. Anuario de Estudios Bolivarianos. Instituto de Investigaciones Históricas. Bolivarium. Año VIII- Número 9. Universidad Simón Bolívar. Caracas (Venezuela

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